Despu¨¦s de la ca¨ªda
Los dirigentes del PSOE deben ser l¨²cidos y enfrentarse al clientelismo o a su deriva nacionalista
Ya se cumpli¨® el vaticinio y el PSOE se vino abajo en Galicia y en el Pa¨ªs Vasco. Ciertamente es un desastre regional que parece peque?o tras el fracaso de las generales, pero solo es el anticipo de las catalanas. En poco m¨¢s de un a?o el centro-izquierda espa?ol puede haber sido liquidado por completo. Quiz¨¢ ya haya pasado el tiempo de las admoniciones y estemos en el de echar una mano. Este pa¨ªs es peligroso, pero lo ser¨ªa mucho m¨¢s sin el PSOE.
En primer lugar, los dirigentes del partido han de ser l¨²cidos sobre sus errores. Han de averiguar (o decidir) si la desafecci¨®n se produce, sobre todo, por su incomprensible deriva nacionalista. La habitual alianza con toda clase de partidos patri¨®ticos ha acabado por desconcertar al elector. Si alguien vota socialista, ?qu¨¦ est¨¢ eligiendo? ?A los que legalizaron Bildu? ?A los casi independentistas catalanes, como el conjunto Maragall? ?O a los sindicalistas andaluces? Este primer punto debe esclarecerse de inmediato, teniendo presente que el socorrido ¡°federalismo¡± no se lo cree nadie. Es m¨¢s, no se lo creen ni quienes se dicen federalistas porque no han sido capaces de aclarar a qu¨¦ federalismo se refieren, en qu¨¦ consiste y por qu¨¦ iba a servir para algo.
Sobre este punto, el antiguo votante socialista cree recordar que el partido fue, alg¨²n d¨ªa, un partido espa?ol y constitucional. Y que ten¨ªa perfectamente claro que el nacionalismo solo puede ser una ideolog¨ªa reaccionaria: es sentimental e irracional, pone al territorio por encima de los ciudadanos, se basa en la pedagog¨ªa del odio, oculta tras la bandera la despiadada explotaci¨®n de la oligarqu¨ªa as¨ª como las corrupciones de los oligarcas, es totalitaria, es excluyente, practica la mentira sistem¨¢tica y roza los comportamientos fascistoides.
Frente a estas obviedades, los socialistas se han visto atemorizados por un pretendido ¡°nacionalismo espa?ol¡± que no merece la pena ni comentar. Ese supuesto nacionalismo es el que permite que partidos secesionistas controlen las regiones perif¨¦ricas, sumerjan en la lengua nacional a la poblaci¨®n y multen a quienes escriben en castellano. Un nacionalismo un tanto particular, el espa?ol. Por desgracia, es justamente la acomplejada dejaci¨®n de los socialistas lo que puede propiciar que el nacionalismo espa?ol, el de verdad, el que se parece al de Otegui y al de Mas, el de Blas Pi?ar, se levante de su tumba.
Nadie cree ya en el socorrido ¡°federalismo¡±, ni quienes se dicen federalistas
Una vez solventada esta cuesti¨®n, deber¨¢n emprender una segunda investigaci¨®n. Una gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n cree que son los partidos socialistas los que arruinan las cuentas del Estado por su desaforado clientelismo. Sin llegar a la siniestra etapa de Zapatero, los lugares en donde a¨²n mandan los socialistas, como Andaluc¨ªa, son semilleros de funcionarios, de empresas paraestatales o semiestatales, de subvenciones opacas, de ayudas nep¨®ticas, de consejeros, ayudantes, comisionados y una infinidad de empleos subalternos que no tienen la menor utilidad, pero gracias a los cuales viven miles de afiliados al partido y sus familiares. Si a eso se a?ade el general cabreo por los escandalosos privilegios de la clase pol¨ªtica, la animadversi¨®n hacia los socialistas, principales protectores de los privilegios, se hace colosal. Quien arguya que eso tambi¨¦n lo practica el PP est¨¢ hundiendo la dignidad de la izquierda.
