S¨®nar, el origen de la modernidad barcelonesa
Naci¨® tras la resaca de los Juegos Ol¨ªmpicos del 92 con aspiraciones internacionales. El 13 de?junio de 1994, 6.000 personas asistieron al nuevo festival de ¡®m¨²sica avanzada¡¯ Veinte a?os m¨¢s tarde, el S¨®nar celebra su cumplea?os
Siempre supimos que la resaca es proporcional al tama?o de la fiesta. Y Barcelona 92 hab¨ªa sido la celebraci¨®n institucional y ciudadana m¨¢s salvaje de la democracia espa?ola. Administrativamente, alguien crey¨® a pies juntillas en aquello de vivir como si no hubiera ma?ana. Un a?o antes, como siempre que dobla una d¨¦cada, la m¨²??sica alumbr¨® una peque?a revoluci¨®n. Nirvana redefini¨® el rock con Nevermind; Primal Screem lo acerc¨® a las raves con su lis¨¦rgico Screamadelica, y Massive Attack invent¨® un g¨¦nero llamado trip-hop con Blue Lines. Mientras que Estados Unidos invad¨ªa Irak, la calle en Espa?a bailaba todav¨ªa al son de aquel engendro tan ib¨¦rico que alguien dio en llamar m¨²sica m¨¢quina. Y lo m¨¢s parecido a una cultura de club que ten¨ªamos era el oscuro trayecto que un¨ªa Madrid con la carretera de El Saler en Valencia. Por esas fechas, una carambola reuni¨® a tres veintea?eros de Barcelona que se interrogar¨ªan acerca de todos esos cambios. En 1994 verbalizaron su respuesta en la Sala Apolo de Barcelona con la primera edici¨®n del festival de m¨²sica electr¨®nica S¨®nar, congregando a unas 6.000 personas. El pr¨®ximo 13 de junio se cumplen 20 a?os de aquello y esperan a unas 100.000 personas para celebrarlo.
Ricard Robles, un periodista con una sensibilidad desbordante para percibir el signo de los tiempos desde revistas como Ajoblanco o Rock de Lux, se cruz¨® a principios de los noventa en el camino de Jumo, un grupo compuesto por Enric Palau y Sergi Caballero, inquilinos de la escena art¨ªstica-electr¨®nica del momento. Si es que exist¨ªa tal cosa en Espa?a. Los tres se embarcaron en una suerte de estudio para la SGAE ¨Cque, lo crean o no, financiar¨ªa parte de la primera edici¨®n del S¨®nar con 17 millones de pesetas de los poco m¨¢s de 216.000 euros (casi 36 millones de pesetas) que cost¨®¨C sobre c¨®mo encauzar toda aquella efervescencia cultural. ¡°No hab¨ªa ning¨²n elemento aglutinador, ni una industria musical alrededor de la electr¨®nica. La conclusi¨®n fue hacer un festival con una ambici¨®n de posicionamiento internacional. Con un entorno urbano para la actividad diurna, enfocada a la divulgaci¨®n y la experimentaci¨®n. Y un lado hedonista para la noche. Al mismo tiempo, la industria deb¨ªa estar c¨®moda para reunirse esos d¨ªas en Barcelona¡±, explica Robles, en referencia a la vertiente profesional del festival.
La idea se gest¨® de 1992 a 1994, cuando toda la electr¨®nica oscilaba sin t¨¦rmino medio entre el ¨¢mbito acad¨¦mico y la furia hormonal de las raves. Espa?a no era todav¨ªa la actual meca de los festivales, y uno pensaba en lugares como Glastonbury para imaginar un evento as¨ª. El proyecto cont¨® con la ayuda de Ferran Mascarell, entonces delegado de la SGAE en Catalu?a, luego concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Barcelona, y hoy conseje??ro de Cultura de la Generalitat. El abuelo del S¨®nar, dice que le llaman. ¡°Ten¨ªan una idea muy intuitiva. El m¨¦rito del S¨®nar fue adelantar la conexi¨®n entre la m¨²sica y la mutaci¨®n digital que se estaba produciendo. Entendieron antes que nadie que m¨²sica y revoluci¨®n digital estaban relacionadas. Una nueva cultura romp¨ªa las reglas establecidas y hac¨ªa de la m¨²sica una experiencia casi total. Fueron la configuraci¨®n de la nueva modernidad urbana, la modernidad posol¨ªmpica¡±, recuerda Mascarell.
