Remedio y enfermedad
Gravar los dep¨®sitos en Chipre puede terminar perjudicando a la uni¨®n bancaria europea
Desde el inicio de la crisis, la Uni¨®n Europea se ha diferenciado claramente en la aplicaci¨®n de las terapias desarrolladas en Estados Unidos, de donde vino el contagio. El contraste de resultados es manifiesto. Aunque la econom¨ªa estadounidense est¨¢ lejos de alcanzar un ritmo de crecimiento aceptable, lo hace por segundo a?o consecutivo en el entorno del 2%, bien lejos de la recesi¨®n en la que est¨¢ inmersa el conjunto de la eurozona. La tasa de desempleo, del 7,7%, es tambi¨¦n significativamente m¨¢s baja, aunque insatisfactoria para las autoridades americanas, hasta el punto de que su banco central ha anunciado que no dejar¨¢ de mantener pol¨ªticas manifiestamente orientadas al crecimiento econ¨®mico hasta que ese desequilibrio se sit¨²e por debajo del 6,5% de la poblaci¨®n activa. En Europa, por el contrario, adem¨¢s de una pol¨ªtica monetaria menos laxa, hemos sincronizado todas las pol¨ªticas presupuestarias hacia una direcci¨®n de austeridad que lo que produce es m¨¢s recesi¨®n y desempleo, y ning¨²n avance en el desequilibrio priorizado, el de las finanzas p¨²blicas.
Al aumento de la deuda p¨²blica europea est¨¢n contribuyendo los apoyos a los bancos con fondos p¨²blicos. Sin embargo, la salud de las empresas bancarias est¨¢ lejos de la normalizaci¨®n, y sigue constituyendo un foco de inestabilidad. El caso de Chipre vuelve a ser representativo al respecto. Y con ¨¦l la inadecuaci¨®n de las decisiones adoptadas para la superaci¨®n de los problemas. Se quiere solventar el apoyo a un sistema bancario enfermo con una violaci¨®n de hecho del seguro de dep¨®sitos, reafirmado por las autoridades europeas tras las amenazas de que estos huyeran de los bancos europeos en octubre de 2008.
El supuesto remedio, gravar todos los dep¨®sitos bancarios, puede acabar siendo a¨²n peor que la enfermedad. Entre otras cosas porque pone en entredicho la vinculaci¨®n de acuerdos tan esenciales para la estabilidad bancaria como el aseguramiento de los dep¨®sitos. Este seguro homog¨¦neo en la eurozona se hab¨ªa constituido en una de las piezas esenciales de la reci¨¦n dise?ada uni¨®n bancaria; que ahora se cuestione, aunque sea bajo la forma de un impuesto m¨¢s o menos elevado sobre las sumas de los depositantes, penalizando igualmente a los peque?os, es una de las m¨¢s eficaces v¨ªas de generaci¨®n de desconfianza no solo en los bancos, sino en el conjunto de las autoridades que supuestamente gestionan la crisis de la eurozona. Los dep¨®sitos hasta 100.000 euros deber¨ªan respetarse, mantenerse sin gravamen alguno, y los de m¨¢s cuant¨ªa ¡ªlos que quedan fuera del seguro de dep¨®sitos¡ª, ser penalizados, al igual que otras deudas. Jugar con el ahorro de los ciudadanos es altamente peligroso, no solo para Chipre.
Con independencia de las variaciones que en las pr¨®ximas horas tengan lugar, ya sea en el Parlamento chipriota o a instancias de la UE y del FMI, el da?o ya est¨¢ hecho. En primer lugar, por la inquietud sembrada en los ciudadanos de la eurozona (desde luego, los de las econom¨ªas consideradas perif¨¦ricas). Pero tambi¨¦n sobre la ya mermada credibilidad de las instituciones europeas, de su capacidad para frenar una crisis en cuya g¨¦nesis nada tuvieron que ver quienes ahora son llamados a soportarla. Lo ocurrido ayer en los mercados financieros apenas es una insinuaci¨®n de lo que puede pasar si las torpezas y fundamentalismos siguen dominando.
Hora es de que se revisen esas terapias, y las de las econom¨ªas m¨¢s afectadas por la tensi¨®n de los mercados de deuda p¨²blica, abandonando esa suerte de pedagog¨ªa represora cargada de moralina, de escasa eficacia para resolver problemas econ¨®micos complejos y de impacto severo sobre el bienestar de los ciudadanos. Las econom¨ªas del centro y norte de Europa han de contribuir con est¨ªmulos decididos a la demanda, condici¨®n necesaria para que no se eternice esta crisis.
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