La otra tragedia griega
Acosados y con frecuencia agredidos por las huestes xen¨®fobas de Amanecer Dorado, cientos de miles de inmigrantes malviven en Grecia. Un limbo infernal, cargado de esperanzas, sue?os y peligros. Este es el retrato de la dif¨ªcil convivencia entre helenos y refugiados.
Un afgano que huy¨® de su pa¨ªs porque se convirti¨® del islam al cristianismo y tem¨ªa que lo fueran a linchar. Un sirio que abandon¨® su tierra cuando una bomba destroz¨® su casa. Un sudan¨¦s que cruz¨® la frontera a Libia despu¨¦s de que soldados mataran a su padre y violaran a sus hermanas. Los tres se han sumado a los r¨ªos de refugiados que fluyen, como siempre desde comienzos de la historia humana, de los lugares m¨¢s desdichados de la tierra, desem??bocando hoy en Atenas, la capital m¨¢s desdichada de Europa. Persiguen el sue?o europeo, pero se encuentran atrapados en el pantano de la crisis griega: indocumentados, indeseados, despreciados, luchan d¨ªa a d¨ªa para sobrevivir y conviven con la amenaza permanente de volver a sufrir la violencia que cre¨ªan haber dejado atr¨¢s en sus pa¨ªses de origen.
Los malos de esta historia son f¨¢ciles de identificar. El partido parlamentario de extrema derecha Amanecer Dorado (Chrysi Avgi en griego) utiliza a los migrantes extranjeros como los nazis utilizaban a los jud¨ªos: como los chivos expiatorios de las frustraciones y las desgracias que acosan a la sociedad. Amanecer Dorado gana adeptos alimentando la necesidad humana de desplazar a otros la responsabilidad por los problemas que uno tiene; se?alan a los ¨¢rabes, asi¨¢ticos y africanos (¡°subhumanos¡±, les llaman) que han entrado sin papeles legales en su pa¨ªs como los culpables de los males econ¨®micos de su pueblo. Acus¨¢ndoles de infectar a los griegos con sus enfermedades y de convertir el centro de Atenas en una jungla criminal, j¨®venes militantes de Amanecer Dorado van a la caza de los extranjeros en las calles, los mercados, los parques y los autobuses.
Los buenos de esta historia tambi¨¦n son f¨¢ciles de identificar. Son trabajadores de ONG o voluntarios griegos que hacen lo posible para ayudar a los refugiados, muchos de ellos hambrientos, enfermos o sin techo. Pertenecen a esa reducida y heroica clase de personas que uno ve en todos los rincones de la tierra donde hay masas de gente pas¨¢ndolo mal, pero en este caso su altruismo es especialmente sorprendente: ellos mismos padecen las consecuencias de la crisis econ¨®mica que ha arrasado a su pa¨ªs, sabiendo que muchos de sus com??patriotas compiten por comida con los refugiados en los basureros de Atenas. La misi¨®n de M¨¦dicos sin Fronteras (MSF), por ejemplo, consiste en ayudar a los refugiados (aunque muy pocos gozan del estatus oficial de ¡°refugiado¡±), pero ellos, como otras ONG, oyen un clamor creciente de los propios griegos, el 30% de los cuales no tiene acceso hoy a la salud p¨²blica. Les preguntan: ¡°?Por qu¨¦ no nos ayud¨¢is a nosotros en vez de a ellos? ?Qui¨¦n les invit¨®?¡±.
Amanecer Dorado son los malos, pero no es dif¨ªcil comprender por qu¨¦ se han convertido en la tercera fuerza pol¨ªtica del pa¨ªs, en v¨ªas de convertirse en la segunda. En tiempos de inseguridad, confusi¨®n e incertidumbre, los que salen ganando muchas veces son los que ofrecen salidas simplistas a problemas complejos. Vinculados a grupos neonazis en Alemania, han aprendido las lecciones populistas de la era Hitler. Magnifican el peligro que representan los refugiados y se postulan como los ¨²nicos y aut¨¦nticos defensores del pueblo. No hay ning¨²n griego que no se haya enterado de la existencia de un n¨²mero de tel¨¦fono al que los pensionistas pueden llamar para que un par de gorilas del partido les acompa?en a sus bancos, como protecci¨®n contra los temidos ¡°delincuentes¡± extranjeros, a recoger sus pagas mensuales. No est¨¢ claro si es pura propaganda, pero llega a la gente. La ¨²ltima movida de Amanecer Dorado ha sido crear un organismo que llama ¡°M¨¦dicos con Fronteras¡±. Cuenta, proclaman, con una red de m¨¦dicos dispuestos a ofrecer consultas gratis solo para nativos.
