Marcados por los genes
Los an¨¢lisis gen¨¦ticos, que permiten conocer la propensi¨®n a padecer ciertas enfermedades, son una pr¨¢ctica creciente. Pero la privacidad de estos datos ¨ªntimos, almacenados en la Red, empieza a estar en peligro.
En marzo del a?o pasado, el gen¨¦tico Yaniv Erlich se sent¨® delante de la pantalla de su ordenador para enfrentarse a un rompecabezas casi imposible: identificar a los donantes an¨®nimos del Proyecto 1.000 Genomas, que persigue poner a disposici¨®n de los investigadores la secuencia completa del ADN de mil personas. Antes de convertirse en genetista, Erlich hab¨ªa trabajado como un pirata inform¨¢tico de guante blanco, asesorando a entidades financieras y compa?¨ªas de tarjetas de cr¨¦dito contra los ataques cibern¨¦ticos. A su lado ten¨ªa a Melissa Gymrek, una estudiante de doctorado del Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts (MIT), la cual le hab¨ªa ayudado a desarrollar un algoritmo matem¨¢tico especial.
Erlich y Gymrek examinaron los genomas de 32 hombres an¨®nimos. Solo conoc¨ªan su edad y que hab¨ªan residido en Utah (Estados Unidos). Se fijaron en unos patrones de repetici¨®n de secuencias que aparecen en sus cromosomas masculinos, Y (los cuales solo pasan de padres a hijos). Despu¨¦s compararon estas se?as de identidad sin nombre con los marcadores gen¨¦ticos existentes en las bases geneal¨®gicas p¨²blicas, que tienen nombres y apellidos. Estos bancos de datos son accesibles mediante Google. Son genealog¨ªas con un fin recreativo, formadas por participantes que quieren saber m¨¢s de su ¨¢rbol geneal¨®gico. Estos participantes suelen pagan unos doscientos d¨®lares por los test para averiguar sus marcadores gen¨¦ticos asociados al cromosoma masculino, e introducen esta informaci¨®n junto con sus apellidos. Los dos expertos lanzaron las huellas gen¨¦ticas an¨®nimas de sus donantes de Utah como cebo para ver si pod¨ªan pescar alguna identificaci¨®n en un mar de 135.000 apellidos.
Hubo suerte. La pesca se cobr¨® ocho peces. Pero Erlich y Gymrek todav¨ªa no pod¨ªan averiguar qu¨¦ apellido se correspond¨ªa con cada marcador. Los cient¨ªficos del MIT rebuscaron en otras bases de datos, en obituarios y en directorios online. Cruzaron la informaci¨®n y finalmente asociaron con ¨¦xito 50 marcadores masculinos con 50 apellidos reales. Publicaron la investigaci¨®n el pasado enero en la revista Science. El mundo cient¨ªfico se qued¨® boquiabierto. Con datos disponibles en Internet, Erlich y Gymrek hab¨ªan logrado bautizar con ¨¦xito una secuencia gen¨¦tica de un donante an¨®nimo sin que este tuviera que prestar su ADN para hacer la comparaci¨®n. En vez de hacer p¨²blicos los nombres, advirtieron al Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos (NIH) sobre la brecha de seguridad.
Los investigadores han averiguado la identidad de un donante a partir de sus genes
En un mundo virtual donde hay cada vez m¨¢s datos gen¨¦ticos en l¨ªnea, la privacidad empieza a ser casi imposible. Aunque los responsables de Proyecto 1.000 Genomas retiraron de sus bancos de datos la edad de los donantes ¨Cque permiti¨® la caza de apellidos de Erlich¨C, admitieron que era un parche temporal. ¡°Compartir los datos es esencial para el progreso cient¨ªfico, pero tenemos que compaginar esto y buscar soluciones para preservar el anonimato¡±, indic¨® Gymrek en una entrevista de Science. ¡°No creemos que la soluci¨®n estribe en bloquear el acceso a los bancos p¨²blicos de datos y las genealog¨ªas. La clave consiste en encontrar la manera de regular esta informaci¨®n para que no sea usada de forma maliciosa y sirva para el progreso de la ciencia¡±.
