Democracia inquieta
La regeneraci¨®n pol¨ªtica pasa por la transparencia y la rendici¨®n de cuentas
Todo el mundo se queja. Casi todos estamos de acuerdo en el diagn¨®stico, pero a la hora de aportar soluciones acudimos a los t¨®picos al uso: el sistema d¡¯Hondt carga con las culpas y las listas abiertas aparecen como b¨¢lsamo de Fierabr¨¢s. Ser¨ªa conveniente recordar: primero, que con esta misma f¨®rmula han gobernado PP y PSOE, unos y otros con y sin mayor¨ªa absoluta; segundo, que hay listas abiertas para el Senado y su incidencia es m¨ªnima; tercero, que las reglas del juego son iguales para todos y el que quiera ganar ya sabe cu¨¢les son los requisitos. Pero los argumentos, incluso las evidencias, carecen de virtudes m¨¢gicas. Mucha gente siente una inquietud leg¨ªtima ante el deterioro (real o exagerado) de las instituciones y la tradici¨®n pesimista del 98 goza de buena salud en c¨ªrculos de opini¨®n con acceso a los medios. Seguro que estamos de acuerdo en que la raz¨®n ilustrada (prudencia, rigor, sentido com¨²n) debe prevalecer sobre las pasiones irracionales. Los ciudadanos de buena fe saben que demagogias y populismos solo sirven para empeorar las cosas. Procuremos pensar en el inter¨¦s general de la Espa?a constitucional, a partir de la pragm¨¢tica advertencia de John Dewey: ¡°en cuanto ideal, la democracia no es un hecho y nunca lo ser¨¢¡±. El modelo espa?ol no es mejor ni peor que otros sistemas constitucionales contempor¨¢neos. Sin embargo, tenemos el deber c¨ªvico de mejorar la calidad de nuestra democracia. Entre todos y para todos...
Como siempre, la soluci¨®n ser¨¢ imperfecta y discutible, pero el ejercicio deliberativo merece la pena. El problema reside, si utilizamos t¨¦rminos de Konrad Hesse, en ¡°la construcci¨®n indirecta de la voluntad pol¨ªtica del pueblo¡±. El asunto preocupa aqu¨ª y en todas partes. No est¨¢ de moda hablar bien de la democracia que se practica d¨ªa a d¨ªa en las sociedades afortunadas que cuentan con un r¨¦gimen de pluralismo y libertades. Un estudio reciente (S. Wilks-Heeg, 2012) habla de ¡°declive terminal¡± de la democracia brit¨¢nica, un mercado de lobbistas que presionan sobre los grandes partidos instalados en su burbuja. Exagera, sin duda, pero recuerden la envidia que nos producen el sistema mayoritario y los distritos uninominales, y observen que all¨ª tambi¨¦n se quejan. Hace pocos a?os, la ¡°palabra del a?o¡± en Alemania fue Politikverdrossenheit, es decir, hast¨ªo o desilusi¨®n pol¨ªtica. El ¨¦xito de los extremismos en Francia o de las propuestas marginales en Italia opera en la misma direcci¨®n. El mal de muchos no debe consolarnos, pero lo cierto es que proliferan los comentarios despectivos o indignados hacia los profesionales del poder y sus ¡°privilegios¡±, a veces magnificados. Unas veces en la calle y otras ¡ªmuchas m¨¢s¡ª en el fuero interno de la conciencia de los ciudadanos.
