El agua de la desigualdad
El modelo h¨ªdrico actual es ecol¨®gicamente inviable y humanitariamente insostenible. Los problemas no son de escasez, sino de mala gesti¨®n del recurso. Mejorarla es esencial para luchar contra la pobreza
La del agua es la historia de la humanidad, una preocupaci¨®n constante en el origen del progreso de los pueblos. Las grandes civilizaciones nacieron y se desarrollaron cerca de o en torno al agua. Su car¨¢cter hol¨ªstico, su complejidad, su naturaleza de poliedro plat¨®nico: el icosaedro, hace que tenga m¨²ltiples puntos de vista. No puede abordarse desde un solo ¨¢ngulo. Ahora, abrumados por lo que se desmorona a nuestro alrededor, cuando buscamos nuevos paradigmas que nos lleven a recuperar la senda del progreso, perdemos de vista lo que emerge m¨¢s all¨¢ de nuestro entorno cercano. Nos anega una inseguridad convertida en la nueva normalidad que destruye la confianza, perdiendo de vista que lo nuevo trata de abrirse paso. Desde la cuestionada abundancia de nuestro mundo desarrollado, tratamos de resolver el ahora sin pensar en un ma?ana que sin duda ser¨¢ distinto y olvidamos que hay otros espacios en donde las personas malviven. Ese ma?ana ser¨¢ imposible si no entendemos el agua, tal como ha ocurrido a lo largo de la historia, como el gran vector / bisectriz orientado hacia un futuro mejor en un plano definido por las coordenadas de bienestar y cooperaci¨®n.
Naciones Unidas ha declarado 2013 A?o Internacional de la Cooperaci¨®n en la Esfera del Agua, en el marco de los Objetivos de Desarrollo del Milenio que afectan mayoritariamente al acceso al agua y el saneamiento. En 1948, la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos olvid¨® incluir el agua como derecho fundamental. Se subsan¨® apenas hace dos a?os; pero dista de ser realidad en una gran parte del planeta. Le seguridad opulenta de Occidente, de las llamadas sociedades desarrolladas, est¨¢ en el origen del olvido. Habituados a su disfrute como un producto m¨¢s de uso y consumo cotidiano, sabemos lo que cuesta pero ignoramos lo que vale. Sin embargo, el agua tiene un papel articulador en el desarrollo de cada comunidad por su impacto en la calidad de vida. Ahora, quiz¨¢ m¨¢s que nunca, ocupa un lugar central en la exploraci¨®n de respuestas para un mundo en crisis y sujeto a profundos cambios porque implica dinamismo, fluidez, libertad¡
Hay demasiado ruido sem¨¢ntico en torno al agua. El discurso dominante, al igual que en otros grandes asuntos promovidos por Naciones Unidas como el hambre o el cambio clim¨¢tico, es habitualmente plano, enf¨¢tico, repetitivo, burocratizado¡, con escaso valor a?adido, tintes abstractos y declaraci¨®n de buenas intenciones, de principios trufados de n¨²meros. Llega a los ciudadanos de modo m¨¢s bien difuso, fragmentado, cuando no interesado. Hay que conectar el discurso con la realidad de las personas y debemos saludar que, en esta ocasi¨®n, se haya puesto el acento en la cooperaci¨®n porque implica lealtad, alude a la gesti¨®n y el uso de los recursos h¨ªdricos entre protagonistas diversos, invita a actuar juntos con el objetivo com¨²n de alcanzar beneficios colectivos. Ser¨¢ una oportunidad para debatir, divulgar determinados temas y consensuar prioridades.
Habituados al disfrute cotidiano del agua sabemos lo que cuesta, pero no lo que vale
Hoy, lo que podemos y debemos compartir es el conocimiento. El conocimiento no compartido pierde todo su valor y capacidad dinamizadora de la humanidad. Los m¨¢s afectados por los problemas son siempre los m¨¢s desfavorecidos, los m¨¢s vulnerables, los m¨¢s pobres. Ser¨¢ una gran ocasi¨®n para reflexionar sobre un modelo renovado de colaboraci¨®n basada en el conocimiento, diferenciada de la solidaridad y la caridad, conceptos ambos de reacci¨®n urgente y coyuntural, siempre condenados al olvido. El ciclo del agua y su influencia en el desarrollo de las sociedades no es un fen¨®meno novedoso, se remonta a las culturas h¨ªdricas que est¨¢n en el origen de las grandes civilizaciones e impulsaron la econom¨ªa, la cultura, el desarrollo social. El agua sigue siendo un sue?o para casi 1.000 millones de personas.