El partido de extrema derecha ha creado ¡°M¨¦dicos con Fronteras¡±, una red para atender solo a los nativos
Los griegos, muchos de ellos, odian a los refugiados. Los refugiados, muchos de ellos, odian a los griegos. Habl¨¦ con m¨¢s de 20 personas, hombres y mujeres, procedentes de tres de los pa¨ªses m¨¢s peligrosos de la tierra ¨CAfganist¨¢n, Siria y Sud¨¢n¨C, y el consenso entre ellos era total: Grecia era un limbo infernal del que se quer¨ªan ir lo antes posible, aunque con pocas posibilidades de hacerlo, ya que los pa¨ªses del norte donde pretenden perseguir sus sue?os tampoco los quieren y presionan al Gobierno griego para impedir su salida.
Todos entran a Grecia v¨ªa Turqu¨ªa, don??de pr¨¢cticamente cualquiera es libre de entrar sin visado. Hoy llegan en barco a las islas helenas desde Turqu¨ªa, transportados por traficantes de personas a los que pagan pr¨¢cticamente todo el dinero que han ahorrado a lo largo de sus vidas. Hasta finales del a?o pasado, la mayor¨ªa lo hac¨ªa atravesando un peque?o r¨ªo en la frontera noreste de Grecia con el vecino pa¨ªs musulm¨¢n. Ya apenas pasan por ah¨ª porque el mes pasado acabaron de construir un nuevo tel¨®n de acero en Europa, una serie de vallas met¨¢licas similares a las que separan M¨¦xico de Estados Unidos.
Me encontr¨¦ con gente que hab¨ªa entrado de ambas maneras, por r¨ªo y mar, en las oscuras oficinas del Foro Griego para Refugiados, donde me invitaron a participar en una improvisada clase de ingl¨¦s. Hab¨ªa 14 alumnos, hombres y mujeres, y un profesor que me hizo de traductor. Todos eran afganos. Cuando les pregunt¨¦ qu¨¦ significaba Grecia para ellos, me contestaron casi al un¨ªsono: ¡°?Una parada de autob¨²s!¡±. Cuando interrogu¨¦ a los 14, uno por uno, el mensaje qued¨® a¨²n m¨¢s claro: les horrorizaba la idea de que Grecia podr¨ªa ser su destino final. Estaban aprendiendo ingl¨¦s, precisamente, porque ten¨ªan toda la intenci¨®n de irse al norte de Europa. Hab¨ªan vivido todos arduas y peligrosas traves¨ªas, y quedarse en Grecia supondr¨ªa rendirse. No se iban a rendir. Ni las m¨¢s j¨®venes o vulnerables. En el grupo hab¨ªa un par de hermanas de 14 y 24 a?os. Tras un mes de viaje por tierra ¨Cen autob¨²s, en burro y a pie¨C se subieron a un barco en Turqu¨ªa que parti¨® hacia Grecia, pero tres veces casi se hundi¨® y tres veces tuvo que regresar a puerto. Por fin tocaron tierra en una isla griega a mediados de diciembre. ?D¨®nde pensaban ir? ¡°Espa?a o Italia estar¨ªan bien porque hace buen tiempo, pero no hay trabajo¡±, dijo la mayor. ¡°Mejor Noruega¡±. ?Pero no hace demasiado fr¨ªo all¨¢? La hermana menor sonri¨® y contest¨®: ¡°Mucho fr¨ªo, s¨ª. Pero como un helado¡±. Toda la clase se rio.
Llamaba la atenci¨®n el buen humor de esta gente. Ten¨ªan todos pasados temibles, presentes dif¨ªciles y futuros tremendamente inciertos, pe??ro manten¨ªan todos la esperanza. O, m¨¢s bien, la seguridad de que llegar¨ªan alg¨²n d¨ªa a sus tierras prometidas, a Oslo, Estocolmo, Fr¨¢ncfort, Londres. Los hombres me contaron que dorm¨ªan junto a otros 20 en habitaciones poco m¨¢s grandes que el cuarto en el que apenas cab¨ªamos sentados 14. No muy agradable parada de autob¨²s, les suger¨ª. ¡°Ya¡±, contest¨® un chico animado de 20 a?os, ¡°pero el autob¨²s llegar¨¢. Sabemos que llegar¨¢¡±. Todos asintieron en¨¦rgicamente con la cabeza, todos volvieron a sonre¨ªr. Hasta que les pregunt¨¦ a los hombres qu¨¦ hac¨ªan durante el d¨ªa, c¨®mo era la calle ateniense, y el tono de la conversaci¨®n cambi¨®. Se acabaron las bromas y las risas.
