?Liberalismo o barbarie?
No solo las gentes de izquierdas est¨¢n indignadas con la situaci¨®n presente
Una de las mentiras m¨¢s hirientes del presente es suponer que la nueva casta financiera es liberal, a pesar de que niega muchos presupuestos del nuevo y viejo liberalismo. Cojamos como primer ejemplo de lo dicho al padre supremo del liberalismo, Adam Smith, que aconsejaba prudencia en el gasto y en los pr¨¦stamos, y que en el cap¨ªtulo III de La riqueza de las naciones, declara: ¡°No pueden florecer largo tiempo el comercio y las manufacturas en un Estado que no disponga de una ordenada administraci¨®n de la justicia, donde el pueblo no se sienta seguro en la posesi¨®n de su propiedad, en que no se sostenga y proteja, por imperativo legal, la honradez en los contratos, y que no se d¨¦ por sentado que la autoridad del gobierno se esfuerza en promover el pago de los d¨¦bitos por quienes se encuentran en condiciones de satisfacer sus deudas. En una palabra, el comercio y las manufacturas solo pueden florecer en un Estado en que exista cierto grado de confianza en la justicia y el gobierno.¡±
Es sabido que la casta financiera ha perpetrado toda clase de abusos y enga?os con sus clientes, jugando miserablemente con su dinero, usurp¨¢ndoselo para llevar a cabo operaciones de alto riesgo, y ante las cuales los gobiernos han hecho la vista gorda, en parte por los muchos favores que les deb¨ªan a los bancos. Adam Smith dice que el gobierno ha de velar para que se paguen las deudas (y tambi¨¦n dice que siempre que los deudores puedan hacerlo). Todo lo contrario a lo que est¨¢n haciendo los bancos y los gobiernos. Se exige que a los que no pueden pagar las deudas que lo hagan aunque s¨®lo les quede como destino el suicidio, pero ignorando que los bancos no est¨¢n pagando los gastos comunitarios de las casas que usurpan a la clase obrera y a la clase media. Queda claro que la desconfianza hacia la banca y el gobierno es en estos momentos total y es normal que entre nosotros no florezcan ni las manufacturas ni el comercio, como preve¨ªa en ese caso el viejo Adam Smith. ?Y qu¨¦ decir del siempre malinterpretado David Ricardo? Seg¨²n ¨¦l, el sueldo m¨¢s correcto tendr¨ªa que permitirle al trabajador mantener a su familia y posibilitarle la existencia de una previsi¨®n en una entidad bancaria para momentos de vacas flacas. Muy razonable, pero ?qu¨¦ ha hecho la casta financiera con el dinero que los trabajadores depositaban en sus entidades y que les hubiese servido para vivir una vejez digna?
Tampoco parecen haber hecho caso a Stuart Mill, que al final de su ensayo Sobre la libertad dec¨ªa que ¡°el valor de un Estado, a la larga, es el valor de los individuos que lo componen. Y un Estado que pospone el desarrollo y la elevaci¨®n intelectual de sus miembros, un Estado que empeque?ece a los hombres, a fin de que sean, en sus manos, d¨®ciles instrumentos, llegar¨¢ a darse cuenta de que, con hombres peque?os, nada grande podr¨¢ ser realizado¡±, asegura.
A la luz de estos principios, es preferible no analizar el comportamiento del poder pol¨ªtico y financiero, empe?ado en someter a la clase media y hacerla desaparecer, que pospone hasta lo indecible el desarrollo intelectual, y que empeque?ece a los hombres hasta convertirlos en t¨ªteres tr¨¢gicos de un estado de cosas donde prevalece, por encima de todo, la injusticia, la estafa y la mentira, y donde las denuncias no sirven para nada.
Si dejamos atr¨¢s el liberalismo cl¨¢sico y nos acercamos m¨¢s a nuestra ¨¦poca y a las escuelas marginalistas, nos encontrar¨ªamos con L¨¦on Walras, que cre¨ªa en la relaci¨®n directa entre la utilidad, el consumo y el bienestar. Cuanto m¨¢s bienestar poseyera un ciudadano, m¨¢s ¨²til ser¨ªa para la econom¨ªa en general y para la sociedad, y con m¨¢s capacidad de lubricar el sistema. Si sigui¨¦semos su teor¨ªa, la clase media, cada vez m¨¢s abocada a la ausencia de bienestar, estar¨ªa dejando de ser una clase ¨²til: algo bastante peligroso y demencial.
