El pacto y sus sombras
Al Gobierno solo le interesa un acuerdo, imposible, para legitimizar una pol¨ªtica quemada
Espa?a est¨¢ en situaci¨®n de emergencia: se est¨¢ desangrando con una hemorragia de seis millones de personas excluidas del trabajo. El Gobierno declara su fracaso, al confesarse incapaz de cumplir en esta legislatura los objetivos para los que fue elegido. Es decir, la hemorragia seguir¨¢ y el pa¨ªs continuar¨¢ perdiendo tono vital y capacidad de reacci¨®n. El partido socialista, al que la inacabable agon¨ªa del zapaterismo dej¨® en una anemia de la que todav¨ªa no se ha recuperado, no consigue dibujar una alternativa cre¨ªble. Los sindicatos, identificados como defensores de los que tienen empleo, son vistos por la mayor¨ªa como parte del desprestigiado universo institucional. Y la ciudadan¨ªa, sin futuro a la vista, siente un desamparo creciente. La suma de estos factores configura el escenario id¨®neo para que volvamos a dar vueltas a la noria del gran acuerdo de Estado. ?Para qu¨¦? ?Para salvar la cara a unos actores pol¨ªticos y sociales en pleno declive incapaces de dar respuesta a los problemas de la ciudadan¨ªa? ?Para que cesen las demandas de una reforma institucional en profundidad, de un nuevo y real reparto del poder?
Creo que el pacto es imposible por dos razones: no hay voluntad real de alcanzarlo, solo se habla de acuerdo para cargar en el adversario la responsabilidad del fracaso. Y no se da el marco que lo haga posible, ni siquiera deseable.
Los sindicatos han planteado las dos condiciones b¨¢sicas para un pacto sobre el empleo: retirar la reforma laboral del PP, que solo ha provocado m¨¢s paro y regulaci¨®n del mercado laboral a la baja, con ca¨ªda de los salarios y m¨¢s empleo precario; generar inversi¨®n con un fondo p¨²blico y con presi¨®n sobre los bancos, que de alg¨²n modo tienen que devolver lo que la sociedad les est¨¢ dando. Ninguna de estas condiciones es aceptable para el PP que, al tiempo que ha reconocido su fracaso, no tiene empacho en decir que no piensa cambiar de pol¨ªtica. Al Gobierno el pacto solo le interesa si sirve para que los dem¨¢s legitimen una pol¨ªtica quemada. El PSOE habla de pacto para dar imagen de partido responsable, dispuesto a ayudar en un momento de dificultades. Pero en el fondo es la expresi¨®n de la incapacidad de definir una pol¨ªtica alternativa real y de explicarla de modo cre¨ªble a la ciudadan¨ªa.
El pacto es imposible porque no est¨¢n claros los objetivos. En el consenso de la transici¨®n hab¨ªa dos impulsos compartidos: crear un sistema democr¨¢tico homologable y estable, y normalizar el pa¨ªs con la incorporaci¨®n plena en Europa. Ahora ni siquiera acabar con el desempleo es un objetivo com¨²n: la reforma laboral demuestra que el PP cree que el paro es un mal necesario para salir de la crisis.
Dec¨ªa Jacob Burckhardt que las verdaderas crisis son raras. Esta es rara, por tanto, verdadera. Es una crisis sist¨¦mica, que nos ha situado en una encrucijada y del camino que se escoja dependen muchas cosas: entre ellas, la supervivencia de la democracia y los modos de convivencia futura. Es una crisis que responde a una revoluci¨®n tecnol¨®gica con efectos m¨²ltiples sobre la propia experiencia humana y a cambios sustanciales en la composici¨®n de los grupos humanos: desde la divisi¨®n en clases sociales hasta la composici¨®n de la pir¨¢mide de edad. De ah¨ª que aparezcan fracturas nuevas en la confrontaci¨®n social: los partidarios de desdibujar la pol¨ªtica y los partidarios de la defensa de lo p¨²blico; los instalados, que todav¨ªa tienen trabajo, y los excluidos; los que buscan la impunidad sali¨¦ndose del marco social e institucional, y los que buscan amparo en los referentes comunitarios y en las instituciones compartidas. A trav¨¦s de estos y otros conflictos se van modificando las l¨ªneas de confrontaci¨®n pol¨ªtica e ideol¨®gica.
En este debate hay una posici¨®n, que en Espa?a representa el PP, que condena a la pol¨ªtica a un papel ancilar, entregando la hegemon¨ªa social a unas ¨¦lites articuladas en torno al poder financiero, cada vez m¨¢s alejadas de la sociedad, y buscando en la neorreligiosidad, conforme al modelo que los pentecostalistas ensayaron con la Administraci¨®n de Bush, el control de una sociedad condenada al individualismo y la indiferencia. Esperanza Aguirre, siempre a la vanguardia del partido, apelando a debilitar al Estado en beneficio de las corporaciones privadas, y Ruiz Gallard¨®n, tratando de gustar a los se?ores obispos, expresan, sin verg¨¹enza, lo que Rajoy se calla. ?Es este el camino que la izquierda tiene que pactar? Dice el historiador finland¨¦s Bo Strath: el sistema ha entrado en crisis por su incapacidad en el trato a las personas. Este es el problema del modo de gobierno neoliberal: cuando todo tiene un precio, las personas no existen.
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