Cine de resistencia
Las grandes pel¨ªculas espectaculares han terminado sepultando a las verdaderas historias
Vuelvo a mi ciudad despu¨¦s de medio a?o y me encuentro con lo que ya sab¨ªa: m¨¢s cines cerrados. Unos 21 en los ¨²ltimos dos a?os. El pez gordo se come al chico. La cultura de masas devora de tal forma a la de minor¨ªas que, aun sin pretenderlo, algunos nos estamos convirtiendo en elitistas. Y eso que yo prefiero las pel¨ªculas cuando una sala se abarrota. Las emociones, sobre todo las de la comedia, aumentan con la respiraci¨®n colectiva. Pero la sensaci¨®n es que hay algo en el consumo cultural que est¨¢ cambiando tan radicalmente que afectar¨¢ a nuestra forma de vida. Ha sido la crisis, s¨ª. Ha sido la subida del IVA, desde luego.
Pero el abandono de los cines viene de antes. Hay gente que ya no iba por sistema y, aunque a los desertores se les llenaba la boca de razones, lo que subyac¨ªa en esa retirada colosal es que desde hac¨ªa tiempo gran parte del p¨²blico no apreciaba ese arte tanto como para verlo en una gran pantalla. Pudiendo tenerlo en la tele o en el ordenador... Las grandes productoras se meten en gastos descomunales a fin de atraer a los espectadores con promesas de visionado tridimensional o de sonido abracadabrante. No tengo nada en contra del cine espect¨¢culo pero hay historias que quedan sepultadas bajo ese alarde derrochador. Si El gran Gastby se hubiera rodado pensando en los lectores que aman El gran Gastby, su destino hubieran sido esas salas peque?as a las que acude o acud¨ªa un espectador que ya cada vez importa menos; si un director hubiera propuesto una adaptaci¨®n m¨¢s barata de la novela de Scott Fitzgerald no hubiera encontrado productor que la financiara. Paradojas de la industria del cine. Para atraer a un p¨²blico masivo hace falta una experiencia tridimensional, una colecci¨®n de brillantes en Tiffany's y una realizaci¨®n hist¨¦rica. ?C¨®mo explicar hoy a j¨®venes que carecen de cultura cinematogr¨¢fica que el arte de cualquier pel¨ªcula de John Ford, aunque no contenga efectismos, tambi¨¦n se aprecia mejor en gran formato?
Habr¨¢ que montar cines de resistencia para que no nos acaben domesticando el gusto. De cualquier forma, no hay que negarle a la televisi¨®n la labor de rescatadora de talentos a los que el cine ha dado la espalda. Ah¨ª est¨¢ el mism¨ªsimo Steven Soderbergh, director reputado, que pase¨® sin ¨¦xito su proyecto de llevar a la gran pantalla la relaci¨®n de Liberace, un pianista kitsch, con un joven sin rumbo. No consigui¨® distribuidora, y la cadena televisiva HBO fue astuta y lo compr¨®. La otra noche al otro lado del oc¨¦ano asist¨ª al estreno en mi propia casa.
Fuimos tantos los que acudimos a la cita que la pel¨ªcula se ha convertido en el programa m¨¢s visto de este canal desde 2004. La historia hab¨ªa levantado la misma expectaci¨®n que si se pasara en salas y, d¨ªas antes de su estreno, se publicaban art¨ªculos sobre estos dos personajes extremos que solo la realidad puede inventar. Liberace, m¨²sico tan virtuoso como hortera, provocaba furor en los a?os setenta. Asombra imaginar el grado de inocencia que a¨²n conservaba el p¨²blico de entonces porque, a pesar de que a los ojos del espectador de hoy el artista ten¨ªa una pluma escandalosa, su abogado se afanaba en inventarle romances con mujeres, y la mayor¨ªa de sus admiradoras se lo tragaban. Cuando Liberace sal¨ªa al escenario del Carnegie Hall una polea lo elevaba hasta un piano situado en el cielo del teatro. No es una alucinaci¨®n del guionista: la parafernalia de su show era exactamente as¨ª. El trabajo que hace Michael Douglas es de un orden superior. No se trata de un actor representando a un homosexual extravagante sino de un ser humano que presta generosamente su propia decadencia f¨ªsica (no hay que olvidar que el actor acababa de sufrir un c¨¢ncer) al personaje que interpreta. Y el pobre desgraciado al que seduce es Matt Damon, que encarna a un gay sin pluma, a un muchachote al que un tipo casi anciano quiere adoptar con derecho a sexo.
La pel¨ªcula est¨¢ basada en Behind the Candelabra, la autobiograf¨ªa de Scott Thorson, aquel muchacho hoy convertido en hombre de 54 a?os que pasa su madurez entre rejas por delitos varios. Los periodistas le entrevistan en estos d¨ªas por Skype y ¨¦l revive as¨ª parte de la celebridad de la que goz¨® cuando Liberace lo convirti¨® en el amante-hijo que entraba al escenario conduciendo el Rolls Royce del que sal¨ªa el m¨²sico. El pianista quiso que el joven se transformara el rostro a su imagen y semejanza, y este se someti¨® a una operaci¨®n que le a?adi¨® barbilla, p¨®mulos y le puli¨® la nariz. Esos dos extra?os seres con 40 a?os de diferencia compartieron muchas horas de complejidad sexual en una cama desde la que admiraban una bizarra versi¨®n de la Capilla Sixtina en la que uno de los angelotes ten¨ªa el rostro de Liberace. La pel¨ªcula no es solo una muestra del cat¨¢logo de atrocidades decorativas que pod¨ªan brotar de la mente de un hortera millonario en los setenta, hay algo en ella que fascina: a¨²n retratando la banalidad no es banal, porque el director dota a sus personajes de complejidad humana. Hay humor, pero no hay burla.
Viendo la pel¨ªcula pens¨¦ que tal vez ese sea el futuro que nos espera: ir de estreno al cine en nuestro propio domicilio. Todo sea por la supervivencia de un arte, aunque habr¨¢ que ir pensando en ampliar la pantalla.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.