La hora de sincronizar
La consulta ofrece una soluci¨®n pol¨ªtica al conflicto entre Espa?a y Catalu?a
La vulgaridad rasa de tantas declaraciones de pol¨ªticos de primer nivel es consustancial a la democracia. Cada hora, cada d¨ªa, cada nueva rueda de prensa es dif¨ªcil que un pol¨ªtico ¡ªni nadie¡ª diga cosas inteligentes u originales. Lo m¨¢s grave, sin embargo, es la sensaci¨®n frecuent¨ªsima de que la clase pol¨ªtica ha dejado de leer o escuchar a intelectuales o analistas. Ni todos son meros portavoces de intereses partidistas, ni son s¨®lo altavoces de intereses clasificados. A menudo, incluso son gentes solventes y con valor positivo para plantear racionalmente problemas dif¨ªciles. ?Por qu¨¦ es tan habitual la sensaci¨®n de que los pol¨ªticos no revisan sus ideas o sus prejuicios leyendo, siquiera de vez en cuando, lo que dicen las p¨¢ginas de opini¨®n, las tribunas, las columnas, los pantallazos de los medios de comunicaci¨®n, o al menos aquellas intervenciones firmadas por gentes de probada competencia en el an¨¢lisis social y pol¨ªtico?
La pregunta es menos ingenua de lo que parece, o incluso de lo que me parece a m¨ª mismo. Quiz¨¢ el descr¨¦dito del intelectual (como indocumentado locuaz) ha desactivado la necesidad de escuchar a gentes de fuera del partido propio para calcular o imaginar alguna forma de soluci¨®n distinta a los problemas concretos. Es verdad que es mareante la mezcla de embustes y simplezas de tantas tertulias y puede ser inhibidora la barah¨²nda de voces. Pero el riesgo cierto es el autismo pol¨ªtico y me parece un despilfarro prescindir del juicio de esos intelectuales (supuestamente callados, silenciosos o extinguidos). Algunos, adem¨¢s, han dicho cosas muy pertinentes sobre la espiral del independentismo catal¨¢n. Y difieren de la voz mayoritaria tanto desde el punto de vista independentista como desde el inmovilismo estatalista.
Ni Francisco Rubio Llorente ni Francesc de Carreras ni Javier P¨¦rez Royo me parece a m¨ª que hablan por boca de partido alguno cuando meditan sobre el bloqueo actual de la pol¨ªtica catalana. Act¨²an como analistas comprometidos con el presente y con voluntad de iluminarlo. La combinaci¨®n de varios art¨ªculos recientes de esos tres autores, al menos, dejar¨ªa un redactado unitario con un sentido parecido al que propongo en el p¨¢rrafo siguiente. Quiz¨¢ no se reconozcan cada uno de ellos, pero lo concibo como s¨ªntesis plausible de lo que podr¨ªan defender en conjunto (salvo flagrante equivocaci¨®n m¨ªa).
Las v¨ªas reflexivas de soluci¨®n deben partir de poderes ajenos a los ejecutivos de Madrid y Barcelona
La inconstitucionalidad del derecho de secesi¨®n, aqu¨ª y en cualquier constituci¨®n democr¨¢tica moderna, emplaza el problema catal¨¢n en una dimensi¨®n pol¨ªtica m¨¢s que jur¨ªdica o constitucional. El derecho a decidir no existe jur¨ªdicamente (fuera de condiciones que no hacen al caso), pero es el eslogan pol¨ªtico m¨¢s eficaz de los ¨²ltimos a?os en Catalu?a y ha servido para aglutinar de forma transversal y heterog¨¦nea a un nutrido grupo de electores que han dado su voto a formaciones de derecha y de izquierda que lo defend¨ªan. Esa dimensi¨®n pol¨ªtica del problema reclama una soluci¨®n pol¨ªtica del problema, salvo que quiera ignorarse como problema. Sin embargo, la brillantez del eslogan ha llevado al Parlamento catal¨¢n a impulsar una declaraci¨®n conscientemente inconstitucional como prueba contundente del problema pol¨ªtico o como demostraci¨®n fehaciente del fracaso de las intenciones de la sentencia de mayo de 2010. Jur¨ªdicamente el Tribunal Constitucional habr¨¢ cepillado el Estatut, pero pol¨ªticamente ha incentivado todav¨ªa m¨¢s la tensi¨®n secesionista, tanto si sus promotores aspiran a retar al Estado como si act¨²an desde la fe inequ¨ªvoca del catalanismo independentista.
Si todo esto es m¨¢s o menos verdad, la sospecha inmediata es que las v¨ªas reflexivas de soluci¨®n deben partir de poderes ajenos al Ejecutivo de Madrid y de Barcelona. Desde esos dos Gobiernos la tensi¨®n resulta conveniente en t¨¦rminos pol¨ªticos porque alimenta el perfil nacionalista de cada una de las formaciones que los apoyan (el PP en Madrid y el tripartito en Barcelona: Converg¨¨ncia, Uni¨® y ERC).
