Corea, entre la mentira y la provocaci¨®n
Las amenazas son parte del espect¨¢culo de la gerontocracia norcoreana para afianzar a un l¨ªder d¨¦bil
El tacticismo ha comenzado. Tensi¨®n de nuevo en la pen¨ªnsula coreana, tensi¨®n en el paralelo 38 el m¨¢s militarizado del planeta. M¨²sica insonora de una partitura pentagrameada a la perfecci¨®n. La escalada verbal y estrat¨¦gica se ha instalado en el r¨¦gimen comunista coreano. Corea del Sur se toma en serio la amenaza. No tiene por qu¨¦ no hacerlo. Estados Unidos tambi¨¦n. Aguardan el siguiente movimiento en una ya larga y cansina partida de ajedrez.
Entre paralelos, cada uno mueve sus peones. Hace s¨®lo unos d¨ªas norteamericanos y coreanos del sur llevaban a cabo ejercicios militares conjuntos, incluidos bombarderos nucleares estadounidenses. En el norte, hundido en el abismo de la miseria tanto humana como material, las pruebas nucleares y algunos ensayos m¨¢s animan in crescendo las pretensiones simplistas de un joven inexperto y aupado sucesoriamente al poder y que necesita, reh¨¦n de la gerontocracia militar y del partido, afianzar aquel y demostrar al mundo el ¨ªmpetu y la bravuconada belicista como anta?o hicieron su padre y su abuelo. Siempre el mismo juego, la amenaza, la provocaci¨®n, la disuasi¨®n, la escalada verbal en una tensi¨®n permanente. Acusaciones, y tensiones entre simulacros y juegos de guerra en una regi¨®n donde el alto el fuego dura seis d¨¦cadas tras el armisticio que puso fin a la guerra de Corea y su bipartici¨®n.
El r¨¦gimen aguantar¨¢ hasta que dejen de apuntalarlo rusos y chinos, auxiliadores de un totalitarismo ciego
Pyongyang amaga, amenaza, angosta y trata de arrastrar. Pero ahora mismo, tanto Mosc¨² como Pek¨ªn, los dos ¨²nicos sostenedores del r¨¦gimen, prefieren mostrar un tono conciliador y minimalista de lo que entienden como una escalada estrat¨¦gica, oportunista y calculada. Saben todos que una guerra es una locura, que un ataque a Corea del Sur, lejos de reabrir el conflicto de los a?os cincuenta ser¨ªa el hundimiento y colapso total del vecino del Norte. Algo que no interesa a China, que est¨¢ c¨®moda con esta situaci¨®n y mueve sus hilos e intereses en la pen¨ªnsula coreana y aviva un foco inestable hacia Jap¨®n e indirectamente, aunque ya no tanto, hacia Estados Unidos. El juego sigue, continuar¨¢. Podr¨¢ haber alguna que otra escaramuza, pero nada m¨¢s. Corea del Norte quiere obtener algo, busca algo en una enquistada negociaci¨®n ¡ªpor llamar negociaci¨®n¡ª nuclear que se atasca y se rompe por momentos. Kim Jong-un necesita reafirmarse, o quien mueve los hilos entre bastidores y mu?e los discursos as¨ª lo hace y as¨ª lo quiere. Eligen el momento y los comunicados. Tensan una cuerda que saben ¨²nica.
La presi¨®n y la ofensiva verbal siempre han sido santo y se?a de reg¨ªmenes totalitarios y vac¨ªos, deshumanizados y m¨ªseros. La historia no se cansa de repetirnos sus ejemplos, tambi¨¦n el final de los mismos. El r¨¦gimen comunista juega con lo ¨²nico que tiene, la presi¨®n nuclear y de la guerra, mientras inflige el castigo del silencio y la miseria moral a todo un pueblo atenazado y humillado. Acci¨®n reacci¨®n, est¨ªmulo provocaci¨®n, siempre la sempiterna estrategia. A cualquier endurecimiento de sanciones de una ONU cada vez m¨¢s irrelevante y sin capacidad, una estrategia oportuna y tacticista de presi¨®n, chantaje, miedo y tensi¨®n. Siempre lo mismo, cansinamente.
El r¨¦gimen norcoreano es una gran farsa, la ¨²ltima aberraci¨®n de las monarqu¨ªas comunistas, perpetuada en tres generaciones distintas y bajo un manto militar que aplasta la libertad, la pluralidad y la dignidad del hombre. Los norcoreanos no tienen derechos, no tienen conciencia de libertad ni de democracia. No les han dejado. El r¨¦gimen es herm¨¦tico, implacable, silenciador.
Nada nuevo desde la pen¨ªnsula norcoreana. Es parte de un guion y una partitura vista demasiadas veces, interpretada monocordemente. ?rdagos y tensiones al mil¨ªmetro calculadas. Consumo interno para un r¨¦gimen apocal¨ªptico y cerrado sobre s¨ª mismo. Todo forma parte del espect¨¢culo de la gerontocracia militar y pol¨ªtica norcoreana. El r¨¦gimen aguantar¨¢ hasta que dejen de apuntalarlo rusos y chinos, los verdaderos mu?idores y auxiliadores de un totalitarismo ciego y sin alma. Y el mundo ni siquiera es capaz de fingir preocupaci¨®n. Los Estados canallas, o rogue state en la concepci¨®n chomskiana, siguen en su empe?o de poner en jaque un orden internacional cambiante y basculante. S¨®lo estamos ante un fingido tono hostil, vacuo y absurdo, pero con la intenci¨®n de reafirmar un liderato d¨¦bil y biso?o.
Abel Veiga Copo es profesor de Derecho en ICADE.
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