Esplendorosas
Trillo, en su etapa de ministro, dijo que las playas gallegas luc¨ªan estupendas tras el naufragio del Prestige
La palabra Prestige evoca muchas otras palabras, y ninguna de ellas, salvo las palabras Nunca M¨¢is, que nacieron con el barco hundi¨¦ndose, remite a gesto alguno de nobleza.
Sin embargo, ha pasado el tiempo y quienes quisieron echar tierra (lodo, m¨¢s bien) sobre esas dos palabras (Nunca M¨¢is) siguen con las manos limpias como si nunca hubieran tocado el chapapote moral de entonces.
Viene a la memoria, como un ob¨²s de rabia retrospectiva, aquella apertura de telediario dando cuenta de la persecuci¨®n fiscal, ordenada por el Gobierno de Aznar, contra los organizadores de Nunca M¨¢is. Quer¨ªan saber, entonces, qui¨¦nes les pagaban, c¨®mo se organizaban.
Los trataban, desde los medios de comunicaci¨®n que entonces hab¨ªan orquestado la persecuci¨®n de los civiles que alertaron sobre las consecuencias del vertido, como soldados extranjeros en una guerra patri¨®tica. Como rufianes.
Aquello que ocurr¨ªa no estaba ocurriendo, esa era la doctrina oficial. Aznar recurri¨® a la iron¨ªa para descalificar a los que ladraban su rencor por las esquinas y descalific¨® desde esa verborrea a los contrincantes pol¨ªticos que asomaron la nariz por la zona, hasta que la asomaron personalidades de La Zarzuela y ya a ¨¦l no le qued¨® m¨¢s remedio que pisar chapapote.
Trillo es un poeta, o quiere serlo, de modo que agarr¨® esa met¨¢fora y se subi¨® a ella con furia desde?osa
Fueron tiempos muy oscuros de una ¨¦poca especialmente oscura de Espa?a, pues el Gobierno estaba tratando de intercambiar la realidad por la ficci¨®n y aquel incidente ennegrec¨ªa sus prop¨®sitos. Los ministros que deb¨ªan estar al tanto del medio ambiente y de las obras p¨²blicas se desentendieron como si la mayor¨ªa absoluta fuera un piloto autom¨¢tico y ellos pudieran enviar la realidad, por muy pringosa que fuera, al quinto pino.
Pero de todas las cosas que ocurrieron no todas han venido a la memoria ahora, con ser significativas y audaces, as¨ª que, por ejemplo, se ha salvado Federico Trillo, acaso porque est¨¢ en la bruma, perfeccionando lo que ya sabe de Shakespeare, pues diplom¨¢ticamente no se le oye mucho. Entonces Trillo era ministro de Defensa, y como tal pas¨® a la historia de las ocurrencias mucho m¨¢s que por aquel micr¨®fono abierto que le dej¨® decir ¡°manda huevos¡± como presidente del Congreso. Como ministro, fue el que resumi¨® como un poeta b¨¦lico la irrisoria incursi¨®n en Perejil, pero sobre todo fue quien dictamin¨®, mientras la costa gallega se volv¨ªa bet¨²n, que las playas estaban ¡°esplendorosas¡±. Lo dijo en Telecinco (en una tertulia con Montserrat Dom¨ªnguez, en la que la coincidencia puso a este cronista) y lo adopt¨® como un mantra con el que quiso disipar cualquier duda:
¡ªLas playas gallegas est¨¢n esplendorosas.
No era verdad, no fue verdad durante mucho tiempo, pero Trillo es un poeta, o quiere serlo, de modo que agarr¨® esa met¨¢fora y se subi¨® a ella con furia desde?osa, hasta que se qued¨® persuadido de que no ve¨ªa visiones, cuando en realidad solo manejaba trampantojos.
Aquel adjetivo, ¡°esplendorosas¡±, viene ahora a la memoria de aquel tiempo como la teor¨ªa que encabezaba un argumentario. Esa mentira era un estandarte que dec¨ªa ¡ª¡°esplendorosas¡±¡ª lo contrario de lo que ahora se recuerda. As¨ª pues, honra a Nunca M¨¢is, que denunci¨® la mentira hasta el grito. jcruz@elpais.es
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