¡®Doktor Faustus¡¯
Tenemos cuatro a?os para que, como Thomas Mann, podamos calcular el precio del alma catalana
Thomas Mann tard¨® cuatro a?os en escribir una de sus m¨¢s importantes novelas, Doktor Faustus, y para ello cont¨® con la ayuda de personajes como Theodor W. Adorno, ?gor Stravinski y Arnold Sch?nberg, porque de m¨²sica iba la cosa. Ah¨ª es nada, vaya tropa. Cuatro a?os para desentra?ar las cuitas de un hombre que quer¨ªa alcanzar la perfecci¨®n absoluta y para ello pact¨® con el diablo la venta de su alma a cambio del tiempo que necesitaba.
Ma?ana empiezan cuatro a?os en los que el presumible president Artur Mas, o el que toque si las urnas desairan su desmesurada apuesta y eso le llevara a marcharse, tendr¨¢ que valorar cu¨¢nto vale el alma catalana. Porque de almas parece que vamos. Parece, solo lo parece. El ruido de los entusiastas portadores de la bandera estelada ha sido acompa?ado a lo largo de los ¨²ltimos meses, y no digamos las ¨²ltimas semanas, por referencias constantes al alma de Catalu?a, que es lo que tendr¨ªa que imponerse cuando se llegue a la so?ada independencia.
Lo que pasa es que luego llegan las encuestas. Y sucede que el porcentaje de quienes desean llegar a la arc¨¢dica separaci¨®n de Espa?a podr¨ªa cambiar, en un hipot¨¦tico pero al parecer ya inevitable refer¨¦ndum consultivo, en funci¨®n de dos factores que exceden el terreno de la espiritualidad y la perfecci¨®n: el primero es la cuesti¨®n europea; el segundo, la balanza fiscal. Los que han hablado del alma se han puesto a echar cuentas, ante las que el alma se hace carne. Lo de Europa est¨¢ claro: en principio, Catalu?a independiente no estar¨ªa, y eso significar¨ªa un desastre econ¨®mico. Con eso, ya cambian las cosas seg¨²n todos los datos. Y entonces nos quedamos con la balanza fiscal. Aqu¨ª no va a pintar nada Felip Puig, el conseller de la cosa policial al que parece que le gustar¨ªa ser como Frederic Escofet al frente de los Mossos en 1934.
Tenemos cuatro a?os para que, como Thomas Mann, y con asesores, si no tan excelentes como los suyos al menos muy sabios y decentes, podamos calcular el precio del alma catalana. Porque de precios hablamos. Y todos podemos leer casi cada d¨ªa valoraciones muy distintas, que indican que Catalu?a unas veces es receptora neta de rentas y otras que Madrid la expolia. ?A qu¨¦ atenernos? Echemos bien las cuentas, y de paso echemos las que siempre se eluden, las referidas al Pa¨ªs Vasco y Navarra, que sostienen sin demasiadas convulsiones el estado actual de su alma en el t¨¢cito y eficaz acuerdo de que de eso no se habla, que es una ordinariez. Esas cuentas nos permitir¨¢n saber cu¨¢nto vale el alma de cada uno. Y hay tiempo de sobra para ello, aunque sea, posiblemente, la ¨²ltima ocasi¨®n para que se haga bien.
Tambi¨¦n hay cuatro a?os para hablar de la fantasmagor¨ªa del llamado derecho a decidir (no recuerdo qui¨¦n hizo la pregunta tan pertinente: ?a decidir qu¨¦?), para lo que no hace falta dar muchas vueltas a la noria: tarde o temprano, y con las mejores maneras que sea posible, habr¨¢ que dar salida al refer¨¦ndum consultivo que ya en Catalu?a ha pasado a formar parte del alma, de la que s¨ª parece ser innegociable. Otra cosa es un hipot¨¦tico referendo sobre la independencia que, seg¨²n la Constituci¨®n ha de ser espa?ol. Y la Constituci¨®n es palabra mayor. Pero tenemos cuatro a?os para discutirlo. Por mucho que algunos se empe?en, si la cosa ha calado hasta el punto en que est¨¢, hay que retocar las leyes fundamentales. Estado federal, o independencia, o las cosas como estaban, pero con unas nuevas reglas del juego que acepten lo que el nacionalismo ha conseguido despu¨¦s de que Zapatero y Maragall abrieran el mel¨®n en 2004.
Quedan cuatro a?os en los que la crisis va a ser, o tendr¨ªa que ser, de nuevo, el eje del debate pol¨ªtico, la discusi¨®n principal, el motivo para que las calles se inunden de banderas. Y que de esas banderas, para que no nos liemos, muchas sean de color rojo, el de la reivindicaci¨®n, las que echaba aqu¨ª de menos Santos Juli¨¢.
Si sigue Mas, pero tambi¨¦n si no lo hace, la discusi¨®n tendr¨¢ que volver a producirse en torno a la pol¨ªtica, porque el nivel de movilizaci¨®n social en torno a s¨ªmbolos y banderas es insostenible. Catalu?a tornar¨¢ a ser rica y plena, pero cuando la crisis haya pasado, no cuando el tambor del Bruc resuene con mayor fuerza llamando a la lucha, esta vez, contra el espa?ol.
Ma?ana es el primer d¨ªa de los cuatro a?os en los que, como el personaje de Thomas Mann, deber¨ªamos saber cu¨¢nto valen las almas. En euros.
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