Revelaci¨®n
En tiempos de bonanza se crearon puestos artificiales a gusto de los pol¨ªticos locales: ahora estamos pagando los destrozos de la fiesta
Durante estos a?os pasados, cuando nuestros dirigentes no parec¨ªan dispuestos a dar por terminada la fiesta, algunos columnistas, entre los que me encontraba, denunci¨¢bamos el sinsentido de todos los servicios que generaban las instituciones p¨²blicas. Desde los innumerables asesores que anulaban a funcionarios que podr¨ªan haber cumplido con creces el trabajo que los pol¨ªticos confiaban a externos a los ch¨®feres de ese interminable flotilla de coches destinados a que nuestros representantes no pisaran jam¨¢s el mismo suelo que la poblaci¨®n que los hab¨ªa votado. Si una se para a pensarlo fueron muchos los puestos de trabajo que se crearon a expensas de los que ostentaban cargos p¨²blicos. Incluso las televisiones locales, que en principio se promet¨ªan destinadas a informar al pueblo de su realidad m¨¢s cercana, se convirtieron, a menudo burdamente, sin ning¨²n tipo de sutileza, en voceras del partido que en ese momento ostentara el poder. Viajabas a un lado u otro de Espa?a y en cada canal auton¨®mico descubr¨ªas lo mismo que ve¨ªas en tu propia comunidad: que los noticieros se dedicaban a informar de los aburrid¨ªsimos pasos de sus representantes locales y a exaltar los orgullos de la patria chica.
Ahora que estamos pagando los destrozos de la fiesta, son los mismos pol¨ªticos que se sirvieron generosamente de un mercado laboral creado a su antojo los que imponen recortes y despidos. Habiendo sido incapaces de crear otro tipo de sistema productivo tienen que deshacerse de servicios que desde el principio fueron exagerados. Lo perverso es que no ser¨¢n aquellos que se inventaron necesidades a su medida los que hoy engrosan las cifras del paro, sino los trabajadores que las sirvieron. Justos por pecadores. Y esto se me ha presentado de pronto como una revelaci¨®n, por ser yo una de las denunciaba ese dichoso clientelismo.
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