Grace Coddington, una vida de moda
Muchos descubrieron a Grace Coddington gracias al documental ¡®The september issue¡¯, pero esta estilista lleva d¨¦cadas protagonizando y creando memorables im¨¢genes en ¡®Vogue¡¯. Sus memorias ofrecen un relato en primera persona de los protagonistas y los cambios de la industria del ¨²ltimo medio siglo.
?Qui¨¦n es Grace Coddington? Es una pregunta que muchos se hicieron despu¨¦s de ver el documental The september issue. Aquella pel¨ªcula de 2009 mostraba el proceso de elaboraci¨®n del n¨²mero m¨¢s importante del a?o de la revista Vogue y ofrec¨ªa luz sobre la enigm¨¢tica figura de Anna Wintour, directora de la publicaci¨®n y una de las mujeres m¨¢s poderosas de la industria de la moda. Buena parte del ¨¦xito de la cinta, sin embargo, reside en que el p¨²blico se enamor¨® de Grace Coddington, directora creativa de la cabecera.
El inter¨¦s por esa mujer rom¨¢ntica y testaruda, que lleva m¨¢s de 35 a?os creando memorables im¨¢genes de moda, se dispar¨®. A partir del estreno, en Chelsea ¨Cdonde viv¨ªa y vive¨C la gente la reconoc¨ªa; paseando por Manhattan, tras una cena con Nicolas Ghesqui¨¨re, los m¨®viles asomaban desde los bares. ¡°Grace, Grace. Oh, Dios, es ella¡±, o¨ªa a su paso. Ante la avalancha de preguntas, la septuagenaria inglesa se encontr¨® meditando acerca de algo para lo que nunca crey¨® llegar a ser ¡°lo bastante vieja o lo bastante interesante¡±: escribir sus memorias.
Pasamos a Grace, la autobiograf¨ªa que Turner publica en espa?ol. Aunque la estilista sostiene que ¡°The september issue es la ¨²nica raz¨®n por la que a alguien le pueda sonar mi nombre¡±, el aficionado a la moda lee ese arranque de modestia negando vehemente con la cabeza. En primer lugar, porque esta no es su primera incursi¨®n editorial. Public¨® un libro que recopilaba sus mejores fotograf¨ªas en Vogue cuando cumpli¨® 30 a?os all¨ª y tambi¨¦n sac¨® a la luz sus dibujos de gatos en The catwalk cats. En segundo, porque tampoco esas dos se pueden considerar sus ¨²nicas incursiones narrativas. Las sesiones de moda que ha ideado y realizado ¨Cprimero en la edici¨®n brit¨¢nica y luego en la estadounidense de la revista¨C la acreditan como una de las mejores contadoras de historias de la prensa en los ¨²ltimos a?os. La diferencia estriba en que esta vez Grace utiliza palabras. Y en que la que cuenta es su propia historia y no una fantas¨ªa.
Y qu¨¦ historia. El trayecto que separa su infancia en una brumosa playa de la isla de Anglesey, al norte de Gales, de la cima de la industria de la moda no solo muestra una asombrosa capacidad para transformarse, sino que est¨¢ llena de an¨¦cdotas con personajes fascinantes, de Mick Jagger a Helmut Newton. Coddington asegura no haber le¨ªdo m¨¢s de dos libros en toda su vida y salta a la vista que su talento es m¨¢s visual que literario, pero la sucesi¨®n de peripecias es tan entretenida y jugosa que se cuenta sola.
Pamela Rosalind Grace Coddington naci¨® el 20 de abril de 1941. Se crio en un hotel costero con poco encanto que quedaba desierto en invierno, sepultado bajo una fina y persistente lluvia. De madre estoica y padre introvertido, fue una ni?a solitaria y enfermiza que dej¨® la isla a los 18 a?os, en 1959, para buscar fortuna en Londres con su amiga Angela. ¡°Anglesey no brindaba muchas opciones: o acabas en una f¨¢brica de relojes o de camarera¡±, escribe.
Con buen criterio, una amiga de la familia le recomend¨® un cambio de firma, ya que su tercer nombre era m¨¢s carism¨¢tico que el primero. Recort¨® un cup¨®n de la revista Vogue, que ya era su favorita, y se apunt¨® a un curso de modelo de dos semanas por 25 guineas en la academia Cherry Marshall. ¡°Ser modelo parec¨ªa el modo perfecto de fugarme a un mundo de riqueza y emoci¨®n, la oportunidad de viajar y encontrar personas interesantes (¡). Adem¨¢s me encantaba ver ropa bonita en bonitas fotograf¨ªas, y ah¨ª so?aba con estar yo¡±.