Ahora imagine la potencia que tendr¨¢n los ordenadores en 10 a?os. Imagine las nuevas habilidades de los piratas inform¨¢ticos. Alguien podr¨ªa asaltar los bancos de datos gen¨¦ticos en ese futuro pr¨®ximo y obtener su libro de instrucciones. Alguien desde otra parte del mundo podr¨ªa catalogar todos sus genes, incluidos aquellos que le predisponen a sufrir una enfermedad, y vender la informaci¨®n al mejor postor. Quiz¨¢ su compa?¨ªa de seguros. O su jefe. ¡°No solo hablamos de discriminaci¨®n gen¨¦tica. Las aplicaciones en ese futuro podr¨ªan incluir anuncios comerciales basados en tu construcci¨®n gen¨¦tica, o exhibir genomas de gente famosa¡±, asegura Erlich a El Pa¨ªs Semanal. La t¨¦cnica ser¨¢ cada vez m¨¢s f¨¢cil en el futuro. La informaci¨®n gen¨¦tica de las personas rebosar¨¢ en los servidores de los centros de investigaci¨®n y en las genealog¨ªas inform¨¢ticas. Ser¨¢ un bot¨ªn. ¡°No creo que las compa?¨ªas de seguros sean la mayor amenaza, ya que al menos aqu¨ª, en Estados Unidos, tenemos leyes que les proh¨ªben discriminar a la gente en base a la informaci¨®n gen¨¦tica¡±.
Por fortuna, Erlich es un gen¨¦tico del Instituto Whitehead ¨Cque forma parte del MIT¨C y est¨¢ genuinamente preocupado por la seguridad de los bancos gen¨¦ticos. La pel¨ªcula que mejor proyecta el uso malicioso que lleva a la discriminaci¨®n gen¨¦tica se escribe con las iniciales de las bases del ADN: GATTACA. En la escena inicial del filme, Ethan Hawke encarna a un muchacho que nace con defectos gen¨¦ticos, pero que lucha contra el destino impuesto por los genes para cumplir su sue?o de viajar al espacio. Quiere trabajar en un centro de preparaci¨®n de astronautas llamado GATTACA, pero tiene que vencer un obst¨¢culo insuperable. Sus padres decidieron concebirlo a la manera tradicional, corriendo el riesgo de nacer con imperfecciones gen¨¦ticas.
Por 75 euros y con una muestra de saliva se ofrecen an¨¢lisis sobre el riesgo de padecer ciertos males
Hawke rememora en el filme de Andrew Niccol la escena de su nacimiento. Al beb¨¦ se le pincha en el tal¨®n para extraerle una gota de sangre. El an¨¢lisis gen¨¦tico es casi instant¨¢neo. ¡°Diez dedos en las manos y 10 dedos en los pies, eso era lo ¨²nico que importaba antes. Ya no. A los pocos segundos de vida, ya se pod¨ªa saber el tiempo exacto y la causa de mi muerte¡±, dice el actor. La enfermera determina las probabilidades de sufrir una lesi¨®n neurol¨®gica (60%), depresi¨®n maniaca (40%), trastornos por falta de concentraci¨®n (89%) y trastornos cardiacos (en un 99%). La esperanza de vida de Ethan Hawke se fija en 30,2 a?os, pero el guion gira en torno al concepto de probabilidad. Los genes no fijan completamente el destino. El muchacho se aferra a ese 1% de esperanza que tiene de no sufrir da?os en el coraz¨®n y trata de disfrazar su propia identidad gen¨¦tica con la sangre, orina y material biol¨®gico prestados de un hombre perfecto dise?ado a medida (encarnado aqu¨ª por un excelente Jude Law). ?Hasta qu¨¦ punto corremos el peligro de deslizarnos a ese futuro?
¡°Me encanta esa pel¨ªcula, GATTACA¡±, responde Margaret Otlowski a El Pa¨ªs Semanal a trav¨¦s del correo electr¨®nico desde Australia. ¡°Sin embargo, no preveo esta clase de futuro tan extremo¡±. Otlowski es profesora y decana de la Facultad de Leyes de la Universidad de Tasmania. Y una de las expertas que m¨¢s han investigado la discriminaci¨®n gen¨¦tica en el mundo. ¡°Hay un asunto emergente que se parece mucho al de GATTACA, y es el hecho de que cada vez es m¨¢s barato secuenciar el genoma completo de una persona¡±.