¡°No entiendo por qu¨¦ nos dejan entrar si despu¨¦s nos tratan tan mal¡±, dijo el chico de 20 a?os, generando murmullos de asentimiento. ¡°La gente nos insulta en la calle todo el tiempo¡±, dijo un hombre de unos 45 a?os¡±. Y lo peor es que tambi¨¦n nos asaltan¡±. ?l y otro hombre, de los ocho reunidos ah¨ª, hab¨ªan sido asaltados en los tres meses anteriores. ¡°Sal¨ª del lugar donde vivo¡±, dijo el primero, ¡°vi a un ni?o peque?o, le salud¨¦, el ni?o se lo cont¨® a su padre y al poco rato aparecieron cuatro hombres con palos. Me dejaron tirado en la calle, inconsciente, y durante una semana no pude caminar¡±. El segundo hombre, de 30 a?os, fue atacado en un parque a medianoche por tres hombres con palos. ¡°Lo report¨¦ a la polic¨ªa, pero descubr¨ª que ellos estaban del lado de mis asaltantes. No me hicieron caso¡±.
?Qui¨¦nes fueron los agresores? Me miraron como si fuera la persona m¨¢s ingenua del mundo. ¡°Amanecer Dorado, por supuesto¡±.
El d¨ªa despu¨¦s de mi encuentro con los afganos en la clase de ingl¨¦s, un paquistan¨ª fue asesinado a cuchillazos. La polic¨ªa no suele intervenir en casos de asaltos a los extranjeros, ni siquiera si se encuentran en la escena del crimen cuando ocurren. Pero en este caso no tuvieron m¨¢s remedio. Detuvieron a dos griegos j¨®venes en cuyas casas descubrieron material impreso electoral de Amanecer Dorado.
Desde 2004, Grecia solo ha concedido asilo a seis de los 6.000 solicitantes, asegura el Foro de Refugiados
Yo no me enter¨¦ hasta que lo le¨ª en los peri¨®dicos, pero ese mismo d¨ªa del asesinato entrevist¨¦ a un sudan¨¦s llamado Hassan que tambi¨¦n fue agredido por los hooligans de la extrema derecha griega, pero que se salv¨® de milagro. Ten¨ªa 32 a?os y era un tipo enorme; parec¨ªa un jugador de baloncesto de la NBA. Hablamos en un centro evang¨¦lico donde pastores estadounidenses ofrecen comida y duchas gratis a los refugiados, con la idea de que a cambio se sometan a clases de instrucci¨®n cristiana. Pocos su??cumben, la mayor¨ªa sigue siendo musulmana, pero los pastores ¨Cde Oklahoma, de Carolina del Norte¨C no pierden la esperanza. Mantienen las puertas abiertas a todos. Teniendo en cuenta que la alternativa es deambular sin rumbo por Atenas, el lugar es acogedor. Tiene vistas que un hotel de cinco estrellas envidiar¨ªa. Mirando por un gran ventanal en un amplio espacio donde los refugiados comen, juegan al pimp¨®n y en algunos casos rezan, se ve con claridad, montando guardia sobre la antigua ciudad, el Parten¨®n. Pero a Hassan no pareci¨® llamarle mucho la atenci¨®n este recuerdo de las antiguas glorias griegas. ?l lo que quer¨ªa hacer era mostrarme sus cicatrices. Una en la frente, otra en un lateral de la cabeza y muchas m¨¢s en su enorme espalda, como si un capit¨¢n del siglo XVIII le hubiera castigado con latigazos en un barco esclavo. O, en este caso, como si las tropas de asalto de Amanecer Dorado hubiesen querido marcar sus siglas, similares a la esv¨¢stica nazi, en sus musculadas carnes.