La crisis que nos sobresalt¨® en 2008 ha distanciado dos polos: la necesidad de compartir y cooperar de la mayor¨ªa, frente a la voracidad de atesorar de la minor¨ªa. El agua requiere un nuevo enfoque que pasa por poner en el centro de las preocupaciones a las personas, porque es vital para su alimentaci¨®n y calidad de vida. Motivos m¨¢s que suficientes para combatir cualquier veleidad especulativa o depredadora. Al contrario, debemos poner el conocimiento atesorado al servicio de la humanidad: aplicar lo que sabemos y aprender, de nuevo, cada vez que aplicamos algo para revertirlo en otros lugares. Esa es la esencia de la cooperaci¨®n, el trabajo compartido, la b¨²squeda de objetivos comunes que pasan por el dominio de la tecnolog¨ªa, la innovaci¨®n, el planeamiento¡ El agua es una realidad global, pero su problem¨¢tica concreta es siempre local.
Las personas, el g¨¦nero humano, son el centro de un tri¨¢ngulo cuyos v¨¦rtices se interrelacionan: agua, energ¨ªa y alimentos. Las previsiones de crecimiento de la poblaci¨®n apuntan a que en apenas unos decenios seremos 9.000 millones de habitantes en el planeta. Los datos y realidades son insoslayables: los objetivos del milenio para 2014 no se van a cumplir, sobre todo en lo que concierne al saneamiento, aunque se ha mejorado sustancialmente el acceso. El crecimiento demogr¨¢fico y el proceso de concentraci¨®n urbana que vivimos representa m¨¢s necesidad de alimentos, m¨¢s agua para producirlos, m¨¢s energ¨ªa para transportarla. Agua y energ¨ªa han sido realidades inconexas hasta finales del siglo XX. En Occidente no lo valoramos lo suficiente porque tenemos ambas cosas. Sin embargo, es un sue?o para casi 1.000 millones de personas. Estas diferencias abismales nos hacen concluir que el modelo h¨ªdrico actual no es solo ecol¨®gicamente inviable sino tambi¨¦n humanitariamente insostenible.
Los objetivos del milenio para 2014 no se van a cumplir en lo relativo al saneamiento
Ese tri¨¢ngulo remite otro formado por el talento, el conocimiento y el compromiso que a su vez implican capacidad de compresi¨®n y actitud receptiva ante las necesidades de los dem¨¢s y las singularidades de cada lugar. Tierra / cultivos y personas / alimentos est¨¢n expectantes ante una posible mejora. Ello, a su vez, generar¨¢ innovaci¨®n, tecnolog¨ªa, eficiencia¡, desarrollo en fin. Un objetivo imposible si no prevalece la sensatez, a nivel local y global. La gesti¨®n eficiente de los recursos es un componente esencial de la lucha contra la pobreza en el mundo. Perviven visiones enraizadas en el pasado, en la cultura y el sentir de las personas que dificultan sintonizar con una nueva pol¨ªtica del agua que responda a esta realidad cambiante y est¨¦ alejada de la avidez especulativa. Una nueva perspectiva trasciende la idea de negocio, entendido como mero resultado del manejo del ciclo de captaci¨®n, tratamiento, distribuci¨®n, depuraci¨®n¡ sin tener en cuenta los desaf¨ªos, la forma de hacerles frente, el entorno y hasta la concepci¨®n del propio elemento. Debe traducirse en actuaciones concretas en cada lugar, compete a todos los agentes implicados. Estamos obligados a colaborar para dar paso al futuro. Los problemas del agua en el mundo no se deben tanto a la escasez como a una mala gesti¨®n del recurso. Es una cuesti¨®n de buena gobernanza: en las condiciones actuales, la b¨²squeda de un futuro de progreso exige m¨¢s que nunca la colaboraci¨®n entre los sectores p¨²blico y privado, una buena orquestaci¨®n de iniciativas y esfuerzos. De lo contrario, no encontraremos la salida del laberinto. Este ha sido el problema principal de pa¨ªses como Espa?a donde se ha confundido especulador con emprendedor, financiaci¨®n con iniciativa.
Los ciudadanos, sus representantes, las instituciones, el ¨¢mbito de la investigaci¨®n y la tecnolog¨ªa, las empresas, los medios de comunicaci¨®n¡ todos, en definitiva, estamos convocados a aunar esfuerzos para construir un discurso comprensible, integrado, movilizador y ajeno a cualquier vac¨ªo ¨¦tico. El cambio que necesitamos, ese nuevo paradigma a que aspiramos, solo ser¨¢ realidad con credibilidad, confiabilidad, institucionalidad. El planeta es un espacio global en donde saber compartir deber¨ªa formar parte de la realidad cotidiana como esencia profunda del g¨¦nero humano. Son tiempos nuevos, en los que el bienestar, el progreso y la calidad de vida solo podr¨¢n abrirse camino compartiendo talento, tecnolog¨ªa y conocimiento para dejar de ser n¨¢ufragos a la deriva, producto de una crisis c¨®smica.
?ngel Sim¨®n es presidente ejecutivo de Agbar y presidente de Aqualogy
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