Una guarida en el K50
Si no fuera porque est¨¢ rodeada de tanques, trincheras y desplazados dir¨ªamos que esta casa podr¨ªa ser una guarida para turistas o la mansi¨®n de alg¨²n somal¨ª con buen poder adquisitivo y mejores influencias. Tiene un patio interior salteado de palmeras y un suelo de baldosas bien conseguido, bastante reluciente y, curiosamente, no especialmente agrietado. Pero est¨¢ en el K50, un nombre poco atractivo pero muy pragm¨¢tico para un lugar que est¨¢ a 50 kil¨®metros al sur de Mogadiscio, la capital de Somalia, que es donde el contador marca el 0.En el sal¨®n de la finca hay tres mapas de m¨¢s de dos metros, magn¨ªficos. Marcado est¨¢ el relieve geogr¨¢fico y las l¨ªneas de control militar, por secciones. Y tambi¨¦n una carretera que resigue las dunas por toda la costa, de Merca a Mogadiscio. Pero es solo el dibujo, me cuentan, la arena se ha comido la pista litoral y ya no es practicable.
Militares de la Uni¨®n Africana en Somalia (AMISOM) en el K50 / Todas las fotos de la autora.
En la mansi¨®n del 50, pues, no hay ni pol¨ªtico enriquecido ni empresario fructuoso si no que est¨¢ lleno de uniformados de camuflaje, de soldados ugandeses y burundeses a quienes sus respectivos pa¨ªses han mandado hasta Somalia para ser 'misioneros' de la paz. Esta es una de sus bases m¨¢s importantes en el interior del pa¨ªs, aunque hace unos meses lo era para algunos de los l¨ªderes m¨¢s prominentes de los islamistas radicales de Al Shabab en la regi¨®n. La Uni¨®n Africana tiene que ser el paraguas y orgullo de los soldados africanos y el encargo de guarecer a los civiles de la guerra y colaborar a sembrar la concordia justifica su presencia en Somalia y en el K50, pero no es que les motive especialmente como individuos.
Dieudonn¨¦ hace su trabajo lo mejor que puede. Saca la cabeza por el hueco del blindado, aferr¨¢ndose a la metralleta y mirando a un lado y a otro, vigilando que no haya ning¨²n movimiento sospechoso: francotiradores, minas, atacantes¡ El pesado veh¨ªculo castrense es un Casspir, la bestia militar sudafricana que en tiempos del apartheid la polic¨ªa usaba a menudo para irrumpir en los townships e imponer su orden entre los negros segregados bajo su r¨¦gimen. Pero m¨¢s que so?ar en el d¨ªa que piratas y terroristas, se?ores de la guerra e intereses occidentales se sienten juntos y fumen todos alegremente la pipa de la paz, Dieudonn¨¦ vislumbra el d¨ªa que le tocar¨¢ volver a su Burundi con su mujer (quiz¨¢s mujeres) y sus hijos. Quieras o no, all¨ª se est¨¢ m¨¢s tranquilo, al menos por ahora. Aunque aqu¨ª se cobra m¨¢s.
A Pierre, en cambio, parece que le es indiferente, morir aqu¨ª o all¨ª. No es que parezca tener ning¨²n inter¨¦s en pasar al otro barrio pero parece haber asumido e interiorizado de forma natural las consecuencias de ser militar en un continente convulso. O gestiona h¨¢bilmente el miedo o expresa confusamente las emociones pero Pierre parece uno de estos militares forjado para serlo, para seguir ¨®rdenes sin cuestionar y confeccionado para no hacerse mala sangre. ?Total, para qu¨¦? Tanto que mareamos la consciencia y, a menudo, sin darnos apenas cuenta, acabamos errando con consecuencias tr¨¢gicas.
Antes de llegar al K50 y a la linda casita pretensiosa hemos pasado por Afgooye. Ni Dieudonn¨¦ ni ninguno de los otros que sacaban la nariz por los trozos descapotados del blindado han visto nada en particular, m¨¢s que los miles de refugiados. Pero ahora, cuatro horas m¨¢s tarde, un veh¨ªculo ha estallado cuando alguien escondido entre el hormigueo de las chozas de ramas y la gente que las habita ha detonado una mina colocada en la carretera.
Fragilidad, pienso. La vida ya puede ser tan llena como quieras que en un momento cualquiera un accidente de tr¨¢fico, una bomba o una enfermedad curiosa la puede fulminar. Pi¨¨rre no tiene escr¨²pulos pero tampoco mala leche. Va haciendo su camino, acumulando a?os y experiencias sin atisbo de reflexi¨®n. Esperando justamente el momento en que le toque fulminar o que le fulminen.
No puedo evitarlo. Burundi forma parte de la regi¨®n de los Grandes Lagos. Es un pa¨ªs peque?o y un militar veterano tiene muchos n¨²meros de atesorar alguna historia sobre el peor conflicto del planeta, el de Congo. Efectivamente, me cuenta con toda naturalidad que ¨¦l entr¨® en Congo con las tropas de Kabila padre y que le ayudaron a avanzar por todo el pa¨ªs hasta la capital, Kinshasa, donde Kabila derroc¨® a Mobutu Sese Seko y tom¨® el poder. Nos detenemos en detalles que a ¨¦l le parecen insignificantes. Me pregunto si ha sido siempre pol¨ªtica y socialmente ap¨¢tico, si es solo una m¨¢scara o si ha tenido que adiestrar la despreocupaci¨®n por su propio bien.
Uno mismo puede ser un d¨ªa ayudante de insurgente y otro d¨ªa misionero de la paz. En todo caso Pi¨¨rre es una de estas piedras que te hacen saltar de Somalia a Burundi y a Congo; de una realidad a otra deshilando sus caprichosas interacciones. Una de estas piezas que revelan que el mundo es un maravilloso y cruel rompecabezas no apto para simplificaciones ni etiquetas y que viajar es la ¨²nica e ins¨®lita manera de ir reconstruy¨¦ndolo.
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