Tom Sharpe. Un diablo tras la oreja
Con el humor como bandera, sus novelas han ocupado los primeros puestos de las listas de venta de todo el mundo. ?l confiesa que se divierte escribiendo. Convertido en un cl¨¢sico de la literatura brit¨¢nica, amo y se?or de las carcajadas escritas, Sharpe domina la tecnica de re¨ªrse de todo bicho viviente. Y, por supuesto, tambi¨¦n de s¨ª mismo
Wilt me gusta porque es alguien que hace ya algunos a?os que renunci¨® a la visi¨®n rom¨¢ntica de la vida, que ha aprendido que hay que sobrevivir haciendo cosas que a menudo no nos gustan¡±. Tom Sharpe, que habla as¨ª de su personaje literario preferido, suscribir¨ªa estas palabras para s¨ª mismo. "Wilt soy yo¡±, ha dicho en otro momento. Es un hombre muy alto, muy blanco, muy sonriente. Est¨¢ contento de su trabajo, ¡°con el que me gano el pan¡±, porque para ¨¦l la literatura es eso: un trabajo que hay que realizar con sensatez, con horario y tratando de escribir aquello que el lector pide. Porque de otro modo nadie va a comprarse un libro, y si eso no se logra el escritor ha fracasado.
Es un escritor de ¨¦xito mundial, ha vendido 11 millones de d¨®lares en libros, y ya se le considera un cl¨¢sico del humor negro brit¨¢nico. Sharpe es un tipo que se burla en sus libros de todo bicho viviente y que se divierte mientras escribe. En sus ratos libres cultiva un jard¨ªn y fabrica su propio abono, todo muy brit¨¢nico. Reuni¨®n tumultuosa, Exhibici¨®n imp¨²dica, Una dama en apuros y Wilt son algunos de los t¨ªtulos de este maestro del humor salvaje que tiene 63 a?os.
¡ª?Sabe que est¨¢ alojado en el hotel donde se hospedan habitualmente los toreros?
¡ªS¨ª, claro que lo s¨¦. Una vez me invitaron a una: corrida y, as¨ª de pronto, pens¨¦ que ser¨ªa interesante conocer ese ambiente. Pero cuando lleg¨® el d¨ªa no pude asistir; creo que no me sent¨ªa en condiciones de poder soportar la n¨¢usea. Matar animales despu¨¦s de jugar con ellos durante una hora me parece una brutalidad.
¡ªEn este pa¨ªs mucha gente lo considera un arte.
¡ªPorque han crecido con ello, se han acostumbrado. Yo he visto matar muchos cerdos y no lo encuentro nada art¨ªstico. Pero no he venido para criticar la cultura espa?ola; tambi¨¦n la caza de zorros puede considerarse una crueldad; en todos los pa¨ªses hay alg¨²n deporte de sangre.
¡ªEst¨¢ en nuestro pa¨ªs para promocionar su obra literaria. ?Hasta qu¨¦ punto un autor que ha vendido m¨¢s de seis millones de d¨®lares necesita someterse a este ritual de dejarse ver, dejarse entrevistar?
¡ªLa cifra est¨¢ equivocada, he vendido cerca de 11 millones de d¨®lares en libros.
¡ªPerdone, es una cantidad tremenda. Pero con m¨¢s raz¨®n puede evitarse las promociones.
El humor me ha elegido. Yo hubiera preferido una literatura trascendente, con s¨ªmbolos¡±
¡ªNo me molesta, incluso me divierte hacer entrevistas. Es cierto. Tengo una vida muy tranquila, pero venir aqu¨ª es agradable. Los periodistas de su pa¨ªs hacen las preguntas con inter¨¦s. Y yo estoy acostumbrado a los brit¨¢nicos, que llegan con el magnet¨®fono enchufado y mientras hablan contigo miran el reloj muchas veces.
¡ª?No se considera bien tratado por la prensa brit¨¢nica? ?Piensa que no le quieren?
¡ªDesde luego, yo no les quiero a ellos. La prensa brit¨¢nica est¨¢ en manos de perros de presa, como Maxwell y Murdoch. Durante una ¨¦poca, The Times se convirti¨® en el ¨®rgano de las necesidades de Murdoch; todav¨ªa hoy mismo est¨¢ lleno de art¨ªculos presionando al Gobierno brit¨¢nico para que se bajen los tipos de inter¨¦s. ?Por qu¨¦? Porque Murdoch est¨¢ lleno de deudas con los bancos. Son se?ores que no tienen mucho inter¨¦s en las noticias; lo tienen en los beneficios. Cuando me entrevistan periodistas espa?oles tengo la impresi¨®n de que conocen mis libros, de que les interesan. Hace poco vino a entrevistarme un equipo de televisi¨®n espa?ol. Hablamos de Sur¨¢frica y descubr¨ª que uno de los t¨¦cnicos ten¨ªa muy buena informaci¨®n de lo que all¨ª pasaba. Me sorprendi¨®, porque un t¨¦cnico de televisi¨®n brit¨¢nico no sabe nada m¨¢s que lo referente a la t¨¦cnica de su trabajo espec¨ªfico.
