Sin miedo al futuro
El fracaso en las elecciones auton¨®micas gallegas ha sacudido los cimientos del PSOE
Las elecciones auton¨®micas gallegas han confirmado que el descenso a los infiernos del PSOE no hab¨ªa acabado con las elecciones generales, colocando en el falso territorio de los espejismos los resultados de Andaluc¨ªa, interpretados en clave de poder, y los de Asturias, autonom¨ªa en la que el centro-derecha se presentaba desunido.
Las elecciones vascas, como siempre aunque por motivos diferentes, tienen su interpretaci¨®n propia, distante de los factores generales que condicionan la vida pol¨ªtica espa?ola, pero el fracaso en las elecciones auton¨®micas gallegas ha sacudido los cimientos del Partido Socialista. Unos piensan que Alfredo P¨¦rez Rubalcaba es el problema y que su sustituci¨®n ser¨ªa suficiente para enmendar el declive, otros se conforman con poder elegir en unas primarias un candidato diferente a la presidencia del Gobierno, una ¡°cara nueva¡± que pueda escribir un futuro sin la influencia determinante del pasado reciente, los ocho a?os de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero al frente del Gobierno, quien por cierto no encuentra ahora defensor alguno. Tenemos tambi¨¦n a quienes ven la soluci¨®n en un giro del partido a la izquierda, para as¨ª ocupar todo el espectro pol¨ªtico, recordando a un Alfonso Guerra plet¨®rico diciendo: ¡°A nuestra izquierda el abismo¡±, sin entender que el PSOE est¨¢ llamado a ocupar un papel fundamental en el centro-izquierda espa?ol, pero no siendo el ¨²nico actor.
Son reacciones apasionadas, entristecidas, en ocasiones melanc¨®licas, que se ven satisfechas con el mero hecho de moverse, de decir, de simular cambios, creyendo que pueden conseguir de esta manera terminar con este maldito periodo de decadencia electoral. As¨ª lo indica la obsesi¨®n por una ¡°cara nueva¡±, olvidando por el camino que tan importante como la persona es el discurso pol¨ªtico, si no lo es m¨¢s. Y repitiendo la soluci¨®n Zapatero, quien tras ganar las elecciones de 2004 pudo gobernar para sorpresa de todos, sobre todo para la veterana clerec¨ªa socialista, que no se sinti¨® nunca representada por la pol¨ªtica del joven l¨ªder leon¨¦s. Igualmente inmeditadas son las tesis de los que, aprovechando la crisis econ¨®mica, proclaman ardorosamente que la soluci¨®n es un giro a la izquierda, sin dar importancia a la realidad que vivimos hoy en Espa?a. ?Todo es bueno si nos diferencia de la derecha!, a este grupo le importan poco los n¨²meros, prefieren la literatura, al fin y al cabo es mucho menos comprometida.
Pero ni el problema es Alfredo P¨¦rez Rubalcaba, ni la soluci¨®n es un nuevo rostro. Tampoco encontraremos las respuestas en la propuesta, sin ninguna concreci¨®n e inducida por sensaciones pesimistas, de giro a la izquierda en la b¨²squeda del distanciamiento con el centro derecha. La crisis es m¨¢s profunda, m¨¢s complicada y no admite remedios sencillos. Creo que el problema se present¨® hace tiempo, en el final del periodo iniciado en Suresnes con la elecci¨®n de Felipe Gonz¨¢lez, en el congreso en el que este decidi¨® no presentarse y sali¨® elegido Joaqu¨ªn Almunia (elecci¨®n inducida, elecciones primarias, renuncia de Borrell a seguir siendo candidato del Partido Socialista, mayor¨ªa absoluta del Partido Popular). Pero la sorprendente vuelta a las responsabilidades de gobierno con Zapatero evit¨® una reflexi¨®n profunda sobre el PSOE, desde un punto de vista organizativo, y sobre la renovaci¨®n ideol¨®gica que impon¨ªan ya por entonces los cambios sociales, econ¨®micos y culturales que aparec¨ªan con una fuerza avasalladora en nuestro pa¨ªs.