Hassan no sab¨ªa qu¨¦ fue exactamente lo que pas¨®. Solo recordaba que caminaba por la calle a las once de la noche cuando le rodearon 12 hombres, todos montados en moto, todos gritando insultos racistas y pidi¨¦ndole que se volviera a ¡°la mierda de su pa¨ªs¡±. ¡°Se bajaron de las motos y me empezaron a pegar con palos en la cabeza. Me desmay¨¦ y cuando me despert¨¦ ya no estaban, pero ten¨ªa la cabeza y el cuerpo ba?ados de sangre. Solo puedo suponer que me cortaron la espalda con navajas¡±.
Dijo Hassan que a veces llegaba a pensar que Grecia era incluso m¨¢s peligrosa que su pa¨ªs. Era mucho decir, ya que sali¨® corriendo de su tierra en mayo de 2011, despu¨¦s de que soldados del ej¨¦rcito gubernamental irrumpieran en su pueblo, quemaran su casa, mataran a su padre y violaran a sus dos hermanas. Pero el caso fue que en Atenas, en la cuna de la democracia, volvi¨® a vivir aquella pesadilla. Huy¨® de Sud¨¢n; quiere huir de Grecia. No puede porque no tiene dinero y porque Grecia no tiene frontera con ning¨²n pa¨ªs Schengen; no hay posibilidad de moverse libremente por Europa sin salir primero de Grecia por aire o por mar.
Wahid, el converso cristiano afgano, se encuentra igualmente atrapado. Entr¨® en Grecia a finales de 2011 por la frontera terrestre, tras cruzar el r¨ªo, con su mujer y su hija peque?a. Se esperaba otra cosa.
¡°La polic¨ªa nos llev¨® a un centro de detenci¨®n¡±, record¨® Wahid, de 34 a?os. ¡°La primera sorpresa fue el trato violento; despu¨¦s, la cantidad de gente concentrada en un reducido espacio, el mal olor, la suciedad, los ba?os todos rotos. Mi ni?a, de 10 a?os, estaba enferma y con hambre, pero nadie le quiso dar de comer. Esperaba encontrarme con gente que respetase a las mujeres y a los ni?os, al menos, ya que la Uni¨®n Europea siempre habla de los derechos humanos en Afganist¨¢n¡±.
Esperaba demasiado. Todos los refugiados con los que habl¨¦ denunciaron las p¨¦simas condiciones en los centros de detenci¨®n como al que llevaron a Wahid, donde hay decenas de miles de extranjeros encarcelados. La propia Comisi¨®n Europea se ha sumado a las protestas, declarando que la gente est¨¢ detenida en centros ¡°superpoblados¡± y ¡°muy por debajo de los est¨¢ndares internacionales¡±. Wahid se sorprendi¨® con lo que se encontr¨® a su llegada, pero tras 15 meses en Grecia ha aprendido a reducir dr¨¢sticamente sus expectativas. ¡°La Administraci¨®n p¨²blica es un desastre en todo, entonces, ?c¨®mo no lo va a ser a la hora de atender a los refugiados? Pedir asilo aqu¨ª es una p¨¦rdida de tiempo¡±. Lo es. Seg¨²n Yunus Mohammadi, que preside el Foro Griego para Refugiados, donde particip¨¦ en la clase de ingl¨¦s, de las 6.000 solicitudes de asilo hechas desde 2004, solo seis han sido concedidas, el porcentaje m¨¢s bajo de toda Europa. La mayor¨ªa de los refugiados no se molestan siquiera en iniciar las gestiones, me dijo Mohammadi, porque saben que tendr¨¢n que esperar ¡°para siempre¡±.
Lo que le molesta a Wahid, un hombre menudo que habla bien el ingl¨¦s, es que aparentemente no exista ning¨²n funcionario p¨²blico al que le interese saber por qu¨¦ huy¨® de Afganist¨¢n. ¡°Migrar no es una acci¨®n criminal. Quiz¨¢ ver¨ªan que tenemos buenos motivos para hacerlo, si solo nos preguntaran¡¡±.
