El secuestro de la galleta
Alemania ha vivido pendiente de un ins¨®lito robo reivindicado por el mu?eco Triky
?La calle m¨¢s larga de Hannover se llama Podbielski. Los lugare?os la llaman Podbi. Mide 5,2 kil¨®metros de longitud y conecta la zona c¨¦ntrica de la ciudad con las afueras. Al principio de la Podbi, en su extremo pr¨®ximo al centro urbano, se alza la central de la f¨¢brica de galletas Bahlsen, cuyos dulces productos tambi¨¦n se venden en Espa?a, por lo que no hace falta abundar aqu¨ª en explicaciones comerciales.
La Bahlsen es una f¨¢brica de toda la vida. Su fachada de gruesos muros de piedra aguant¨® los espeluznantes bombardeos del a?o 1944, as¨ª que es uno de los pocos elementos del mobiliario urbano vinculado con el antiguo pasado de Hannover. En dicha fachada, sobre una repisa a bastante altura del suelo, se encuentran desde 1913 dos figuras met¨¢licas en forma de j¨®venes reposteros que sostienen una galleta dorada. No es que sea de oro. En realidad es de bronce, pero tiene un revestimiento dorado que le da un hermoso brillo y la hace visible a distancia. Constituye el emblema de la empresa Bahlsen.
El 12 de enero del presente a?o, un empleado notific¨® la desaparici¨®n de la galleta. La pieza tiene un peso de 20 kilos, un tama?o de 40u50 cent¨ªmetros y los bordes dentados con 34 salientes. Al principio se atribuy¨® el robo a ladrones de metal, que en Alemania abundan y con frecuencia cometen sus fechor¨ªas en los cementerios. Se pens¨®, asimismo, en estudiantes calaveras, en una acci¨®n m¨¢s o menos art¨ªstica, incluso en un posible truco publicitario de la f¨¢brica.
El suceso habr¨ªa tenido apenas repercusi¨®n local, si no fuera por todo lo que vino despu¨¦s. Pronto se habl¨® de la galleta robada de Bahlsen no solo en Alemania, sino en Estados Unidos, Rusia, Australia y en otros muchos pa¨ªses. En Espa?a, demasiado ocupada actualmente consigo misma, solo unos pocos peri¨®dicos se hicieron eco de una ocurrencia que ha tenido tan ocupada a la polic¨ªa como a los medios internacionales de comunicaci¨®n.
Delito y delincuente suscitaron tal ola de simpat¨ªa que el denunciante tuvo que reconsiderar su postura
D¨ªas despu¨¦s de la desaparici¨®n de la galleta, un peri¨®dico de Hannover recibi¨® una carta con las reclamaciones del secuestrador. El texto estaba compuesto, a la manera habitual de las pel¨ªculas, por letras y palabras recortadas de revistas, y pegadas sobre una hoja de papel. Iba acompa?ado de una fotograf¨ªa de la galleta y del que la hab¨ªa mangado, que no era otro que Triky (Cookie Monster, nuestro Monstruo de las Galletas), el c¨¦lebre mu?eco azul de Barrio S¨¦samo. Sus exigencias, expresadas con descaro infantil, dieron la vuelta al mundo, causando las consiguientes sonrisas y complicidades. Triky ordenaba el donativo de 1.000 euros a un asilo de animales y una notable cantidad de galletas a un hospital pedi¨¢trico de la ciudad; pero no de cualquier clase de galletas, ojo, sino de las de chocolate con leche y de ning¨²n modo de las de chocolate oscuro ni de las otras sin chocolate. Dichos pormenores y la identidad del secuestrador desataron, dentro y fuera de Alemania, una oleada de simpat¨ªa hacia el delito y el delincuente.
Sin el menor atisbo de humor, el jefe de la empresa, Werner Michael Bahlsen, ofreci¨® una recompensa de 1.000 euros a quien ayudase a recuperar la met¨¢lica galleta. Puso el caso en manos de la polic¨ªa, que inici¨® las pertinentes y sesudas pesquisas. Se estudiaron las im¨¢genes grabadas por las c¨¢maras de los alrededores y de las paradas del tranv¨ªa. Pasaron los d¨ªas. Entretanto, el asunto alcanz¨® un enorme seguimiento en la televisi¨®n, las emisoras de radio y las redes sociales, y el jefe de Bahlsen se dio cuenta de que estaba haciendo un feo papel y se vino a partido. En un arrebato de generosidad, aument¨® la cantidad de galletas que pensaba donar no solo al hospital de ni?os, sino a otros centros similares.
El 5 de febrero apareci¨® la galleta atada con una cadena al cuello de la estatua del caballo rampante que preside la entrada de la Universidad de Hannover. Para entonces ya cab¨ªan pocas dudas de que Triky no hab¨ªa actuado solo. Tanto el emplazamiento original como la estatua del caballo quedan a una altura de no f¨¢cil acceso.
De entonces ac¨¢, Triky ha concedido una entrevista a una cadena privada de televisi¨®n en compa?¨ªa de sus compinches, estos con las caras cubiertas: dos varones y una mujer. Ahora sabemos que el secuestrador no us¨® una escalera de mano, como se especul¨® en un principio (por m¨¢s que habr¨ªa hecho falta una de nueve o 10 metros), sino que trep¨® con una cuerda por la fachada de la f¨¢brica. Sabemos tambi¨¦n que la polic¨ªa, a pesar de que est¨¢ claro que ha sido Triky, sigue dale que te pego a sus indagaciones y ha mandado la galleta a un laboratorio en busca de posibles rastros de ADN. Bahlsen prometi¨® repartir m¨¢s de 50.000 galletas en distintos centros de beneficencia. Semanas despu¨¦s de la recuperaci¨®n del emblema, a¨²n no hab¨ªa cumplido. El otro d¨ªa pas¨¦ por delante de la f¨¢brica. Las siluetas de los reposteros, desnudos a pesar de las g¨¦lidas temperaturas invernales, quedaban bastante rid¨ªculas sin la dorada galleta que sosten¨ªan.
Fernando Aramburu es escritor.
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