La Espa?a parad¨®jica
A mediados del siglo XVII, tras la derrota de nuestros temidos tercios en Rocroi (1643) y la ulterior Paz de Westfalia (1648), Espa?a inici¨® un largo periodo de decadencia en el escenario europeo y en el mundo. Ya nunca volver¨ªamos a ser la primera potencia mundial. Curiosamente, cuando el pa¨ªs se desangraba en sucesivas, sangrientas y onerosas guerras internas e internacionales y la pobreza, la bituminosa miseria carcom¨ªa a gran parte de su poblaci¨®n, se pon¨ªan las bases literarias, pict¨®ricas, arquitect¨®nicas y escult¨®ricas para deslumbrar al mundo con el llamado Siglo de Oro.
Ahora Espa?a, cual mendigo vergonzante, arrastra su pat¨¦tica crisis tras un interminable lustro ceniciento. Somos un pa¨ªs con patolog¨ªa bipolar. Nos hundimos en las cenagosas aguas del desempleo (26%), y la depresi¨®n-recesi¨®n socioecon¨®mica, y sin embargo ganamos merecidamente mundiales de deportes individuales y colectivos, que zarandean y despiertan nuestro maltrecho ego nacional, de vez en cuando.
Podemos ganar en deportes de alta competici¨®n, individuales y por equipos. ?Por qu¨¦ no se act¨²a en arracimado equipo pol¨ªtico para conjurar y superar esta dif¨ªcil edad de plomo que nos asfixia? ?Por qu¨¦ no apelar o invocar al tan manido y falso o falseado patriotismo constitucional para formar un Gobierno de coalici¨®n con car¨¢cter de emergencia nacional? ?La situaci¨®n no lo requiere?
Conditio sine qua non para materializar ese escenario, es el abandono de los tristes y venales particularismos partidistas nacionales y nacionalistas. La ciudadan¨ªa lo aprobar¨ªa sin ninguna duda.¡ª Agust¨ªn Arroyo Carro.
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