¡ªDe una manera o de otra, en todas las entrevistas usted acaba hablando de ?frica del Sur; es uno de sus temas preferidos. ?Cree que, abolido el apartheid, y mientras la nueva situaci¨®n legal se abre camino en la vida cotidiana, las luchas tribales impedir¨¢n la normalizaci¨®n?
¡ªTodos los pa¨ªses de ?frica son artificiales, no exist¨ªan antes del colonialismo. Esto crispa la situaci¨®n, porque existen todav¨ªa las viejas disputas, las rivalidades de tribu. La ¨²nica salida es una soluci¨®n federal, del mismo tipo que la que hace falta en Europa. La situaci¨®n en ?frica del Sur es verdaderamente mala. Est¨¢ el problema de siempre, este otro problema de las tribus, y adem¨¢s tenemos all¨ª una generaci¨®n, los que eran ni?os en 1976, en la revuelta de los escolares, y que est¨¢n sin educar. Esta generaci¨®n, que se ha educado en la calle, s¨®lo conoce la violencia.
¡ª?De d¨®nde procede su gran inter¨¦s por Sur¨¢frica?
¡ªEn 1864, mi abuelo, que era carpintero, emigr¨® a Australia, donde prosper¨® en la construcci¨®n de Melbourne. Cuando lleg¨® la quiebra de los bancos se traslad¨® a Johanesburgo, donde se viv¨ªa la fiebre del oro. Fue uno de los primeros constructores de ja ciudad. All¨ª se conocieron mis padres y all¨ª estuve yo hasta los seis a?os. Luego, como era un ni?o d¨¦bil, enfermo, cada vez que mi madre viajaba de Londres a ?frica del Sur me llevaba con ella. Es curioso; no es que estuviera gravemente enfermo, lo que sucedi¨® fue que el m¨¦dico de cabecera de mi familia ten¨ªa a uno de sus hijos enfermo y desatend¨ªa a la clientela. Eso agrav¨® mi estado.
¡ªYo hab¨ªa pensado que tal vez exist¨ªa alguna relaci¨®n entre su estancia en ?frica, trabajando con los m¨¢s pobres, y el hecho de que su padre fuera nazi, racista. Como si se debiera a un deseo de enfrentamiento con su padre, o algo as¨ª.
¡ªNo. Mi padre hab¨ªa muerto ya, y m¨¢s que nada fue un nazi exc¨¦ntrico. ?l estuvo en ?frica del Sur como pastor cuando ten¨ªa 38 a?os, despu¨¦s de la muerte de su primera mujer, y en ese tiempo incluso asist¨ªa a una escuela que impart¨ªa las ense?anzas de Gandhi. Luego sus ideas se fueron transformando de una determinada manera, algo rara. Por ejemplo, nunca lleg¨® a conocer el holocausto de jud¨ªos de la II Guerra Mundial. Porque despu¨¦s de la primera jam¨¢s ley¨® los peri¨®dicos. Sus ideas, de un cierto socialismo, fueron un poco distorsionadas por los sucesos que ve¨ªa. La revoluci¨®n rusa, por ejemplo, le dej¨® sin salida. ?Qu¨¦ hacer? El ten¨ªa unas ideas plat¨®nicas, rom¨¢nticas.
¡ª?Lleg¨® al nazismo por oposici¨®n a la revoluci¨®n rusa?
¡ªDurante la I Guerra Mundial volvi¨® de Canad¨¢ a Inglaterra, donde trabaj¨® en una f¨¢brica de armamento. Hab¨ªa le¨ªdo a Nietzsche y adem¨¢s confiaba en la propaganda de los servicios brit¨¢nicos, que ment¨ªan constantemente. Dec¨ªan, por ejemplo, que los alemanes fund¨ªan la carne de las monjas para convertirla en velas. La gran iron¨ªa es que esa mentira se convirti¨® en realidad en la II Guerra. Mi padre, que primero se crey¨® que las monjas se convert¨ªan en velas y luego vio que era completamente falso, cuando le dijeron que volv¨ªa a suceder no lo crey¨®; y esa vez era cierto. Esto aument¨® su decepci¨®n. ?l cre¨ªa en el siglo XIX, aqu¨¦l hab¨ªa sido un siglo de progreso; pero la I Guerra y luego la revoluci¨®n rusa derrumbaron por los suelos los ideales de-su generaci¨®n.
