Lugares sagrados: Ganges, el r¨ªo liberador
Allahabad, Haridwar, Benar¨¦s, Orcha¡ Un recorrido por el norte de India siguiendo el curso del r¨ªo sagrado. Morir junto a sus aguas supone escapar del interminable ciclo de las reencarnaciones. Y en sus orillas se repiten los rituales de la vida y de la muerte.
Sad¨²s (santones) seguidores de Vishnu en Orcha. / I. M.
Un largo vuelo desde Europa y varias horas de inc¨®modo autob¨²s hasta la remota Haridwar (India), en las estribaciones de la cordillera del Himalaya, no predisponen al misticismo. Tampoco la contemplaci¨®n de los mendigos que yacen a lo largo del trayecto a pie hasta Har ki Pairi (la huella de dios), el punto del r¨ªo donde cada atardecer se celebra el ganga aarti. Pero bastan unos minutos de ceremonia ¨Cun breve ritual que llena de flores y fuegos la superficie del Ganges¡ªy los c¨ªmbalos interpretando ¡°un ritmo r¨¢pido y diab¨®lico, un endiablado canto que se apodera de uno irresistiblemente¡± para sentir la fascinaci¨®n de describi¨® el escritor franc¨¦s Henri Michaux.
Para 800 millones de personas, el Ganges es un lugar sagrado, el m¨¢s venerado de la Tierra. Morir y ser incinerado en sus orillas es la aspiraci¨®n de cualquier hind¨². Sus aguas lavan los pecados y ayudan a romper el samsara, el interminable ciclo de las transmigraciones. Beber de ellas es comulgar con el absoluto.
Un hombre realiza sus abluciones rituales en el Ganges. / I. M.
En Haridwar, la ¡°puerta de los dioses¡±, el Ganges abandona los contrafuertes del Himalaya para iniciar su tranquilo fluir a trav¨¦s de las llanuras de Uttar Pradesh, en el norte de la India. Esta regi¨®n concentra cuatro de las siete ciudades sagradas del hinduismo. Cerca de Benar¨¦s , las ruinas budistas de Sarnath (erigido en el 250 antes de Cristo por el emperador indio Asoka) son tambi¨¦n un importante centro de culto: la leyenda sit¨²a en este lugar el primer serm¨®n de Buda.
Sivalingam en las ruinas de Sarnath. / I. M.
Hasta Haridwar, el Ganges corre frio y salvaje como un torrente. All¨ª se respira una espiritualidad muy diferente de la exuberancia de Benar¨¦s. Sus templos, ashrams (centros de retiro y meditaci¨®n) y dharmshalas (hospeder¨ªas religiosas) sirven de reclamo para neo-hippies y estudiosos del yoga (en la cercana Rishikesh, los Beatles pasaron una temporada busc¨¢ndose a s¨ª mismos y, de paso, haciendo rico al gur¨² Maharashi).
Suntuosa y terrible, Benar¨¦s (o Varanasi) no es un lugar para esp¨ªritus delicados. En la ciudad habitada m¨¢s antigua del planeta (o una de las m¨¢s antiguas; ya exist¨ªa contempor¨¢nea de Tebas (Egipto) y Babilonia) se mezclan la luz y la oscuridad, lo escatol¨®gico y lo sublime; conductores de rickshaws (triciclos taxi) pedaleando por calles polvorientas, ni?os pedig¨¹e?os, venerables ancianos de rostros antiguos, muchachas bell¨ªsimas, hileras de leprosos, campanas y letan¨ªas, s¨¢ndalo y bosta de vaca, oro y excrementos.
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Una de las escaleras que conducen al Ganges en Benar¨¦s. / I. M.
Deambular por los callejones que desembocan al Ganges es adentrarse en una atm¨®sfera sofocante y on¨ªrica. En las hornacinas de los templos acechan los dioses y demonios del pante¨®n hind¨²: Ganesh, el amable dios del comercio, con cabeza de elefante; Kali, la oscura, con boca de vampiro; Siva, el destructor, danzando al son de la m¨²sica del cosmos¡Incrustada en el Templo Dorado, consagrado al dios Siva, una mezquita sin culto sobrevive entre alambradas, protegida del fanatismo por algunos soldados con ametralladoras. Por todas partes, los f¨¢licos sivalingams, las guirnaldas de flores, los salivazos rojos de betel. Las vacas, reinas de la ciudad, hozando entre la basura: sagradas, impasibles, est¨²pidas. Al doblar una esquina, un tintineo de campanillas se?ala el paso de un cortejo f¨²nebre camino a Martikanika, el lugar de las cremaciones. All¨ª, entre el murmullo de los rezos, el chisporroteo de las hogueras y un fuerte olor a carne quemada, el esp¨ªritu del difunto emprender¨¢ eil camino hacia su pr¨®ximo avatar o, si ha superado el ciclo expiatorio de las reencarnaciones, hacia la fusi¨®n definitiva con Brahma, el principio inmutable y eterno, el ritmo inm¨®vil.
Vendedoras de saris en un mercadillo callejero en Delhi. / I. M.
Ascetismo y sensualidad.
