Guerra en la Asamblea
Hay un vicio en Espa?a que hace imposible cualquier debate: defender a los tuyos aunque no tengan raz¨®n
Un t¨ªo llamado Mike Godwin se invent¨® una ley a la que llam¨® ¡°Godwin¡±. Hizo bien. La ley de este c¨¦lebre abogado americano enuncia que ¡°a medida que una discusi¨®n online se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparaci¨®n en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno. Dicho lo cual, Godwin estableci¨® que cualquier discusi¨®n se deb¨ªa dar por concluida cuando uno de los participantes sacara a los nazis a relucir. Se refer¨ªa a las discusiones en las redes, y doy fe, dado que alguna vez me he enzarzado tontamente en una discusi¨®n virtual, que al hombre le asist¨ªa la raz¨®n: siempre hay un interviniente que tratando de ganar una bronca que est¨¢ comenzando a ser pesada, carga de dramatismo el momento trayendo a colaci¨®n la Europa nazi o al mismo Hitler. Es esta una ley sin fronteras que no se circunscribe al mundo de la Red. Con demasiada frecuencia est¨¢ en boca de las personas p¨²blicas y lo que demuestran con esos argumentos es, sencillamente, que no poseen un alto vuelo dial¨¦ctico.
Lo de Espa?a es un caso aparte. A Espa?a ten¨ªa que venir Godwin a poner un poco de orden en nuestra marrullera manera de debatir, bautizando su ley con otro nombre, porque aunque tambi¨¦n somos aficionados a las comparaciones con el Tercer Reich, el elemento socorrido que trufa las discusiones pol¨ªticas en nuestro pa¨ªs es nuestra guerra. Y es natural: de los jud¨ªos nos libramos hace cinco siglos, no participamos en la Segunda Guerra y solo nos queda del asunto un difuso antisemitismo; en cuanto a la Guerra Civil sigue estando presente y m¨¢s en los ¨²ltimos a?os, en los que se ha propiciado un enconado revival que ha servido, m¨¢s que a nadie, a la clase pol¨ªtica; es decir, a quien menos debiera manosearla como argumento.
Hay en Espa?a un vicio alimentado por los partidos pol¨ªticos y que ha convertido en imposible casi cualquier debate. Consiste en: a) defender a los tuyos aun a sabiendas de que no tienen raz¨®n; b) cuando encuentras que la defensa de uno de los tuyos se ha tornado imposible entonces apelas al ¡°y t¨² m¨¢s¡±. Algo as¨ª le debi¨® de suceder a los l¨ªderes de los socialistas encabezados por Rubalcaba cuando escucharon la sorprendente intervenci¨®n de Tom¨¢s G¨®mez en la Asamblea de Madrid. Hablaban de jubilaciones. Y al candidato de los socialistas a la presidencia de esta Comunidad no se le ocurri¨® otra cosa que decirles a los adversarios del PP algo como: ¡°Sus abuelos robaron a millones de espa?oles la infancia y ahora, ustedes, que son sus nietos, les quieren robar la jubilaci¨®n¡±. Es evidente que para llegar a ese punto tienes que estar muy escaso de argumentos y tambi¨¦n algo pez en los intrincados lazos familiares y afectivos que unen a los miembros de uno u otro bando en todas las guerras llamadas civiles. Desde que era ni?a me sacud¨ªa emocionalmente la expresi¨®n ¡°guerra entre hermanos¡±, y ahora pienso que aun pudiendo ser una definici¨®n sentimental explica con exactitud lo doloroso que resulta un conflicto armado que se desata entre vecinos, familia, amigos, compatriotas. Pero a eso hay que a?adir algo tan obvio como que los hijos o los nietos no est¨¢n obligados a heredar las convicciones ideol¨®gicas de sus padres o abuelos, que las ideas no se transmiten por v¨ªa sangu¨ªnea y que uno no ha de responder por lo que su abuelo perpetr¨®. Ojo, tampoco ha de ponerse una medalla. Hay ejemplos memorables de c¨®mo hijos de reconocidos falangistas o de altos cargos franquistas militaron en su juventud en los partidos clandestinos de la izquierda; hay ejemplos de vidas tan largas que permitieron a personajes que en su juventud se sumaron activamente a la barbarie acabar construyendo la democracia espa?ola; hay ejemplos en cada casa, en cada pueblo, en cada barrio, de personas que se salvaron gracias a la ayuda de un amigo del bando contrario; hay ejemplos de personas eminentes que aun habiendo defendido la Rep¨²blica se hubieron de exiliar en el primer a?o de la guerra para salvar el pellejo y luego regresaron a la Espa?a de Franco, y hay, sobre todo, ejemplos de personas que aun habiendo vivido en carne propia la sinraz¨®n de aquellos tres a?os jam¨¢s hubieran hablado de ¡°ustedes¡± y ¡°nosotros¡±, como hizo muy torpemente el otro d¨ªa el diputado G¨®mez.
?La clase pol¨ªtica no tiene suficiente con el panorama de 2012 para tener que avivar el fuego de 1936?
En el partido socialista defendieron al l¨ªder madrile?o argumentando que las razones de fondo (la defensa de las pensiones) disculpaban la forma de sus palabras. En fin. Tambi¨¦n hay quien le ha disculpado, c¨®mo no, con el socorrido ¡°y t¨² m¨¢s¡±: recordando esas inolvidables intervenciones en las que Esperanza Aguirre, la musa neoliberal de Vargas Llosa, aprovech¨® a su vez para dar le?a a los socialistas habl¨¢ndoles de la revoluci¨®n de 1934 o del asesinato de Calvo Sotelo. Dan ganas de acreditarse en esa Asamblea para asistir a esas clases de historia y a ese espect¨¢culo de hero¨ªsmos retrospectivos. Y ganas dan de invitar a Godwin a que invente el nombre para una ley que funcionara como inhibidor de frecuencia y cerrara el micr¨®fono a los pol¨ªticos cuando comenzaran a echar mano de argumentos tan tramposos.
?Es que la clase pol¨ªtica no tiene suficiente con el panorama de 2012 o de los a?os que nos esperan para tener que avivar el fuego de 1936? Y todav¨ªa hay gente a la que eso no le parece una estafa.
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