¡ª?Cree que ha buscado usted el modo de justificar a su padre?
¡ª?l no era pacifista, pero no deseaba una II Guerra Mundial. Y adem¨¢s, como todo el que hab¨ªa le¨ªdo Mein Kampf interpret¨® que Hitler indicaba en su obra una clara intenci¨®n de atacar a Rusia, y con eso mi padre estaba totalmente de acuerdo porque cre¨ªa que los verdaderos enemigos eran los bolcheviques.
¡ªHe le¨ªdo en alguna parte que usted a los 15 a?os quer¨ªa ser de las SS.
¡ªS¨ª, es cierto; y tambi¨¦n sab¨ªa disparar porque mi padre me regal¨® una pistola. Pero cuando ten¨ªa 17 a?os salieron unos documentales sobre el hallazgo de los aliados en algunos campos de concentraci¨®n. Para m¨ª supuso un verdadero choque. Ten¨ªa pesadillas todas las noches, ve¨ªa aquellas im¨¢genes, me dominaban; dur¨® un tiempo y creo sinceramente que nunca he logrado librarme del todo de aquello. No quiero ponerle demasiado ¨¦nfasis, porque va a parecer que ha condicionado toda mi vida, pero realmente el efecto fue tan total que convulsion¨® mi pensamiento. Me parece que la mejor manera de explicar su enormidad es que lo compare con la impresi¨®n que puede sufrir un cristiano que en un momento descubre, m¨¢s all¨¢ de cualquier sombra de duda, que el mism¨ªsimo Cristo es el diablo. As¨ª de tremendo fue mi choque. Me siento muy orgulloso de haber sobrevivido a aquella crisis.
¡ªAcab¨® escribiendo un libro, El bastardo recalcitrante, inspirado en su propio padre. He le¨ªdo que antes de escribirlo usted comentaba que no deb¨ªa ser humor¨ªstico, pero al final s¨ª lo ha sido.
¡ªEl punto de partida no era mi padre; era un h¨¦roe suyo. Pero cuando avanc¨¦ un poco, mi propio padre se apoder¨® de la historia, fue echando a su h¨¦roe y coloc¨¢ndose en su lugar. Y es humor¨ªstico, una vez m¨¢s, porque ¨¦sa es la manera que tengo de escribir, la manera que me ha elegido. Yo hubiera escogido una literatura llena de simbolismo, de significados trascendentes, pero uno no elige estas cosas.
¡ªEl humor elige a Sharpe. ?Se considera usted un t¨ªpico escritor de humor brit¨¢nico?
¡ªHay un contraste entre el estilo y el contenido. De eso se trata, eso explica en parte el humor de la situaci¨®n. Sucede sobre todo en las primeras novelas, donde empleaba un estilo m¨¢s bien brit¨¢nico, pero chapado a la antigua. Es decir, para explicar las cosas m¨¢s sencillas empleaba un estilo muy ornamental.
¡ªAlguien que conoce bien su obra me dec¨ªa que sus novelas tienen la estructura de una obra teatral: con planteamiento, nudo y desenlace.
¡ªEs una forma tradicional de escribir. En ese sentido no reclamo ninguna originalidad. Pero, en cambio, creo que es un estilo que funciona, que hace m¨¢s f¨¢cil mantener la atenci¨®n del lector.
¡ª?No le da importancia a la t¨¦cnica literaria?
¡ªYa es bastante dif¨ªcil escribir sin meterse en esos asuntos que usted cita. Muchas veces mis propios libros me preocupan, me extra?an, me sorprenden. Creo que el hecho de crear es de por s¨ª bastante dif¨ªcil como para meterme en complicaciones a?adidas. Si quieres ganarte la vida escribiendo, tienes que ser serio. Ning¨²n autor tiene ganado el derecho a ser le¨ªdo por haber escrito un libro. Yo me gano el pan porque me leen, y tengo que escribir para que me lean. El mundo en general no le debe nada a nadie, a no ser que uno sea minusv¨¢lido.
¡ª?Usted se divierte escribiendo?
