?¡®Quo vadis¡¯, Artur Mas?
El ¡®president¡¯ no entiende ni hacia d¨®nde pretende ir la UE ni, sobre todo, a d¨®nde no quiere volver
Sorprende constatar, d¨ªa tras d¨ªa, la ligereza con la que pol¨ªticos como Artur Mas claman y proclaman la vocaci¨®n naturalmenteeuropea de lo que ser¨ªa un Estado catal¨¢n independiente del resto de Espa?a desplegando, para ello, una ret¨®rica de corte esencialmente antieuropea. Asombra un discurso construido en negativo, articulado en torno a unos argumentos fundamentalmente contrarios al esp¨ªritu, los valores y el derecho de la UE.
¡°?Catalu?a, pr¨®ximo Estado de Europa?¡±. A la vista del desconocimiento que delata una afirmaci¨®n tan grandilocuente, cabe recordar al presidente de la Generalitat algunos de los principios b¨¢sicos que regulan la Uni¨®n Europea. Principios constitucionales y funcionales que obligan a todos sus miembros por cuanto la legalidad jur¨ªdica no es una mera noci¨®n abstracta que se puede obviar en funci¨®n de la oportunidad pol¨ªtica del momento.
El primero de ellos es el propio concepto de uni¨®n. Tal y como estipula el Pre¨¢mbulo del Tratado de la Uni¨®n Europea (TUE), esta organizaci¨®n pol¨ªtica encuentra su origen en la voluntad de ¡°acercar los pueblos de Europa en una uni¨®n cada vez m¨¢s estrecha¡± con el doble objetivo de mantener la paz en el continente europeo y lograr su prosperidad econ¨®mica. Es decir, Europa como entidad pol¨ªtica debe su nacimiento a un principio normativo meridianamente claro: es la preferencia de la uni¨®n frente a la fragmentaci¨®n, la cohesi¨®n frente a la desagregaci¨®n o, si se prefiere, las fuerzas centr¨ªpetas (que no centralizadoras) frente a las centr¨ªfugas lo que constituye la verdadera garant¨ªa de estabilidad pol¨ªtica y de crecimiento econ¨®mico. La actual par¨¢lisis de la arquitectura comunitaria, bloqueada por la proliferaci¨®n de los ego¨ªsmos nacionales es una buena prueba de ello.
El segundo principio es la idea de integraci¨®n. Para unir los pueblos de Europa, la f¨®rmula europea consiste en integrar las competencias soberanas y exclusivas de los Estados miembros. En otras palabras, en t¨¦rminos funcionales la construcci¨®n europea se basa en un principio b¨¢sico: la renuncia progresiva, y en grados diversos, de parcelas de poder previamente en manos de los Estados (ya sea a trav¨¦s del gobierno nacional o de los gobiernos regionales, donde existan) y su cesi¨®n a un nivel pol¨ªtico de car¨¢cter supraestatal. Desde la pol¨ªtica de la competencia hasta la pol¨ªtica monetaria pasando por la pol¨ªtica agr¨ªcola o medioambiental, el modo de funcionamiento de la UE pasa por la inclusi¨®n en conjuntos m¨¢s amplios y no por el repliegue localista. Hoy en d¨ªa, el 70% de la legislaci¨®n y, por lo tanto, de las pol¨ªticas p¨²blicas que vinculan a los Estados miembros (y, en consecuencia, tambi¨¦n a sus regiones) encuentran su origen en una normativa europea. Responsabilizar en exclusiva al Estado de los males propios es f¨¢cil y probablemente rentable desde el punto de vista electoral pero no se justifica desde la perspectiva de la realidad de los procesos decisorios.
El discurso actual del ¡®expolio fiscal¡¯,
Ello remite a un tercer principio: el inter¨¦s general. La Uni¨®n Europea ha sido posible porque unos hombres de Estado ¡ªesa categor¨ªa en v¨ªas de extinci¨®n¡ª como Jean Monnet o Konrad Adenauer tuvieron la clarividencia suficiente para darse cuenta de que el bien particular pasa por el bien com¨²n. Tras las devastadoras consecuencias de la Primera y Segunda Guerra Mundial, precisamente relacionadas con la marea de ultranacionalismos populistas que anegaron Europa a principios del siglo XX, los Padres Fundadores tuvieron la inteligencia necesaria para darse cuenta y hacer comprender a las sociedades europeas que solo sumando y no restando se puede lograr un bien superior y en beneficio de todos. Un valor y principio de gobierno que encarna la propia idea de Comunidad Europea y condensa el lema europeo: ¡°unidad en la diversidad¡±.