Los precios han bajado, y de qu¨¦ manera. Por 99 d¨®lares (unos 75 euros), la compa?¨ªa 23andMe asegura que es capaz de construir un perfil gen¨¦tico fiable sobre 247 enfermedades gen¨¦ticas tales como la diabetes tipo 2, c¨¢ncer de pecho, dolencias hereditarias o el riesgo de degeneraci¨®n macular. Todo lo que hay que hacer es enviar una muestra de saliva dentro de un tubo y esperar ocho semanas a que te env¨ªen los resultados ¨Conline o por correo¨C en forma de ¡°usted tiene un riesgo gen¨¦tico del 52% de padecer una diabetes de tipo 2¡±. Obtener el marcador masculino en el que trabaj¨® Yaniv Erlich cuesta unos 200 d¨®lares (153,6 euros).
Xavier Estivill, investigador del Centro de Regulaci¨®n Gen¨®mica de Barcelona, us¨® los servicios de esa compa?¨ªa para averiguar sus propios marcadores gen¨¦ticos. Hasta el momento, la compa?¨ªa ha analizado el ADN de 200.000 personas, explica. Datos como marcadores gen¨¦ticos de pertenencia a grupos ¨¦tnicos o de genes cuya mutaci¨®n produce una enfermedad. Pero esta informaci¨®n puede servir para saber si a uno le sienta bien cierto medicamento. Adem¨¢s, los datos quedan en poder de esa compa?¨ªa.
Las demandas por discriminaci¨®n gen¨¦tica crecen a?o tras a?o en los tribunales de Estados Unidos
En 2003 se anunci¨® la descodificaci¨®n del genoma humano a partir de un pu?ado de individuos, tras d¨¦cadas de trabajo y 3.000 millones de d¨®lares (2.304 millones de euros). El progreso de la tecnolog¨ªa ha sido gigantesco. Compa?¨ªas norteamericanas como Life Technologies, en California, han anunciado la creaci¨®n de un secuenciador que ser¨¢ capaz de descodificar el genoma entero de un ser humano en un solo d¨ªa y por 1.000 d¨®lares, unos 750 euros ¨Cel precio actual oscila entre unos 3.000 y 7.500 euros¨C. El potencial de un genoma a 750 euros va a revelar de forma muy clara ¡°mucha m¨¢s informaci¨®n de un individuo que un simple an¨¢lisis gen¨¦tico o una bater¨ªa de an¨¢lisis¡±, asegura Otlowski. Ella advierte que habr¨¢ que tener mucho cuidado con los riesgos ¨¦ticos y legales, y sobre todo, ¡°los asociados a la discriminaci¨®n gen¨¦tica¡±.
GATTACA se estren¨® en 1997, un a?o despu¨¦s de la creaci¨®n de la oveja cl¨®nica Dolly. El filme recog¨ªa los temores del p¨²blico antes del fin de siglo. ?Pura ciencia ficci¨®n? En un documento del Consejo para una Gen¨¦tica Responsable (Council of Responsible Genetics o CRG, en ingl¨¦s) de Cambridge (Massachusetts) fechado en 2001, sus investigadores documentaron casos personales de discriminaci¨®n gen¨¦tica cuando la tecnolog¨ªa ya proporcionaba decenas de test gen¨¦ticos en cl¨ªnica:
¨C?Danny tiene siete a?os y su salud es perfecta, pero un test gen¨¦tico le predispone a sufrir una enfermedad cong¨¦nita del coraz¨®n (como le suced¨ªa a Ethan Hawke). El chico toma una medicaci¨®n para bajar ese riesgo, pero su compa?¨ªa de seguro m¨¦dico le deniega la cobertura argumentando que el gen lo ten¨ªa ya desde el nacimiento y, por tanto, no adquiri¨® la enfermedad.
