Una peque?a venganza
RNE ha perdido en cuatro meses escasos la audiencia que conquist¨® en los ¨²ltimos dos a?os
Es sabido que los seguidores m¨¢s fieles de los medios de comunicaci¨®n son los de la radio. Aunque no se diga, esa fidelidad est¨¢ relacionada con la manera en que nos relacionamos con el mando. Mientras lo visual y el mando a distancia propician que el usuario vaya cambiando compulsivamente de canal, la radio, que consiste en amar una voz concreta, familiar, que rompa el silencio o haga m¨¢s llevadera la soledad, la radio, digo, suele estancarse en un punto del dial y no moverse en a?os. Por eso es tan dif¨ªcil aumentar la audiencia, porque esas fluctuaciones indican algo tan inusual como que haya un n¨²mero significativo de oyentes que han decidido vencer su pereza y mover el sintonizador para que en su casa irrumpan nuevas voces. De un modo extraordinario, la radio nos retrotrae a un mundo oral, m¨¢s antiguo, y nos hace comportarnos como lo hac¨ªan nuestros abuelos. Eso es definitivamente m¨¢gico. De pronto, nos comportamos como los viejos personajes de Historias de la radio de S¨¢enz de Heredia o los de D¨ªas de radio de Woody Allen. Siempre he pensado que el sentimiento que provocan los presentadores de radio es el de enamoramiento. Cuando el oyente permite que entre una voz en su vida es porque hay un cuelgue sentimental. No es broma. He visto a presentadores saliendo por la puerta de atr¨¢s de la emisora para esquivar a oyentes con la cabeza perdida.
Pienso en ello desde que ese gran hombre de radio que es Toni Garrido mantuvo conmigo una charla tan informal como p¨²blica en el festival E?E. ?bamos a hablar de libros, pero acabamos hablando de radio. No s¨¦ qu¨¦ tipo de virus inocula ese medio, pero los que hemos trabajado en ¨¦l tenemos serias dificultades para desprendernos de su recuerdo y en cuanto nos encontramos con otro enfermo no somos capaces de hablar de otra cosa. Le contaba yo a Toni que es el medio del que me han echado m¨¢s veces, debido siempre a cambios pol¨ªticos. ?l me pregunt¨® con sorna, ¡°pero, si te ofrecieran algo, ?volver¨ªas?¡±; a lo que le respond¨ª, ¡°claro, no tengo dignidad, ?y t¨²?¡±. Y contest¨® sin pensarlo, ¡°?tambi¨¦n!¡±. Risas del p¨²blico. Y era cierto, los que hemos trabajado en lo p¨²blico hemos vivido absurdamente resignados a que nos defenestraran seg¨²n los resultados de las elecciones generales, las auton¨®micas, las locales o incluso si se produc¨ªa un cambio ideol¨®gico dentro del mismo partido que ostentaba el poder. Triste, ?no es cierto?
Pero en este caso Toni a?adi¨® un detalle ins¨®lito que comparto aqu¨ª ya que nuestra conversaci¨®n no era privada. Dijo, ¡°lo extraordinario en esta ocasi¨®n es que nadie me ha echado¡±. ?Perdona??? ¡°Como lo oyes, nadie me ha echado. Termin¨® mi contrato y simplemente yo dej¨¦ de ir, pero nadie tuvo la cortes¨ªa de comunicarme que ya no pensaban contar conmigo¡±. Risas del p¨²blico. Risas con contenido melanc¨®lico. Ese es nuestro pa¨ªs. Resulta que hay un t¨ªo o varios, porque tambi¨¦n estaba Lucas, que rompen la inercia de los oyentes (que como saben los te¨®ricos, somos de naturaleza conservadora), nos enamoran, sus voces entran en nuestra cocina, en nuestro ba?o, en nuestro sue?o, nos imponen una cita diaria y se vuelven portavoces de tantas cosas que queremos afirmar, pero no tenemos tribuna para hacerlo; resulta que hay una serie de profesionales que tienen el don de la radio, un don tan raro como el del humorista, que no consiste solo en modular una voz bonita o en ser un gran entrevistador, sino en convertirse en voz de compa?¨ªa, en algo m¨¢s que un amigo o una amiga; resulta que ese milagro sucede y unas cuantas voces conquistan nuestro espacio m¨¢s ¨ªntimo y¡ ?qu¨¦ ocurre? Ocurre que hay un cambio de Gobierno y todo ese logro se va a la mierda. Ya s¨¦ que escrib¨ª sobre esto hace unos meses, pero es que esta semana han aparecido los resultados de aquel disparate en el estudio general de medios. ?Con qu¨¦ nos encontramos? Con que de la misma manera que aument¨® la audiencia en los ¨²ltimos dos a?os y la radio p¨²blica conquist¨® una audiencia que se le hab¨ªa ido marchando, en cuatro meses escasos todo lo ganado se ha perdido. Y ?c¨®mo es posible que se produzcan cambios tan radicales en un medio que registra el aumento o el descenso de oyentes de una manera mucho m¨¢s paquid¨¦rmica? Pues a que la radio p¨²blica que practicaban estos profesionales no era sectaria, no era partidista, ten¨ªa un aire mucho m¨¢s din¨¢mico y se hac¨ªa eco apasionadamente de que lo que pasaba en la calle. Era un tipo de radio que se parec¨ªa a la que se realizaba durante los a?os ochenta. La feliz consecuencia de ese estilo fue que la audiencia rejuveneci¨® dr¨¢sticamente; la desgraciada consecuencia de expulsar de la radio a personajes tan carism¨¢ticos es que esos mismos oyentes se han vengado de lo que han considerado una inadmisible intromisi¨®n pol¨ªtica.
?Eran muy caros estos profesionales? S¨¦ que no. Pod¨ªamos permitirnos el gasto. Eran molestos, eso s¨ª. ?Y? Qu¨¦ lejos estamos de esa BBC en la que el director ha dimitido por dos esc¨¢ndalos de los que no hab¨ªa sido directamente responsable, pero que ten¨ªa que asumir. Pero algo est¨¢ cambiando: los oyentes que han abandonado la radio p¨²blica han podido rumiar esta semana su peque?a venganza. Yo sigo pregunt¨¢ndome, ?por qu¨¦ en Espa?a la ideolog¨ªa pesa tanto como para despreciar el talento?
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