Tras alcanzar Grecia, los extranjeros quedan atrapados: el pa¨ªs carece de frontera terrestre con el espacio? Schengen
La historia de Wahid es inusual. Se fue a Ir¨¢n con su familia en 1997 despu¨¦s de que los talibanes cerraran los colegios y las universidades de su pa¨ªs. Volvi¨® a Afganist¨¢n en 2004 cuando las fuerzas de la OTAN ya hab¨ªan expulsado a los talibanes del poder; aprendi¨® ingl¨¦s y periodismo, ¨¦l solo; trabaj¨® de periodista y despu¨¦s de traductor con el ej¨¦rcito estadounidense, acompa?ando a las tropas en sus misiones en tierra enemiga. Volvi¨® al periodismo despu¨¦s de 14 meses, conoci¨® a un predicador protestante americano y se convirti¨® al cristianismo. ?Por qu¨¦?, le pregunt¨¦. ¡°Por el mensaje de paz¡±. ?No es el islam una religi¨®n que proclama la paz? ¡°Puedes proclamar que tienes buen coraz¨®n, pero tus acciones revelar¨¢n la verdad¡±. ?Seg¨²n su experiencia, el islam no es pac¨ªfico? ¡°No en mi experiencia, en la del mundo¡±.
Si Wahid delata amargura cuando habla de la religi¨®n de sus padres es porque tiene sus razones. ¡°Ser cristiano abiertamente en Afganist¨¢n, a¨²n con los americanos ah¨ª, es como pertenecer a Al Qaeda en Europa. Imposible hacerlo abiertamente. Celebr¨¢bamos servicios religiosos en secreto, y un d¨ªa, en 2010, la polic¨ªa nos pill¨®. Solo que yo no estaba ese d¨ªa. Se llevaron a cuatro compa?eros a una celda, y si no hubiera sido por la intervenci¨®n del embajador americano, una turba los habr¨ªa linchado¡±. La hija de Wahid iba a un colegio donde, inevitablemente, le ense?aban el Cor¨¢n. ¡°Yo hablaba de amor y perd¨®n en casa, ella volv¨ªa de las clases y nos dec¨ªa que, seg¨²n su profesora, ten¨ªamos que odiar a los infieles cristianos y que ir¨ªan todos al infierno¡±. Aterrado de que su hija lo delatara sin querer en el colegio, Wahid decidi¨® marcharse de Afganist¨¢n.
Algunos afganos huyen del peligro, como ¨¦l. Otros emigran por razones econ¨®micas. No duda, me dijo, de que vendr¨¢n muchos m¨¢s, por ambos motivos, cuando las tropas de combate estadounidenses dejen Afganist¨¢n en 2014. ¡°Habr¨¢ anarqu¨ªa, habr¨¢ terror, habr¨¢ una avalancha de refugiados hacia Europa¡±.
Hoy, en este preciso momento, la avalancha amenaza con venir de Siria, donde se est¨¢ librando quiz¨¢ la guerra m¨¢s despiadada del mundo. Habl¨¦ con un hombre de all¨¢ en el centro evang¨¦lico de los pastores estadounidenses, con el ¨¦pico Parten¨®n una vez m¨¢s de fondo. Se llamaba Gharib, ten¨ªa 52 a?os y el presente le pesaba demasiado como para dejarle tiempo para reflexionar sobre el significado hist¨®rico de esa famosa mole en cuyos alrededores los primeros fil¨®sofos inventaron la democracia. Para Gharib, un hombre de aspecto culto que si se pusiera traje y corbata parecer¨ªa el gerente de un banco, Grecia es un pa¨ªs b¨¢rbaro. No tanto como el suyo hoy, pero s¨ª comparado con lo que se hab¨ªa esperado de Europa.
Esa misma ma?ana, me cont¨®, la polic¨ªa le hab¨ªa echado de una casa abandonada, sin luz y agua, donde hab¨ªa estado viviendo con otros cuatro compatriotas sirios. No ten¨ªa dinero y, me dijo, no sab¨ªa d¨®nde iba a dormir esa noche. Hablando como en trance ¨Cparte en ingl¨¦s, parte en franc¨¦s¨C me dijo que hab¨ªa llegado a Grecia a mediados del a?o pasado.
¡°Mi casa en Siria fue destruida por una bomba, y mis cuatro hijas y mi hijo y mi mujer est¨¢n en la calle esperando a que les d¨¦ buenas noticias, pero no puedo ayudarles, pido perd¨®n. No ten¨ªa dinero para traerlos a todos y me fui andando durante diez d¨ªas a la frontera turca, y mi idea era venir a Europa y mandarles dinero y pagarles el viaje, pero me tuvieron tres meses en la c¨¢rcel y no he podido, pido perd¨®n. En mi ciudad, mis hijos duermen en la calle con bombas, y yo duermo en la calle aqu¨ª sin bombas. Pido perd¨®n¡±.
