Catalu?a 2014
Buscar legitimidad simb¨®lica en el aniversario de 1714 para un proyecto independentista es poco riguroso desde una perspectiva hist¨®rica
Nadie tom¨® muy en serio a Carod Rovira cuando, en plena euforia del gobierno tripartito, fij¨® el a?o 2014 como el horizonte en el que Catalu?a deb¨ªa decidir su independencia. El 300? aniversario del fat¨ªdico 11 de septiembre de 1714 en el que las tropas borb¨®nicas capitaneadas por el Duque de Berwick entraron en Barcelona a sangre y fuego ten¨ªa, en el imaginario del defenestrado l¨ªder de ERC, todo el simbolismo requerido para la nueva cita de Catalu?a con su historia. Aunque Carod cay¨® primero y despu¨¦s el tripartito, la apelaci¨®n al aniversario hist¨®rico parece que qued¨® en el acervo del partido que desde hace d¨¦cadas enarbola la bandera del independentismo y, frente a la resistencia de Convergencia, que incluso desde su perspectiva m¨¢s soberanista, es capaz de ver las dificultades del reto, ha impuesto el solemne calendario para la celebraci¨®n de la consulta. Y ya que el simbolismo hist¨®rico se halla tan presente en las decisiones de quienes nos pretenden guiar por esta transici¨®n, no est¨¢ de m¨¢s que, para atisbar las posibilidades de lograr el objetivo marcado, rastreemos los precedentes en los que se legitima.
Desde la uni¨®n de las coronas de Arag¨®n y Castilla, Catalu?a ha tenido dos episodios de enfrentamiento abierto y prolongado con el poder espa?ol. El primero fue la rebeli¨®n contra los planes de Uni¨®n de Armas dise?ados por el Conde-Duque de Olivares para contrarrestar el pujante poder franc¨¦s. La oposici¨®n de las Cortes Catalanas a participar en dicho proyecto fiscal y la profunda aversi¨®n popular al asentamiento del ej¨¦rcito en el Principado dieron lugar a la Revolta dels Segadors en 1640. El ej¨¦rcito armado por el Conde-Duque para aplastar la rebeli¨®n fue detenido en Montjuich gracias al apoyo de Francia. A partir de all¨ª, tras un intento ef¨ªmero de constituci¨®n de una rep¨²blica catalana, el Principado entr¨® en la ¨¦gida del rey franc¨¦s, cuyo dominio se demostr¨® m¨¢s insoportable que el castellano, desembocando en la vuelta al apaciguado redil espa?ol.
El segundo se produjo con el alineamiento catal¨¢n en el bando del Archiduque Carlos de Austria en la Guerra de Sucesi¨®n de 1705-1714. A diferencia del anterior, en este conflicto Catalu?a no proyectaba un futuro por separado, sino que pretend¨ªa una nueva configuraci¨®n de Espa?a, que preservara el llamado neoforalismo de la segunda mitad del siglo XVII, otorgara a Barcelona un papel m¨¢s relevante en el reparto de poder y reconociera la libertad de comercio con las Indias. El conflicto tiene de nuevo un marcado car¨¢cter internacional, apoyando al Archiduque el Imperio e Inglaterra, mientras que Francia y Castilla se alinean con Felipe V. Finalmente, el acceso del pretendiente austracista a la corona imperial desbarata los equilibrios en los que se basaba la coalici¨®n, quedando Catalu?a sola en una resistencia tan heroica como abocada al fracaso.
Con la legalidad constitucional en contra y sin apoyos en Europa, al proyecto de ¡°transici¨®n nacional¡± se le presenta un camino incierto
La primera reflexi¨®n que podr¨ªamos realizar de este breve excurso es que buscar legitimidad simb¨®lica en el aniversario de 1714 para un proyecto independentista es, desde la perspectiva hist¨®rica, poco riguroso. Pero no es, a mi entender, ¨¦sta la principal lecci¨®n que nuestros pol¨ªticos historiadores debieran extraer de los anteriores episodios, sino la evidencia de que las posibilidades de ¨¦xito de un enfrentamiento abierto con un poder superior se basan en los apoyos internacionales que ese proyecto pueda tener. Otros procesos de independizaci¨®n (v¨¦ase Irlanda o la ex-Yugoslavia) demuestran con obstinada regularidad que s¨®lo con un fuerte respaldo exterior las v¨ªas unilaterales tienen futuro.
Sin duda, la constataci¨®n de la g¨¦lida acogida que el proyecto independentista est¨¢ teniendo en Europa, detectada ya por los pol¨ªticos de Convergencia, les llevaba a ser m¨¢s cautos en la fijaci¨®n de fechas concretas. En una reciente entrevista, la soci¨®loga norteamericana Saskia Sassen, preguntada por su opini¨®n acerca del proceso soberanista, repreguntaba sobre los canales internacionales que hab¨ªa desarrollado Barcelona. Se?alaba que Nueva York y Los ?ngeles tienen circuitos internacionales realmente independientes y apuntaba en esta direcci¨®n para el juego de relaciones que Barcelona deb¨ªa construir en un mundo global como el actual. Pero de momento la econom¨ªa catalana est¨¢ fuertemente entroncada a la espa?ola y los canales internacionales de Barcelona, que la conectan principalmente con Europa y Latinoam¨¦rica, son plenamente compartidos con Madrid. No obstante, ignorando las lecciones de la historia y miopes ante la evidencia de pol¨ªtica internacional, ERC y el sector soberanista de Convergencia han impuesto un itinerario carente de anclas internacionales y privado de l¨®gica geoestrat¨¦gica. Porque es indudable que el estado espa?ol utilizar¨¢ todos sus poderes para evitar la secesi¨®n unilateral de Catalu?a. Con la legalidad constitucional en contra y sin apoyos en Europa, al proyecto de ¡°transici¨®n nacional¡± se le presenta un camino muy incierto.
Eso podr¨ªa regocijarnos a los que siempre hemos cre¨ªdo que, incluso en los malos momentos, Espa?a es un proyecto compartido. Pero para los que somos catalanes, eso no es as¨ª, pues sin duda esta aventura nos va a debilitar. Y tambi¨¦n puede ser que fuera de Catalu?a alguien haga el c¨¢lculo c¨ªnico de los r¨¦ditos electorales que el enfrentamiento catal¨¢n pueda proporcionarle, especialmente en el nuevo ciclo electoral que se abrir¨¢ en 2014. Tampoco debiera ser as¨ª, en primer lugar porque jugar a espolear los sentimientos xen¨®fobos es repudiable en cualquier contexto, pero adem¨¢s, porque aunque la aventura soberanista descarrile, el proyecto Espa?a va a salir debilitado si no somos capaces de construir un nuevo marco de convivencia com¨²n, marco que demanda con claridad un nuevo pacto constitucional.
Y refiri¨¦ndonos ahora a la historia m¨¢s reciente, no estar¨¢ de m¨¢s recordar que el reforzamiento del catalanismo radical viene ¨ªntimamente vinculado al renacer del nacionalismo espa?ol en el segundo mandato de Aznar. Ese nacionalismo que enarbola ahora con entusiasmo la ense?a constitucional recoge la tradici¨®n de los que en Espa?a se han opuesto siempre a toda reforma pol¨ªtica (incluida la de 1978). Porque s¨®lo con el argumento de la fuerza, sea la de los tanques o la de la legalidad preestablecida, no se reconstruir¨¢ la affectio en la que debe basarse el proyecto com¨²n que llamamos Espa?a.
Miguel Trias Sagnier es catedr¨¢tico de la Facultad de Derecho de ESADE.
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