En defensa de los no visionarios
George H. W. Bush no fue un gran transformador, como Thatcher o Reagan. Pero su pol¨ªtica exterior, marcada por la prudencia, el autodominio y la b¨²squeda de la estabilidad, fue una de las mejores del siglo pasado
En muchos de los homenajes que se le rindieron tras su fallecimiento, Margaret Thatcher fue elogiada como una l¨ªder transformadora, que gener¨® grandes cambios. Y se mencion¨® con frecuencia al igualmente transformador Ronald Reagan, su contraparte estadounidense. M¨¢s interesante resulta compararla, sin embargo, con el otro presidente de Estados Unidos con el que coincidi¨® durante su mandato, George H. W. Bush, Bush padre.
Aunque a Bush se le ha caracterizado a menudo, de forma despectiva, como un mero administrador ¡°de componendas¡±, su pol¨ªtica exterior fue una de las mejores del siglo pasado. Su Gobierno gestion¨® el fin de la guerra fr¨ªa, el desmantelamiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y la unificaci¨®n de Alemania dentro de la OTAN, todo ello sin violencia. Al mismo tiempo, encabez¨® una amplia coalici¨®n respaldada por las Naciones Unidas que repeli¨® la agresi¨®n de Sadam Husein a Kuwait. Si se le hubiera ca¨ªdo cualquiera de las bolas con las que hac¨ªa malabarismos, el mundo actual estar¨ªa en condiciones mucho peores.
Si bien durante su mandato se produjo una transformaci¨®n global de grandes proporciones, Bush (en sus propias palabras) no ten¨ªa objetivos transformadores. Con respecto a la unificaci¨®n de Alemania, se resisti¨® a seguir los consejos de Thatcher y otros, aparentemente por un sentido de justicia y responsabilidad hacia su amigo el canciller Helmut Kohl. En octubre de 1989 respondi¨® a una llamada de Kohl manifestando p¨²blicamente que no compart¨ªa ¡°la preocupaci¨®n de algunos pa¨ªses europeos respecto a una Alemania reunificada¡±.
Al mismo tiempo, comprendi¨® la importancia de permitir que Kohl y otros asumieran el protagonismo. Cuando un mes m¨¢s tarde se abri¨® el muro de Berl¨ªn, en parte debido a un error de Alemania del Este, se le critic¨® por el bajo perfil de su respuesta. Pero hab¨ªa optado deliberadamente por no presumir ni humillar a los sovi¨¦ticos: ¡°No voy a bailar sobre el Muro ni a darme golpes de pecho¡±, respondi¨®. Todo un ejemplo de inteligencia emocional de un l¨ªder. Ese dominio de s¨ª mismo ayud¨® a crear las condiciones para el ¨¦xito de la Cumbre de Malta con el presidente sovi¨¦tico Mija¨ªl Gorbachov, celebrada un mes despu¨¦s. La guerra fr¨ªa acab¨® tranquilamente, seguida por el desmantelamiento del imperio sovi¨¦tico.
Bush alcanz¨® los objetivos de EEUU con un da?o m¨ªnimo a los intereses de otros pa¨ªses
A medida que Bush y su equipo respond¨ªan a fuerzas que estaban en gran medida fuera de su control, se fij¨® metas y objetivos que equilibraban de manera prudente las oportunidades y las limitaciones. Algunos cr¨ªticos le reprochan el no haber apoyado las aspiraciones nacionales de rep¨²blicas sovi¨¦ticas como Ucrania en 1991 (cuando dio su tristemente famoso discurso del ¡°pollo de Kiev¡± contra el ¡°nacionalismo suicida¡±); o no haber llegado hasta Bagdad para derrocar a Sadam Husein en la Guerra del Golfo; o haber enviado a Brent Scowcroft a Pek¨ªn para mantener relaciones con China tras la matanza de la plaza de Tiananmen en 1989. Pero en cada uno de estos casos, lo que estaba haciendo Bush era limitar sus logros a corto plazo para poder alcanzar estabilidad a largo plazo.
Otros cr¨ªticos se han quejado de que Bush no fijara objetivos de cambio m¨¢s ambiciosos con relaci¨®n a la democracia rusa, Oriente Pr¨®ximo o la no proliferaci¨®n nuclear en tiempos en que la pol¨ªtica mundial parec¨ªa m¨¢s fluida. Pero, una vez m¨¢s, hay que decir que se mantuvo m¨¢s centrado en mantener la estabilidad global que en promover nuevas estrategias.