¨C?Lisa est¨¢ preocupada por el rendimiento escolar de su hijo Jonathan. Tras unos test gen¨¦ticos, el doctor concluye que el muchacho tiene el s¨ªndrome fr¨¢gil del cromosoma X, una forma de retraso mental. Los responsables de la compa?¨ªa de seguros deciden eliminar a Jonathan de la cobertura m¨¦dica.
¨C?Kim era una trabajadora social que cuid¨® de su madre, que muri¨® por la enfermedad de Huntington, lo que supon¨ªa que ella ten¨ªa un riesgo gen¨¦tico de un 50%. A la semana de revelarlo, fue despedida.
La revista European Journal of Human Genetics public¨® en 2003 un art¨ªculo que arrojaba dudas sobre estos casos, sugiriendo que la investigaci¨®n era subjetiva. Pero la discriminaci¨®n gen¨¦tica ya exist¨ªa dos a?os antes. La comisi¨®n del Gobierno estadounidense encargada de la igualdad de oportunidades de empleo se vio obligada a denunciar a la compa?¨ªa de ferrocarriles Burlington Northen en Santa Fe por haber sometido a sus empleados a un test para detectar la enfermedad de Charcot Marie (una rara enfermedad cong¨¦nita que afecta a los nervios perif¨¦ricos de los pies y las manos) sin que ellos lo supieran. Los m¨¦dicos aprovecharon la ocasi¨®n para analizar en secreto factores de riesgo gen¨¦ticos como la diabetes y el alcoholismo. La comisi¨®n document¨® el caso de un trabajador que fue amenazado con el despido si no se somet¨ªa al an¨¢lisis.
En el futuro, esta informaci¨®n del ADN formar¨¢ parte de nuestro historial cl¨ªnico¡±, dice Estivill
En 2008, Estados Unidos aprob¨® una ley contra la discriminaci¨®n gen¨¦tica, lo que confirma las sospechas de que la preocupaci¨®n era genuina. Su principal impulsor fue Jeremy Gruber, presidente actual del CRG. ?Es suficiente? Las demandas ante los tribunales estadounidenses por presunta discriminaci¨®n gen¨¦tica crecen a?o tras a?o. En 2010, Pamela Fink, una mujer de 39 a?os que hab¨ªa dado positivo en un test que detectaba mutaciones en el gen BRCA2 ¨Cque aumenta el riesgo de contraer c¨¢ncer de mama¨C, denunci¨® a su compa?¨ªa, MXEnergy, en Stanford, despu¨¦s de ser relegada de su puesto durante su baja m¨¦dica. Fue la primera de unas doscientas reclamaciones que tendr¨ªan lugar ese a?o. En 2012, los estadounidenses presentaron 280 demandas. En Espa?a la discriminaci¨®n gen¨¦tica tambi¨¦n est¨¢ prohibida. Los test gen¨¦ticos aqu¨ª no son tan corrientes como en Estados Unidos, y Estivill no recuerda casos de discriminaci¨®n. Pero en otros pa¨ªses, como Australia, la legislaci¨®n no impide a las compa?¨ªas de seguros m¨¦dicos el uso de la informaci¨®n gen¨¦tica para negar la cobertura m¨¦dica. ¡°En nuestra investigaci¨®n hemos encontrado ejemplos de discriminaci¨®n gen¨¦tica en este contexto¡±, asegura Margaret Otlowski.
El estudio m¨¢s exhaustivo se realiz¨® en Ocean¨ªa entre los a?os 1998 y 2003, y ha originado extensos art¨ªculos ratificados en revistas como Clinical Genetics, Genetics in Medicine o Australian Journal of Emerging Technologies and Society. Otlowski y su equipo dedujeron que se hab¨ªa producido discriminaci¨®n gen¨¦tica en 93 personas, despu¨¦s de analizar los relatos de 951 que no mostraban signos de enfermedad y que estaban, por tanto, sanas. Algunos de esos casos ¨Ccuya identidad se preserva¨C tienen un gran impacto emocional:
¨C?Una mujer de 47 a?os dio positivo en un an¨¢lisis que encontr¨® una mutaci¨®n en el gen BRCA1, que aumenta el riesgo a sufrir un c¨¢ncer de mama. Casada y con cuatro hijos, desde hace una d¨¦cada ten¨ªa un seguro m¨¦dico que consideraba ¡°un regalo para ellos cuando muera¡±. Tras los resultados, una crisis econ¨®mica en su entorno rural la dej¨® sin empleo y no pudo cubrir la cuota del seguro por 10 d¨ªas de retraso. La aseguradora insisti¨® en que su p¨®liza estaba cancelada, y aunque ella consigui¨® el dinero para cubrir la cuota, la compa?¨ªa no lo acept¨®, oblig¨¢ndole a realizar la petici¨®n de un nuevo seguro. Fue rechazada. La experiencia, seg¨²n sus propias palabras, fue de enfado. ¡°Me qued¨¦ totalmente devastada¡±.
