La feria de las etiquetas
En este pa¨ªs es imposible posicionarte en temas como la territorialidad, la Casa Real, o incluso Venezuela, sin que te cataloguen
Los enemigos del pensamiento son muchos y variados. Ya nos advert¨ªa hace a?os Alain Finkielkraut de su inevitable derrota a pies de la banalidad, el eslogan y el pr¨ºt a porter ideol¨®gico. ?ltimamente ha sido Nicholas Carr quien nos ha prevenido de la superficialidad galopante de la cultura digital, que amenaza con acabar de una vez por todas, a base de distra¨ªdos clicks,con la reflexi¨®n y el pensamiento m¨¢s o menos ilustrado, adem¨¢s de convertir a las nuevas generaciones en legiones de expertos taqu¨ªgrafos que toman lo que les apetece de la red y, qui¨¦n sabe si de la vida misma, cu¨¢ndo y c¨®mo quieren.
Pero hay otro poderoso enemigo del an¨¢lisis fundamentado y del di¨¢logo basado en argumentos dignos de tal nombre, y es la pasi¨®n por la taxonom¨ªa o, para entendernos en un lenguaje m¨¢s coloquial, la formidable afici¨®n por el etiquetado ideol¨®gico que existe en nuestro pa¨ªs de pa¨ªses, como consecuencia (o causa, no lo tengo muy claro) de la guerra de trincheras de opini¨®n que no cesa y que imposibilita una cuesti¨®n previa de cualquier proceso reflexivo: la disposici¨®n a escuchar al Otro sin prejuicios, la presunci¨®n sincera de que, por disparatada que nos parezca su deposici¨®n, puede albergar parte de verdad.
Bien al contrario, la tendencia actual en todos los ¨¢mbitos despu¨¦s de los a?os de encantamiento democr¨¢tico tras la dictadura, es el desd¨¦n hacia opiniones que presumimos manchadas por alg¨²n que otro pecado original. "Dice tal cosa porque es tal o pertenece a cual", "Claro, qu¨¦ va a decir si¡", son pensamientos que se nos filtran a todos por entre los resquicios neuronales, para llegar al reduccionismo m¨¢s aberrante, a lo peor infundido por el auge planetario de la raz¨®n pol¨ªtico-econ¨®mica neoliberal. A veces da la impresi¨®n de haber vuelto a los or¨ªgenes de la Transici¨®n, cuando los unos llevaban gre?as y trenca y los otros bigotillo de mosca y pulseras rojigualdas. Demasiadas alforjas para tan poco viaje.
El primer prejuicio aflora cuando vemos al pr¨®jimo con tal o cual peri¨®dico bajo el brazo
Para quienes escribimos y opinamos en p¨²blico es tarea ardua (?ut¨®pica?) el sustraerse a este estado de opini¨®n denigratorio. Empezando por publicar en este u otro medio, de hecho el primer prejuicio aflora cuando vemos al pr¨®jimo con tal o cual peri¨®dico bajo el brazo, "?qu¨¦ va a pensar ¨¦ste con la bazofia que se echa al coleto!", ?qu¨¦ vamos a esperar de los medios del carajillo party los seguidores del blog del catavenenos Jos¨¦ M? Izquierdo!, ?qu¨¦ van a pensar ellos de quienes enarbolamos prensa progre!, ?No es l¨®gico que nos tomen por intelectuales buenistas, tontos ¨²tiles, compa?eros de viaje de nacionalistas y dem¨¢s ralea o cualquier cosa peor, a tenor de lo que escriben?
Es imposible sacudirse la etiqueta que te han adjudicado por mucho que uno se esfuerce en demostrar no ya su objetividad (nuestra cosmovisi¨®n es siempre subjetiva), sino un decidido empe?o por huir del sectarismo. T¨² eres progre y sobre esta progres¨ªa construir¨¢s tu marco mental, parecen decirte emulando a Pedro, el fundador de la Iglesia. ?La Iglesia!, ?c¨®mo evitar que te llamen comecuras si te atreves a cuestionar el espect¨¢culo vaticano realzando su alejamiento del pueblo doliente y plantear la equiparaci¨®n de la mujer al hombre en el seno eclesial? O la monarqu¨ªa: ?puedes impedir que te etiqueten de irresponsable si osas sugerir que podr¨ªa ser positiva una abdicaci¨®n dados los achaques f¨ªsicos y morales del actual inquilino de la Zarzuela?
Desde Menorca no se ven las cosas con el victimismo de los nacionalistas ni con el numantinismo de los que se sienten solo espa?oles
En otro asunto crucial de nuestra convivencia, el llamado territorial, el empe?o es a¨²n m¨¢s in¨²til dadas las pasiones que suscita. As¨ª, desde mi mirador mediterr¨¢neo, una isla que fue brit¨¢nica, francesa y espa?ola en el siglo XVIII (?qu¨¦ nos van a explicar a los menorquines de pertenencias e identidades!), no vemos las cosas con el desgarro victimista de los nacionalistas catalanes (pese a que pertenecemos a la misma comunidad ling¨¹¨ªstica lo que crea no poca afinidad sentimental) ni con el numantinismo de los que se sienten ¨²nicamente espa?oles (tambi¨¦n nacionalistas muy a su pesar) y/o enarbolan una p¨¦trea Constituci¨®n. Pues a¨²n as¨ª, no nos libramos del calificativo de peligrosos catalanistas si se nos ocurre defender la protecci¨®n de nuestra lengua, sea en inmersi¨®n libre o con botella. Y no digamos si manifestamos nuestra estupefacci¨®n por la desaforada reacci¨®n suscitada por las declaraciones del fiscal superior de Catalu?a.
El asunto del etiquetado se pone definitivamente chungo si tienes el coraje de discutir el dogma de "que s¨®lo los individuos tienen derechos, no los territorios", por creer, quiz¨¢s ingenuamente, que esos individuos suelen agruparse por diversas afinidades, la lengua entre ellas, en comunidades territoriales a las que dotan de instituciones democr¨¢ticas que un d¨ªa pueden articular una mayor¨ªa que solicita pac¨ªfica y democr¨¢ticamente la opini¨®n a sus ciudadanos con derechos individuales sobre el futuro de su propia comunidad. Entonces te la has cargado, como m¨ªnimo ya eres c¨®mplice de los nacionalismos disgregadores. Y no digamos en sentido contrario: quienes en Catalu?a se atreven a cuestionar la doctrina oficial sobre el derecho a decidir son considerados poco menos que legionarios cabrunos.
Reconocer la disminuci¨®n de la pobreza y el analfabetismo en Venezuela puede convertirte en nost¨¢lgico del Che
Estos d¨ªas, otro acontecimiento pone dif¨ªcil salir por peteneras de la pasi¨®n taxon¨®mica: la muerte de Hugo Ch¨¢vez. Reconocer la notable disminuci¨®n de la pobreza y el analfabetismo en Venezuela en los ¨²ltimos a?os puede convertirte de la noche a la ma?ana en nost¨¢lgico del Che, por mucho que matices que el precio pagado ha sido demasiado alto, en forma de instituciones pervertidas, inseguridad jur¨ªdica, clientelismo, divisi¨®n social y arrasamiento de la clase media. Si has pronunciado la primera premisa, te has ca¨ªdo con todo el equipo y si s¨®lo destacas lo segundo puedes estar incubando a un desalmado neoliberal.
Lo dicho: opinar reflexivamente te puede convertir en pieza de museo o en motivo de befa. Le dir¨¦ a mi mujer que trabajo de pianista en un burdel.
Pedro J. Bosch es m¨¦dico oftalm¨®logo y periodista.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.