Los 'momentos marihuana' de Am¨¦rica Latina
La despenalizaci¨®n es una opci¨®n leg¨ªtima para la OEA, aunque no la recomienda
Como los momentos Kodak de hace algunos a?os, antes de que desapareciera la empresa neoyorquina fundada por George Eastman, en los ¨²ltimos d¨ªas hemos atestiguado la aparici¨®n de cuatro momentos marihuana relativos a la tendencia creciente hacia la despenalizaci¨®n o legalizaci¨®n de dicha sustancia. Se suman a varios momentos anteriores ya conocidos.
El primero consiste en la presentaci¨®n y discusi¨®n, durante la Asamblea General de la Organizaci¨®n de Estados Americanos (OEA) celebrada en Antigua, Guatemala, de un documento de gran relevancia titulado El problema de las drogas en las Am¨¦ricas. Elaborado por un amplio n¨²mero de expertos de casi todos los pa¨ªses miembros de la OEA, el texto, dividido en dos partes ¡ªuna, anal¨ªtica y notable; otra de escenarios, breve y exasperante¡ª constituye un hito en el debate hemisf¨¦rico sobre las drogas. Nos proporciona una informaci¨®n o base de datos compartida o pr¨¢cticamente consensual. Encierra la enorme ventaja de desmenuzar el problema de manera sumamente atractiva: por pa¨ªses (productores, de tr¨¢nsito, consumidores o que agrupan m¨¢s de una de estas caracter¨ªsticas); por estupefacientes (marihuana, coca¨ªna, hero¨ªna, drogas sint¨¦ticas), por nexos, o ausencia de ellos, entre cada una de estas sustancias il¨ªcitas; y por los efectos o consecuencias del tr¨¢fico, producci¨®n o consumo de cada una de estas sustancias, para las sociedades, las instituciones y las relaciones internacionales. Por ¨²ltimo, como alternativa a la salida de la guerra contra las drogas presenta la despenalizaci¨®n como una opci¨®n leg¨ªtima, razonable y factible, aunque no la recomienda como tal. Es un paso adelante inicial, y enorme.
El segundo momento cannabis se produjo en los Estados norteamericanos de Washington y Colorado, al publicarse las legislaciones secundarias o detalles de regulaci¨®n de las iniciativas populares de legalizaci¨®n de la producci¨®n, venta y consumo de marihuana aprobadas en noviembre del a?o pasado, y que entrar¨¢n en vigor el 1 de julio. En dichos documentos, extensos y detallados, se contemplan los elementos necesarios y para la puesta en pr¨¢ctica de estas decisiones: la prohibici¨®n del consumo para menores; castigos para la conducci¨®n de veh¨ªculos bajo efectos de la marihuana; los impuestos que se van a cobrar y recaudar; las restricciones para personas no residentes en estos Estados. Seguramente habr¨¢ mucho de experimentaci¨®n en ambas entidades, ya que por definici¨®n est¨¢n navegando en mares desconocidos. Lo importante es que el proceso sigue adelante y que el Gobierno de Barack Obama no solo no se ha opuesto al mismo, sino que ha manifestado al respecto una elocuente indiferencia.
El tercer momento reciente de la marihuana consisti¨® en las decisiones tomadas en dos de los Estados m¨¢s ricos y poblados de EE UU, a saber, Illinois y Nueva York, donde de manera distinta y a¨²n incompleta, se avanz¨® en la legalizaci¨®n de la marihuana para fines m¨¦dicos. En Nueva York, la C¨¢mara baja de la legislatura estatal aprob¨® dicha medida; falta ahora que lo haga el Senado y no es necesariamente pan comido. En Illinois, ambas C¨¢maras aprobaron una autorizaci¨®n muy restringida de la marihuana para fines m¨¦dicos, y el gobernador a¨²n no decide si la firma o la veta. En cualquier caso, si los acontecimientos se precipitan en estas dos entidades, ya ser¨¢n 22 Estados de la Uni¨®n Americana donde se permite el uso terap¨¦utico de cannabis. Estaremos a tres Estados de la mitad del total.
Washington y Colorado siguen adelante en el proceso de regulaci¨®n de la marihuana
Por ¨²ltimo, la organizaci¨®n Human Rights Watch (de cuyo Consejo de Administraci¨®n soy miembro desde hace 10 a?os) hizo p¨²blica, en v¨ªsperas de la reuni¨®n de la OEA en Guatemala, una postura a favor de la despenalizaci¨®n de todas las drogas, sin entrar en el detalle de la producci¨®n y la venta. Lo hizo invocando criterios de derecho internacional de los derechos humanos, y de derechos humanos fundamentales consagrados en instrumentos internacionales o en legislaciones nacionales. Cito los p¨¢rrafos m¨¢s importantes: ¡°Aplicar sanciones penales por el consumo o la tenencia de drogas para uso personal implica cercenar la autonom¨ªa y el derecho a la privacidad de estas personas. El derecho a la privacidad se encuentra ampliamente reconocido en el derecho internacional, tanto en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Pol¨ªticos como en la Convenci¨®n Americana sobre Derechos Humanos. Las restricciones a la autonom¨ªa y la privacidad no son justificables, a menos que re¨²nan los siguientes criterios que se exigen para la limitaci¨®n de derechos fundamentales: finalidad leg¨ªtima, proporcionalidad, necesidad y no discriminaci¨®n. Si bien proteger la salud es un objetivo gubernamental leg¨ªtimo, criminalizar el consumo de drogas para evitar que las personas se provoquen un da?o a s¨ª mismas no cumple con los criterios de necesidad ni proporcionalidad¡±.
Hay dos prietitos en el arroz en todos estos sucesos: la posici¨®n de gran parte de la izquierda latinoamericana en el debate de la OEA, tanto en la presentaci¨®n del documento como en la asamblea y en particular de Brasil; y la ausencia de M¨¦xico entre los pa¨ªses de vanguardia (Colombia, Guatemala, Costa Rica, Uruguay) que encabezan este esfuerzo.
Por otra parte, el presidente de Nicaragua rechaz¨® categ¨®ricamente cualquier acercamiento a la despenalizaci¨®n, siguiendo la postura de ¡°sangre y fuego contra el narco¡± de Ra¨²l Castro. Venezuela y Brasil no dijeron esta boca es m¨ªa; Ecuador y Bolivia manifestaron posiciones m¨¢s interesantes y matizadas, sin m¨¢s. Solo Jos¨¦ Mujica, de Uruguay, se mostr¨® verdaderamente partidario de una legislaci¨®n liberal. Est¨¢ solo entre sus pares de izquierda. Es de lamentarse.
Por otra parte, Enrique Pe?a Nieto, de M¨¦xico, se opone rotunda y ret¨®ricamente a la despenalizaci¨®n, pero en los hechos es posible que su Gobierno resulte m¨¢s flexible. No obstante, ser¨ªa deseable que mostrara en este terreno el mismo pragmatismo y la misma frescura que le hemos visto en otros ¨¢mbitos de su gesti¨®n hasta ahora.
Jorge G. Casta?eda es analista pol¨ªtico y miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes de Estados Unidos.
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