Matar
Las armas confieren el mayor de todos los poderes: el poder de vida o muerte
Ning¨²n cazador, como yo mismo hace 70 a?os, negar¨¢ el fuerte y gratificante sentimiento de poder que da romper el vuelo y la vida de una perdiz sobre la vertical de su cabeza al verla y o¨ªrla rebotar casi a sus pies con el tan celebrado ¡°pelotazo¡± propio de un ave de ala m¨¢s bien corta para un cuerpo pesado. La gran ventaja de las armas de fuego es obrar a distancia, sin contacto con la presa y con la simultaneidad del efecto sobre esta y el trueno del disparo ¡ªque a?ade a nuestro placer el de un poder jupiternino: Iuppiter tonans¡ª;tan instant¨¢neo es todo ello que ser¨ªa imposible no sentir la acci¨®n del dedo en el gatillo como causa eficiente en el sentido m¨¢s cabal.
Si me he explicado bien, de modo que me entienda tambi¨¦n aquel que no sea cazador, lo que acabo de enunciar es el punto esencial y necesario de la pasi¨®n por las armas de fuego.
En la alabanza de la Patria se encarecen los inmensos sacrificios de muerte y de sangre en que se encumbran su gloria y su grandeza
Viene esto a cuento de la recientemente reavivada querella sobre la Segunda Enmienda de la Constituci¨®n americana, con su tan discutible como discutida interpretaci¨®n tradicional. Lo que en ella siempre me ha sorprendido es la seguridad de los defensores del derecho de llevar arma de los particulares, como lo de la NRA, de que ellos y los suyos vayan a saber defenderse al menos una gran mayor¨ªa de las veces frente a los agresores. Y no podr¨ªan por menos de estarlo, porque es un supuesto necesario para justificar el derecho de llevar armas. Naturalmente, tampoco est¨¢n tan obcecados que no sepan reconocer que incluso en las m¨¢s grandes victorias pueden y suelen morir algunos de los nuestros; pero el impreso de la contabilidad trae tambi¨¦n un recuadro reservado para esta partida bajo el r¨®tulo de ¡°precio que hay que pagar por la victoria¡±.
La idea de ¡°precio que hay que pagar por la victoria¡±, que apenas sabr¨ªa yo imaginar anterior al siglo XX, es bastante pintoresca. El reconocimiento de ese ¡°precio¡± no se detiene en una tibia aceptaci¨®n realista, en el sentido en que ¨²ltimamente se usa esta palabra, sino que hace a la batalla m¨¢s meritoria que si hubiese sido totalmente gratuita; una victoria gratuita desmerece incluso frente a una derrota gloriosa: Trafalgar. Pero la idea del precio pagado se agiganta cuando las batallas y las guerras se refieren al ayer, a la historia de la Patria que han llegado a construir; en la alabanza de la Patria se encarecen los inmensos sacrificios de muerte y de sangre en que se encumbran su gloria y su grandeza. El precio de esos sufrimientos no resta, suma, no merma el Debe sino que agiganta el Haber. Sin embargo... Oh, sin embargo, las nuevas tecnolog¨ªas podr¨ªan llegar a acarrearle una inquietante mutaci¨®n al concepto mismo de ¡°gratuidad¡± con el famoso invento de los drones, que precisamente ahora, en Am¨¦rica, est¨¢n en plena discusi¨®n.
Cada vez me cabe menos en la cabeza que incluso personas le¨ªdas e ilustradas sean capaces de soportar una pel¨ªcula del Oeste m¨¢s
En el a¨²n reciente caso con fusil de asalto en que mataron a 20 ni?os y 7 adultos, hubo un miembro de la NRA, que elogiando el valor de la directora, que hab¨ªa salido inerme a plantarle cara al agresor, coment¨®: ¡°Tan solo le faltaba haber tenido un rifle y le habr¨ªa volado la cabeza¡±. N¨®tese que ¡°volarle la cabeza¡± tiene la enf¨¢tica contundencia propia de una certidumbre. ?Responde tal certidumbre a la demostrada valent¨ªa de la mujer o bien al deber moral de estar siempre a favor de la v¨ªctima que pese al fatal error de haber salido inerme es, tanto m¨¢s eminentemente, De los Nuestros? Y Los Nuestros significa Los que Van a Ganar, Los que Tienen que Ganar o, en una palabra, Los que Ganan, porque es la Victoria lo que los define.