Esta visi¨®n es tambi¨¦n la que sustenta el desarrollo de otro v¨¦rtice del ordenamiento constitucional europeo: la solidaridad interterritorial como factor de cohesi¨®n econ¨®mica y social. Solidaridad europea como condici¨®n para el bienestar econ¨®mico del conjunto y no de una parte de la Uni¨®n. Catalu?a se ha beneficiado de ingentes cantidades de fondos estructurales europeos debido a su pertenencia a Espa?a y en virtud de la aplicaci¨®n de este principio de solidaridad. El discurso actual, simplista y con tintes populistas, del expolio fiscal no es precisamente la mejor manera de hacer m¨¦ritos en Europa. En efecto, ?No augura ello acaso que, ma?ana, en el caso de que Catalu?a tuviese que contribuir de forma neta al presupuesto comunitario, Artur Mas podr¨ªa emprender una campa?a en contra de Polonia, Hungr¨ªa, Ruman¨ªa o Bulgaria diciendo que "roban a Catalu?a"? ?Comenzar¨ªa una campa?a de propaganda en contra de la financiaci¨®n de redes transeuropeas en los pa¨ªses de Europa central y oriental con la misma inquina con la que se est¨¢ actualmente movilizando en contra del AVE gallego o del corredor central? Participar plenamente del proceso de construcci¨®n europea requiere algo m¨¢s (y sobre todo, algo distinto) que el ilusionismo pol¨ªtico, la b¨²squeda de chivos expiatorios y la demagogia populista e insolidaria.
Por ¨²ltimo, los anteriores principios y valores se hacen efectivos en la casa europea a trav¨¦s de una regla formal y de extraordinaria importancia que no se puede eludir: el respeto de la jerarqu¨ªa normativa establecida y pactada por todas las partes firmantes de los Tratados constitutivos europeos. Un l¨ªder responsable tendr¨ªa que tener en cuenta que amenazar con el incumplimiento de la norma constitucional adoptada en su momento dice poco o nada a favor de la fiabilidad y lealtad institucional como socio comunitario, adem¨¢s de que socava de manera profunda la seguridad jur¨ªdica que un jefe de gobierno deber¨ªa transmitir a sus conciudadanos. Todo ordenamiento jur¨ªdico se rige por un principio esencial que es el pacta sunt servanda. Las reglas del juego est¨¢n hechas para ser respetadas. Ello no significa que sean inamovibles pero s¨ª que se deben respetar mientras no existan otras adoptadas por el conjunto de los que conforman la soberan¨ªa popular.
En definitiva, no sabemos a d¨®nde va o pretende ir el presidente de la Generalitat. Lo que s¨ª podemos decir es que enarbolar la bandera europea es condici¨®n necesaria pero no suficiente para ser miembro de la UE. M¨¢s all¨¢ de los condicionantes legales que rigen toda adhesi¨®n, existen unos valores y principios anclados en la historia y en la propia idea de Europa unida y como tal, exigibles a todos los que pretenden formar parte de ella. Pretender jugar en la liga europea cuando uno demuestra d¨ªa tras d¨ªa una escasa capacidad para desenvolverse sin romper en una liga m¨¢s pr¨®xima, como es la espa?ola, no parece la manera m¨¢s acertada e informada de hacer valer unas credenciales europeas. En efecto, demuestra no haber entendido ni hacia d¨®nde pretende ir Europa ni, sobre todo, a d¨®nde no quiere volver.
Ana Mar Fern¨¢ndez Pasar¨ªn es profesora titular de Ciencia Pol¨ªtica y de la Administraci¨®n en la UAB e investigadora del Observatorio de Instituciones Europeas de Sciences Po Paris (CEE).
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