El tiempo de los derechos sociales
Cuando hay crisis econ¨®mica es imprescindible garantizar las prestaciones b¨¢sicas de los ciudadanos
En 1990 se public¨® un libro de Norberto Bobbio titulado en italiano: L¡¯et¨¤ dei diritti, formado por diversos trabajos del fil¨®sofo italiano. Este libro fue traducido al espa?ol como El tiempo de los derechos y publicado por la editorial Sistema en 1991. El autor quer¨ªa poner de manifiesto con esta expresi¨®n que, aunque los derechos humanos son una categor¨ªa hist¨®rica que se remonta al inicio de la Edad Moderna, solo despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial se han convertido en patrimonio com¨²n de la Humanidad, se han internacionalizado y, por eso, estamos en el ¡°tiempo de los derechos¡±.
Ahora bien, hasta ahora, en casi todas las Declaraciones internacionales y Constituciones nacionales los derechos reconocidos con las m¨¢ximas garant¨ªas son los derechos denominados civiles y pol¨ªticos o derechos de libertad, mientras que los derechos sociales han permanecido como la cenicienta de los derechos, dotados de un nivel de garant¨ªas disminuido, cuando no claramente degradado. Un ejemplo de ello es el art¨ªculo 53.3 de nuestra Constituci¨®n.
Se han aportado muchos argumentos para justificar esta degradaci¨®n de los derechos sociales. El m¨¢s importante y repetido de estos argumentos ha sido que para satisfacerlos son precisos medios econ¨®micos muy cuantiosos por parte del Estado y, cuando hay crisis econ¨®mica, los poderes p¨²blicos no disponen del dinero suficiente para hacerles frente.
Ahora bien, entre estos derechos sociales se sit¨²an algunos tan importantes como el derecho a la educaci¨®n, a la protecci¨®n de la salud, a una vivienda digna y adecuada, al trabajo, a la protecci¨®n social o a un m¨ªnimo vital y a la atenci¨®n a las situaciones de dependencia. Numerosos documentos internacionales han insistido en la indivisibilidad de los derechos, tanto los civiles y pol¨ªticos como los econ¨®micos y sociales. Con esta expresi¨®n se quiere decir que no es posible garantizar los derechos de libertad si no se garantizan tambi¨¦n los derechos sociales, que se caracterizan por ser, primordialmente, derechos de prestaci¨®n.
El individuo moderno es un ser absolutamente dependiente del medio social para subsistir
Pero es que esto, que ha sido verdad siempre, lo es mucho m¨¢s en las sociedades desarrolladas contempor¨¢neas. Un jurista alem¨¢n, Forsthoff, hablaba en los a?os cincuenta de la diferencia entre el espacio vital dominado y el espacio vital efectivo para hacer referencia a los ¨¢mbitos de que dispone el ser humano para vivir y satisfacer sus necesidades vitales. Mientras que en otras ¨¦pocas hist¨®ricas los seres humanos pod¨ªan vivir de lo que cultivaban o de los animales que criaban en sus granjas o en sus casas, el individuo moderno es un ser absolutamente dependiente del medio social para subsistir.
El ser humano actual es m¨¢s vulnerable que nunca a lo largo de la historia. Es verdad que existe la posibilidad de emprender una actividad econ¨®mica en el marco de la econom¨ªa de mercado, pero esta opci¨®n est¨¢ fuera del alcance de muchas personas.
Sin embargo, la econom¨ªa de mercado se presenta como un logro irrenunciable en nuestros d¨ªas. Las experiencias de otros tipos de econom¨ªa han resultado un fracaso o han devenido en dictaduras que desconocen los derechos humanos. Parece que las libertades pol¨ªticas y la democracia han de ir de la mano de las libertades econ¨®micas. Ahora bien, un sistema de libre mercado de nuestros d¨ªas, con la complejidad que presenta el modelo econ¨®mico actual, no puede olvidar la situaci¨®n de vulnerabilidad en que quedan las personas. No se puede abandonar a los/las ciudadanos/as a su suerte cuando hay momentos de crisis econ¨®mica.