Adem¨¢s, Bush fue respetuoso de las instituciones y normas en el exterior y dentro de su pa¨ªs: acudi¨® al Congreso para pedir autorizaci¨®n para iniciar la Guerra del Golfo y a las Naciones Unidas para solicitar una resoluci¨®n bajo el cap¨ªtulo 7 de la Carta de la ONU. Aunque era de pensamiento realista, pod¨ªa ser un wilsoniano en sus t¨¢cticas. La decisi¨®n de Bush de poner fin a los combates en Irak despu¨¦s de apenas cuatro d¨ªas estuvo motivada en parte por inquietud humanitaria, para evitar una carnicer¨ªa de soldados iraqu¨ªes, y tambi¨¦n por el inter¨¦s de no dejar a Irak tan debilitado que no pudiera servir de contrapeso al poder de su vecino Ir¨¢n.
Si bien la invasi¨®n de Panam¨¢, ordenada por Bush para capturar (y despu¨¦s enjuiciar) a Manuel Antonio Noriega, puede haber violado la soberan¨ªa paname?a, ten¨ªa un grado de legitimidad de facto, dada la conducta infame del dictador. Y, cuando organiz¨® su coalici¨®n internacional para emprender la Guerra del Golfo, el presidente estadounidense incluy¨® a varios pa¨ªses ¨¢rabes no para asegurar el ¨¦xito militar de la misi¨®n, sino para darle m¨¢s legitimidad.
El estadounidense no sigui¨®
los consejos brit¨¢nicos,
y apoy¨® a Kohl durante la reunificaci¨®n de Alemania
Se dice que, cuando Thatcher y Bush se reunieron en Aspen, Colorado, en el verano de 1990, la brit¨¢nica le aconsej¨® que no ¡°le temblara la mano¡±. Pero la mayor¨ªa de los historiadores coinciden en que no exist¨ªa ese peligro. Con su cuidadosa combinaci¨®n de poder duro y blando, Bush impuls¨® una estrategia exitosa que alcanz¨® los objetivos estadounidenses sin caer en un excesivo aislacionismo y con un da?o m¨ªnimo a los intereses de otros pa¨ªses. Fue muy prudente para no humillar a Gorbachov y manejar bien la transici¨®n a la presidencia de Bor¨ªs Yeltsin en la nueva Rusia independiente.
Por supuesto, no todos los extranjeros recibieron una protecci¨®n adecuada. Por ejemplo, Bush dio poca prioridad a los kurdos y chi¨ªes en Irak, a los disidentes en China y a los bosnios en la ex-Yugoslavia. En ese sentido, su realismo puso l¨ªmites a su cosmopolitismo.
?Podr¨ªa haber hecho m¨¢s si hubiera sido un l¨ªder transformador, como Thatcher o Reagan? Tal vez en un segundo mandato. Y, con m¨¢s habilidad para la comunicaci¨®n, podr¨ªa haber educado mejor al pueblo estadounidense acerca de la naturaleza cambiante del mundo posterior a la guerra fr¨ªa. Pero ante las profundas incertidumbres de un mundo en movimiento y los peligros de cometer errores de c¨¢lculo cuando el imperio sovi¨¦tico se derrumbaba, la gesti¨®n prudente se impuso a las grandes visiones.
Es conocida la frase de Bush de que ¨¦l no hac¨ªa ¡°the vision thing¡± (¡°eso de la visi¨®n de mundo¡±). No obstante, pocos en 1989 cre¨ªan que Alemania se pod¨ªa reunificar en paz dentro de la Alianza occidental. Thatcher no, desde luego. La lecci¨®n es que, en determinadas circunstancias, es preferible el liderazgo de buenos ¡°administradores de componendas¡±, como George H. W. Bush (o Dwight Eisenhower antes que ¨¦l), al de innovadores m¨¢s llamativos y sugerentes.
Joseph S. Nye es profesor de la Universidad de Harvard y autor de Presidential leadership and the creation of the american era (Liderazgo presidencial y la creaci¨®n de la era estadounidense), de pr¨®xima publicaci¨®n.
Copyright: Project Syndicate, 2013.
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