¡ªS¨ª, cuando va bien. Entonces es maravilloso, sobre todo porque no sabes de d¨®nde viene. A veces he pensado que ten¨ªa raz¨®n Kipling cuando dec¨ªa que ten¨ªa un diablo que le soplaba lo que escrib¨ªa. Esta sensaci¨®n la compartimos los escritores con otros creadores. Pienso que un m¨²sico que interprete puede sentir lo mismo, un m¨²sico de jazz, por ejemplo.
¡ªPrecisamente un pianista de jazz me dec¨ªa hace poco que en esos momentos de los que usted habla ¨¦l se sent¨ªa como Dios. ?Y usted?
¡ªDios est¨¢ muerto, y yo no, as¨ª que todav¨ªa no me puedo sentir como ¨¦l. ?Dios m¨ªo, ya veo el titular que le va a poner usted a esta entrevista!
S¨¦ lo que hace re¨ªr, pero yo no entiendo el humor, lo que hay detr¨¢s de la risa¡±
¡ªNo tema. Su sentido del humor, ?hasta qu¨¦ punto es debido a esa adolescencia tan torturada que tuvo, a la necesidad de superarla?
¡ªNo sabr¨ªa qu¨¦ decirle, porque yo no entiendo el humor. S¨¦ lo que hace re¨ªr, pero nunca he entendido por qu¨¦ se produce la risa, lo que hay detr¨¢s de la risa. Hay muchos misterios en la vida. Se puede saber si uno tiene humor antes de que abra la boca; lo mismo que la inteligencia, que se nota con mirar a los ojos a una persona. Odio los chistes, a la gente que se empe?a en contarme chistes. No me hacen ninguna gracia ni creo que tengan nada que ver con el humor.
¡ª?Y qu¨¦ es lo que le hace re¨ªr?
¡ªA veces, las situaciones m¨¢s horrorosas. Mire, hace poco estuve en Alicante con mi mujer, y cuando llegamos al hotel s¨®lo hab¨ªa habitaciones en pisos altos. Pero yo sufro de v¨¦rtigo, no puedo dormir en un cuarto que pase del primer piso, y lo dije. Entonces me explicaron que si quer¨ªa pod¨ªa quedarme en el piso primero, pero que estaban haciendo una obra de redecoraci¨®n muy completa y que estaba un poco desordenado. All¨ª nos fuimos, y dormimos bien, hasta que de pronto empezamos a o¨ªr unos ruidos tremendos. Nos levantamos, y al salir al pasillo nos encontramos con que detr¨¢s de nuestra puerta ya no hab¨ªa nada. Lo hab¨ªan destrozado por completo.
¡ªF¨ªsicamente es el t¨ªpico brit¨¢nico, y adem¨¢s cultiva su jard¨ªn. ?Se considera usted un brit¨¢nico de los pies a la cabeza?
¡ªSupongo que lo soy. ?sa es una idea que me ha interesado. Mis antecedentes son de las colonias, lo que es importante; y la cantidad de ideas raras que tuve en mi infancia me influy¨®. Tal vez por todo eso he sentido envidia de los que encaman la quintaesencia de ser ingl¨¦s. En las novelas planteo esa fascinaci¨®n, me fascina saber que la gente quiere convertirse en ingl¨¦s. Me pregunto si un argentino quiere convertirse en espa?ol, si tiene esa idea simb¨®lica de lo que es ser espa?ol.
¡ª?Usted cree que el humor es diferente en cada pa¨ªs o que todo el mundo se r¨ªe por lo mismo?
¡ªCreo que hay un humor ingl¨¦s, un humor alem¨¢n, que es por cierto b¨¢sicamente anal. Y ustedes tambi¨¦n tienen un humor especial. Me llam¨® la atenci¨®n que cuando, grabando un programa en televisi¨®n, me dio un infarto, lo que de verdad les horrorizaba a los espa?oles era que yo bromeara sobre mi situaci¨®n, sobre la posibilidad de morirme. Bromear sobre la propia muerte es bueno, aunque es una idea que me horroriza. Hab¨ªa un humorista muy popular en Inglaterra que entre otras bromas ten¨ªa en su repertorio una que consist¨ªa en hacer magia y que siempre le saliera mal. Era muy divertido. Un d¨ªa, en el escenario, se agarr¨® el coraz¨®n, se movi¨® dos o tres veces y cay¨® al suelo. La gente aplaudi¨® hasta darse cuenta de que hab¨ªa muerto de verdad. Es una buena muerte. Muy poca gente consigue aplausos despu¨¦s de muerto..
¡ªEn sus libros ataca instituciones, grupos sociales, gente corriente...
¡ªLas instituciones est¨¢n fastidiadas porque la gente est¨¢, como dicen ustedes, jodida.
