Europa y la modernizaci¨®n de Espa?a
Frente a la falsa sensaci¨®n de que la UE act¨²a contra nosotros, es necesario recuperar el compromiso con un proyecto que es indispensable para nuestro impulso econ¨®mico y para acometer reformas estructurales
Hoy quedan tres pa¨ªses europeos entre las siete primeras econom¨ªas del mundo. Dentro de diez a?os quedar¨¢n dos. En 2030 s¨®lo Alemania aguantar¨ªa en la lista, pero en 2050 ya no quedar¨ªa ninguno. ?Qu¨¦ significa esto? Que los Estados europeos son demasiado peque?os como para competir por separado en el mundo del siglo XXI. Tan sencillo como eso. Europa se enfrenta a un mundo que de aqu¨ª a 2030 va a sumar 2.000 millones de personas, fundamentalmente asi¨¢ticas, a la clase media, seg¨²n la definici¨®n del Banco Mundial. La presi¨®n sobre los recursos, las materias primas, el agua y los alimentos ser¨¢ enorme, dado que nuestro planeta es limitado y no tenemos otro de repuesto. El reequilibrio global ser¨¢ pr¨¢cticamente inevitable.
En este mundo marcado por la interdependencia y el cambio constante juntos somos m¨¢s fuertes. Europa tiene que conseguir que las oportunidades que ofrece la globalizaci¨®n no se vuelvan en su contra. Si no apostamos por la integraci¨®n, las sociedades europeas podr¨ªan verse superadas por las emergentes en desarrollo tecnol¨®gico, capacidad de crear empleo, costes de producci¨®n, talento y creatividad.
La Uni¨®n Europea sigue siendo el lugar cuya estructura econ¨®mica y social asegura una mejor calidad de vida. La demanda de una voz europea en el mundo es clara en ese sentido ¡ªrecordemos a Lula hablando de la UE como patrimonio de la humanidad¡ª porque es garant¨ªa de unos valores que representan lo mejor de nosotros mismos. Europa tiene un reconocido y envidiable Estado de bienestar. Es una de nuestras se?as de identidad colectiva y uno de nuestros principales motivos de orgullo. Sin esa voz europea el cambio ser¨¢ indudablemente peor.
En t¨¦rminos de igualdad econ¨®mica, la comparaci¨®n entre Estados Unidos y la Uni¨®n Europea es muy esclarecedora. El ratio de PIB per c¨¢pita entre el Estado m¨¢s rico y el m¨¢s pobre en Estados Unidos es de 2 a 1 (excluyendo al Distrito Columbia); mientras que en la UE es de 6,5 a 1. La desigualdad interestatal es mayor en Europa. Pero si hablamos en t¨¦rminos intraestatales las cosas cambian. El coeficiente de Gini (donde 0 es la igualdad absoluta y 1 es la desigualdad absoluta) medio en Europa es de 0,30 frente al 0,45 de media en Estados Unidos. China llega al 0,47. La sociedad americana (como la china) es muy desigual. En Europa ocurre lo contrario. Las sociedades son mucho m¨¢s igualitarias aunque la convergencia entre sus miembros est¨¦ a¨²n m¨¢s lejos. Esta es, de hecho, la gran tarea que tenemos en el horizonte.
La uni¨®n pol¨ªtica es la meta, y el proceso de?? creaci¨®n de ciudadan¨ªa es la manera de conseguirlo
Teniendo en cuenta los niveles de protecci¨®n social y los sistemas p¨²blicos de educaci¨®n y sanidad y sin saber de antemano en qu¨¦ posici¨®n social les fuera a tocar (una variante reducida del velo de Rawls), ?d¨®nde preferir¨ªan nacer si pudieran elegir?
Europa ha pasado por momentos malos. A principios de los a?os 80 se hablaba en nuestro continente de ¡°euroesclerosis¡±. Europa no crec¨ªa econ¨®micamente y destru¨ªa empleo de manera alarmante. Entonces tuvimos la imaginaci¨®n suficiente para crear el mercado ¨²nico que sent¨® las bases para el c¨ªrculo virtuoso de los a?os 90. Hoy necesitamos otra dosis de imaginaci¨®n en la apuesta por la integraci¨®n y por el libre comercio transatl¨¢ntico, que podr¨ªa tener un efecto, en cierto modo, comparable a aquello.
Sin embargo, hoy empieza a hacer mella la desafecci¨®n por Europa en Espa?a y en otros pa¨ªses europeos. Frente a la falsa y creciente sensaci¨®n de que la Uni¨®n Europea act¨²a contra nosotros es fundamental que nuestro compromiso europeo no se quiebre. Hay muchas razones que explican por qu¨¦, pero dos sobresalen en el horizonte inmediato.
En primer lugar, Espa?a necesita crecimiento econ¨®mico urgente y por tanto financiaci¨®n. Es la ¨²nica manera de frenar y reducir el desempleo, que sigue siendo el principal drama de nuestro pa¨ªs. Para que la econom¨ªa crezca son necesarias las reformas, pero tambi¨¦n el est¨ªmulo econ¨®mico empleado de manera inteligente y ¨²til. Espa?a ni tiene el dinero necesario ni tampoco logra que se lo presten a intereses razonables. Por eso Espa?a necesita a Europa. Sea porque el dinero s¨®lo puede llegar de all¨ª o porque s¨®lo ella tiene la capacidad de avalarnos, Espa?a no puede desvincularse de su compromiso europeo. No tiene otro recurso.
