Machu Picchu, la joya de Per¨²
En un n¨²mero monogr¨¢fico de la revista ¡®National Geographic¡¯ de abril de 1913, el profesor de la Universidad de Yale Hiram Bingham (1875-1956) relat¨® con minuciosidad los frutos de sus expediciones, que pusieron en el mapa unas ruinas emblem¨¢ticas de Am¨¦rica Latina Este es un extracto de aquel evocador viaje
Machu Picchu es en esencia una ciudad-refugio. Se halla encaramada en la cumbre de una monta?a del rinc¨®n m¨¢s inaccesible del tramo m¨¢s inaccesible del r¨ªo Urubamba. Hasta donde yo s¨¦, no hay en todos los Andes un lugar mejor defendido por la naturaleza.
Un ca?¨®n formidable, cuya roca principal es el granito y cuyos precipicios suelen superar los 1.000 pies de pared cortada a pico, presenta dificultades de ataque y facilidades de defensa sin parang¨®n. En una cresta estrecha, rodeado por doquier de laderas verticales o casi verticales, un pueblo de avanzada civilizaci¨®n ¨Cart¨ªstico, inventivo y capaz de perseverar en un proyecto a largo plazo¨C se construy¨® en alg¨²n momento del pasado remoto una ciudad-refugio.
Como no ten¨ªan herramientas de hierro o de acero (solo contaban con martillos de piedra), la construcci¨®n debi¨® de exigir muchas generaciones, cuando no siglos, de esfuerzo. De lado a lado de la cresta, y defendiendo a los constructores de ataques procedentes del lado de la cordillera principal, construyeron dos murallas. Una de ellas, la que constituye la l¨ªnea defensiva exterior, lleva de precipicio a precipicio, haciendo el mejor uso posible de la naturaleza abrupta del promontorio.
Como no ten¨ªan hierro ni acero, la construcci¨®n debi¨® de exigir generaciones
M¨¢s all¨¢, en la cumbre de la monta?a llamada Machu Picchu, que domina el valle desde el punto m¨¢s alto de uno de los precipicios m¨¢s formidables del ca?¨®n, hay construida una estaci¨®n de se?ales desde la cual podr¨ªa comunicarse inmediatamente a la ciudad inferior que un enemigo se est¨¢ aproximando. Dentro de la muralla exterior construyeron con muros de contenci¨®n de piedra una amplia serie de bancales agr¨ªcolas de unos ocho pies de altura como media. Entre estos y la ciudad se sit¨²an un pronunciado foso seco y la muralla interior.
Una vez que los integrantes de una fuerza atacante hubiesen salvado los flancos verticales y f¨¢cilmente defendibles del foso, se hallar¨ªan todav¨ªa fuera de las defensas interiores de la ciudad, consistentes en un muro de entre 15 y 20 pies de alto armado con las piedras m¨¢s grandes que se pudiesen encontrar en las inmediaciones, muchas de ellas inmensas rocas de incontables toneladas de peso. Dicha muralla discurre en l¨ªnea recta cruzando la cresta, de una a otra escarpa lateral. Estas defensas est¨¢n en la cara sur de la ciudad.
La ciudad era inexpugnable. En la cara norte, sobre la estrecha cresta que une la ciudad con Huayna Picchu, se han dispuesto estrat¨¦gicamente unos fuertes bancales defensivos para anular por completo el peligro de un ataque por ese lado. De acceso complicado en el mejor de los casos, las defensas de la ciudad se reforzaron a mayores con la construcci¨®n de muros altos y de gran pendiente en los lugares donde los precipicios no parec¨ªan absolutamente insalvables.
Dentro de la ciudad, las casas se api?an, pero un vasto sistema de callejones y escaleras labradas en la piedra se traduc¨ªa en una comunicaci¨®n c¨®moda y f¨¢cil.