La clase obrera est¨¢ desempleada y es imposible de absorber
Antes de seguir confieso que me he ido acercado desde mi condici¨®n de novelista a los textos fundamentales del liberalismo y el neoliberalismo buscando trasfondos te¨®ricos para la construcci¨®n de algunos personajes, y nunca ha dejado de asombrarse como los viejos y los nuevos pensadores del liberalismo confunden con frecuencia los artefactos ideol¨®gicos de la cultura (o de su cultura) con las leyes de la naturaleza, a menudo con la intenci¨®n de justificar doctrinas bastante dudosas. Ya dec¨ªa Unamuno que ¡°la ciencia es la ideolog¨ªa de cada ¨¦poca¡± y la ciencia de este momento es la econom¨ªa, saturada de ideolog¨ªa por todas partes. Nada escapa al imperio de la ideolog¨ªa, y la presunta ausencia de ideolog¨ªa que proclama cierto liberalismo es otra ideolog¨ªa con la que hay que contar, m¨¢s sof¨ªstica que sofisticada. Resulta sorprendente que cuanto m¨¢s clara se percibe una ideolog¨ªa m¨¢s suele ser negada como tal por sus defensores. A este respecto me viene a la mente lo que le dijo una vez Trotski a Andr¨¦ Breton: ¡°El marxismo no es una ideolog¨ªa, es un destino¡±. Lo mismo vienen a decir ciertos liberales respecto a su ideario, pero no pretendo aqu¨ª enjuiciar las doctrinas liberales sino apoyarme parcialmente en ellas para hablar de la devastaci¨®n presente. Por otra parte, mis andanzas por la senda izquierda nunca me han impedido aceptar que las iluminaciones de los autores ya indicados, adem¨¢s del f¨¦rreo Malthus (que como m¨¢s tarde L¨¦vi-Strauss, pensaba que la superproducci¨®n y la superpoblaci¨®n era lo peor que le pod¨ªa ocurrir a nuestra especie) me han ayudado a comprender mejor lo que pas¨® y lo que est¨¢ pasando en nuestro cuerpo social, ¨²ltimamente muy enfermo y deteriorado. Si bien pocos textos me han servido tanto como La acci¨®n humana de Ludwig von Mises, especialmente cuando habla de la imposibilidad de gobernar en desacuerdo con la opini¨®n p¨²blica. ¡°No cabe un gobierno impopular y duradero¡±, dice, y asegura que la supremac¨ªa pol¨ªtica de la opini¨®n p¨²blica ¡°determina el curso de la historia¡± y que de poco les sirven, a los individuos intelectualmente mejor dotados, ¡°los logros sociales y las grandes ideas si no hacen atractiva a la mayor¨ªa su ideolog¨ªa.¡±
Muchos gobernantes europeos de ahora debieran prestar mucha atenci¨®n a las reflexiones de Mises y esmerarse en explicarse mejor, infinitamente mejor, si no quieren que los devore ¡°el curso de la historia¡±.
En el mismo cap¨ªtulo Mises habla de uno de los grandes errores del liberalismo cl¨¢sico: el haber ignorado a los de abajo, el no haber previsto ¡°la aparici¨®n de masas humanas sin acomodo posible¡±, y el haber cerrado los ojos ante el surgimiento de ¡°un proletariado que aquel orden social que pretend¨ªan perpetuar no pod¨ªa compensar y absorber.¡± Y acaba diciendo que ¡°jam¨¢s pensaron los viejos liberales que las masas podr¨ªan llegar a interpretar la experiencia hist¨®rica con arreglo a filosof¨ªas muy distintas a las suyas.¡±
Y bien, es evidente que los actuales dirigentes est¨¢n cayendo en el mismo error que Mises atribu¨ªa a los liberales del pasado: no haber previsto el despliegue, cada vez m¨¢s abismal, de una clase obrera desempleada e imposible de absorber, as¨ª como el desmoronamiento, no menos abismal, de una clase media empobrecida y que se va a ver obligada a ¡°interpretar su experiencia hist¨®rica con arreglo a filosof¨ªas muy distintas¡± a las que cabr¨ªa imaginar en tiempos de bonanza y burbuja desalmada.
No hablemos pues ni de liberalismo ni de socialismo, hablemos mejor de caos y de barbarie, justamente lo que m¨¢s repudiaba el neoliberal Mises. Por eso no solo las gentes de izquierdas est¨¢n profundamente indignadas con la situaci¨®n presente. ?Acabar¨¢ yendo alg¨²n banquero a la c¨¢rcel?
Jes¨²s Ferrero es escritor.
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