En segundo lugar, una Europa unida sigue siendo, como lo ha sido durante d¨¦cadas, nuestra gran esperanza de modernizaci¨®n. Necesitamos a Europa como catalizador reformista para acometer las reformas estructurales bloqueadas por los intereses creados en nuestro pa¨ªs, como ya pas¨® cuando Espa?a tuvo que adaptarse a los est¨¢ndares europeos para ingresar en la Uni¨®n.
Crece tambi¨¦n la tentaci¨®n de mirar hacia Europa buscando chivos expiatorios. Pero no debemos caer en la demagogia. Espa?a tiene que asumir la enorme responsabilidad hist¨®rica que tiene el momento en el que vivimos. Sin una voluntad clara y colectiva de modernizaci¨®n las soluciones que demandamos a nuestros socios estar¨¢n siempre condenadas al fracaso. Para eso se necesita el compromiso de toda la sociedad, incluyendo a sus ¨¦lites pol¨ªticas, empresariales y sociales.
Paso a paso se completa una larga traves¨ªa que nos ha permitido disfrutar de las cotas m¨¢s altas de bienestar del mundo
Es indudable que no todas las recetas que nos llegan desde Europa son las ideales. Hay otra manera de hacer las cosas por la que Espa?a tiene que luchar unida y convencida del proyecto europeo. Para ello tenemos que ser fuertes dentro de la Uni¨®n y volver a recuperar la posici¨®n que nunca debimos perder. Espa?a lleva demasiado tiempo alejada del n¨²cleo europeo, donde hoy ni est¨¢ ni se la espera. Es inaceptable. Espa?a tiene que volver a ser una referencia en el continente, estar en el centro de decisi¨®n y comportarse como un pa¨ªs comprometido, respetable y fiable.
Para volver al lugar que nos corresponde en Europa hay que demostrar lealtad, respeto a los dem¨¢s y debatir con argumentos serios para formular demandas razonables. Espa?a debe plantear sus reivindicaciones siendo consciente de que la base com¨²n que nos une es tan amplia que siempre es posible encontrar espacios de acuerdo, alianzas y consensos beneficiosos para todos. Y, sobre todo, debe encontrar una aut¨¦ntica estrategia europea y abandonar las t¨¢cticas cortoplacistas.
Espa?a tiene que probar su voluntad reformista para acabar con los desequilibrios macroecon¨®micos y corregir los problemas estructurales. A cambio, necesitamos ayuda para volver a crecer econ¨®micamente en el corto plazo y un periodo de tiempo razonable para cumplir con nuestras obligaciones. Si no, nada de lo anterior ser¨¢ suficiente. Necesitamos tambi¨¦n una verdadera y urgente uni¨®n econ¨®mica y fiscal. El proceso est¨¢ ya en marcha, pero hay que acelerarlo. En los ¨²ltimos dos a?os hemos dado pasos antes inimaginables hacia la uni¨®n bancaria. El futuro fondo de garant¨ªa de dep¨®sito com¨²n ser¨¢ el embri¨®n de la uni¨®n fiscal. De la misma manera que el MEDE es el embri¨®n del prestamista de ¨²ltima instancia que requiere cualquier uni¨®n econ¨®mica de verdad.
Espa?a no deber¨ªa tener miedo a ceder soberan¨ªa. La uni¨®n pol¨ªtica es la meta y el proceso de creaci¨®n de ciudadan¨ªa es la manera de conseguirlo. La Uni¨®n debe corregir su dise?o institucional para dotarse de legitimidad democr¨¢tica y evitar que algunos gobiernos nacionales se conviertan en los aut¨¦nticos centros de decisi¨®n. Los ciudadanos perciben que las decisiones que m¨¢s les afectan se toman por l¨ªderes que no han elegido. Eso genera rechazo y desafecci¨®n. Por eso es urgente recuperar las instituciones europeas como punto de encuentro y consenso y hacerlas verdaderamente representativas. Es la mejor manera de luchar por la Europa que queremos.
El camino de la integraci¨®n europea parece largo y lento, pero es el ¨²nico posible si queremos que Europa siga siendo un actor relevante en el mundo, con algo que decir y que aportar. Paso a paso se completa una larga traves¨ªa que, no nos olvidemos, nos ha permitido disfrutar de las cotas m¨¢s altas de bienestar del mundo y de 70 a?os de paz.
De nosotros depende formar parte del proyecto o quedarnos a un lado. Y, por supuesto, quedarse a un lado es la peor de todas las opciones. Por eso, basta ya de eludir la enorme responsabilidad hist¨®rica que tenemos. Abordemos el debate de manera madura y constructiva. Se lo debemos a las generaciones que vienen. A nuestros hijos y a nuestros nietos.
Este momento podr¨¢ ser recordado como el revulsivo que necesitaban Espa?a y Europa para garantizar la prosperidad futura o como el episodio de m¨¢s miop¨ªa pol¨ªtica que se recuerde, germen de muchos otros problemas consecuencia de la falta de acci¨®n. Est¨¢ en nuestras manos.
El reto es ahora. Y la soluci¨®n s¨®lo puede pasar por Europa.
Javier Solana es presidente de ESADEgeo, el Centro de Geopol¨ªtica y Econom¨ªa Global de ESADE, y colaborador distinguido en la Brookings Institution.
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