La tercera discusi¨®n tiene que ver con el momento de extrema miseria econ¨®mica del pa¨ªs. Una considerable cantidad de votantes cree inadmisible que los socialistas animen constantemente a los sindicatos, a las asociaciones y a cualquier grupo o grup¨²sculo de indignados o aficionados, a tomar la calle y paralizar la vida ciudadana. M¨¢s bien al contrario, solo un pacto de Estado del PSOE con el PP podr¨ªa hacer menos dolorosa la sangr¨ªa. En todas las encuestas, incluso en aquellas que el propio partido socialista encarga, se sit¨²a en uno de los primeros lugares la exigencia de un gran pacto de Estado entre los dos partidos. No hay la menor indicaci¨®n de que ese pacto haya sido imposible debido al rechazo del PP, como suelen aducir en el PSOE. El constante acoso a los ciudadanos (esta semana hay en Madrid convocadas 80 manifestaciones, ?80!, adem¨¢s de la huelga de transportes) se percibe siempre, justa o injustamente, como una cacer¨ªa propiciada por el partido socialista, como si este buscara la identificaci¨®n con Grecia en las fotograf¨ªas de la prensa anglosajona.
Por ¨²ltimo (y es casi imposible que algo as¨ª suceda), debe cambiar la c¨²pula dirigente. Buena parte de ella viene de la nefasta etapa de Zapatero y no tiene ya la menor credibilidad. Su actual dirigente, Rubalcaba, es un hombre eficaz en tareas subterr¨¢neas, ocultas, comisariales, pero carece del menor atractivo pol¨ªtico y no se le conoce una sola idea. Esta incre¨ªble acefalia cubre el conjunto socialista hasta extremos desatinados. Un alto responsable del partido en Catalu?a me dec¨ªa que su actual dirigente, Pere Navarro, ha logrado convertir a Montilla en un Churchill. Por no hablar de la se?ora Chac¨®n, esfinge sin secreto. Por mera prudencia, el PSOE deber¨ªa ir preparando un desembarco en Catalu?a con sus propias siglas.
La ausencia de ideas es paralela con un discurso basado obsesivamente en la cr¨ªtica del partido gobernante
El p¨¢rrafo anterior puede parecer cruel, pero hay que tener en cuenta que estamos hablando de una cadena de fracasos, de una p¨¦rdida enorme de poder, de una cat¨¢strofe general y de un posible cataclismo que deje a este pa¨ªs sin alternativa de centro-izquierda. Todo ello propiciado por quienes en la actualidad ocupan los sillones principales del partido como si no hubiera pasado nada. En cualquier pa¨ªs europeo, tras cada una de las derrotas, unos cuantos responsables habr¨ªan regresado a sus hogares a gozar de las prebendas que se han concedido a s¨ª mismos los profesionales de la pol¨ªtica espa?ola. Teniendo en cuenta la que se avecina en las provincias vascas y en Catalu?a, m¨¢s vale que en el PSOE haya gente con un poco de seso para enfrentarse a la fiera tradicionalista.
La ausencia de ideas es paralela con un discurso basado obsesivamente en la cr¨ªtica del partido gobernante. Est¨¢ muy bien criticar al Gobierno y esa es la tarea de la oposici¨®n, siempre que se tenga alguna alternativa. Acusar a Rajoy de todos los recortes, olvidando que los comenz¨® Zapatero y por mandato de Bruselas, es deshonesto. Si hay alternativa a la pol¨ªtica econ¨®mica ordenada por Merkel, debe ser expuesta p¨²blicamente con claridad. Si no se hace, entonces toda la cr¨ªtica de la oposici¨®n parece una pataleta de colegiales.
Comprendo que es extremadamente dif¨ªcil inventar un discurso alternativo al de la guerra fr¨ªa, que sigue siendo el relato dominante en un partido anquilosado y con escasas fuentes de informaci¨®n. Tan es as¨ª que muchos antiguos votantes desear¨ªan el regreso de Felipe Gonz¨¢lez. Si la ideolog¨ªa no ha cambiado, ?por qu¨¦ no volver al origen? Por fortuna, Gonz¨¢lez no est¨¢ loco y jam¨¢s reaparecer¨ªa en la corrala de la pol¨ªtica espa?ola.
De manera que son las nuevas generaciones socialistas las que deben imponer su criterio. Si este es el de una radicalizaci¨®n que les aproxime a los comunistas, bienvenida sea. Y si por un milagro se plantean una pol¨ªtica menos ideol¨®gica y m¨¢s pragm¨¢tica, menos reaccionaria y m¨¢s t¨¦cnica, una pol¨ªtica que tenga menos que ver con la imagen y m¨¢s con la realidad, a lo mejor es posible volver a votarles alg¨²n d¨ªa.
F¨¦lix de Az¨²a es escritor.
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