La conspiraci¨®n contra el libro
Los que est¨¢n matando la lectura alegan que esta muere por s¨ª sola
De manera natural, sin otro aspaviento que ese ruido insoportable que hace el tiempo, se produce una conspiraci¨®n subterr¨¢nea contra el libro, y a ella asistimos, algunos aterrados y otros complacidos, creyendo que ese supuesto cad¨¢ver sigue muriendo.
Es curioso: lo est¨¢n matando y dicen que muere. Dicen, por ejemplo, que la gente ya no lee, y entonces desnaturalizan la lectura misma, quitan de los presupuestos de las bibliotecas el dinero que sol¨ªa haber para que estos templos laicos del saber se nutrieran de novedades o, simplemente, de los libros que har¨ªan falta para que esos edificios cumplieran con la finalidad impl¨ªcita en su noble nombre.
Dicen, tambi¨¦n, que el libro es caro, y se dice tanto, y desde tantos sitios, que ya es lugar com¨²n. Claro, en la crisis, dicen, la gente est¨¢ pensando en otras cosas y primero hay que comer y despu¨¦s pensar, o leer. No se les ocurre que pensar, leer y comer se puede hacer al mismo tiempo, y no todos esos t¨¦rminos de la ecuaci¨®n tienen por qu¨¦ darse por separado.
Hay una conspiraci¨®n contra el libro; pero tendr¨¢n que matarlo muchas veces para que deje de existir, y de hecho a lo largo de la historia quisieron matarlo por la v¨ªa de la cremaci¨®n o por la de la persecuci¨®n de los her¨¦ticos que los escrib¨ªan o editaban. Pero la conspiraci¨®n existe. Hay quienes creen que el libro desaparecer¨¢ como consecuencia del ¨¦xito de las tabletas y de los otros art¨ªculos de consumo que tambi¨¦n contienen libros. Pero no es cierto; el libro tal como se conoce m¨¢s popularmente, el libro de papel, el que a¨²n nutre millones de bibliotecas p¨²blicas o privadas, millones de librer¨ªas, estanter¨ªas escolares, universitarias o personales, durar¨¢ a¨²n mucho m¨¢s de lo que dicen los agoreros.
Editores, autores y el resto de los que se hallan en la trinchera asediada tienen que renunciar a algunos de sus porcentajes
Pero lo quieren matar. Y no lo quieren matar las tabletas o los libros hechos o divulgados por otros instrumentos; al contrario, las nuevas tecnolog¨ªas est¨¢n ah¨ª para que los libros crezcan. No existe la lucha, ni existe la dicotom¨ªa; la muerte del libro afectar¨¢ por igual a las tabletas y a los libros de papel. Al libro lo quiere matar la sociedad que asiste a su ejecuci¨®n sin moverse para hacer que la gente sepa que leer es mejor que dejar de leer.
Como en las novelas de misterio, puede intuirse desde el minuto uno qui¨¦n puede ser el asesino m¨¢s probable del libro, pero no hay que adelantar acontecimientos. Puede morir de inanici¨®n, puede sucumbir tras una enfermedad lenta e inducida por los que han decidido que es mejor hablar del final de los libros que de los libros mismos. Puede morir de descuido, provocado por las Administraciones, que han decidido que pueden recortar la nutrici¨®n de doble efecto a que obliga la existencia del libro: el apoyo a las bibliotecas y el apoyo a las editoriales para abaratar el precio del libro propiciando tiradas m¨¢s amplias y alentando la compra de m¨¢s ejemplares de cada edici¨®n por parte de organismos p¨²blicos obligados a hacer del libro la materia central de la educaci¨®n de la gente.
En este ¨¢mbito, hace falta, para atajar esta conspiraci¨®n contra la supervivencia del libro, que autores, editores, libreros, distribuidores y agentes se junten en otra conspiraci¨®n de signo diferente: el libro es caro, y en estas circunstancias de la econom¨ªa nacional, europea y mundial, es cierto que puede resultar car¨ªsimo. Pero no ins¨®litamente caro, no mucho m¨¢s caro que la cerveza o el vino o cualquier otro producto que tambi¨¦n produce placer, como la entrada del cine o el tique para acceder a un museo¡
Depende de c¨®mo lo mires, todo es caro o todo es barato. Pero s¨ª es cierto que ese t¨®pico (el libro es caro) se ha abierto paso en la sociedad donde no se habla de la carest¨ªa del whisky o de la ginebra o de las puertas de cristal doble¡ Y como existe el t¨®pico y es imparable, editores, autores y el resto de los que se hallan en la trinchera ahora asediada tienen que ponerse de acuerdo para renunciar a algunos de sus porcentajes si as¨ª recortan, esa palabra, el precio de los libros¡
El mundo del libro no se ha dedicado a fondo, o no se ha dedicado en absoluto, a confrontar esa realidad, la evidente conspiraci¨®n contra el libro. Y ya es hora de que se arme esa lucha, que se junten los distintos factores, los autores, los editores, los distribuidores, los libreros, los bibliotecarios y tambi¨¦n los lectores, a deshacer los lugares comunes que han amenazado al libro con su muerte prematura.
Los datos recientes sobre la venta de libros han parido un rat¨®n: autores siempre bienvenidos han visto disminuidas sus ventas, qu¨¦ ser¨¢, pues, de los que no venden tanto. No es un incidente propio de la crisis, ¨²nicamente, ni es consecuencia de las obras propiamente dichas. Es la sorda consecuencia de la conspiraci¨®n que, con artes m¨¢s o menos disimuladas, est¨¢n alejando a la gente de las librer¨ªas y de las bibliotecas y las est¨¢n sumiendo en una idea que corre el peligro de ser el lugar m¨¢s com¨²n de la cultura de nuestra ¨¦poca: leer al fin y al cabo no es tan sustancial para vivir¡, y adem¨¢s es caro. Les corresponde a autores, editores, libreros, etc¨¦tera, recuperar el libro de las garras de esta artera conspiraci¨®n que act¨²a calificando de inevitable lo que ella misma produce.
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