¨C?El caso F, el de una mujer de 36 a?os, fue diferente. Su madre sufr¨ªa esquizofrenia. Su t¨ªa se hab¨ªa suicidado por un problema mental. Ella intent¨® pedir un seguro m¨¦dico, mostrando el historial de su familia, mientras esperaba los resultados de un an¨¢lisis respecto a una mutaci¨®n que incrementaba el riesgo de contraer el mal de Huntington. La aseguradora la desanim¨®, indic¨¢ndole que ser¨ªa casi imposible obtener la cobertura m¨¦dica que ped¨ªa pese a que los resultados a¨²n no se conoc¨ªan. Ella opt¨® por no solicitar el seguro. ¡°Me sent¨ª sin fuerzas y descorazonada¡±, con miedo a padecer la enfermedad, y con la vida ¡°totalmente cambiada¡±. ¡°Entr¨¦ en un nuevo espacio. Me siento vulnerable, ahora s¨¦ que la discriminaci¨®n es posible¡±.
¨C?Otra mujer de 44 a?os se someti¨® a la misma prueba, ya que ten¨ªa un historial familiar en el que alguno de sus miembros hab¨ªa padecido el mal de Huntington. Mientras esperaba los resultados, solicit¨® el seguro, pero su jefe le recomend¨® que lo tomara con calma y que esperara a los resultados. En ese tr¨¢nsito, ella not¨® que sus colegas la trataban de forma distinta, como si llevara ese gen, y supervisaban constantemente su trabajo. El an¨¢lisis gen¨¦tico result¨® una pesadilla. Ella temi¨® que perder¨ªa su empleo, lo que afect¨® a su vida familiar. Al final, la mujer no portaba la mutaci¨®n. No considera que recibiera un trato negativo por parte de su jefe y sus colegas, y asegura que la experiencia sirvi¨® al final para educar a sus compa?eros de trabajo en el tema.
¨C?El caso J, una mujer de 45 a?os, fue bien distinto. El test gen¨¦tico dio positivo, y tres meses despu¨¦s de los resultados su contrato de trabajo fue rescindido alegando reestructuraci¨®n de la empresa. M¨¢s tarde, ella se enter¨® de que su jefe hab¨ªa explicado a sus colegas de trabajo que J. hab¨ªa presentado su renuncia por motivo de una enfermedad muy seria. El despido la sumi¨® en una depresi¨®n de corta duraci¨®n, por la p¨¦rdida de empleo y violaci¨®n de su intimidad. En 2007, J. se encontraba perfectamente y se hab¨ªa convertido en aut¨®noma.
La discriminaci¨®n gen¨¦tica es el reverso de una revoluci¨®n m¨¦dica que pretende poner al alcance de una medicina universal un mapa sobre las mutaciones gen¨¦ticas que intervienen en cerca de 2.000 enfermedades. El proyecto Varioma Humano pretende un intercambio libre de estos marcadores de enfermedades entre centros m¨¦dicos y hospitales de todo el mundo para facilitar un diagn¨®stico en cualquier lugar. Hay mutaciones gen¨¦ticas que incrementan entre un 50% y un 80% el riesgo de c¨¢ncer de intestino. ¡°Los pacientes que llevan estos genes pueden reducir su mortalidad en un 50% si aceptan un examen cl¨ªnico (una colonoscopia)¡±, asegur¨® el profesor Finlay Macrae al diario The New Straits Times. El pasado diciembre, una multitud de expertos se reuni¨® en Kuala Lumpur para analizar estas posibilidades en la D¨¦cima Conferencia de Asia y el Pac¨ªfico de Gen¨¦tica Humana. El nodo malayo de este proyecto ya ha recogido informaci¨®n de un millar de individuos.
