Espa?a despu¨¦s de Espa?a S.A.
El patr¨®n de la crisis, que pagamos los ciudadanos, se repite: un conjunto de agentes econ¨®micos se endeuda al l¨ªmite, maximiza beneficios y lo que despu¨¦s se demuestre inviable ya ser¨¢ un problema pol¨ªtico
Har¨¦ las reformas necesarias me cueste lo que me cueste. Har¨¦ lo que tenga que hacer aunque sea lo contrario de lo que dije. En tiempo de crisis hay que recortar; es lo que hay que hacer¡±. Desde mayo de 2010, llevamos asistiendo 30 meses, entre at¨®nitos, indignados y hastiados, a un hilo continuo de declaraciones de los m¨¢ximos responsables del pa¨ªs, con un claro mensaje conductor: no hay m¨¢s remedio. El martilleo de solemnes declaraciones posibilistas nos recorta subliminalmente el derecho a pensar y entender, a discutir respuestas de fondo a preguntas fundamentales. Si era un proceso tan insostenible ?c¨®mo aflu¨ªa a espuertas el dinero del boomecon¨®mico? ?A tapar qu¨¦ agujeros va ahora destinado el dinero del rescate bancario?
El dinero de la burbuja fue durante a?os una suerte de man¨¢ con que la globalizaci¨®n financiera parec¨ªa haber puesto sus complacencias en Espa?a. Si observamos un globo terr¨¢queo e imaginamos un balance de dinero mundial, encontraremos dos grupos: por un lado pa¨ªses que acumulan riqueza y, por otro, pa¨ªses que acumulan deudas. Los primeros tienen una balanza comercial y de beneficios repatriados con saldo positivo, y generan un ahorro que desean mantener invertido; al otro lado del balance, se sit¨²an los pa¨ªses que desean gastar m¨¢s del ahorro que tienen, y recurren a pr¨¦stamos con los primeros. Para dar una idea, en 2008, pico del ciclo econ¨®mico, los pa¨ªses generadores de ahorro acumularon un saldo positivo de m¨¢s de 1.000.000 millones de d¨®lares (15 veces m¨¢s que una d¨¦cada antes); de ese ahorro, aproximadamente un tercio correspond¨ªa a los pa¨ªses petroleros, un tercio a China y un tercio a Alemania y Jap¨®n. Eran suministradores de dinero a la econom¨ªa global, el cual se dirig¨ªa, en cifras redondas, en un 80% a nueva deuda en Estados Unidos, y en un 20% a nueva deuda en la ahora llamada Europa perif¨¦rica. Solo en 2008, por ejemplo, Espa?a aument¨® su deuda global neta, suma de privada y p¨²blica, en 150.000 millones de d¨®lares.
?Por qu¨¦ nadie hizo nada si era evidente que el riesgo hipotecario doblaba el de pa¨ªses comparables?
Para mover los billones del ahorro global que crec¨ªa vertiginosamente hacia nuevas deudas, y mantener a plena circulaci¨®n la savia de las transacciones econ¨®micas, la banca internacional dispar¨® su peso en la econom¨ªa mundial, su volumen de negocio y su capacidad de atraer con altos salarios a cr¨¢neos privilegiados, para que conjugasen con nuevas f¨®rmulas la aversi¨®n al riesgo de los inversores y el ansia de riqueza de los financiados. La efervescencia del sistema financiero internacional cre¨® todo un sistema de burbujas conectadas: cualquier entidad bancaria aspiraba a captar la mayor deuda posible (pasivo) y conceder el mayor cr¨¦dito posible (activo) para crecer en tama?o. Aguas abajo de los bancos, una generaci¨®n de directivos empresariales se acostumbr¨® a encontrar f¨¢cil financiaci¨®n a cualquier proyecto; una generaci¨®n de pol¨ªticos se acostumbr¨® a que la econom¨ªa ya no consistiera en la gesti¨®n de recursos escasos, sino perpetuamente crecientes. Eran tiempos en que el alcalde de una gran ciudad espa?ola pod¨ªa jactarse de que acometer¨ªa en cuatro a?os obras que sus antecesores no hab¨ªan hecho en 20; en los que, seg¨²n declaraciones recientes del presidente de una gran constructora, se vivi¨® una trepidante locura colectiva en el mundo empresarial espa?ol.
?C¨®mo pudo llegar a sobrefinanciarse de forma tan brutal la econom¨ªa espa?ola, si nuestra pertenencia al euro fijaba un l¨ªmite a la deuda p¨²blica, que las Administraciones cumplieron? El gran dinero siempre encuentra f¨®rmulas. Empez¨®, por ejemplo, privatizando la deuda de las inversiones p¨²blicas: una constructora mu?¨ªa la financiaci¨®n de un bien p¨²blico (autopistas, hospitales) en concesi¨®n, a cambio de un canon anual, de forma que la deuda se transfiriese al balance de la empresa explotadora (que obtiene el beneficio, mientras transfiere el riesgo: si hay sobrecostes o ingresos menores de lo esperado, el presupuesto p¨²blico corre con subir el canon o u otorgar nuevas v¨ªas de ingresos). A la vista est¨¢ tambi¨¦n c¨®mo los errores de la gesti¨®n privada en el sector bancario deben ser asumidos por la sociedad. En otro orden, los excesos de capacidad en sectores como la electricidad, liberalizados, se traducen en mayores tarifas del servicio p¨²blico. Un patr¨®n se repite: un conjunto de agentes econ¨®micos se endeuda al l¨ªmite, maximiza beneficios en lo alto del ciclo, y lo que al tiempo se demuestre que era inviable, entonces ya ser¨¢ un problema pol¨ªtico.
