Ausencias.com
La vida y la muerte ¨Csus noticias, mejor dicho¨C nos alcanzan con inmediatez inusitada a quienes estamos¡ Iba a decir enganchados, pero prefiero utilizar la definici¨®n atentos a Internet. Hay una parte juguetona, vital¨ªsima. Por ejemplo, casi cada ma?ana suelo hablar por tel¨¦fono con dos de mis mejores amigas, m¨¢s o menos de mi edad. Con una me enrollo sobre nuestras cosas y esta profesi¨®n de periodista; con la otra, sobre nuestras cosas, los amigos comunes, las pelis que hemos visto y esta profesi¨®n de periodista. Las tres disponemos de tabletas a mano. De tal modo que, si una no recuerda si en tal medio hicieron un ERE, o si Tony Curtis est¨¢ vivo, va a Google, soluciona el enigma y sigue la conversaci¨®n. Pero est¨¢ el otro aspecto, el punzante conocimiento instant¨¢neo de una desgracia, que atraviesa las redes sociales con ese plus comunicativo que extiende, abarca y aporta doloridas reacciones.
Mi atropellada memoria acababa, precisamente, de ser tranquilizada por Google, cuando entr¨¦ en Facebook y me encontr¨¦ con la totalmente inesperada y absolutamente horrible noticia del fallecimiento de mi querido colega el gran fotorreportero Paco Elvira. Febrilmente en busca de confirmaci¨®n, cargados de preguntas, nos volcamos en la red sus amigos, compa?eros y admiradores, y tantos otros que hab¨ªan recibido su calidez de persona decente y el regalo de su talento. Uno preguntaba c¨®mo; el otro, por qu¨¦; aquella confesaba su llanto inconsolable, y muchos, muchos, lanzaban palabras de consuelo.
Internet informa, y eso a menudo da pena, pero la comunicaci¨®n tambi¨¦n aporta un b¨¢lsamo"
Fuimos muchos tambi¨¦n quienes les recordamos a los internautas que Paco manten¨ªa un blog extraordinario, generoso y bello como ¨¦l mismo ¨Cno voy a dejar de se?alarlo aqu¨ª, www.pacoelvira.com¨C, y que su obra y su talante merecen permanecer, lo mismo en nuestros corazones que en la red. Pasamos gran parte del d¨ªa envi¨¢ndonos mensajes, rebot¨¢ndonos posts y links, haciendo de nuestro espacio virtual el reflejo de un grito, de un sollozo, de un pozo de dolor, de un desconsuelo reales que las palabras de unos y otros intentaban apaciguar. Porque es lo que tiene Internet. Informa, y eso a menudo da pena, pero la comunicaci¨®n que se establece tambi¨¦n aporta un b¨¢lsamo distinto, que act¨²a con mayor efectividad por su rapidez en llegar. Una no tiene que esperar, inflada de pastillas, a que lleguen las tradicionales expresiones de condolencia.
Hace tiempo que no voy a funerales, y la verdad es que no creo perderme nada. Si acaso, me pierdo algo perfectamente perdible, que es la constataci¨®n de que alguien se ha ido. Con franqueza, una vez amortiguado el disgusto, prefiero no saberlo. Mejor dicho, prefiero no creerlo. Uno de mis asomadores de Facebook, que es muy sabio, escribi¨® que el mundo es de los muertos, que son much¨ªsimos, y no de los vivos. Que los vivos no nos quedamos, no seamos presuntuosos, a?adi¨®, simplemente ¡°quedamos¡±. Es una idea que me llena de tranquilidad, esa paz que da pensar que nuestro mundo se mantiene en pie porque se apuntala en ese ej¨¦rcito de sombras del que un d¨ªa u otro formaremos parte.
Internet ofrece, en este aspecto, una especie de realidad post mortem que ayuda a mantener este pensamiento. Podr¨ªa ser la pir¨¢mide transparente en cuyo interior se cobijan la obra y la simiente de humanidad de los que se van. Mi amigo Terenci Moix debi¨® de tener una idea similar cuando empez¨® a construir su web, pero era tan barroco y lo hizo con tanta lentitud y perfeccionismo que la muerte se lo llev¨® cuando las obras no hab¨ªan alcanzado ni los cimientos, y ya no queda rastro.
En todo caso, algo muy cierto es que a los internautas, la vida y la muerte nos llegan con inmediatez.
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