De ah¨ª que resulte chocante la dificultad para hallar un discurso coherente y fuerte desde la izquierda no gubernamental hoy: desde el PSOE, desde el PSC, desde IU y desde ICV. ?Por qu¨¦ no hay modo de desenmascarar el derecho a decidir como eslogan electoral y populista y reconducir la cuesti¨®n, activa y convencidamente, hacia la defensa de una consulta pactada sobre un problema pol¨ªtico real? Fortalecer p¨²blica y medi¨¢ticamente esa posici¨®n deber¨ªa convertirse en un objetivo civil, no solo pol¨ªtico, de esa izquierda gen¨¦rica, pero muy particularmente del PSOE, como partido mayoritario.
Entender la consulta como proyecto ofrece una soluci¨®n pol¨ªtica que cualquier ciudadano comprende sin dificultad: las decisiones pol¨ªticas en democracia se pactan entre poderes leg¨ªtimos. Ante un problema que polariza y distorsiona la vida p¨²blica vale la pena ensayar una alternativa racional: vertebrar una oposici¨®n ideol¨®gica y federalista (antes se llamaba autonomista, pero la palabra ha caducado) frente al conservadurismo nacionalista espa?ol y catal¨¢n.
La regeneraci¨®n del PSOE pasa por limpiar las telara?as de su rutina ideol¨®gica en el asunto territorial
Pero ese discurso ya existe. En la izquierda catalana y espa?ola nadie sue?a con abandonar Espa?a ni forma parte de sus fantas¨ªas pol¨ªticas. Pero desde Catalu?a la izquierda necesita la convicci¨®n del PSOE para no vegetar como alternativa desamparada y solitaria. Y el independentismo latente en ICV, quiz¨¢ incluso en alg¨²n sector marginal del PSC, podr¨ªa transigir con una consulta negociada que hiciese aflorar la magnitud y profundidad real del independentismo catal¨¢n. Defender esa consulta con la determinaci¨®n de seguir en Espa?a, renegociando las condiciones, funcionar¨ªa como mecanismo de oxigenaci¨®n de un debate cortocircuitado. Una pata de la regeneraci¨®n pol¨ªtica del PSOE pasa por limpiar las telara?as de su rutina ideol¨®gica en el asunto territorial.
Esa desacomplejada libertad para defender una consulta pactada forzar¨ªa a quienes ahora defienden el derecho a decidir a explicar su voto y explicitar el s¨ª a la independencia que buena parte de ellos defienden. No es verdad que no haya existido el derecho a decidir porque llevamos 30 a?os ejerci¨¦ndolo (incluidas las opciones independentistas), pero es verdad que la peripecia pol¨ªtica reciente y los errores de muchos han conducido a un escenario en que la soluci¨®n pol¨ªtica puede ser una consulta. Aunque en Espa?a no tengamos costumbre de consultar nada fuera de las elecciones. Deshacer la equivocidad es un imperativo de higiene pol¨ªtica, en Catalu?a y en Espa?a: los que quieran ser federalistas, que defiendan la reforma auton¨®mica en ese sentido, y quienes aspiren a la independencia que luchen por ella. Pero que la izquierda espa?ola, y el PSOE en particular, no permanezca enrocada en una especie de tierra de nadie, de titubeo impreciso y ahora, ya, anacr¨®nico. No hay traici¨®n alguna a Espa?a en la defensa de una soluci¨®n pol¨ªtica a un problema pol¨ªtico con Catalu?a; hay lealtad a la izquierda en Espa?a y Catalu?a al armar un rumbo pol¨ªtico integrador con y desde la consulta.
La siguiente consecuencia radical podr¨ªa ser de higiene social, y ya no solo pol¨ªtica: rebajar la obscena e infundada pandemia anticatalana (no solo anticatalanista) que ha hecho de todo catal¨¢n un espabilado ego¨ªsta (y un independentista, de paso). Ese delirio miente tan flagrantemente como el antiespa?olismo desde Catalu?a, pero la izquierda ha de escapar con todas sus armas de esa asociaci¨®n con unos y otros. El espacio social e ideol¨®gico para retomar una cordura racional y sensata entre ambas partes existe, sin duda, pero no tiene ahora lugar pol¨ªtico donde reflejarse. Y hasta podr¨ªa ser este nuevo rumbo un modo articulado y convincente de combatir el espa?olismo de porr¨®n desde Espa?a misma.
El primer objetivo pol¨ªtico del PSOE es hoy sincronizar su programa con el presente, y el presente ha engendrado la en¨¦sima variaci¨®n de un conflicto hist¨®rico. O facilitamos la renovaci¨®n inteligente de las relaciones entre Espa?a y Catalu?a o favorecemos la espiral de la derecha nacionalista, aqu¨ª y all¨ª (o all¨ª y aqu¨ª).
Jordi Gracia es profesor y ensayista.
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