La crisis econ¨®mica no puede servir de excusa para desmantelar el Estado del Bienestar o Estado social. Es, precisamente, cuando hay crisis econ¨®mica cuando se hace m¨¢s imprescindible garantizar los derechos sociales b¨¢sicos, que podr¨ªamos identificar como: educaci¨®n, sanidad, vivienda, trabajo, protecci¨®n social o m¨ªnimo vital y atenci¨®n a la dependencia. Podemos afirmar, pues, que ha llegado el tiempo de los derechos sociales.
Algunos ya se garantizan de forma generalizada en nuestro pa¨ªs como la educaci¨®n y sanidad (aunque los recientes recortes est¨¢n poniendo en peligro los logros conseguidos). Otros, como la protecci¨®n social o el m¨ªnimo vital, alcanzan a un buen n¨²mero de personas. En cuanto al derecho al trabajo, deber¨ªa asegurarse, al menos, una renta de subsistencia para quienes no puedan conseguir un puesto en el mercado laboral. Para la atenci¨®n de la dependencia ya existe una ley, solo hay que aplicarla. Y no ser¨ªa tan dif¨ªcil garantizar el derecho a la vivienda (existen f¨®rmulas como el alquiler social).
Los ingresos hay que extraerlos de los impuestos de las grandes fortunas y las grandes compa?¨ªas
Se puede argumentar que, cuando hay crisis econ¨®mica, el Estado no tiene medios para hacer frente a los gastos que supone garantizar estos derechos a toda la poblaci¨®n. Y esto puede ser verdad cuando se produce una cat¨¢strofe natural grave o una guerra. Pero las crisis econ¨®micas debidas a crisis financieras, como la que atravesamos, no es producto de una de estas circunstancias. El dinero existe, no ha desaparecido. Lo que sucede es que est¨¢ en manos de unos pocos privilegiados, probablemente en para¨ªsos fiscales.
Los Estados deben dictar una legislaci¨®n (mejor a nivel constitucional) en que se garanticen los derechos sociales m¨ªnimos en todo caso, sobre todo, cuando hay crisis econ¨®mico-financiera, porque es en ese momento cuando son m¨¢s necesarios, cuando hay m¨¢s personas en situaci¨®n de necesidad grave por el incremento de los niveles paro.
?De d¨®nde obtener los medios econ¨®micos? Eso ya est¨¢ inventado. Es un logro cl¨¢sico de la socialdemocracia. Sobre todo, de los impuestos. Y, especialmente, de los impuestos de las grandes fortunas y las grandes compa?¨ªas, cuyos ingresos se incrementan exponencialmente cada a?o.
Esto no puede hacerlo un Estado en solitario. Es un lugar com¨²n afirmar que, si un Estado aumenta mucho sus impuestos, las grandes compa?¨ªas se ir¨¢n a otro o, m¨¢s bien, a los para¨ªsos fiscales. La lucha contra los para¨ªsos fiscales se presenta, as¨ª, como el gran reto econ¨®mico y social de nuestros d¨ªas.
Ha llegado el momento en que tiene que abordarse este problema, al menos los partidos socialistas tienen que hacerlo porque, si no es as¨ª, se han quedado sin ning¨²n mensaje que lanzar a la ciudadan¨ªa. Ya no sirve la propuesta de gestionar la econom¨ªa de mercado de forma m¨¢s social pero sin tocar los pilares fundamentales de la misma: la acumulaci¨®n excesiva de capital. Esto se ha demostrado insuficiente y est¨¢ en el origen de la p¨¦rdida de confianza de los/las ciudadanos/as en los partidos de izquierdas.
Si se consigue una distribuci¨®n m¨¢s equitativa de la riqueza, entonces ser¨¢ posible garantizar los derechos sociales m¨ªnimos a toda la poblaci¨®n de un pa¨ªs. Es posible hacerlo y no solo es posible; es imprescindible si se quiere mantener el sistema liberal-democr¨¢tico de econom¨ªa de mercado. Si no se hace, el propio sistema se har¨¢ insostenible por el empobrecimiento de grandes masas de poblaci¨®n; las grandes compa?¨ªas dejar¨¢n tambi¨¦n de obtener beneficios y ser¨¢ cada vez m¨¢s inminente el peligro de estallido social.
Encarna Carmona Cuenca es profesora titular de Derecho Constitucional en la Universidad de Alcal¨¢.
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