Causas del fracaso
No debe presuponerse que cualquier coyuntura cr¨ªtica conduce a un salto adelante o a un cambio para mejor. La historia est¨¢ llena de ejemplos de marchas atr¨¢s
Los pa¨ªses m¨¢s ricos y m¨¢s pobres del mundo no suelen coincidir con los que crecen econ¨®micamente m¨¢s o menos. En la clasificaci¨®n del Fondo Monetario Internacional de la pasada semana los cinco pa¨ªses que m¨¢s crecer¨¢n en 2013 son Mongolia, Irak, Paraguay, Kirguist¨¢n y Mozambique, y el grupo m¨¢s perjudicado lo forman cinco pa¨ªses europeos (Italia, Chipre, Portugal, Espa?a y Grecia). Las listas de los pa¨ªses m¨¢s ricos incluyen los de Norteam¨¦rica, Europa occidental, Australasia y Jap¨®n, mientras que entre los m¨¢s pobres se encuentran, sobre todo, los de ?frica subsahariana y otros como Afganist¨¢n, Hait¨ª o Nepal.
?Por qu¨¦ fracasan los pa¨ªses en la primera d¨¦cada del siglo XXI? Es una pregunta adecuada para un lugar como Espa?a, inmerso desde hace ya cuatro a?os en una crisis espantosa (econ¨®mica, institucional), de la que apenas se ven perspectivas de soluci¨®n en el corto plazo. A algo parecido a esto intent¨® contestar a finales del siglo XVIII un fil¨®sofo escoc¨¦s poco conocido entonces, llamado Adam Smith, cuando escribi¨® un libro titulado La riqueza de las naciones.
Hace pocos meses apareci¨® en EEUU (y ahora se publica en Espa?a) un texto titulado Por qu¨¦ fracasan los pa¨ªses. Los or¨ªgenes del poder, la prosperidad y la pobreza, de los profesores Daron Acemoglu y James A. Robinson (Deusto editorial), que pretende actualizar las reflexiones de Smith, con una conclusi¨®n muy potente: no hay predeterminaci¨®n de los pa¨ªses por su situaci¨®n geogr¨¢fica, su cultura o la historia; son las instituciones artificiales (aquellas de las que se dotan los ciudadanos, pol¨ªticas y econ¨®micas), no la naturaleza del terreno ni la fe en los antepasados, lo que determina si un pa¨ªs es rico o pobre. El talento individual importa en todos los niveles de la sociedad, pero incluso este factor requiere de un marco institucional para transformarse en una fuerza positiva. Ni Bill Gates ni Steve Jobs hubieran triunfado sin unas instituciones inclusivas que los amparasen.
Son las instituciones de las que se dotan los ciudadanos las que determinan si un pa¨ªs es rico o pobre
Y dentro de estas, el elemento central es la pol¨ªtica. Las instituciones econ¨®micas dan forma a los incentivos para percibir una educaci¨®n, para ahorrar e invertir, para innovar y adoptar nuevas tecnolog¨ªas, pero es el proceso pol¨ªtico el que determina bajo qu¨¦ instituciones se vivir¨¢ y c¨®mo funciona ese proceso. Por ello hay que revindicar el buen funcionamiento de la pol¨ªtica y por ello son tan sospechosos algunos mensajes antipol¨ªticos que abundan estos d¨ªas. Conviene recordar a algunos de los que los lanzan de buena voluntad que no debe presuponerse que cualquier coyuntura cr¨ªtica conduce a un salto adelante o a un cambio para mejor. La historia est¨¢ llena de ejemplos de marchas atr¨¢s, de contrarevoluciones que simplemente sustituyen a unas ¨¦lites por otras, en un modelo que el soci¨®logo alem¨¢n Robert Michels describi¨® como la ley de hierro de la oligarqu¨ªa, una forma particularmente perniciosa de c¨ªrculo vicioso.
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