Err¨®neos
Para ser honesto tienes que poner remedios radicales, que pasan por no envolver la verdad
En su novela (m¨¢s o menos) autobiogr¨¢fica, Entonces (Alfabia, 2013), la escritora Isabel N¨²?ez, musa literaria de Barcelona que muri¨® joven el a?o pasado, cuenta algo que debi¨® suceder en su infancia y que al parecer marc¨® su vida. Su madre, embarazada de ella, le dio una peque?a lima a otra hija de dos a?os. La ni?a termin¨® clav¨¢ndose la lima en un ojo. Un doctor trat¨® de reavivar ese ojo utilizando una nueva t¨¦cnica que ¨¦l inauguraba. No acert¨®. A partir de ese fracaso, este oftalm¨®logo eminente dej¨® de innovar. El crey¨® que fue culpable de su error y esa certeza lo inmoviliz¨® por completo. Rectific¨® desconfiando de su probable sabidur¨ªa.
Dice Isabel que a partir de entonces su vida estuvo se?alada: la madre crey¨® que las distracciones a las que la someti¨® su embarazo produjeron la desatenci¨®n de la que fue v¨ªctima la ni?a. Y ya desde el nacimiento ella fue marcada por una tragedia que Isabel cuenta con una crudeza que no le quita al texto ninguno de los elementos que debe contener un libro para ser bello. ¡°Seg¨²n mi padre¡±, escribe Isabel, ¡°por ese fracaso, el doctor W. se volvi¨® conservador y tard¨® a?os en incorporar otras v¨ªas que el resto de oftalm¨®logos hab¨ªan ya adoptado¡±.
El error paraliza y has de ser muy audaz para saltar esa barrera. ?ltimamente he escuchado mucho un viejo t¨®pico, que debi¨® poner en marcha un audaz o un desvergonzado: que rectificar es de sabios. No necesariamente. Rectificar no te hace ni m¨¢s ni menos sabio, te deja como eres, humano. No es cierto tampoco que no se tropiece dos veces en la misma piedra, ni que aquellos que no sacaron conclusiones de la historia est¨¦n condenados a repetirla. Tampoco es verdad que sepamos m¨¢s por viejos que por sabios. Todo eso es mentira, lo que pasa es que necesitamos paraguas para que no nos llueva, y usamos refranes para refrenar la verdad que tememos.
En el ¨¢mbito de la pol¨ªtica he escuchado recientemente mucho ese refr¨¢n autosatisfactorio, ¡°rectificar es de sabios¡±. Lo dijo Mar¨ªa Dolores de Cospedal cuando su partido empez¨® a rectificar sus actitudes con respecto a Jes¨²s Sep¨²lveda; luego lo he escuchado desde las filas de UPyD cuando su diputado Toni Cant¨® tuvo que rectificar, a su manera, lo que dijo acerca de la violencia de g¨¦nero y las cifras falsas que le prestaron. En ninguno de esos casos la rectificaci¨®n convirti¨® autom¨¢ticamente en m¨¢s sabios a los que lamentaron as¨ª los errores que quisieron ocultar detr¨¢s del uso del util¨ªsimo refr¨¢n. Es m¨¢s, creo que en el caso de la secretaria general del PP su audacia exculpatoria fue la rampa por la que ella misma lanz¨® a su partido a tolerar sin rubor la sucesi¨®n de errores que convirtieron el caso B¨¢rcenas (la madre de todos los casos) en un violento bumer¨¢n.
La rectificaci¨®n de los errores no te vuelve sabio sino honesto, si acaso, pero para ser honesto tienes que poner remedios radicales, que pasan por no envolver la verdad. O dices qu¨¦ pas¨® o te callas, pero si te agarras al refr¨¢n te expones al diluvio. Y en el diluvio estamos, y no necesariamente m¨¢s sabios. Ni, por lo que parece, mucho m¨¢s honestos. Sabio es el que sabe que no es sabio ni rectificando.
?jcruz@elpais.es
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