Gharib habla alem¨¢n. Su plan, imposible hoy por falta de fondos para pagar a los traficantes (que, seg¨²n ¨¦l, se encargan de que uno viaje en avi¨®n sin documentos legales), es irse a Austria o a Alemania. ¡°Todas las noches rezo para poder irme de este pa¨ªs. Grecia es un burro; Alemania, un coche. Le pido a Dios que me deje subirme al coche¡±.
¡°No fue un error dejar mi pa¨ªs. Un d¨ªa saldr¨¦ de aqu¨ª a una vida mejor¡±, conf¨ªa Hassan, v¨ªctima de una agresi¨®n
El problema es que la mayor parte de la poblaci¨®n griega tambi¨¦n quisiera subirse a un coche, quisiera ver se?ales de una mejora de vida, quisiera tener las seguridad de saber que ma?ana habr¨¢ comida sobre la mesa y un techo encima. Y no quieren tener que competir por estas necesidades b¨¢sicas con gente cuya llegada a su pa¨ªs no podr¨ªa haber sido menos providencial. Tuve una conversaci¨®n en un contexto muy diferente al refugio de los evang¨¦licos norteamericanos, en la planta noble de un edificio a pocos pasos del Parlamento griego, con el presidente de la C¨¢mara de Comercio de la ciudad. Constantine Michalos me explic¨® la visi¨®n general que tienen los griegos de los extranjeros no invitados, que, en sus palabras, han ¡°invadido¡± su capital. ¡°Hay una bomba de relojer¨ªa de criminalidad en el centro de Atenas¡±, me dijo. ¡°He hablado con el jefe de polic¨ªa y su mayor temor es que un d¨ªa de estos explote. Esta gente que viene de fuera es muy violenta, y hay m¨¢s de un mill¨®n de ellos¡±.
Quiz¨¢ haya m¨¢s de un mill¨®n, si se incluye a aquellos que est¨¢n legalmente dentro del pa¨ªs; pero, seg¨²n cifras aportadas por MSF, el n¨²mero real de extranjeros sin papeles en Grecia se acerca m¨¢s al medio mill¨®n, probablemente la mitad de ellos en Atenas. Aunque nadie sabe con seguridad los n¨²meros verdaderos. La exactitud estad¨ªstica no es un don de la Grecia moderna, y mucho menos de Amanecer Dorado, cuyo inter¨¦s reside en agrandar los n¨²meros para inflamar los sentimientos xen¨®fobos. Michalos, un empresario privilegiado, educado en los mejores colegios ingleses, dice que aborrece el racismo de la extrema derecha de su pa¨ªs y que tambi¨¦n lo aborrecen ¡°tres cuartos¡± de los griegos que votan por ella. Pero aunque esto fuera verdad, lo que no est¨¢ en duda es que un creciente porcentaje de la poblaci¨®n ve un valor en su presencia callejera. Tampoco ven con malos ojos las atroces condiciones de vida en los centros de detenci¨®n de los refugiados. Porque lo ¨²ltimo que necesita el pa¨ªs m¨¢s da?ado por la crisis y con menos esperanza de salir de ella, seg¨²n Michalos, es m¨¢s personas a las que haya que dar de comer. ¡°Los centros de detenci¨®n mandan un mensaje: que Grecia no es la puerta del para¨ªso¡±, dice Michalos. ¡°Y en cuanto a Amanecer Dorado, a trav¨¦s de ellos, por m¨¢s abominables que sean, tambi¨¦n se lanza un mensaje disuasorio. La realidad es que ellos hacen el trabajo sucio del Gobierno. S¨¦, porque tengo buenos conocidos en el Parlamento, que los pol¨ªticos de centro-derecha que hoy gobiernan no critican tanto a Amanecer Dorado en privado como en p¨²blico¡±.