¡ª?Cree que al lector le gusta que le critiquen, verse ridiculizado?
¡ªNo, nunca he conocido a nadie que confiese esa afici¨®n a ser criticado, y yo personalmente odio que' me critiquen, sinceramente.
¡ªLa gente entonces, cuando lee sobre personajes que pueden ser como ellos y que son ridiculizados, ?no se reconoce?, ?piensa que aquel tipo es en realidad igual que su vecino?
¡ªTengo un personaje en Wilt que es id¨¦ntico que un hombre que conozco, que est¨¢ vivo y es un gran admirador de mis libros. Bueno, pues todo el mundo sabe que ¨¦se del libro es ¨¦l, menos ¨¦l mismo. Hasta su propia mujer lo sabe; no se lo ha dicho, probablemente porque tiene una asesor¨ªa matrimonial.
¡ªAntes hablaba de la muerte y el horror que le produce. ?A un escritor como usted le consuela la idea de sobrevivir en la literatura?
¡ªEn absoluto. Ser¨ªa como pasarse la vida cargando con la l¨¢pida de la propia tumba. ?sa es una de las grandes fantas¨ªas que existen, un auto enga?o total.
Odio los chistes. No me hacen gracia ni creo que tengan nada que ver con el humor¡±
¡ªEn el tiempo de la guerra del Golfo, los brit¨¢nicos en las encuestas p¨²blicas estaban a favor de la participaci¨®n de su pa¨ªs en el conflicto, al contrario de lo que suced¨ªa con los ciudadanos de otros pa¨ªses europeos. ?Cree que es por la vieja idea del imperio, todav¨ªa?
¡ªCuando no existe el imperio, el ej¨¦rcito y la marina trotando por las colonias, existen los hooligans. Creo que en el caso de la guerra del Golfo m¨¢s bien se debe a la creencia de una relaci¨®n especial con Estados Unidos, y que yo particularmente detesto. Inglaterra se ha convertido en mercenaria de los americanos, y nosotros no recibimos nada a cambio. Ni siquiera logramos que la colonia irlandesa en ese pa¨ªs deje de enviar dinero al IRA.?
Morirse de risa
La enfermera le dijo a Tom Sharpe que se echara en la camilla. Sharpe me mir¨®, y le traduje la indicaci¨®n. Sharpe obedeci¨®. Ten¨ªa el rostro congestionado de dolor. Mir¨® a su mujer, una norteamericana menuda y de ojos azules. Ella manten¨ªa silencio.
La enfermera le pregunt¨® a Sharpe s¨ª era al¨¦rgico a alguna cosa. Se lo traduje.
¡ªDile que s¨ª, que soy al¨¦rgico a la muerte.
Por fin nos distendimos todos un poco. Pero el calvario, que ¨¦l salpicar¨ªa de chistes hasta el final, apenas acababa de empezar. En realidad se hab¨ªa iniciado la noche antes, en Madrid, en 1987, durante la grabaci¨®n de una entrevista para un programa de Pilar Trenas. Aquella tarde estuve con Sharpe en el hotel Villamagna, acompa?¨¢ndole en su primer contacto con periodistas espa?oles, haciendo a veces de int¨¦rprete. Luego le dej¨¦ y tom¨¦ el puente a¨¦reo.
A la ma?ana siguiente, cuando Sharpe lleg¨® a la editorial, ya en Barcelona, era obvio que lo estaba pasando muy mal. Le acompa?¨¦ a la cl¨ªnica Corach¨¢n.
Estaba sufriendo una angina de pecho y, por inveros¨ªmil que nos pareciese a todos, nadie parec¨ªa haberlo diagnosticado la noche anterior.
En la cl¨ªnica tuve graves dificultades para seguir haciendo de improvisado int¨¦rprete, pues mis conocimientos de ingl¨¦s m¨¦dico son nulos. Aquel hombre estaba bastante cerca de la muerte. Todos a su alrededor nos manten¨ªamos tensos. Como ¨¦l, por supuesto. Pero s¨®lo ¨¦l encontr¨® recursos, en medio de esa tensi¨®n, para aliviarla.
Recuerdo sobre todo el rato tremendo que vivimos mientras le hac¨ªan la prueba de esfuerzo.
Agarrado a una barra, obligado a caminar a paso cada vez m¨¢s r¨¢pido por la cinta continua que se deslizaba bajo sus pies, al l¨ªmite de sus fuerzas, todav¨ªa tuvo arrestos para pedirme que le preguntara al m¨¦dico:
¡ª?A cu¨¢ntos han matado con esta m¨¢quina?
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