Es inevitable que las memorias de Grace tengan un importante peso visual. Los dibujos le sirven para relatar situaciones como su primera sesi¨®n de fotograf¨ªas, en la que Norman Parkinson le pidi¨® que corriera desnuda por el bosque. Y las fotograf¨ªas acreditan su capacidad para mudar su aspecto, su olfato para anticiparse a las modas y su sensibilidad para detectar el talento. Un retrato de David Montgomery muestra el corte de pelo de cinco puntas que Vidal Sassoon cre¨® para ella en 1965 y otro de Jeanloup Sieff exhibe el maquillaje de intensas pesta?as que hizo suyo antes que Twiggy lo popularizara. A pesar de sus logros, el relato siempre mantiene ingenuidad y candidez. Coddington parece concederle igual importancia a sus c¨¦lebres amistades que al contenido de la maleta que llevaba de una sesi¨®n a otra cuando en estas no hab¨ªa maquilladores ni estilistas y la maniqu¨ª deb¨ªa asegurarse de contar con zapatos negros y sujetador con relleno para ser contratada.
La prometedora carrera como modelo de Grace ¨Ca la que John Cowan apod¨® el bacalao en oposici¨®n a Jean Shrimpton, la gamba¨C se vio truncada ¡°justo cuando empezaba a tomar velocidad¡± por un accidente de tr¨¢fico que le cort¨® de cuajo el p¨¢rpado izquierdo en 1961. ¡°Por suerte, me encontraron las pesta?as¡±, escribe con sangre fr¨ªa. Cinco operaciones de cirug¨ªa la tuvieron apartada del negocio durante dos a?os. Cuando volvi¨®, se invent¨® ese maquillaje espeso y negro alrededor de las cuencas. ¡°A la gente le gustaba, aunque claramente era una forma de camuflaje, para disimular el estropicio¡±.
En los a?os sesenta, Grace vivi¨® a caballo entre Londres y Par¨ªs. Mary Quant, Catherine Deneuve o la casa de David Hamilton en Saint-Tropez salpican el ¨²ltimo tramo de su etapa como modelo. Al final de la d¨¦cada, Coddington volvi¨® a Londres y se impuso otro giro vital. Esta vez, con un doble matrimonio. En 1968 empez¨® a trabajar en Vogue como estilista, y en 1969 se cas¨® con el restaurador Michael Chow. El segundo enlace dur¨® apenas un a?o, pero el primero se ha demostrado como la relaci¨®n m¨¢s larga de su existencia.
Tal vez lo mejor que puede decirse de las aventuras de juventud de Coddington es que no palidecen al lado de un rival tan portentoso como es su posterior carrera de estilista. Cuando Grace Coddington encuentra su vocaci¨®n, la pasi¨®n por la moda desborda el relato y las an¨¦cdotas se suceden a una velocidad fren¨¦tica. Karl Lagerfeld o Manolo Blahnik formaban su pandilla en los a?os setenta, as¨ª que sus cenas y confidencias se mezclan con las delirantes peticiones de Helmut Newton y Guy Bourdin en las sesiones fotogr¨¢ficas. Viajes a Rusia, China o Jamaica y un segundo y tambi¨¦n fugaz matrimonio con el fot¨®grafo Willie Christie se enredan con las primeras colecciones de Azzedine Ala?a y las veladas junto a Linda y Paul McCartney. Si suena agitado, es porque seguramente lo era.
Entre lo m¨¢s interesante de sus memorias est¨¢ el an¨¢lisis del estilo y m¨¦todo de algunos de los mejores fot¨®grafos de moda. Su punto de vista ayuda a comprender mejor el trabajo de Bruce Weber, Annie Leibovitz, Irving Penn o Steven Meisel. Tambi¨¦n resulta esclarecedora la descripci¨®n que realiza del papel de maquilladores y peluqueros y c¨®mo radiograf¨ªa a colaboradores como Pat McGrath, Guido o Julien d¡¯Ys. Pero, por supuesto, lo que muchos quieren leer es lo que Coddington opina en realidad sobre Anna Wintour. Y Grace lo sabe.
Los caminos de estas dos mujeres se cruzaron en Londres. Coddington, de hecho, abandon¨® el Vogue brit¨¢nico en 1987, pocos meses despu¨¦s de que Wintour fuera nombrada directora de la revista. Una oferta como directora de dise?o en Calvin Klein y su relaci¨®n con el peluquero Didier Malige ¨C que viv¨ªa en Nueva York y es todav¨ªa su pareja¨C fueron los argumentos que Coddington esgrimi¨®, aunque nunca ocult¨® diferencias creativas con Wintour. ¡°Ella estaba mucho m¨¢s interesada en lo sexy que yo¡±, dijo entonces. Wintour recibi¨® la noticia el d¨ªa de su 38? aniversario y admiti¨®: ¡°Hubiera preferido otro regalo de cumplea?os¡±.