Los partidos pol¨ªticos con responsabilidad de Gobierno actual o potencial deben tener en cuenta las causas para no sufrir a destiempo las consecuencias. Igual que el personaje de Proust, es preciso ¡°evitar la quietud por agotamiento¡±. Algunos outsiders deber¨ªan medir con cuidado sus promesas, porque la decepci¨®n puede ser hist¨®rica si alg¨²n d¨ªa se hallan en situaci¨®n de cumplirlas. El logos siempre debe ir por delante del mito. En definitiva, la pol¨ªtica consiste en la discusi¨®n racional y libre de los asuntos p¨²blicos, seg¨²n el c¨®digo gen¨¦tico que se reconoce, con mejor o peor fortuna, desde la Atenas de Pericles a las imperfectas democracias contempor¨¢neas. En este contexto se inscribe la estrategia de ¡°regeneraci¨®n democr¨¢tica¡± encargada formalmente al Centro de Estudios Pol¨ªticos y Constitucionales por la Vicepresidenta del Gobierno. El punto de partida es la leg¨ªtima inquietud social ante la distancia creciente entre ¡°clase pol¨ªtica¡± y ¡°sociedad civil¡±. Dos expresiones, por cierto, que merecen serios reparos desde el punto de vista del historiador de las ideas, que recuerda las obras ¡ªtan dispares¡ª de Gaetano Mosca y Adam Ferguson. Antes de empezar a trabajar debe quedar claro que resulta deseable el consenso de las diversas fuerzas pol¨ªticas, porque es preferible que las reglas del juego sean pactadas entre los jugadores. Como siempre, cualquier avance exigir¨¢ mucho esfuerzo antes de alcanzar resultados limitados. Pero el objetivo vale la pena para quienes ¡ªpor formaci¨®n y por vocaci¨®n¡ª creemos en el Estado constitucional y sus fundamentos, hoy d¨ªa plenamente vigentes: soberan¨ªa popular; instituciones representativas; divisi¨®n de poderes; reconocimiento y garant¨ªa de los derechos fundamentales.
El punto de partida es la inquietud por la creciente distancia entre ¡°clase pol¨ªtica¡± y "sociedad civil"
El discurso pol¨ªtico ha de estar orientado hacia una democracia eficaz que resuelva problemas reales y transmita un mensaje de confianza en las instituciones, huyendo de las posturas extremas: eludir los defectos y prometer lo imposible. Aqu¨ª y ahora, hay una serie de principios que sustentan una reflexi¨®n en serio sobre la regeneraci¨®n democr¨¢tica: transparencia, participaci¨®n, rendici¨®n de cuentas, responsabilidad, austeridad, ejemplaridad.... Hace poco, firmamos en el palacio de Godoy el convenio entre la Fundaci¨®n Garc¨ªa-Pelayo y el Centro de Estudios Pol¨ªticos y Constitucionales para la donaci¨®n de la biblioteca del ilustre jurista y polit¨®logo. Recuerdo ahora un esplendido trabajo suyo sobre las Alegor¨ªas del buen y el mal gobierno, c¨¦lebres frescos de Lorenzetti en el palacio comunal de Siena, toda una referencia para los estudiosos modernos de la gobernanza. De las musas del teatro...
En cuanto a transparencia y buen gobierno, est¨¢ ya dispuesto un proyecto de ley para el debate parlamentario, pendiente hace demasiado tiempo. Como somos uno de los pocos pa¨ªses de la UE sin una ley ad hoc, cabe pensar que Espa?a ganar¨¢ posiciones en ese ranking de Transparencia Internacional que nos sit¨²a hoy d¨ªa en el puesto 31?, demasiado lejos del lugar que nos corresponde. Estamos trabajando en nuevas aportaciones. Con el consenso de todos (pol¨ªticos, expertos, foros de opini¨®n...), porque la democracia participativa se construye desde el debate. Tiempo habr¨¢ de discutir propuestas concretas. Por ejemplo, las audiencias p¨²blicas de los sectores interesados en el procedimiento legislativo. Tambi¨¦n la evaluaci¨®n de las leyes despu¨¦s de un periodo prudencial de vigencia. As¨ª, la accountability dejar¨¢ de ser un principio te¨®rico para convertirse en una pr¨¢ctica cotidiana. Tiempo para la raz¨®n ilustrada, insisto. Recordemos a Bertrand Russell: ¡°como es preciso tener un Gobierno, prefiero que sea democr¨¢tico¡±.
Benigno Pend¨¢s es director del Centro de Estudios Pol¨ªticos y Constitucionales.
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