Una soberana idiotez
Conviene cuidarse de quienes pretenden romper la uni¨®n democracia-Estado de derecho esgrimiendo 'hechos diferenciadores' como lengua o d¨¦ficit fiscal
Las fronteras cierran arbitrariamente el alcance del demos, del sujeto soberano. La ¡°soberan¨ªa nacional¡± es el poder indisoluble que, arrebatado al absolutismo, pertenece ya siempre a ese cuerpo ciudadano que va a autogobernarse. Y el buen ciudadano ser¨¢ quien asuma su inderogable responsabilidad como miembro.
Ciertamente, para que la arbitrariedad del cierre no afectase al autogobierno, el siglo XIX promovi¨® la nacionalizaci¨®n estatal. Pero fue el proceso de desnacionalizaci¨®n, con el que acogimos democr¨¢ticamente la diferencia, lo que abon¨® el campo para el desaf¨ªo actual de nacionalismos perif¨¦ricos: "la vieja frontera es arbitraria ¡ªdicen¡ª porque nosotros, por compartir el rasgo distintivo X, somos una aut¨¦ntica comunidad pol¨ªtica".
Sin embargo, un cierre justo del demos no soporta esto. Requiere m¨¢s bien ejercer leg¨ªtimamente la soberan¨ªa nacional, haciendo efectiva la ¡°soberan¨ªa popular¡±. Esto implica aunar la idea de constituci¨®n con la de democracia, sin la cual no habr¨ªa autoorganizaci¨®n pol¨ªtica. Para ello un Estado de derecho instituye un procedimiento cuya fuerza epist¨¦mica radicar¨¢ en su capacidad de disolver con el tiempo cualquier m¨¢cula en su g¨¦nesis, corrigi¨¦ndose a s¨ª mismo mediante la inclusi¨®n democr¨¢tica de las minor¨ªas. (En contra de lo que sugieren sus advenedizos detractores, esto es lo que debe exig¨ªrsele a nuestra Constituci¨®n). Solo porque todos los afectados por determinados poderes (pol¨ªticos, econ¨®micos o sociales) siempre pueden participar en la toma de decisiones relevantes, cabe presuponer legitimidad y legitimaci¨®n a dichas decisiones. Por cierto: es la falta de Estado de derecho incluyente lo que legitima el golpe egipcio frente a la ramplona voluntad democr¨¢tica del pueblo.
Convendr¨¢ pues precaverse de quien pretenda romper esa uni¨®n democracia-Estado de derecho, fragmentando el demos y horadando la inclusividad del procedimiento. Precaverse del que afirma que la ¡°lengua es un hecho diferenciador tan indiscutible, y sobre todo si tiene la envergadura y la dimensi¨®n social y cultural del catal¨¢n, que te recuerda permanentemente que ah¨ª hay una cosa que es diferente¡± (Ramoneda, Hola Europa). Seg¨²n esto, la acogida al extranjero no se deber¨ªa tanto a su calidad ciudadana, como al aprendizaje del (l¨¦ase ¡°vaga adhesi¨®n a lo¡±) catal¨¢n con el que adquiere un ¡°hecho diferenciador¡± que, sin duda, le acerca m¨¢s a un catal¨¢n de lo que jam¨¢s lo ha estado un extreme?o. Sortear el etnicismo es dif¨ªcil si la lengua configura la identidad de tal modo que exige para s¨ª una naci¨®n pol¨ªtica. Pero ni la lengua tiene derechos ni el multiling¨¹ismo impide la democracia; ?y menos cuando, a diferencia de Suiza, B¨¦lgica o Canad¨¢, s¨ª existe una lengua com¨²n o pol¨ªtica! Pero esto les da igual a quienes no ven razones democr¨¢ticas para frenar la secesi¨®n.
Ni la lengua tiene derechos ni el multiling¨¹ismo
impide la democracia
En cuanto a la ¡°envergadura y dimensi¨®n social¡±, la falacia la desvela la Generalitat, informe tras informe: el castellano es lengua propia de la mayor¨ªa de catalanes, para quienes por tanto tambi¨¦n es lengua com¨²n. Otra cosa es la pretensi¨®n del Gobierno, tratando de cambiar la realidad social pluriling¨¹e, mediante una inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica que vulnera derechos ling¨¹¨ªsticos de castellano-parlantes. Lo que implica la envergadura del catal¨¢n es, por supuesto, el deber de garantizar contextualmente su aprendizaje y uso p¨²blico.
Llegamos as¨ª al cacareado mantra de la ¡°diferencia¡± (?o ¡°d¨¦ficit simb¨®lico¡±!), con el que el clientelismo catal¨¢n reivindica para s¨ª todo el caf¨¦: ¡°Pero desenga?¨¦monos, un problema real persistir¨¢ mientras esa distinci¨®n no penetre en el coraz¨®n mismo del Estado, mientras las pol¨ªticas del Estado cultural no la integren a fondo¡± (Jordi Amat, 6 de mayo). No busquen reclamaciones concretas; las peque?as identidades individuales buscan dignidad tras una colectividad que se pretende mejor. De tan espurio, averg¨¹enza. Un orgullo por la ¡°diferencia¡± que nos dejar¨ªa indiferentes si no se blandiese contra el principio democr¨¢tico que nos impele a hacer frente com¨²n a nuestros problemas.
