Locomotora gripada
Par¨ªs y Berl¨ªn deben reencontrarse para impulsar una salida europe¨ªsta, urgente, a la crisis
Europa atraviesa malos tiempos. Econ¨®micamente, una dura recesi¨®n. Internacionalmente, no logra capitalizar su peso comercial, econ¨®mico y en ayuda al desarrollo: en ninguna de las ¨²ltimas crisis ¡ªsalvo en la de Libia¡ª ha sido decisiva. Todo ello se debe en gran medida a la ausencia de cohesi¨®n pol¨ªtica de sus dirigentes. La d¨¦bil voluntad concertada explica que la mayor¨ªa de retos que plantea la continuidad y afianzamiento de la moneda ¨²nica se est¨¦n abordando de forma inadecuada.
Desde la crisis financiera de Wall Street en 2008 y sobre todo desde el estallido de la crisis griega que origin¨® el primer rescate de la eurozona, hace tres a?os, la UE ha hecho lo que deb¨ªa: evitar la ca¨ªda de cualquier socio del euro e ir completando la uni¨®n monetaria de Maastricht con instrumentos indispensables; del fondo de rescate al dise?o de la uni¨®n bancaria.
Pero lo ha hecho de modo insatisfactorio, receloso, defensivo. Adopta las medidas demasiado tarde, de forma demasiado insuficiente, con demasiado oportunismo ante las contiendas electorales locales y, como en el ¨²ltimo caso del rescate de Chipre, con demasiadas chapuzas que conculcan la propia legalidad comunitaria.
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El d¨¦ficit de direcci¨®n pol¨ªtica, que afecta tanto a las instituciones como a los Gobiernos, se ve agravado estos d¨ªas por la falta de sinton¨ªa ¡ªsi no grave tensi¨®n¡ª entre Francia y Alemania. Es leg¨ªtimo que ambos pa¨ªses discrepen del contenido, ritmo y sesgo de las reformas econ¨®micas en curso. Pero resulta fatal que se enzarcen en batallitas epis¨®dicas planteadas desde la cortedad de miras del chovinismo, la baja popularidad o la inminencia electoral, que acaben gripando la locomotora Par¨ªs-Berl¨ªn. Europa es mucho m¨¢s que los dos pa¨ªses, pero ser¨¢ poca cosa sin la complicidad entre ambos. No solo por razones hist¨®ricas, porque la actual UE naci¨® como cristalizaci¨®n de la reconciliaci¨®n franco-alemana. Tambi¨¦n porque la s¨ªntesis de sus perspectivas resulta casi en una calcograf¨ªa de las realidades, sensibilidades y orientaciones de los Veintisiete. Favorecer esa s¨ªntesis para nada equivale a reclamar la reedici¨®n de infaustos directorios pasados.
Es injusto culpabilizar de todos los males econ¨®micos actuales a la canciller Merkel, sobre todo en el tono despectivo que emplean algunos, aunque deba criticarse el empecinamiento alem¨¢n en una pol¨ªtica econ¨®mica de austeridad excesiva e inflexible. Como es caricaturesco tildar a Francia de ser el enfermo econ¨®mico de Europa, aunque su justa reclamaci¨®n de una pol¨ªtica econ¨®mica m¨¢s orientada al crecimiento, y de un mayor compromiso de los pa¨ªses m¨¢s saneados en relanzar la demanda continental, se module a veces muy torpemente.
Sobra aplicar el calificativo de ego¨ªsta a las posiciones alemanas. Olvida su aportaci¨®n a los rescates y al presupuesto com¨²n, la de principal cuant¨ªa, aunque proporcionalmente equivale a las dem¨¢s. Igualmente conviene que Berl¨ªn recuerde que la g¨¦nesis de la crisis no es atribuible solo al endeudamiento excesivo del Sur, sino tambi¨¦n al incentivo que impuso el acreedor Norte. Alemania contribuye en mucho a Europa, pero Europa comparti¨® v¨ªa inflaci¨®n los costes de su unificaci¨®n, y es el basti¨®n de su fuerza exportadora, multiplicada desde el nacimiento del euro.
Francia y Alemania deben mirarse de nuevo a los ojos. Par¨ªs debe asumir la uni¨®n pol¨ªtica no solo como culminaci¨®n, sino como requisito de la econ¨®mica; Berl¨ªn debe asumir la uni¨®n econ¨®mica como base imprescindible de la pol¨ªtica. El avance debe ser simult¨¢neo, en paralelo. Espa?a e Italia, que comparten la urgencia de las propuestas francesas, pueden coadyuvar a que la locomotora vuelva as¨ª a sus ra¨ªles. So pena de retroceder, y ya se va viendo ¡ªen Grecia, Italia o Reino Unido¡ª cu¨¢ntos peligros nacionalistas y xen¨®fobos incuba el euroescepticismo trocado en eurohostilidad.
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