Las ra¨ªces del boom and crash hipotecario est¨¢n bien documentadas. Las entidades bancarias espa?olas solo financiaban con la base de dep¨®sitos de sus clientes el 20% de las hipotecas concedidas (en Francia o Alemania, el 80% de las hipotecas est¨¢n financiadas sobre dep¨®sitos). Del 80% restante de financiaci¨®n externa a hipotecas espa?olas, un 30% correspond¨ªa a un producto est¨¢ndar que transfiere el riesgo al inversor extranjero; el 50% restante, en cambio, era financiaci¨®n mayorista (menos del 20% en cualquier otro gran pa¨ªs del euro). La financiaci¨®n mayorista es rotativa, sobrecolateralizada y senior, a saber: son pr¨¦stamos que se deben devolver y renovar en plazos de pocos a?os, exigen al banco sobreavalar con lo mejor de su activo el pr¨¦stamo, y tienen prioridad m¨¢xima de cobro sobre cualquier financiador. As¨ª, los tenedores de financiaci¨®n mayorista, en caso de problemas, tienen a la entidad espa?ola ¡°cogida¡±: cuando llega, por ejemplo, el final de un pr¨¦stamo de cinco a?os (con el que la entidad espa?ola ha financiado hipotecas de 30 a?os), si la entidad no puede devolver el principal, el acreedor tiene derecho a quedarse con lo mejor de su cartera de cr¨¦ditos, lo que la dejar¨ªa con mayores dificultades para hacer frente al resto de sus financiadores, bonistas o accionistas, que huyen despavoridos. ¡°Los mercados est¨¢n cerrados¡±.
Han faltado mecanismos democr¨¢ticos sanos que hicieran de contrapeso del poder econ¨®mico
Lo que viene ocurriendo en Espa?a desde hace 30 meses se puede describir como una cadena de f¨®rmulas para mantener el sistema bancario con una respiraci¨®n artificial de cr¨¦ditos puente del BCE, mientras los hombres de negro examinan pr¨¦stamo a pr¨¦stamo la situaci¨®n de cada entidad y se negocia a qu¨¦ ritmo socializar las p¨¦rdidas y reprivatizar los fragmentos sanos. Con sus cr¨¦ditos temporales, el BCE pone un cord¨®n sanitario a los agujeros de bancos y cajas espa?oles para que no afecten en cadena al sistema internacional: las entidades espa?olas van cancelando pr¨¦stamo mayorista exterior por anticipado con el dinero del BCE, y quedan endeudadas con este, erigido en el director de facto del sistema financiero espa?ol.
?Por qu¨¦ nadie hizo nada, si deb¨ªa de ser evidente a ciertos niveles que el riesgo hipotecario doblaba o triplicaba el de pa¨ªses comparables? Seg¨²n el gobernador actual, el Banco de Espa?a plante¨® medidas para frenar la expansi¨®n del cr¨¦dito, pero el lobby bancario las rechaz¨® de plano, aduciendo que le situar¨ªan en desventaja frente a competidores internacionales. Cabe imaginar los motivos de los directivos bancarios para desbordar cualquier l¨ªmite de riesgo: lo hac¨ªa todo el mundo, los resultados eran estratosf¨¦ricos y resultaba tan f¨¢cil captar dinero exterior que, si alguna vez ven¨ªan mal dadas¡ ese d¨ªa el problema ya no ser¨ªa de la entidad, ser¨ªa del pa¨ªs.
Al ciudadano com¨²n le queda la sensaci¨®n de que han faltado un poder pol¨ªtico y unos mecanismos democr¨¢ticos sanos que hicieran de contrapeso al poder econ¨®mico. Un pa¨ªs puede verse al menos de dos formas: como una zona de negocios ¨²nica, Espa?a, SA para entendernos, con centros de decisi¨®n sobre impuestos y gastos identificables; y como una sociedad que comparte unos valores y avanza por un camino com¨²n. Estamos pagando crudamente la sedaci¨®n de esta segunda Espa?a, en los a?os en que el dinero fresco distorsion¨® la noci¨®n del m¨¦rito y difumin¨® el h¨¢bito de explicar p¨²blicamente nuestras opciones. No toda decisi¨®n puede reducirse a conveniencias econ¨®micas, tan manipulables; mucho menos tras la evidencia de c¨®mo aquello que gener¨® nuestra prosperidad a corto plazo la estaba destruyendo a largo. ¡°Lo que hay que hacer¡± es hablar m¨¢s de lo justo y lo injusto, de lo que pas¨® y no debe volver a pasar nunca, de aquello que construye una sociedad mejor y acerca las decisiones y la rendici¨®n de responsabilidad a los ciudadanos, y aquello que no. El masivo rescate bancario podr¨ªa haber marcado la ca¨ªda en desgracia de cierto prepotente liberalismo celtib¨¦rico: si se consagra, en cambio, el desprestigio de la vida p¨²blica, habr¨¢ ganado su mayor batalla.
Emilio Trigueros es qu¨ªmico industrial y especialista en mercados energ¨¦ticos.
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