Desde un punto de vista totalmente diferente, Yunus Mohammadi, presidente del Foro Griego para Refugiados, tambi¨¦n detecta una conexi¨®n entre la extrema derecha y la agenda gubernamental. ¡°El primer ministro ha dicho que hay que reocu??par las ciudades, y en eso est¨¢n¡±, dijo Mohammadi. ¡°Antes de 2010, la sociedad estaba en contra de los ataques a los extranjeros, que ya ocurr¨ªan, pero en mucho menor volumen. Desde 2010, todo ha cambiado. Hay much¨ªsimos m¨¢s asaltos, y la gente normal se queda mirando, incluso ri¨¦ndose. A m¨ª me atacaron, sangr¨¦, se lo report¨¦ a la polic¨ªa y me dijeron que si me segu¨ªa quejando me meter¨ªan dos d¨ªas en la c¨¢rcel, y eso que yo hablo griego. Los dem¨¢s est¨¢n a¨²n m¨¢s indefensos. El grav¨ªsimo problema ahora es que la sociedad acepta esta violencia; se ha convertido en violencia democr¨¢tica. Es decir, Amanecer Dorado est¨¢ ahora en el Parlamento, as¨ª que ahora su violencia est¨¢ democr¨¢ticamente justificada¡±. El concepto, seg¨²n Yunus, est¨¢ internalizado en buena parte de la sociedad griega.
Pero no en toda, como me se?al¨® con admirable generosidad el gigante Hassan. Pese a lo que hab¨ªa sufrido en Grecia, dijo estar dispuesto a aceptar que no toda la sociedad griega es mala. ¡°La verdad¡±, agreg¨®, ¡°es que no se puede decir de ning¨²n pueblo que todos son malos¡±. Christos Christou le agradecer¨ªa el gesto.
Christou, actual presidente de M¨¦dicos sin Fronteras en Grecia, es un cirujano especializado en trasplantes de ri?¨®n que ha estado sin trabajo desde hace m¨¢s de seis meses. Podr¨ªa trabajar fuera, pero no piensa abandonar su pa¨ªs. Se va a quedar, dice, para ayudar en la salud p¨²blica y para participar en la lucha pol¨ªtica que su pa¨ªs tiene por delante. Participa y no se calla, y por ello hace unas semanas ¨¦l mismo se salv¨® por poco en el portal de su casa de una paliza de los militantes de Amanecer Dorado. ¡°Si no hubiera intervenido un vecino que simpatizaba con ellos, no s¨¦ lo que me habr¨ªa pasado¡±. Habiendo vivido el peligro en carne propia, entiende muy bien el terror al que se ven sometidos los extranjeros a los que MSF ayuda. ¡°Desde que Amanecer Dorado prometi¨® ¡®seguridad y limpieza¡¯, los migrantes se esconden, est¨¢n asustados y la polic¨ªa mira para el otro lado¡±, dijo Christou. ¡°Tambi¨¦n atacan a los homosexuales, por cierto. Pronto estar¨¢n quemando libros. Los l¨ªderes son nazis, son hooligans convertidos en pol¨ªticos¡±. Reconoce que la naturaleza humana es tal, que el mensaje simplista de Amanecer Dorado inevitablemente va a encontrar eco en la sociedad griega. El concepto del chivo expiatorio fue un invento del antiguo teatro griego que todas las sociedades, a su manera, replican. En el caso de la Grecia moderna, explica Christou, los refugiados cumplen esta necesidad, sirven para expiar culpas y evitar enfrentarse a la indignidad en la que un pueblo orgulloso de su historia ha ca¨ªdo. Lo de los ¡°M¨¦dicos con Fronteras¡± lo ve como una broma pesada, pero comprende la l¨®gica populista de la idea. MSF, como otras ONG, recibe m¨¢s y m¨¢s solicitudes de sectores necesitados de la poblaci¨®n griega. ¡°Los migrantes siguen siendo la gente m¨¢s abandonada, pero nuestros vecinos griegos buscan comida en las basuras, y la gente est¨¢ enferma, y hay m¨¢s griegos sin hogares que migrantes, y cada d¨ªa la situaci¨®n empeora. La gente no puede pagar sus alquileres. Muy r¨¢pidamente lo pierden todo y se encuentran en la calle¡±.
La medida del pozo en el que se ha hundido Grecia la da precisamente el hecho de que MSF, inicialmente concebida para ayudar a extranjeros necesitados, est¨¢ debatiendo seriamente la posibilidad de extender sus servicios a la poblaci¨®n nativa.