El m¨¦rito del S¨®nar fue adelantar la conexi¨®n entre la m¨²sica y la mutaci¨®n digital que se estaba produciendo¡±
La org¨ªa administrativa de 1992 dej¨® una flamante capital mediterr¨¢nea llena de nuevas infraestructuras. Y cuando la ciudad despert¨® del sue?o ol¨ªmpico, como en el cuento de Monterroso, esos dinosaurios de cemento segu¨ªan ah¨ª. Sin contenido y con una crisis galopante. A golpe de talonario, Richard Meier hab¨ªa levantado en el coraz¨®n del Raval un museo de arte contempor¨¢neo junto a un centro de cultura anexo (CCCB) con un et¨¦reo prop¨®sito de uso ¨C?qu¨¦ demonios pod¨ªa aportar un centro de cultura contempor¨¢nea junto al Macba?¨C. Pero su director, Josep Ramoneda, acept¨® el reto del S¨®nar y qued¨® fijada la localizaci¨®n del apartado diurno del festival, la vertiente m¨¢s experimental y de reuni¨®n de la incipiente industria. El aura cultural, en suma, que adornar¨ªa el evento y que tambi¨¦n alimentar¨ªa la queja de los sufridos vecinos, expertos a la fuerza esos d¨ªas en vanguardia electr¨®nica.
¡°Logramos que la ciudad tuviera ese esp¨ªritu de romper las reglas del juego, de relacionar la m¨²sica con el entorno¡±, se?ala Mascarell. Un barrio en pleno proceso de mutaci¨®n social, convertido en s¨ªmbolo de un urbanismo basado en la mezcla, que no tard¨® en llenarse de peque?as tiendas de discos y toda suerte de complementos para el perfecto moderno que estaba naciendo. Un modelo urbano en las ant¨ªpodas de posteriores ocurrencias como el F¨°rum (donde se celebra el otro gran festival de la ciudad, el Primavera Sound), un desesperado y artificial intento por recuperar la pujanza perdida del esplendor ol¨ªmpico.
En la terna de directores, Enric Palau se encargar¨ªa de dise?ar la l¨ªnea art¨ªstica del proyecto, bajo el ep¨ªgrafe de m¨²sica avanzada. ¡°Son artistas que hacen avanzar la historia de la m¨²sica a trav¨¦s de su creatividad y de los adelantos tecnol¨®gicos. La idea de vincular los contenidos con la creaci¨®n tecnol¨®gica, no estrictamente sonora, fue clave. En la actuaci¨®n de Orbit, en 1996, el aspecto visual era tan importante como la m¨²sica. Quer¨ªamos romper las bases del concierto tradicional. Hab¨ªa una electr¨®nica de baile, pero tambi¨¦n otra m¨¢s purista, m¨¢s ruidista y cercana a la experimentaci¨®n¡±. El entorno del CCCB era perfecto para dotarlo de la seriedad necesaria y atraer a un p¨²blico internacional (hoy, el 55% del festival).
La noche, primero en la reconvertida sala del teatro Apolo, luego en el pabell¨®n de la Mar Bella, y finalmente en la Fira de L¡¯Hospitalet, iba a ser la celebraci¨®n hedonista de aquella afortunada comuni¨®n entre la revoluci¨®n tecnol¨®gica y una juventud desencantada con el escaso poder contestatario del rock. El evento nocturno consagraba la figura del disc jockey y su relato sonoro, tan contempor¨¢neo, basado en la hiperfragmentaci¨®n. Antes de transformarse en superestrellas, los disc jockeys representaron la democratizaci¨®n radical de la m¨²sica en el cruce de caminos sonoro que se gestaba desde el dormitorio de miles de productores an¨®nimos. El franc¨¦s Laurent Garnier (Boulogne Sur Seine, 1966), curtido en la legendaria Ha?ienda de Manchester, fue uno de los padrinos de la primera edici¨®n. ¡°Espa?a era un mercado muy cerrado hasta entonces. Y S¨®nar fue una de las primeras empresas que empezaron a traer disc jockeys de otros pa¨ªses. Enseguida nos pareci¨® que luch¨¢bamos por lo mismo. Ahora son nuestra familia espa?ola¡±, se?ala.
