Una Constituci¨®n para Europa, ya
Hay que dotar a la UE de la legitimidad que necesita en esta dram¨¢tica coyuntura
La Uni¨®n Europea y sus Estados miembros tenemos hoy un objetivo esencial: salir de la crisis o, al menos, vislumbrar su fin antes de que 500 millones de ciudadanos y ciudadanas sean llamados a elegir un nuevo Parlamento Europeo, el a?o que viene. Si seguimos sumergidos en el pantano de la crisis, estas elecciones podr¨ªan estar protagonizadas por los partidos populistas, xen¨®fobos y antieuropeos. O sea, por la no Europa.
En las causas del agravamiento de la crisis est¨¢, entre otras, una pol¨ªtica econ¨®mica contractiva al estilo de Alemania. Este pa¨ªs ha venido sacrificando el poder adquisitivo de sus trabajadores, en la ¨²ltima d¨¦cada, para favorecer su competitividad exportadora, en perjuicio de las econom¨ªas europeas menos industrializadas, que se han visto obligadas ahora a devaluaciones internas, esto es, al despido ilimitado y a la reducci¨®n salarial, ayudado por medidas tan duras e in¨²tiles como la legislaci¨®n laboral espa?ola.
La consecuencia de tan inesperada din¨¢mica es que Europa ha entrado en una atm¨®sfera de insolidaridad y divergencia, rompiendo la err¨®nea teor¨ªa de que la Uni¨®n Monetaria iba a ser la palanca de la convergencia, e iba a impedir todo desequilibrio macroecon¨®mico (empleo, competitividad, d¨¦ficit, deuda) aunque las dem¨¢s pol¨ªticas econ¨®micas se mantuvieran en las manos de los Estados nacionales.
La crisis ha pulverizado esta concepci¨®n y la dulce, pero ef¨ªmera, etapa posMaastricht, caracterizada por un crecimiento dopado financieramente. La actual legislatura europea (2009-2014) est¨¢ siendo la de la recesi¨®n, el desempleo y el debilitamiento del Estado de Bienestar.
No solo la Uni¨®n ha mostrado su incapacidad para abordar eficazmente esos problemas. Tambi¨¦n los Estados nacionales, a pesar de que ¡ªno lo olvidemos¡ª tienen, en principio, m¨¢s instrumentos pol¨ªticos y econ¨®micos que aquella. Los Estados tienen la legitimidad democr¨¢tica, mayor capacidad tributaria y de endeudamiento, mayor presupuesto, la pol¨ªtica energ¨¦tica, de I+D+i, etc¨¦tera.
Los Parlamentos nacionales pierden un peso que no gana el europeo
La Uni¨®n Europea no tiene estas atribuciones. No es una Uni¨®n Econ¨®mica. Solo tiene la pol¨ªtica monetaria, que ha mostrado sus insuficiencias ante la crisis, al no existir pol¨ªtica financiera, fiscal y econ¨®mica europeas.
Sin embargo, la ¨²nica medida de eficacia inmediata que ha detenido el ataque de los mercados a las econom¨ªas perif¨¦ricas m¨¢s d¨¦biles, como la espa?ola, y al euro mismo, ha venido de la Uni¨®n. Nos referimos, claro est¨¢, a la decisi¨®n del Banco Central Europeo de ¡°amenazar¡± con una compra masiva de deuda soberana de Espa?a e Italia, si sus Gobiernos solicitaban una ayuda al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE).
Ha habido otra decisi¨®n importante, esta vez extramuros de Europa. El acuerdo de m¨ªnimos del Congreso de EE UU impidiendo in extremis el abismo fiscal ha hecho descender nuestra prima de riesgo m¨¢s que cualquier medida ¡ªpor lo dem¨¢s, inexistente¡ª del desconcertado Gobierno espa?ol. Todos los recortes de Rajoy han servido solo para deprimir m¨¢s nuestra econom¨ªa. No para pagar menos intereses de la deuda, ni para volver al crecimiento.
Sirve cada vez menos que los Estados de la Uni¨®n posean te¨®ricamente la pol¨ªtica fiscal y econ¨®mica. La crisis ha ido empujando, de forma natural, hacia el Consejo Europeo ¡ªy dentro de ¨¦l hacia el ¡°gran acreedor¡±, Alemania¡ª las decisiones m¨¢s urgentes para salvar a los pa¨ªses de la suspensi¨®n de pagos o a la eurozona de su fractura. Y la Comisi¨®n ha preparado el control, por el propio Consejo, de los Presupuestos nacionales (¡°semestre europeo¡±), con la inevitable lesi¨®n a la soberan¨ªa parlamentaria.