Exactamente en la misma tesitura se encuentra Nikos Gionakis, que preside un centro de salud mental llamado Babel, destinado hasta ahora a ayudar solo a extranjeros. El problema es que cuanto m¨¢s se recortan los fondos para la salud p¨²blica, m¨¢s necesidad hay de ayuda entre la poblaci¨®n griega. El propio Gionakis necesita ayuda. Ni ¨¦l ni ninguno de los que trabajan con ¨¦l ¨Cpsic¨®logos y psiquiatras, adem¨¢s de personal administrativo¨C han sido pagados desde junio del a?o pasado. No han pagado la luz ni el alquiler de sus oficinas desde septiembre. Mientras tanto, la potencial clientela de Babel est¨¢ en plena expansi¨®n. ¡°Mi temor¡±, die Gionakis, ¡°es que el mes que viene vendr¨¢n ni?os con problemas severos y no podr¨¦ ayudarles¡±. Pero ?c¨®mo se ayuda a s¨ª mismo?, ?c¨®mo vive ¨¦l? ¡°Pues como los dem¨¢s, gracias a la familia¡±, contesta. ¡°Mi mujer trabaja. Mis padres nos compran la comida. Esto es Grecia hoy. Mientras tanto, esperamos¡±. Esperan, entre otras cosas, amenazas de Amanecer Dorado. O m¨¢s amenazas, porque ya han recibido varias debido a la ayuda que prestan a los refugiados. Aun en tales condiciones, dice Gionakis, se ha dado un fen¨®meno alentador. Se est¨¢n presentando cada vez m¨¢s voluntarios en su centro a ofrecer ayuda gratis, entre ellos psicoanalistas de alto nivel. Incluso hay gente que ofrece dinero. ¡°Cada acci¨®n genera su reacci¨®n¡±, explica Gionakis. ¡°Al mismo tiempo que crece el sentimiento antiinmigrante tambi¨¦n crece la solidaridad¡±.
Es la diferencia entre gente que piensa con fronteras y sin fronteras. Los problemas cotidianos de los griegos, dice Gionakis, son casi id¨¦nticos a los de los refugiados. ¡°Ellos no conf¨ªan en el Estado griego; los griegos tampoco confiamos en el Estado griego. Por eso, todos debemos ayudarnos como podamos¡±. Pero hay algo que divide a los refugiados de los griegos, independientemente de su orientaci¨®n pol¨ªtica. Los refugiados sienten m¨¢s esperanza; conf¨ªan en un futuro mejor. Sus condiciones de vida son m¨¢s precarias, m¨¢s insalubres, m¨¢s peligrosas. Pero son personas m¨¢s acostumbradas que los griegos a existir en condiciones de extrema vulnerabilidad. Hoy, los griegos luchan por sobrevivir; los refugiados, la mayor¨ªa de ellos, han luchado por sobrevivir desde el d¨ªa en que nacieron. Y hoy, incluso m¨¢s que los que se aferran a la ilusoria bandera neonazi, son gente con un proyecto, un sue?o y un convencimiento de que, habiendo llegado tan lejos, nada les impedir¨¢ alcanzar su destino.
¡°No lamento haber dejado mi pa¨ªs¡±, dijo Hassan, v¨ªc??tima de aquel ataque de los motociclistas de Amanecer Dorado. ¡°No fue un error. Un d¨ªa saldr¨¦ de aqu¨ª a una vida mejor¡±. ¡°Llegar¨¦ a Austria o a Alemania y conseguir¨¦ trabajo y traer¨¦ a mi familia. Conf¨ªo en que Dios me ayudar¨¢¡±, confi¨® Gharib, el sirio. ¡°Grecia es mejor que Afganist¨¢n¡±, dijo Wahid, el cristiano converso, ¡°aunque peor que el resto de la Uni¨®n Europea. Quiz¨¢ pasen a?os, pero nos iremos de aqu¨ª y mi hija crecer¨¢ y vivir¨¢ en un pa¨ªs en paz¡±.
En la clase de ingl¨¦s en el Foro Griego para Refugiados, esos 14 afganos y su profesor eran, a primera vista, los m¨¢s desafortunados de la tierra. Pero ten¨ªan un plan, ten¨ªan una misi¨®n. Quiz¨¢ una misi¨®n imposible, pero ellos no se daban por vencidos. El fr¨ªo del Norte, como dijo la ni?a afgana de 14 a?os, no era un fr¨ªo insoportable, era un apetecible helado. Lo que para otros podr¨ªa parecer un limbo aterrador, para ellos era una parada de autob¨²s. Por m¨¢s tiempo que tuvieran que esperar, el autob¨²s llegar¨ªa. Su sue?o se cumplir¨ªa. A diferencia de muchos griegos y de muchos otros europeos, les arrastra la fuerza de la fe.
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