Toda la cultura hinduista responde a este di¨¢logo entre el ser y la vacuidad, entre ascetismo y sensualidad. En el camino que conduce hacia el moksha (la liberaci¨®n) valen tanto las pr¨¢cticas del yoga como los ritos er¨®ticos del tantra, que encuentra una de sus mejores expresiones en las voluptuosas esculturas er¨®ticas, -Kamasutra en piedra- de los templos de Khajuraho, en el Estado de Madhya Pradesh.
La vida en Benar¨¦s sigue una secuencia repetitiva: con la salida del sol, una muchedumbre se desgrana sobre los ghats, las escalinatas que descienden al r¨ªo, para cumplir con un rito milenario. Erguidos, parsimoniosos, indiferentes a los turistas que disparan sus c¨¢maras, los fieles se entregan a sus rezos y abluciones y beben de las sagradas (y turbias) aguas del Ganges como si se tratase de un manantial de las monta?as. Al atardecer, la ciudad se transforma en un lugar m¨¢s pl¨¢cido: barcas flotando en la calima, un enjambre de cometas sobre las azoteas, campanas y luminarias en el crep¨²sculo. De nuevo el ganga aarti, la ofrenda de luz.
La barca de Caronte, en versi¨®n hind¨². / I. M.
Benar¨¦s, con toda su complejidad, sirve de met¨¢fora de la India. Con m¨¢s de quince lenguas y religiones (sin contar las m¨²ltiples sectas), el trasiego de gentes y de credos produce v¨¦rtigo. Ante los ojos occidentales desfila el escrupuloso pante¨ªsmo de los jainistas (que cubren su boca con un lienzo para no tragar ning¨²n insecto) y la devota belicosidad de los sijs; los stupas budistas y las iglesias cristianas de Kerala; la llamada a la oraci¨®n en las mezquitas y el aleteo furioso de los buitres en las torres del silencio de Malabar Hills, en Bombay, donde los parsis , seguidores de Zoroastro, colocan a sus muertos para que sean devorados por las aves.
Nehru dec¨ªa que, como a veces ocurre con una amante dif¨ªcil, tratar de entender la India es una estupidez. Lo m¨¢s sensato es sumergirse en el caos de sonidos, colores, olores¡ vislumbres, seg¨²n el poeta mexicano Octavio Paz.
El sue?o roto de Gandhi.
Dos religiones enfrentadas, hinduismo e islamismo; dos visiones del mundo incompatibles: el sue?o de Gandhi de una India ecl¨¦ctica, con cabida para todas las creencias, se desmoron¨® con la partici¨®n del pa¨ªs y la matanzas que siguieron a la independencia, en 1948. Oposici¨®n que tambi¨¦n se manifiesta en el arte. El hind¨², figurativo y manierista ¡°danza en piedra¡±, seg¨²n Octavio Paz; el isl¨¢mico, austero y geom¨¦trico, una b¨²squeda de los jardines del para¨ªso que tambi¨¦n se encuentra en la Alhambra y que tiene en Agra, a orillas del r¨ªo Yamuna, uno de sus ejemplos m¨¢s sublimes: el Taj Mahal, el delicado y exquisito mausoleo en m¨¢rmol blanco.
Chitrakoot, lugar donde la tradici¨®n sit¨²a el exilio de Rama. / I. M.
La limpieza del Karma
Las aguas del Ganges no son las ¨²nicas que sirven para limpiar el karma (el lastre de las vidas anteriores) de su atadura a la rueda de las reencarnaciones. En Orcha, un conjunto de templos y palacios a orillas del r¨ªo Betwa y en Chitrakoot, en el cauce del r¨ªo Ken y lugar donde la tradici¨®n sit¨²a el exilio de lord Rama (una de las reencarnaciones del dios Vishnu), se repiten parecidos rituales.
Un lugar m¨¢gico: a 150 kil¨®metros al oeste de Benar¨¦s, en Allahabad, se juntan los dos grandes r¨ªos del norte de la India, el Ganges y el Yamuna, m¨¢s uno imaginario: el Sarasvati, el r¨ªo de la iluminaci¨®n que buscaba el sant¨®n de la novela de Kipling Kim de la India. Este enclave re¨²ne al comienzo del a?o a miles de peregrinos que acampan en sus m¨¦danos para ba?arse todos los d¨ªas durante un mes en el sangam, el punto preciso donde se juntan las tres corrientes.
Un sad¨² o sant¨®n hind¨² en la ciudad de Orcha. / I. M.
Desde su nacimiento a 4.200 metros de altura, en una remota gruta de hielo del Himalaya hasta su desembocadura en la bah¨ªa de Bengala, el Ganges recorre 2.414 kil¨®metros y atraviesa tres Estados de la India (Uttar Pradesh, Bihar y Bengala). En su cuenca viven m¨¢s de 150 millones de personas. La diosa Ganga, hija del rey Himavat y la ninfa Mena, enviada por los dioses para redimir los pecados de los hombres, guarda celosamente sus secretos. El m¨¢s sorprendente, citado en casi todos los textos sobre el r¨ªo, es la supuesta y misteriosa cualidad antis¨¦ptica de sus aguas: en Benar¨¦s, donde el r¨ªo arrastra cad¨¢veres en descomposici¨®n, los microbios parecen esfumarse. El Ganges purifica.
Shad¨²s seguidores de Vishnu en Orcha (India). / ISIDORO MERINO
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