Todos los ni?os
En este mundo hay muchos infiernos, pero uno de los m¨¢s extendidos es el infierno dom¨¦stico. Cuando las parejas se pudren, la intimidad se convierte en una guerra sangrienta. A mi mesa de trabajo, como a la de todos los articulistas, llegan a menudo cartas desesperadas, restos del naufragio de esos conflictos b¨¦licos. La mayor parte de las veces no puedes hacer nada con lo que te mandan: son tristes, confusas y largas peleas en las que muy probablemente ambas partes han terminado siendo al mismo tiempo verdugos y v¨ªctimas.
Pero hay algunos casos especialmente terribles, y son aquellos en los que los ni?os son utilizados como metralla. Batallas de adultos que se encarnizan con los menores. ?ltimamente me han enviado dos tr¨¢gicas historias de este tipo: la primera es el calvario de Ra¨²l P¨¦rez, de Ayamonte, Huelva. Su expareja, una suiza con la que tiene un ni?o de cuatro a?os, ha convertido la separaci¨®n en una tortura. Durante casi dos a?os, e incumpliendo todas las sentencias judiciales, ha hecho lo imposible por privar a Ra¨²l de todo contacto con el cr¨ªo. La mujer lleg¨® a presentar una denuncia contra el padre por malos tratos, con tan poca base que fue archivada, y secuestr¨® al ni?o llev¨¢ndoselo ilegalmente a Suiza. Ra¨²l, de 36 a?os, soldador de profesi¨®n y con un sueldo de 1.400 euros, ha tenido que gastarse una fortuna para pleitear en el pa¨ªs helv¨¦tico. Los jueces suizos tambi¨¦n han fallado a favor de ¨¦l y obligaron a la madre a regresar con el ni?o a Espa?a. Lo ha hecho, pero se ha ido a vivir a Gerona, lo m¨¢s lejos posible de Ayamonte, para dificultar el contacto con el hijo. En esta m¨ªsera situaci¨®n se encuentra el caso ahora; agotado y arruinado, el padre est¨¢ profundamente deprimido y se siente abandonado por la justicia.
A veces, munici¨®n en los conflictos conyugales. Otras, en enfrentamientos sociales¡±
A¨²n m¨¢s espeluznante es el caso de Bel¨¦n de Colsa, madre de dos ni?os de 13 y 11 a?os. Su exmarido ha sido imputado en tres procedimientos penales por maltrato a sus propios hijos. Pero hace seis meses, y contra el parecer del ministerio fiscal, una jueza de El Escorial decidi¨® retirarle la custodia a la madre y d¨¢rsela al padre, prohibiendo a Bel¨¦n todo contacto con sus hijos durante tres meses y concedi¨¦ndole despu¨¦s el derecho a unas visitas que nunca se han cumplido: la madre lleva medio a?o sin poder estar con sus hijos. El pasado 26 de diciembre, los ni?os fueron citados a declarar en un juzgado por unas supuestas lesiones que les habr¨ªa hecho el padre hace m¨¢s de un a?o (apoyadas en un parte de lesiones de un hospital p¨²blico). Los ni?os declararon tener miedo a su progenitor y dijeron que quer¨ªan vivir con la madre. Pese a todo esto, volvieron a entregar a los ni?os al padre.
Dos semanas despu¨¦s, los servicios sociales hicieron un informe diciendo que el ni?o de 11 a?os hab¨ªa pedido ayuda a su profesor porque su progenitor le trataba mal, porque le ten¨ªa miedo y estaba pensando en suicidarse (otra jueza acaba de abrir nuevas diligencias contra el padre por esta raz¨®n). Una podr¨ªa pensar que, con estos indicios, habr¨ªa que tener cuando menos una duda m¨¢s que razonable sobre la posible indefensi¨®n de esos peque?os. Pero no, los ni?os siguen bajo custodia paterna. La jueza aplic¨® ese comod¨ªn llamado s¨ªndrome de alienaci¨®n parental. El SAP lo invent¨® en 1985 un tal Gardner, psiquiatra norteamericano. Seg¨²n ¨¦l, si un ni?o dice que su padre le ha pegado, es probablemente por el SAP, o sea, porque la madre le ha comido el coco. Este s¨ªndrome ha sido mayoritariamente desautorizado por la comunidad cient¨ªfica; no est¨¢ aceptado por la OMS ni por la Asociaci¨®n Americana de Psiquiatr¨ªa, y la Asociaci¨®n Espa?ola de Neuropsiquiatr¨ªa denunci¨® su falsedad. A m¨ª no me cabe la menor duda de que hay exparejas que manipulan la mente de sus ni?os y les instilan odio hacia el otro c¨®nyuge, del mismo modo que hay denuncias de maltrato que no son ciertas, como habr¨ªa sucedido en el caso de Ra¨²l. Pero la aplicaci¨®n del SAP resulta abusiva, porque, adem¨¢s, la parte afectada no puede defenderse, ya que cualquier alegato que presentara puede ser perversamente utilizado como prueba de su odio contra el exmarido y, por consiguiente, de su culpa. En fin, yo no soy quien debe decir qui¨¦n tiene la raz¨®n en este caso: lo decidir¨¢n los tribunales. Pero los indicios son lo suficientemente graves como para tomar medidas que protejan de manera m¨¢s eficaz a esos peque?os. ?Y por qu¨¦ no se hace? Pues, tal vez, porque los hijos no son s¨®lo munici¨®n en los conflictos conyugales, sino que tambi¨¦n son carne de ca?¨®n en los enfrentamientos sociales, en la crispada, sectaria y artificial guerra ideol¨®gica entre los partidarios de las ¡°mujeres¡± y de los ¡°hombres¡± durante los procesos de divorcio, como si no pudi¨¦semos ser unas y otros v¨ªctimas de los naufragios dom¨¦sticos, y en especial, por desgracia, todos los ni?os.
Twitter: @BrunaHusky
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