En Calvin Klein, Coddington comprendi¨® cu¨¢nto echaba de menos las revistas. Cuando, un a?o despu¨¦s, Wintour accedi¨® a la direcci¨®n de la edici¨®n estadounidense, Grace llam¨® para felicitarla y le pregunt¨® a su asistente si cre¨ªa que la dejar¨ªa volver. Anna la cit¨® unas horas despu¨¦s, ese mismo viernes, y le dijo: ¡°Empiezo el lunes. ?Quieres empezar conmigo?¡±.
La relaci¨®n entre ambas mujeres podr¨ªa considerarse como un antagonismo cl¨¢sico, necesario para escribir la trama de la moda contempor¨¢nea. Pero seguramente entra?a bastante m¨¢s complejidad de la que el p¨²blico le concedi¨® tras The september issue. ¡°Lo gracioso es que yo no ten¨ªa la menor idea de lo muy cascarrabias que soy hasta que me vi en la pel¨ªcula. Ahora ya no me sorprende eso que Anna dec¨ªa antes: que yo era la ¨²nica persona del sector que a veces logra torcerle la voluntad. La gente en la calle se dirige a m¨ª como si fuera la hero¨ªna de ese documental, yo creo que m¨¢s bien se trataba de mostrar las tensiones creativas que experimentamos Anna y yo trabajando juntas¡±.
Anna y Grace son dos caracteres formidables y dos formas de entender la moda que en parte se alimentan la una de la otra. Se definen por sus diferencias y probablemente tambi¨¦n se enriquecen por ellas. Anna, concede Grace, ha convertido Vogue en una marca global. Pero tambi¨¦n tiene reproches. ¡°Las revistas de ahora solo tratan de moda en parte, lo que no nos resulta f¨¢cil a las de la vieja guardia como yo¡±, confiesa. ¡°Me alegro mucho de haber vivido diez a?os en el Vogue estadounidense cuando a¨²n el elemento crucial era la moda. Desde entonces, Anna ha abierto el foco de forma radical¡±.
A Coddington no le interesa trabajar con famosos, prefiere centrarse en modelos, con las que establece una relaci¨®n maternal y protectora. Por eso, Wintour ha renunciado a encargarle las portadas con actrices o cantantes. Tampoco comprende muchas cosas del sistema de la moda actual, donde ¡°todo el mundo opina¡± y ¡°ya no hay secretos¡±. Durante los desfiles no toma notas: dibuja todo lo que ve y llena un cuaderno de bocetos. Unos 12 al a?o, a veces atestados de garabatos. Odia el barullo de los desfiles contempor¨¢neos, llenos de c¨¢maras y gente que te reparte peri¨®dicos y chucher¨ªas. Asegura que tuvo un ordenador en su despacho sin encender durante a?os y que todav¨ªa le cuesta enviar correos electr¨®nicos. ¡°Debo de ser la ¨²ltima editora de moda superviviente que viste a las modelos en vez de dejarle la tarea a un ayudante. Para m¨ª es crucial. El camerino es el ¨²nico lugar que te queda para comunicarte con la modelo y transmitirle tu idea de qu¨¦ estado de ¨¢nimo quieres reflejar sin interferir con el fot¨®grafo¡±.
Con este bagaje, no es de extra?ar su desagrado ante la forma en que se ha despersonalizado la industria y su oficio. Aunque Wintour sostiene que Grace tendr¨¢ un sitio en la revista mientras ella la dirija, Coddington no oculta que dentro de poco esta tal vez ya no sea lugar para ella. ¡°Uno de los aspectos de mi trabajo que m¨¢s me interesan es darle a la gente algo con lo que so?ar, igual que so?aba yo de peque?a mirando fotograf¨ªas. Todav¨ªa tejo sue?os y me inspiro en todo lo que puedo, buscando la parte rom¨¢ntica del mundo real, no del digital¡±.
Acaso esa sea la mejor respuesta que sus memorias proporcionan a la curiosidad que el documental levant¨® acerca de ella. Grace Coddington, estilista quijotesca y apasionada, es un testigo irreemplazable de la historia de la moda.
'Grace. Memorias', de Grace Coddington (editorial Turner)
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