Por supuesto, nadie se atrever¨¢ a negarme que los buenos mucho antes y mucho m¨¢s acendradamente que Los Buenos son Los Nuestros; as¨ª lo declaran paladinamente ¡°Right or Wrong my Country¡± o ¡°A la patria se la defiende con raz¨®n o sin ella¡±. En los cines de Roma, en mi infancia, cuando estaban los indios en pantalla preparando alguna de sus fechor¨ªas y de pronto sonaban en off las trompetas de la caballer¨ªa americana toda la sala romp¨ªa en un clamor: ¡°Ecco li nostri¡±. Eran sin duda m¨¢s primitivos y por tanto m¨¢s clarividentes que los espa?oles, que dec¨ªan ¡°Los Buenos¡±. Por mi parte, no he vuelto a pisar el cine desde 1986, salvo dos excepciones de cortes¨ªa, pero cada vez me cabe menos en la cabeza que incluso personas le¨ªdas e ilustradas sean capaces de soportar una pel¨ªcula del Oeste m¨¢s.
Digamos finalmente que no solo pistolas y fusiles, sino todas las armas en general, la palabra lo dice, confieren el mayor de todos los poderes: el poder de vida o muerte. Fue Timur el Cojo (vulgo Tamerl¨¢n), que hizo 32 guerras, el que invent¨® las comunicaciones como instrumento de poder y fund¨® una formidable red de correos a caballo para aumentarlo y conservarlo. El incremento constante de las comunicaciones y de su rapidez ha sido lo que ha acelerado aceleradamente los cambios en el mundo y las mudanzas en la vida de los hombres y sus vicios.
Los Nuestros significa Los que Van a Ganar, Los que Tienen que Ganar o, en una palabra, Los que Ganan, porque es la Victoria lo que los define
As¨ª, en un mundo de grandes ciudades como el de hoy en d¨ªa, la caza ya no es una ocupaci¨®n general como siguen siendo la agricultura, la ganader¨ªa y hasta la pesca; la caza es casi solo una actividad particular, mayormente deportiva, y los cazadores son una mayor o menor minor¨ªa de la poblaci¨®n urbana y hasta rural. Solo he conocido un cazador profesional, que vend¨ªa lo que mataba, pero precisamente lo llamaban ¡°Fulano el Cazador¡± (he puesto Fulano, pero recuerdo perfectamente el nombre). Un muchacho corriente de ciudad no conoce las armas m¨¢s que por el inmenso y aplastante caudal de cultura impuesto en todo el mundo por las pel¨ªculas del Oeste.
Las armas de fuego fueron el instrumento capital de los h¨¦roes de la gran epopeya del Destino Manifiesto. Para un chaval que va al cine a matar animales, como los cazadores, es solo un sustitutivo, un Ersatz, de matar hombres. Las armas de fuego y los que las disparan solo se realizan con esta clase de v¨ªctimas supremas, solo estas colman y desbordan con espuma la copa de oro del poder de vida o muerte.
Para ilustrar la diferencia nada mejor que una vieja pel¨ªcula titulada Franco, ese hombre, de Jos¨¦ Luis S¨¢enz de Heredia, que era una biograf¨ªa apolog¨¦tica y hasta pedag¨®gica de Francisco Franco en la segunda parte de su vida. En un pasaje en que aparec¨ªa el General¨ªsimo cazando gamos del Monte del Pardo, en las proximidades de su residencia, la voz en off dec¨ªa: ¡°P¨®lvora descafeinada para quien durante tantos a?os la ha tomado pura¡±. El pobre, como amaba tanto a los espa?oles, no pod¨ªa disparar ni mandar disparar, ca?ones incluidos, contra ellos y ten¨ªa que contentarse con matar los inocentes gamos del monte del Pardo.
Rafael S¨¢nchez Ferlosio es escritor.
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