2020: una Europa m¨¢s r¨¢pida, m¨¢s alta y m¨¢s fuerte
El viejo continente deber¨ªa presentar un equipo ¨²nico en los pr¨®ximos Juegos Ol¨ªmpicos: ser¨ªa una manera de reforzar el relato sobre nuestra identidad
En apenas unos meses se dar¨¢ a conocer, en la ciudad de Buenos Aires, el nombre de la ciudad que albergar¨¢ los Juegos Ol¨ªmpicos de verano de 2020, objetivo por el que pujan tres finalistas: Madrid, Estambul y Tokio. Pocos acontecimientos son hoy m¨¢s globales que los Juegos Ol¨ªmpicos, un acontecimiento mundial que se ha mostrado desde sus inicios como una continuaci¨®n de la pol¨ªtica por otros medios; es decir, como una forma de mostrar al mundo lo mejor de la identidad de cada uno y de exhibir poder a trav¨¦s de un relato sencillo y amable. As¨ª, la pugna entre Estados Unidos y la Alemania nazi en los juegos de 1936, o los recursos invertidos por los reg¨ªmenes comunistas (de la Uni¨®n Sovi¨¦tica ayer a la Corea del Norte de hoy) para superar en el medallero a las decadentes democracias occidentales, son s¨®lo dos ejemplos de en qu¨¦ medida los Juegos, con sus escalafones, sus victorias ¨¦picas y sus injustas derrotas, han trasladado al campo de lo simb¨®lico la competencia entre los pa¨ªses. La propia evoluci¨®n de los pa¨ªses ganadores en los Juegos es una sutil met¨¢fora que refleja el progresivo declive europeo en el concierto internacional: mientras que durante las primeras ediciones siempre hubo un pa¨ªs europeo entre los dos primeros del medallero (Francia, Alemania, Suecia, Finlandia)¡ la tendencia cambi¨® con la XV Olimpiada, celebrada en Helsinki en 1952, cuando EE UU y la URSS, dos poderosos Estados extraeuropeos, se hicieron con los primeros puestos. Se trat¨® de una circunstancia que pas¨® a repetirse desde aquel momento (m¨¢s all¨¢ de alguna excepci¨®n vinculada a los boicots) y que se consolidar¨ªa con la progresiva emergencia de China, tras su despertar ol¨ªmpico en los Juegos de Barcelona.
Los adversarios de los alemanes dejaron ser los brit¨¢nicos, al igual que los espa?oles ya no son rivales de los franceses
As¨ª, desde la competici¨®n celebrada en Sidney en 2000, Estados Unidos, Rusia y China se han ido alternando en los tres primeros puestos del medallero (con la excepci¨®n brit¨¢nica en los juegos de 2012) en una tendencia que parece que se ir¨¢ acentuando con los a?os. A ello hay que sumar que el resto de pa¨ªses emergentes, y Brasil es un claro ejemplo, han considerado los Juegos como una magn¨ªfica ocasi¨®n de marcar su estatus en el concierto internacional de una manera pac¨ªfica. Los Juegos Ol¨ªmpicos siguen siendo, por lo tanto, un escaparate en el que disfrutar del ¨¦xito de las naciones en tanto que, como otras competiciones deportivas, catalizan sentimientos, movilizan voluntades y ayudan a generar identidades colectivas de una manera que ning¨²n otro acontecimiento consigue. Ante esta situaci¨®n, quiz¨¢ haya llegado el momento de que los europeos nos planteemos, por fin, la necesidad de adaptar nuestra participaci¨®n en este tipo de competiciones globales al nuevo curso de los tiempos, presentando un equipo unificado (que genere un relato com¨²n) para batirnos con el resto de pa¨ªses del planeta. Y es que la ausencia de una narraci¨®n emotiva de la identidad europea durante los ¨²ltimos cuarenta a?os (ausencia apuntalada, por cierto, por la pereza y la incultura generalizada de las ¨¦lites pol¨ªticas continentales) ha conseguido que, tantos a?os despu¨¦s, los europeos se vuelvan a mirar con recelo unos a otros y que, en este ¨¢mbito, a los alemanes les siga interesando batir a los franceses, y a los espa?oles superar a los italianos. Esta forma de afrontar el relato de las olimpiadas es un reflejo m¨¢s de la ausencia de un pueblo europeo, de un demos que sea capaz de imaginarse como una comunidad solidaria frente al resto de los habitantes del planeta.
Los expertos vaticinan que en 2050 ninguna de las grandes potencias ser¨¢ un Estado europeo: Estados Unidos, China, India, Indonesia, Brasil y M¨¦xico ser¨¢n probablemente grandes actores mundiales en ese momento, algo m¨¢s que simples Estados: colosos demogr¨¢ficos y econ¨®micos capaces de imponer su agenda en el orden mundial. Y grandes colosos que luchar¨¢n por imponer tambi¨¦n su relato de triunfadores en el orden simb¨®lico, invirtiendo para ello recursos con los que hacer un papel relevante en los Juegos Ol¨ªmpicos. Los Juegos, por lo tanto, pueden ser una magn¨ªfica ocasi¨®n para que Europa avance en su camino de relatarse a s¨ª misma como un espacio de valores compartidos (derechos de las minor¨ªas, libertad de pensamiento¡) articulado en un demos dotado de una identidad clara. En ese sentido, una delegaci¨®n desfilando bajo la bandera comunitaria, en la que se integraran los deportistas de los pa¨ªses de la Uni¨®n y que pudiera, por fin, plantar cara en el medallero a chinos, estadounidenses o rusos ser¨ªa no s¨®lo una forma magn¨ªfica de lanzar al mundo un mensaje claro de la profundidad del proyecto europeo. Ser¨ªa, adem¨¢s, una manera de visualizar aquello que la ausencia de este pueblo europeo nos est¨¢ impidiendo entender con claridad: que los adversarios de los alemanes hace mucho que dejaron ser los brit¨¢nicos, al igual que los espa?oles ya no son rivales de los franceses. Que los castellanos, adem¨¢s de serlo de los catalanes, son tambi¨¦n compatriotas de los belgas, y que s¨®lo siendo solidarios con los griegos podremos seguir siendo una potencia relevante.
Por lo tanto, en los Juegos de 2020, los deportistas europeos, a semejanza de lo que ocurre en la Ryder, deber¨ªan competir unidos contra el resto de deportistas del mundo, para ayudarnos a todos a generar una ficci¨®n: la ficci¨®n de una Europa convertida en un pueblo y que defiende, orgullosa, la importancia de su cultura y de sus valores frente al resto del planeta. Es una ficci¨®n, claro que lo es, ?pero es hay alguna identidad que no sea imaginada?
Juan Menor Sendra es profesor de la Universidad Rey Juan Carlos y Manuel Mostaza Barrios, socio de la consultora ACAP.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.