Una carrera contra el tiempo
La recesi¨®n puede matar el sue?o europeo si no hay luz al final del t¨²nel
?Qu¨¦ llegar¨¢ antes al sur de Europa? ?El crecimiento econ¨®mico que permita a la ciudadan¨ªa ver la luz al final del t¨²nel o el auge de partidos anti-euro que puedan ganar las elecciones capitalizando el malestar ciudadano ante los ajustes? Este es el principal interrogante del que depende la supervivencia del euro. Tambi¨¦n es el m¨¢s dif¨ªcil de despejar.
Desde que comenzara la crisis, las ¨¦lites de la zona euro, esta vez dominadas por los pa¨ªses acreedores, han trazado una hoja de ruta para completar la arquitectura institucional del euro y asegurar su supervivencia. Se trata de subir una larga y empinada escalera que se supone que terminar¨¢ en la uni¨®n pol¨ªtica. Adem¨¢s, a medida que la subimos tenemos que ir salvando los obst¨¢culos que van apareciendo por el camino, que suelen distraer la atenci¨®n del objetivo final y que toman la forma de sustos que nos seguir¨¢ dando Grecia, bloqueos que impondr¨¢ Finlandia, pataletas que tendr¨¢ el Bundesbank y tensiones que generar¨¢ la volatilidad de la prima de riesgo.
El problema de la hoja de ruta de la UE es que est¨¢ dise?ada de espaldas a la ciudadan¨ªa
A d¨ªa de hoy, ya se han subido los primeros escalones. Primero, se ha firmado un pacto fiscal para constitucionalizar la lucha contra el d¨¦ficit p¨²blico. Segundo, se ha creado un fondo de rescate europeo que viene a ser algo as¨ª como un cuerpo de bomberos capaz de apagar incendios peque?os (porque para los grandes le falta munici¨®n). Tercero, el Banco Central Europeo (BCE) ha anunciado que comenzar¨¢ a comportarse como un prestamista de ¨²ltima instancia y comprar¨¢ toda la deuda que haga falta de los pa¨ªses que soliciten ayuda a Bruselas (este vendr¨ªa a ser el cuerpo de bomberos para los incendios grandes, que son los que pueden producirse en pa¨ªses como Espa?a, Italia o Francia). Por ¨²ltimo, se ha fijado una hoja de ruta para la uni¨®n bancaria, que m¨¢s all¨¢ de la decepci¨®n espa?ola por el hecho de que no llegar¨¢ a tiempo para la recapitalizaci¨®n directa de nuestras instituciones financieras, tiene un calendario sobre la mesa.
Cada escal¨®n que se sube supone una cesi¨®n de soberan¨ªa cada vez mayor a las instituciones europeas, que adem¨¢s implica aceptar unas reglas que, lejos de ser consensuadas por todos (algo que de todas formas nunca ocurr¨ªa), o cocinadas en un equilibrado eje Franco-Alem¨¢n (como ha ocurrido a lo largo de la historia de la construcci¨®n europea), est¨¢n ahora dise?adas por una extra?a pareja formada por el eje Berl¨ªn-Francfort, que de vez en cuando acepta recibir alg¨²n consejo de Francia o de la Comisi¨®n Europea, y cuya legitimidad democr¨¢tica es cuando menos discutible.
El desencanto puede ser aprovechado por quienes plantean un mundo mejor fuera del euro
Seg¨²n la hoja de ruta, el futuro nos depara seguir subiendo escalones. Primero, el de la uni¨®n fiscal, entendida como que la Comisi¨®n Europea pueda vetar los presupuestos nacionales si no le gustan y no como la creaci¨®n de eurobonos o de un gran presupuesto comunitario que se pueda utilizar para transferir recursos de los pa¨ªses que crecen m¨¢s hacia los que est¨¦n en recesi¨®n. Despu¨¦s, el de la uni¨®n econ¨®mica, entendida como aprobaci¨®n (bajo la supervisi¨®n de Bruselas) de reformas estructurales en los pa¨ªses del sur (Francia incluida) que nos hagan caminar a todos hacia la alemanizaci¨®n de nuestras econom¨ªas (esto ya se est¨¢ haciendo por la puerta de atr¨¢s pero todav¨ªa queda mucho camino por recorrer). Y, por ¨²ltimo, el de la uni¨®n pol¨ªtica, donde finalmente tendremos que revisar los mecanismos de legitimaci¨®n de las nuevas instituciones europeas cuando nos encontremos con que los pa¨ªses ya no tienen voz sobre casi ning¨²n elemento de las pol¨ªticas econ¨®micas nacionales. Esto requerir¨¢ abrir un debate sobre c¨®mo democratizar la elecci¨®n de los altos cargos de la Comisi¨®n, as¨ª como dar m¨¢s poderes al Parlamento Europeo.
El problema de esta hoja de ruta es que est¨¢ dise?ada dando la espalda a la ciudadan¨ªa. Esto no deber¨ªa sorprendernos. La Uni¨®n Europea siempre ha sido un proyecto de ¨¦lites, un ejercicio de despotismo ilustrado cuya legitimidad emanaba de sus buenos resultados. Y hasta hace bien poco, este sistema funcion¨® ya que el d¨¦ficit democr¨¢tico de la Uni¨®n no incomod¨® demasiado a nadie cuando sus pol¨ªticas permit¨ªan que los ciudadanos disfrut¨¢ramos de los niveles de bienestar m¨¢s altos del mundo. El problema es que, dada la severidad de la actual recesi¨®n en el sur de Europa, que por cierto tiene su origen en una crisis financiera causada por un modo de entender el capitalismo m¨¢s propio del mundo anglosaj¨®n que de la Europa continental, los ciudadanos no parecen estar dispuestos a seguir subiendo a ciegas la escalera de la construcci¨®n europea si no se les explica en qu¨¦ momento estas pol¨ªticas van a generar crecimiento. Y el desencanto ciudadano puede ser aprovechado por partidos que planteen que hay un mundo mejor fuera del euro y fuera de Europa, algo que, aunque no sea cierto, cada vez m¨¢s gente tiene ganas de o¨ªr.
Los l¨ªderes de los pa¨ªses del sur tienen que desarrollar una narrativa que explique para qu¨¦ se hacen los sacrificios. Pero eso no ser¨¢ suficiente. Al mismo tiempo, los acreedores del norte tienen que facilitar pol¨ªticas que permitan que la ciudadan¨ªa empiece a ver la luz al final del t¨²nel, es decir, que haya crecimiento y empleo. Si no se llega a tiempo, la recesi¨®n terminar¨¢ matando el sue?o europeo.
Federico Steinberg es investigador principal del Real Instituto Elcano y profesor de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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