En defensa de la rev¨¢lida
El primer a?o en que trabaj¨¦ en la ense?anza p¨²blica me toc¨® vivir una situaci¨®n sorprendente. La directora del instituto mientras correg¨ªa un examen descubri¨® un ¡°cambiazo¡± de un alumno. El alumno hab¨ªa copiado las preguntas del libro en un folio y lo hab¨ªa introducido en el examen. El caso es que el alumno reclam¨® a la inspecci¨®n. En un momento de la conversaci¨®n con el inspector, la directora argument¨® que el alumno hab¨ªa copiado incluso las comas, a lo que el inspector respondi¨®: ¡°?Acaso duda usted de que un alumno tenga capacidad de aprenderse hasta las comas?¡±. Tras otras muchas molestias, la directora tuvo que aceptar que el alumno aprobara.
No ha sido la ¨²nica vez en que he tenido que vivir situaciones an¨¢logas. Por ello no me extra?¨® que una comisi¨®n t¨¦cnica en Andaluc¨ªa decidiera que un alumno con cinco suspensos obtuviera el graduado escolar. El actual sistema educativo est¨¢ concebido para que los alumnos vayan pasando de curso sin apenas alcanzar unos conocimientos y destrezas m¨ªnimas.
Los profesores que se atreven a ser exigentes van a contracorriente. Se enfrentan a los alumnos, a sus padres, a las autoridades educativas e, incluso, a sus propios compa?eros. En efecto, la sociedad en general ha ca¨ªdo en una perjudicial sobreprotecci¨®n de los j¨®venes seg¨²n la cual un suspenso los traumatiza de forma irreparable.
Todo ello hace que saludemos con agrado la implantaci¨®n de las rev¨¢lidas en la nueva reforma educativa. Supondr¨¢ una meta objetiva, tanto para profesores como para alumnos. A partir de ahora, un profesor bueno no ser¨¢ el que apruebe m¨¢s, sino aquel que consiga que sus alumnos obtengan mejores resultados en la rev¨¢lida.¡ª Miguel ?ngel Viciana Clemente.?
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