Espa?a era un mercado muy cerrado hasta entonces. Y S¨®nar empez¨® a traer ¡®disc jockeys¡¯ de otros pa¨ªses¡±
Barcelona S¨®nar se convirti¨® enseguida en una marca internacional. El propio Garnier volvi¨® hasta 12 veces m¨¢s. Y la imagen del festival, reinventada provocativamente cada a?o por Sergi Caballero, se erigi¨® tambi¨¦n en el reflejo de aquella nueva Barcelona del ¡°?dise?as o trabajas?¡±. El Dioni, Maradona, dos fantasmas, un tal Se?or Samaniego vendiendo el festival o dos enanos en Chechenia fueron sus inquietantes reclamos. Eso, y el esplendor de una ciudad dise?ada para atraer a turistas con el anuncio de una experiencia mediterr¨¢nea. ¡°Por supuesto. Barcelona ayud¨® mucho. Es una gran ciudad con un clima fant¨¢stico¡±, reconoce Garnier. Entre tanta novedad, alguien pens¨® tambi¨¦n en invocar a los padres. Y el festival honr¨® cada a?o, con una cierta cuota vintage, a las bandas que hab¨ªan contribuido a la evoluci¨®n del pop. Pet Shop Boys, The Human League, Kraft??werk (los fundadores de todo el invento, que vuelven este a?o con un show en 3D), Devo, Roxy Music o New Order confirieron al evento la autoridad moral y biogr¨¢fica de una m¨²sica que empezaba a escribir su tradici¨®n. Figuras como Richie Hawtin, Jeff Mills o Carl Craig, vinculadas a la f¨¢brica sonora de Detroit, quedaron constituidas en referentes de aquella nueva cultura de club.
Al calor de aquello, Barcelona y las incon??ta??bles salas que vieron el fil¨®n durante el resto del a?o se convirtieron en parada obligatoria de un pujante starsystem que termin¨® degenerando en una escalofriante burbuja de precios con la irrupci¨®n del minimal techno (la vertiente m¨¢s mon¨®tona del g¨¦nero). Muchos no sobrevivieron. Otros se reinventaron, como David Guetta, y crearon un monstruo de dos cabezas todav¨ªa menos interesante llamado EDM (electronic dance music). El ¨²nico fen¨®meno de la ¨²ltima d¨¦cada capaz de amenazar al reinado del R n¡¯B en Estados Unidos. Pese a su componente vanguardista (lo de ¡°m¨²sica avanzada¡± a veces pasa factura), S¨®nar nunca se ha cerrado a estos fen¨®menos. Y Skrillex, uno de los nuevos pr¨ªncipes de este refrito sonoro, dar¨¢ cuenta del asunto este a?o. Podr¨ªa decirse que Kraftwerk y ¨¦l son el alfa y la omega de esta historia.
Ayuntamiento y Generalitat (a Jordi Pujol es f¨¢cil verle cada a?o paseando por el backstage) han participado siempre con una aportaci¨®n econ¨®mica que no llega al 10% de los 4,7 millones que cuesta hoy el festival. Seg¨²n un estudio de Deloitte, el impacto econ¨®mico del S¨®nar supone alrededor de 60 millones de euros para la ciudad, y el p¨²blico extranjero decanta ya la balanza de la estad¨ªstica de asistencia. As¨ª que un d¨ªa, antes de que el Gobierno subiera el IVA hasta el 21% ¨Ccon lo que significa para un sector que debe contratar en el mercado internacional¨C, pensaron en devolver la visita a sus invitados. Tokio, Chicago, Londres, S?o Paulo, Reikiavik o Ciudad del Cabo han acogido el festival en los ¨²ltimos a?os.
En junio, la ciudad se convierte en una convenci¨®n de m¨²sica electr¨®nica. Todas las discogr¨¢ficas del mundillo desembarcan en Barcelona, aunque no tengan un solo artista pinchando. Organizan fiestas, fletan barcos (verbenas flotantes) o se re¨²nen alrededor de la escena que circunda al festival (el Off S¨®nar). Un proyecto que defini¨® su personalidad a trav¨¦s de la nueva revoluci¨®n tecnol¨®gica y que, parad¨®jicamente, es hoy ya el m¨¢s antiguo del gremio (el del pop y sus aleda?os) en Espa?a.
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