La sordera nacional
El doblaje de ¡®Los Miserables¡¯ es bastante rid¨ªculo porque casi toda la pel¨ªcula es cantada
Para decirle la direcci¨®n al taxista tengo que levantar la voz porque tenemos la m¨²sica por barrera. No una barrera infranqueable: ser¨ªa sencillo que ¨¦l cayera en la cuenta de que con bajar el volumen nuestra comunicaci¨®n ser¨ªa fluida. Pero no. Como no me oye bien, me pide que repita, yo chillo y a correr. Por el camino, me voy irritando en progresi¨®n geom¨¦trica seg¨²n se suceden las canciones. Son esas canciones pop ¡°de ayer, de hoy y de siempre¡± que algunas cadenas de radio han machacado hasta convertirlas en un chicle pegado en la acera. Recuerdo que la radio p¨²blica americana emiti¨® el a?o pasado un programa dedicado a aquellas buenas canciones que a fuerza de sonar en emisoras de standars, en supermercados o en diners hab¨ªan acabado por ser detestadas por sus propios fans. Una de ellas es Hotel California. Hotel California es la que est¨¢ sonando cuando, armada de valor, le pido que, por favor, baje el volumen. Siento que tengo que hacer acopio de valor para ped¨ªrselo porque la contaminaci¨®n ac¨²stica en Espa?a es sagrada. Es un derecho indiscutible incluido en esa especie de Constituci¨®n t¨¢cita que cada espa?ol trae bajo el brazo cuando nace y que le permite provocar ruido a su antojo.
Llego al cine y, como se trata de uno de los de la Gran V¨ªa, la pel¨ªcula que nos disponemos a ver, Los Miserables, est¨¢ doblada. El resultado es bastante rid¨ªculo porque casi toda ella es cantada, de tal forma que los actores pasan de los recitativos en ingl¨¦s a los di¨¢logos en espa?ol provocando la perturbadora sensaci¨®n de que, de pronto, se han tragado un Alien. A la extra?eza c¨®smica se a?ade que el doblaje espa?ol ha sido invadido por marcianos. No es solo que somos un pa¨ªs con orejas de madera para los idiomas porque el mundo audiovisual ha decidido no exponernos a ellos sino que las voces dobladoras son tan absurdas que convierten a los actores en mu?ecos. Es como si se hubieran conseguido fundir las voces caricaturescas de los dibujos animados con las voces baratunas de las pel¨ªculas porno: altos y bajos imposibles en los tonos de voz y mucho, pero que mucho, jadeo y titubeo. Se est¨¢n dando solo los buenos d¨ªas a la hora del desayuno y ya parece que van a echar un polvo encima del fregadero. Cualquier momento melodram¨¢tico se convierte en algo sarc¨¢stico gracias a unas voces que abaratan cualquier escena. ?C¨®mo se lleg¨® a este punto? Es un misterio. La diferencia entre el ayer y el hoy se aprecia, sobre todo, en estos d¨ªas navide?os en los que la televisi¨®n programa tantas pel¨ªculas antiguas en las que las voces dobladoras eran mucho m¨¢s naturales y m¨¢s nobles. La consecuencia tremenda de esta nueva escuela abrasiva del doblaje espa?ol es que est¨¢ influyendo en la manera de entonar las frases de los actores j¨®venes y en algunas series televisivas pululan personajes de la posguerra hablando como dobladores de 2013. ?Nadie puede parar esto? ?No hay tantas escuelas de interpretaci¨®n? ?No tienen los directores o¨ªdos a los dos lados la cabeza?
Lo s¨¦, he escrito ya sobre esto, pero una columna m¨ªa no basta para sanarlo. Es demasiado grave. La sordera es nuestro hecho diferencial con otros pa¨ªses, la sordera es el elemento unificador de todas nuestras comunidades aut¨®nomas. Y no hay columna que pueda con ella. Hace un a?o servidora de ustedes escrib¨ªa sobre la insoportable musiquilla con la que los corresponsales, enviados especiales o reporteros adornaban sus cr¨®nicas. Pues bien, si alguna influencia he conseguido tener sobre este enojoso asunto es sencillamente para que vaya a m¨¢s. Hasta hace un a?o la musiquilla era propia de los cronistas de las teles privadas, ahora se ha extendido a la p¨²blica y asistimos espantados a esa entonaci¨®n que sube y baja como si se precipitara por una monta?a rusa. Est¨¢ siendo como una infecci¨®n imparable, de la que solo parece librarse Ana Blanco, y perd¨®nenme si la vuelvo a nombrar, pero es que es de las pocas periodistas que no parece haberse tragado una bocanada de helio antes de hablar en antena. Me pregunto si, cuando vuelven a sus casas, estos cronistas se dirigen en ese tono payasesco a sus amigos o si hablan con su madre por tel¨¦fono sometiendo su voz a esos raros visajes. ?O es que esos cronistas no tienen madre? En ocasiones, despu¨¦s de que uno de ellos interprete de tan pintoresca manera su cr¨®nica, los informativos prestan el micr¨®fono a una persona de la calle y una se siente aliviada al comprobar que, de momento, no se ha producido contagio y el pueblo llano habla seg¨²n el acento local que le corresponde. Pero no hay que cantar victoria, porque esta es una infecci¨®n sin precedentes a la que nadie pretende poner freno. Es algo matem¨¢tico, en cuanto colocan a un periodista fuera del estudio se ve afectado por ese virus que le hace canturrear las noticias. El p¨²blico parece haber aceptado hace ya tiempo que se trata del mal del periodista televisivo o bien debe de pensar que en la facultad hay una asignatura de canturreo. El mal parece haberse enquistado en ese sector, pero qui¨¦n sabe si en un futuro los ni?os, que son como esponjas, leer¨¢n sus redacciones escolares en ese palo, los jueces dictar¨¢n as¨ª sus sentencias y los m¨¦dicos emitir¨¢n de tal forma sus diagn¨®sticos. Ya lo dicen los analistas, 2013 ser¨¢ peor.
Los periodistas que salen del estudio se ven afectados por un virus que les hace canturrear las noticias
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