No olvidar la poscrisis
La clave est¨¢ en una reforma educativa que impulse la excelencia y la meritocracia
Para no pocos ciudadanos la crisis tiene rasgos de perpetuidad infernal, pero en realidad es un purgatorio del que, en uno u otro momento, se sale. Las recientes escaramuzas entre economistas de renombre hacen pensar que ni sabemos con exactitud por qu¨¦ llegan las crisis ni tenemos un conocimiento claro de cu¨¢ndo y c¨®mo finalizan. Eso s¨ª, ocurren y arrasan, como cualquiera puede constatar con angustia. La tentaci¨®n fatalista consiste tanto en creer que uno entra en crisis para no salir nunca, como dar por sentado que no hace falta hacer nada porque al final las crisis acaban por s¨ª solas. Ambas versiones fatalistas configuran una relectura posmoderna de aquel pesimismo hisp¨¢nico que asum¨ªa con cierto masoquismo la imposible articulaci¨®n de un futuro colectivo. Es el fatalismo guay que traslada la responsabilidad de todo mal a cualquier otra instancia, que resulta siempre ser cutre o ¡ªcomo se dice con condescendencia¡ª bananera. Por el contrario, lo que exige la raz¨®n es argumentar la crisis y a la vez la poscrisis.
Salir con ventaja de la crisis no solo es una cuesti¨®n de pol¨ªtica econ¨®mica. Tambi¨¦n requiere hacer posible un salto tecnol¨®gico, una estrategia energ¨¦tica, una reactivaci¨®n de las pol¨ªticas industriales, una mejora de la productividad, exportar m¨¢s y mejor, regenerar la vida p¨²blica. En su mayor¨ªa, estos requerimientos se resumen en uno: la gran reforma educativa que adiestre a los futuros protagonistas del salto tecnol¨®gico, apoye los nuevos liderazgos sociales tras la destrucci¨®n creativa, acuda a cubrir las necesidades del mundo posindustrial, contribuya a una mejor productividad y forme a los ciudadanos que han de articular la sociedad civil y reconstituir la vida p¨²blica. Sin escuela no hay regeneraci¨®n ni poscrisis creativa.
No todos los ¨ªndices econ¨®micos tienen por qu¨¦ ser directamente sensibles al empe?o de la reforma educativa, pero sin una readaptaci¨®n a fondo del sistema educativo no hay cambio de paradigma, no se da el reset decisivo para salir de una crisis con perspectiva y visi¨®n. Siempre iremos a parar a la misma inferencia: el futuro poscrisis se dirimir¨¢ en las aulas. Se requieren dosis excepcionales de responsabilidad y sentido de Estado si se desea lograr los consensos necesarios para la inversi¨®n estrat¨¦gica esencial. La recompensa es alcanzar una aut¨¦ntica redimensi¨®n, una sinergia extremadamente creativa y una cierta revaloraci¨®n de las virtudes p¨²blicas. Por el contrario, las inercias del sistema educativo har¨¢n que el futuro sea mucho m¨¢s incierto y costoso.
Se requieren dosis excepcionales de responsabilidad y sentido de Estado para consensuar esta inversi¨®n estrat¨¦gica
Por ejemplo: en su vertiente de vasta inversi¨®n estrat¨¦gica y no cortoplacista, la red del AVE puede contribuir a nuevas formas de movilidad social, de integraci¨®n y no de desmembraci¨®n territorial, otras concentraciones urbanas, una nueva capilaridad econ¨®mica. Lo mismo ocurre si establecemos una correlaci¨®n entre educaci¨®n y talento. Llegar al and¨¦n del final de la crisis sin una provisi¨®n de capital intelectual puede tener consecuencias equiparables a lo que hubiese significado un rescate econ¨®mico.
La respuesta a la tensi¨®n social es el regreso a la confianza. Tras la incertidumbre, el complejo vitam¨ªnico para convertir la poscrisis en opci¨®n colectiva. No hay una poscrisis de verdad sin que funcione de nuevo el ascensor social. Regenerar parte de afirmaciones, no de la negaci¨®n.
Pol¨ªticamente, la crisis es de una interacci¨®n muy intrincada y exponencial. Alejados el apocalipsis de la prima de riesgo, la oclusi¨®n de los mercados de deuda o la inminencia del rescate, queda mucho por trillar. Pero, del mismo modo, una poscrisis concebida con la debida inteligencia pol¨ªtica e institucional dar¨ªa pie a sinergias mucho m¨¢s creativas, m¨¢s all¨¢ incluso de factores tan vitales como la fluidez crediticia o la generaci¨®n de trabajo. De nuevo, la clave es una reforma educativa cuyas l¨ªneas maestras sean el rigor, la excelencia, una mejor competitividad, la formaci¨®n de ciudadanos y, en definitiva, el salto cualitativo que la democracia espa?ola necesita desde hace tiempo: un avance claro hacia la meritocracia.
Como estado avanzado de la experiencia democr¨¢tica, la meritocracia introduce competitividad y excelencia: sobre todo acaba gradualmente con el poso de privilegios e influencias. Es dif¨ªcil negar que el mal decimon¨®nico del enchufismo persiste, al tiempo que talentos de toda Espa?a con costosa formaci¨®n universitaria tienen que buscar su oportunidad profesional en los pa¨ªses emergentes. Parte de la formaci¨®n universitaria a la que tanto aporta el contribuyente espa?ol est¨¢ beneficiando a otros pa¨ªses. Es todo lo contrario de una sinergia para la poscrisis. Por eso la voluntad meritocr¨¢tica es una urgencia para la poscrisis, un horizonte estructural sin el cual el avance tecno-cient¨ªfico, la creatividad empresarial o el entendimiento del bien com¨²n retroceden de modo arcaico. Es en el estancamiento donde la reflexi¨®n p¨²blica requiere del mayor esfuerzo para tener capacidad de anticipaci¨®n, y mucho m¨¢s en la sociedad del conocimiento. Sin meritocracia, sin una gran estrategia poscrisis, ?qui¨¦n podr¨ªa pensar en la grandeza posible?
Valent¨ª Puig es escritor.
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