El profesor Richard Cotton, de la Universidad de Melbourne y fundador de esta iniciativa, asegura que compartir la informaci¨®n ser¨¢ vital para prevenir enfermedades o nacimientos con defectos cong¨¦nitos. Llegar¨¢ un d¨ªa, quiz¨¢ ¡°en 10 a?os, en el que cada ni?o tendr¨¢ toda la secuencia de ADN en su tel¨¦fono m¨®vil¡±, indic¨® al citado medio. No queda muy lejos el futuro en el que dos personas que quieran casarse coloquen sus tel¨¦fonos celulares frente a frente, asegura Cotton. Si sus secuencias gen¨¦ticas son compatibles, podr¨¢n tener descendencias sin defectos cong¨¦nitos. En caso contrario, tendr¨¢n que acudir a un consejero gen¨¦tico.
Xavier Estivill es el coordinador de un Consorcio Europeo Gen¨¦tico de Variaci¨®n de Enfermedades (Genetic European Variation in Disease o GEUVADIS) y se ocupa de analizar los aspectos ¨¦ticos que surgir¨¢n al manejar las ingentes cantidades de informaci¨®n gen¨¦tica confidencial ¨Cinnumerables gigabytes¨C que tendr¨¢n que almacenar los centros y los hospitales espa?oles, para lo que hoy no est¨¢n preparados. ¡°Va a suceder. En el futuro, uno se va a secuenciar el genoma no una vez, sino muchas veces, y esa informaci¨®n formar¨¢ parte de nuestro historial cl¨ªnico¡±. Un perfil gen¨¦tico detallado antes de contraer un tumor y, a posteriori, otro para comprobar las mutaciones. Cada uno va a acumular una portentosa cantidad de informaci¨®n gen¨¦tica ¨ªntima. ¡°Los datos del genoma son individuales y personales, hay un consenso generalizado. No deben estar en manos de terceros, salvo que se los confiemos¡±. Estivill cree que esos perfiles estar¨¢n almacenados en bancos gen¨¦ticos. Al igual que sucede con los bancos tradicionales, que protegen nuestro dinero de los robos, nuestro diario gen¨¦tico ser¨¢ confidencial en estos bancos gen¨¦ticos. Cada uno de nosotros tendr¨¢ acceso mediante un c¨®digo o una llave ¨²nica.
?Querr¨¢ usted hacerse este retrato gen¨¦tico? ?Saber qu¨¦ predisposici¨®n tiene al c¨¢ncer o al alzh¨¦imer? El caso m¨¢s parad¨®jico quiz¨¢ es el de James Watson, uno de los descubridores de la mol¨¦cula de ADN y premio Nobel. Watson fue uno de los primeros seres humanos que prestaron su genoma para que fuera secuenciado, pero pidi¨® expl¨ªcitamente que no se hiciera p¨²blica la regi¨®n en la que se encuentra un gen ApoE, cuya mutaci¨®n se ha asociado a un riesgo alto de padecer la enfermedad de Alzh¨¦imer y que est¨¢ localizado en el cromosoma 19. Su abuela muri¨® de esta enfermedad, y el premio Nobel, a sabiendas de que no existe curaci¨®n, no quiere vivir con este conocimiento.
Pero borrar un gen de una secuencia no elimina la posibilidad de deducir que existe, como vino a afirmar Dale R. Nyhott en un art¨ªculo de la revista European Journal of Genetics. Este genetista del Instituto M¨¦dico de Queensdale, en Brisbane (Australia), y su equipo demostraron que era posible averiguar si Watson llevaba o no la mutaci¨®n si se examinaban las regiones geogr¨¢ficas cercanas a este gen y se comparaba la informaci¨®n con otras bases de datos. Solo hay que tener unos ojos entrenados para inferir los datos perdidos. Por supuesto, Nyhott y su equipo no revelaron la verdad.
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