Ocho muertos no son para tanto
Entierro de las v¨ªctimas de Totonicap¨¢n. Fotograf¨ªa: Centro de Medios Independientes de Guatemala (Jorge Agurto).
El pasado 4 de Octubre un grupo de entre 15.000 y 20.000 campesinos ind¨ªgenas guatemaltecos de la regi¨®n conocida como los ¡°48 Cantones de Totonicap¨¢n¡± tomaron cinco puntos de la carretera Interamericana, cortando el tr¨¢fico en una protesta masiva contra el Gobierno de Otto P¨¦rez Molina. En uno de esos puntos ¨Cconocido como la Cumbre de Alaska- el ej¨¦rcito decidi¨® ignorar el compromiso del Gobierno de retirar las fuerzas de seguridad para evitar enfrentamientos violentos (que s¨ª cumpli¨® la polic¨ªa, de acuerdo al informe de la ONU) y carg¨® contra los manifestantes lanzando gases lacrim¨®genos y disparando fuego real. En la refriega murieron ocho campesinos y al menos otras 46 personas resultaron heridas, entre ellas 13 miembros de las fuerzas de seguridad. Tras un primer intento de desviar la atenci¨®n hacia un supuesto guardia de seguridad que dispar¨® contra los manifestantes, el Gobierno ha acabado reconociendo la responsabilidad de las fuerzas armadas en la matanza y ya se han realizado las primeras detenciones.
Las protestas de Totonicap¨¢n eran la respuesta a una serie de decisiones gubernamentales que perjudican de manera directa a las comunidades ind¨ªgenas e ignoran su derecho constitucional a ser consultadas. En este caso, se trataba de un subida injustificada de las tarifas el¨¦ctricas, la limitaci¨®n de los servicios educativos en zonas rurales y otras reformas legales realizadas de espaldas a una comunidad que padece un desprecio at¨¢vico por parte del Estado. La pr¨¢ctica totalidad del casi medio mill¨®n de habitantes de Totonicap¨¢n son ind¨ªgenas mayas que sufren niveles de pobreza extrema cercanos al 50% de los habitantes. El analfabetismo y la desnutrici¨®n se ceban con esta regi¨®n que, sin embargo, muestra niveles de violencia seis veces m¨¢s bajos que los del resto de Guatemala.
Ser¨¢ dif¨ªcil que esta matanza ayude a calmar la tensi¨®n que vive un pa¨ªs en el que las comunidades campesinas ven c¨®mo todo cambia para que todo siga igual. Los gobiernos militares, la injerencia estadounidense y los cultivos de exportaci¨®n han sido sustituidos por gobiernos democr¨¢ticos, acuerdos de libre comercio y producci¨®n de biomasa para carburantes. Pero el 80% de la tierra sigue concentrada en manos del 8% de los terratenientes, una oligarqu¨ªa que transita entre sus empresas y el gobierno en un rentable juego de puertas giratorias.
Los enfrentamientos de Totonicap¨¢n son el pen¨²ltimo ejemplo de un rosario de incidentes de acoso a los campesinos y a sus l¨ªderes, a menudo relacionados con el fen¨®meno del acaparamiento de tierras. Una pieza reciente del diario brit¨¢nico The Guardian destacaba el caso de las empresas productoras de aceite de palma en la regi¨®n del Pet¨¦n. Esta producci¨®n -que alimenta los veh¨ªculos que Europa conduce- ha devorado decenas de miles de hect¨¢reas de la mano de tres compa?¨ªas nacionales y una estadounidense. Con enga?os y amenazas, en municipios como Sayaxch¨¦ las familias campesinas han saldado a las empresas hasta un 50% de todas las tierras productivas. Las promesas de un ¡°empleo para toda la vida¡± en las plantaciones se convierten pronto en explotaci¨®n y m¨¢s tarde en expulsi¨®n. Y eso ayuda a entender Totonicap¨¢n, Pet¨¦n, Polochic y tantos otros.
Preguntado sobre la matanza m¨¢s reciente, el Ministro de Exteriores guatemalteco, Harold Caballeros, contest¨®: ¡°Reconozco con dolor que, en ciertas latitudes, ocho muertos es una cosa muy grande, y aunque suena muy mal decirlo, a diario tenemos el doble de muertos. Por eso, considero que no es una llamada de atenci¨®n tan grande¡±. En otras palabras: tampoco es para tanto. Con este arrebato de sinceridad, el canciller guatemalteco expresaba una actitud extendida entre los miembros del Gobierno.
La pregunta es si la comunidad internacional decide convertirse en c¨®mplice de los cr¨ªmenes que se est¨¢n produciendo en Guatemala. Los embajadores de algunos de los principales socios del pa¨ªs (como Estados Unidos, la Uni¨®n Europea o Israel) han condenado ya la matanza y cuestionado la utilizaci¨®n del ej¨¦rcito en tareas de seguridad ciudadana. Pero no es suficiente. Son sus compa?¨ªas, su diplomacia y su pol¨ªtica de biocombustibles las que deben responder ante esta situaci¨®n. En ocasiones se trata incluso de responsabilidades directas, como la participaci¨®n de Espa?a en el banco regional que financi¨® la operaci¨®n fraudulenta del Polochic. Pero lo m¨¢s habitual es que se trate de una complicidad por omisi¨®n. Por eso es fundamental que la comunidad internacional exija a las autoridades guatemaltecas el castigo y la reparaci¨®n de los cr¨ªmenes que se han producido, as¨ª como garantizar los derechos de las comunidades ind¨ªgenas a la tierra y a los medios de vida m¨¢s esenciales. Mientras tanto, todos somos responsables de la matanza de Totonicap¨¢n.
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