El proceso constituyente deber¨ªa ser central en las pr¨®ximas elecciones europeas
Lo que ocurre es que, dado que la Uni¨®n no se concibi¨® para aplicar una pol¨ªtica econ¨®mica general, las decisiones de esta naturaleza en la Europa continental, en esta legislatura de crisis, han sido adoptadas por ¨®rganos supranacionales colegiados (Consejo Europeo) que no tienen la legitimidad constitucional equivalente a la que detentan los Gobiernos y Parlamentos nacionales. Y ello sin modificar los Tratados. As¨ª que se est¨¢n empezando a trasladar aspectos esenciales de la soberan¨ªa democr¨¢tica a entidades que no fueron dise?adas para ejercer el poder que hoy se ven impelidas a desarrollar.
Los Parlamentos nacionales ¡ªsalvo el Bundestag alem¨¢n¡ª van perdiendo un protagonismo que no gana el Parlamento Europeo, sino el Consejo Europeo, el BCE o Ejecutivos nacionales de grandes pa¨ªses, que responden ante sus Parlamentos, pero no ante los ciudadanos de toda Europa.
En estas circunstancias, la ciudadan¨ªa pierde confianza, no solo en el proyecto de Europa, sino en una democracia que se escapa de sus manos. El demos europeo no acaba de nacer, mientras el demos nacional va perdiendo sustancia. Los ciudadanos sienten que deciden menos en sus pa¨ªses y no cuentan cada vez m¨¢s en el conjunto de Europa.
Aunque es un paso adelante, no basta con que el presidente de la Comisi¨®n vaya a ser en 2014 el candidato del grupo pol¨ªtico mayoritario en el Parlamento europeo, ni basta con una campa?a electoral orientada en ese sentido en toda Europa, si no se establece un marco constitucional donde queden fijadas las competencias reales de las instituciones. Y donde las m¨¢ximas autoridades tengan la m¨¢xima legitimidad y, por ello, sean elegidas por los ciudadanos.
Los problemas econ¨®micos de la UE, incluyendo los del euro, radican en la carencia de una uni¨®n pol¨ªtica. La uni¨®n econ¨®mica no se puede hacer sin avanzar en la Uni¨®n Pol¨ªtica, y esto solo se resuelve en democracia abriendo un aut¨¦ntico proceso constituyente, por medio de una Convenci¨®n en la que est¨¦n representados los Parlamentos nacionales y el europeo, los Gobiernos, el Comit¨¦ de Regiones, el Comit¨¦ Econ¨®mico y Social, y a trav¨¦s de un amplio debate en los medios de comunicaci¨®n europeos. Debate en el que se tiene que involucrar la sociedad civil europea, porque el escepticismo y desafecci¨®n ciudadana no se corregir¨¢ sin un salto adelante democr¨¢tico. El resultado de lo anterior se deber¨ªa someter a referendo del conjunto de los ciudadanos europeos y no de pa¨ªs a pa¨ªs.
Este proceso constituyente ha de ser el n¨²cleo central de las pr¨®ximas elecciones europeas y, en consecuencia, el inicio del mismo. Si hace diez a?os ya era necesaria una Constituci¨®n europea ¡ªmalograda por la ceguera de algunos¡ª hoy es imprescindible. Solo nos falta el impulso pol¨ªtico para ello. O bien seguimos con el lento y frustrante camino de los acuerdos palaciegos por arriba, en donde el pez grande se come al chico; o bien transitamos la v¨ªa de la l¨®gica democr¨¢tica y le damos a Europa la legitimidad, fuerza y solidaridad que necesita en esta dram¨¢tica coyuntura de cambio.
El peligro para la democracia no viene solo de los nacionalismos, chovinismos, xenofobias o la extrema derecha, sino de que se vaya vaciando la democracia de los Estados sin que se construya una aut¨¦ntica democracia europea.
Nicol¨¢s Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundaci¨®n Alternativas.
Diego L¨®pez Garrido es diputado y preside el Consejo de Asuntos Europeos de la Fundaci¨®n Alternativas
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