Pero la econom¨ªa a?ade al argumento ling¨¹¨ªstico el del d¨¦ficit fiscal con Espa?a. Un nuevo mantra desmontado por segundo a?o consecutivo por Convivencia C¨ªvica Catalana: ?super¨¢vit catal¨¢n de 2,1% en 2009 y d¨¦ficit del 0,4% en 2010! Pero aunque el d¨¦ficit existiera, un dem¨®crata se preguntar¨ªa si tal queja vale m¨¢s al esgrimirla Catalu?a que si la esgrimiera, pongamos, Bot¨ªn. Dejando a un lado la corrupci¨®n org¨¢nica de la democracia que supone hablar de ¡°Catalu?a¡± (por ¡°catalanes¡±), ?por qu¨¦, si el Estado social debe redistribuir, tendr¨ªa esta que recibir en funci¨®n de lo que paga? Cierto, el rico que no traslada su domicilio, se procura un para¨ªso fiscal o una SICAV. Pero esto no es respuesta leg¨ªtima. La soberan¨ªa popular exige un procedimiento justo. Y no ser¨¢ justo si el poderoso puede abandonar la comunidad cuando desee: la simple amenaza de levantarse de la mesa es el chantaje nacionalista que por no ser combatido con argumentos democr¨¢ticos nos ha tra¨ªdo hasta aqu¨ª.
Unos apuntes m¨¢s. Convendr¨ªa un esfuerzo sincero por recomponer un proyecto com¨²n. Los partidos nacionales tienen motivos, pues conseguir¨ªan aumentar su caladero de votos: solo la ingenua voluntad de atraerse al nacionalismo explica de hecho el aumento desmedido del autogobierno catal¨¢n. M¨¢s dif¨ªcil parece que el Gobierno catal¨¢n haga esfuerzos: conservar un enemigo exterior les permite no rendir cuentas, cercenando la calidad y transparencia democr¨¢ticas.
Solo la ingenua voluntad de atraerse al nacionalismo explica el aumento desmedido del autogobierno catal¨¢n
La independencia, rechazada por la UE, vulnera una legalidad internacional que reserva el derecho a la autodeterminaci¨®n a pueblos sistem¨¢ticamente atropellados. Negociar la secesi¨®n (si no quedase otra) exigir¨ªa acordar el criterio de mayor¨ªas, la formulaci¨®n exacta de la pregunta, calcular el coste de infraestructuras ya realizadas, etc. Por supuesto, el demos a consultar ser¨ªa el soberano desde 1812, pues otra cosa abrir¨ªa una batalla encarnizada por definir qui¨¦nes votan y por qu¨¦. ?¡°Pa?sos catalans¡±? ?Municipios? No. Sabemos que se dirigen a una comunidad aut¨®noma constitucionalmente garantizada y sobre la cual ya han expandido la ¡°conciencia nacional¡±, aprovechando su aparato burocr¨¢tico y medi¨¢tico para seleccionar, potenciar e imponer los rasgos peculiares.
Por ¨²ltimo: la p¨¦rdida soberana que de facto sufren los Estados solo puede recomponerla una nueva soberan¨ªa compartida. Una soberan¨ªa que ya no nos vendr¨ªa dada, sino que nace cuando, como sujetos constituyentes, decidimos ceder soberan¨ªa hacia arriba (UE, ONU). Si queremos salvaguardar un resto de ¡°soberan¨ªa popular¡±, tendremos que ampliar el demos. Hoy ni siquiera basta con que los espa?oles decidamos sobre los ingresos y gastos de Catalu?a y viceversa; para garantizar la democracia convendr¨ªa que los ciudadanos alemanes tambi¨¦n tengan cierto poder de decisi¨®n en nuestros ingresos y gastos. Dejando de lado el provecho que saca Alemania de la crisis, ?por qu¨¦, si no, dar¨ªa un ciudadano alem¨¢n dinero a un Estado del que ¨¦l no es soberano y donde no decidir¨¢ c¨®mo emplearlo? A pesar de las deficiencias institucionales existentes, esto es algo que, mediante su representaci¨®n en Cortes, s¨ª puede hacer un ciudadano catal¨¢n sobre los gastos andaluces. Esa es la l¨®gica de la democracia; y si hay que cambiar las instituciones ser¨¢ para mejor garantizarla, no para romperla.
Cuando se rompe la cuerda que une democracia y Estado de derecho aparecen los mes¨ªas del pueblo, refrendados por mayor¨ªa parlamentaria. Una parte se arroga la identificaci¨®n con el todo, prescindiendo de las minor¨ªas y de las estructuras constitucionales que garantizan el procedimiento democr¨¢tico. Dejar que el TC enmiende solo la plana, sin explicar de d¨®nde emana su legitimidad y su legitimaci¨®n, es una dejaci¨®n idiota que lo est¨¢ rompiendo todo.
Mikel Arteta?es licenciado en Derecho y Ciencias pol¨ªticas. Prepara su tesis doctoral sobre el concepto de constitucionalizaci¨®n cosmopolita en J¨¹rgen Habermas.
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