Dec¨ªan los veteranos que el partido era un instrumento, no un fin. Con ello quer¨ªan decir que la importancia de la organizaci¨®n es proporcional a su influencia y hasta tal punto los j¨®venes antifranquistas socialistas asumieron este pensamiento, esta convicci¨®n, que rompieron y fracturaron el Partido Socialista en la periferia de Par¨ªs. No tuvieron inconveniente en desplazar a la vieja guardia y celebrar un pol¨¦mico congreso, que no tuvo el reconocimiento un¨¢nime de la Internacional Socialista, para adaptar la organizaci¨®n a una nueva realidad que el grupo de Llopis no era capaz de comprender. Esta renovaci¨®n se impuso en 1974 y ocho a?os m¨¢s tarde el ¡°nuevo¡± partido obtuvo 202 diputados, confirmando el acierto de la decisi¨®n tomada por los intr¨¦pidos socialistas del interior. Efectivamente, eran caras nuevas, pero sobre todo hab¨ªan adaptado la organizaci¨®n a la realidad espa?ola y se desprendieron poco a poco de la liturgia ideol¨®gica de los a?os treinta, culminando este proceso con el congreso extraordinario en el que abandonaron el marxismo como ideolog¨ªa excluyente en el Partido Socialista. Justamente la nueva organizaci¨®n y el nuevo discurso pol¨ªtico, muy alejado de la l¨ªnea ortodoxa que todav¨ªa predominaba en los partidos de izquierda, entroncaron con una Espa?a que hab¨ªa perdido el olor a naftalina y que s¨®lo ten¨ªa ganas de mirar hac¨ªa el futuro.
Hoy el cambio en la sociedad espa?ola es tan grande como el percibido en aquel entonces por Gonz¨¢lez y compa?¨ªa, o a¨²n mayor, y el PSOE, con la misma estructura del siglo pasado, no es ya una organizaci¨®n eficaz. El partido se ha convertido en un ¨¢mbito cerrado estructurado en agrupaciones y Casas del Pueblo, que son refugio de la tercera edad y un instrumento de discriminaci¨®n negativa, dificultando la elecci¨®n de las personas por sus m¨¦ritos y patrocinando las carreras pol¨ªticas internas, tendencia apoyada en una ley electoral inspirada en el recelo hist¨®rico entre el centro derecha y el centro izquierda, que obliga a tener unos partidos tan fuertes como herm¨¦ticos y con pocas oportunidades de adquirir ventaja suficiente para gobernar sin acuerdos. Pasados m¨¢s de 30 a?os la sociedad impone un cambio de ra¨ªz en la organizaci¨®n socialista del que se pueden salvar las siglas por una nostalgia que entiendo.
La misma profundidad requiere la adaptaci¨®n ideol¨®gica. La relaci¨®n de la socialdemocracia con lo p¨²blico y con lo privado no puede ser, como algunos pretenden, la misma que hace 50 a?os, el ¨¢mbito social al que se dirige el socialismo actual es m¨¢s amplio y las propuestas ser¨¢n inevitablemente diferentes. Del Estado de bienestar del siglo XIX, obligado hoy a ser m¨¢s eficiente y menos invasivo, estamos pasando en los inicios del siglo XXI a la sociedad del bienestar, definida por dar importancia a los servicios que reciben los ciudadanos, disminuyendo la trascendencia de qui¨¦n los gestiona. En nuestro pa¨ªs los socialistas corren el peligro de terminar siendo prisioneros de los sindicatos, al contrario de lo que suced¨ªa anta?o, reduciendo su discurso a un ¡°obrerismo¡± que ya no existe. Inclinaci¨®n que ya adivinaban los m¨¢s preclaros sindicalistas de la UGT a mediados de los noventa cuando impusieron unas nuevas distancias con el PSOE, rechazando una promiscuidad familiar que no beneficiaba ni al partido, ni al sindicato.
Y por ¨²ltimo, es imposible dar confianza a los ciudadanos espa?oles sin una idea clara de la naci¨®n espa?ola. Podemos discutir c¨®mo nos organizamos de forma m¨¢s eficaz y arm¨®nica, pero con una idea clara de qui¨¦nes somos y hacia d¨®nde vamos. Las soluciones criptonacionalistas son un f¨¢cil remedio para los que carecen de ideas, para quienes su programa es una oquedad que llama a los rellenos de baja calidad. El socialismo democr¨¢tico es producto de la raz¨®n y los nacionalismos lo son de los sentimientos, resultando ambos muy contradictorios, por lo que ha llamando mi atenci¨®n poderosamente su r¨¢pido arraigo en determinadas capas del socialismo espa?ol, vestido en ocasiones del ropaje nacionalista o renunciando a la idea clara de ¡°naci¨®n espa?ola¡±. Tal vez encontremos una justificaci¨®n en la carencia de aportaciones intelectuales relevantes del socialismo espa?ol, compensado con un fuerte compromiso moral desde su fundaci¨®n. Todo esto solo se soluciona con una renovaci¨®n radical, entendida desde su significado etimol¨®gico, del socialismo espa?ol, renovaci¨®n que ser¨¢ posterior y consecuencia de un debate amplio y sin que ninguna clase de miedo lo impida. Este ser¨¢ el empe?o por el que se le juzgar¨¢ al actual secretario general, a m¨ª no me cabe ninguna duda.
Nicol¨¢s Redondo Terreros es presidente de la Fundaci¨®n para la Libertad.
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