Al entrar en la ciudad, quiz¨¢ la primera caracter¨ªstica que llama la atenci¨®n es que la gran mayor¨ªa de las casas era de un piso y medio de altura, con hastiales en los extremos, y que de dichos hastiales sobresalen unos bloques cil¨ªndricos que evocan los extremos de unas vigas. Las vigas de madera han desaparecido sin excepci¨®n, pero los anillos de piedra a los que estaban amarradas todav¨ªa son visibles. Estos anillos consisten en un bloque de granito, de unos dos pies de largo y seis pulgadas de ancho por dos de grosor, con un orificio en uno de los extremos. Se encajaban en el hastial triangular de forma que quedasen a pa?o, pero con el orificio perfectamente accesible para poder amarrar las vigas de la casa a la pronunciada inclinaci¨®n de los hastiales. Sol¨ªa haber cuatro de estos anillos l¨ªticos en cada vertiente. El doctor Eaton observ¨® que esta tambi¨¦n es una caracter¨ªstica de la arquitectura de Choquequirau, si bien en esta ciudad el n¨²mero de anillos por hastial es mayor.
Una ciudad de escaleras. El siguiente rasgo m¨¢s llamativo de Machu Picchu es su cantidad de escaleras, m¨¢s de 100, grandes y peque?as, dentro de los l¨ªmites de la ciudad. Algunas superan los 150 escalones, mientras que otras apenas tienen tres o cuatro. En algunos casos, cada escal¨®n es un ¨²nico bloque de piedra de tres o cuatro pies de ancho. En otros, la escalera entera (de seis, ocho o diez escalones, seg¨²n el caso) se tall¨® en un solo pe?asco de granito.
Una vez m¨¢s, tienes la impresi¨®n de estar ante algo casi fant¨¢stico, as¨ª de estrecha es la escalinata encajada entre dos pedruscos tan juntos que un hombre grueso no habr¨ªa podido hacer uso de ella en absoluto. En ning¨²n caso se constru¨ªan las escaleras con fines ornamentales. Todas ellas son ¨²tiles para llegar a un lugar que de otro modo tendr¨ªa dif¨ªcil acceso.
El espacio llano m¨¢s amplio de la ciudad fue cuidadosamente gradado y abancalado para darle un uso agr¨ªcola, de forma que los habitantes ten¨ªan la posibilidad de mantenerse provisionalmente con sus frutos en caso de asedio.
Una raz¨®n probable del abandono de la ciudad tal vez fuera un cambio clim¨¢tico y la consecuente escasez del suministro h¨ªdrico. En la actualidad solamente hay tres peque?os manantiales en el lateral de la monta?a, y en la estaci¨®n seca como mucho proporcionar¨ªan suficiente agua para cocinar y beber a unas 40 o 50 personas. Aqu¨ª nunca debi¨® de haber abundante agua, pues las acequias son las m¨¢s estrechas que hemos visto nunca, por lo general de menos de cuatro pulgadas de ancho.
¡°El lugar donde se amarra el sol¡±. En lo alto de la aterrazada colina, detr¨¢s de este templo, se halla una piedra que el consenso general reconoce como el Intiwatana, o reloj de sol, ¡°el lugar donde se amarra el sol¡±. Los conquistadores espa?oles encontraron piedras similares en Cuzco, Pisac y Ollantaytambo.
En vista de la ubicaci¨®n de Machu Picchu en una zona de los Andes de tan complicado acceso, es obvio el car¨¢cter de refugio de la ciudad, de f¨¢cil defensa y adecuada para repeler ataques; dada la presencia de un gran n¨²mero de ventanas en las ruinas, y en particular de tres grandes ventanas en uno de los templos principales, creo que estamos hablando del Tampu Tocco original, desde el cual partieron los incas cuando emprendieron la migraci¨®n que los llev¨® a conquistar Cuzco y fundar el imperio inca.
La dificultad de vivir durante siglos en la regi¨®n de Vilcabamba a todas luces pudo desembocar en el desarrollo de esta raza ingeniosa y competente, fortaleciendo de paso su car¨¢cter. La influencia del entorno geogr¨¢fico no es un factor balad¨ª en el desarrollo de caracter¨ªsticas raciales. Tengo la esperanza de preparar en un futuro no muy lejano un informe exhaustivo sobre esta ciudad de maravilla, cuyo encanto apenas se deja intuir en estas im¨¢genes.
El precioso azul del cielo tropical, los variados tonos de verde que visten las magn¨ªficas monta?as y el misterioso embrujo de los r¨¢pidos que retumban miles de pies m¨¢s abajo no pueden fotografiarse; solo imaginarse con gran dificultad.
Vistas panor¨¢micas. Las vistas panor¨¢micas que tomamos permiten hacerse una idea del gran ca?¨®n del Urubamba tal como se ve desde Machu Picchu, de la Plaza Sagrada y el promontorio del Intiwatana, y de la ciudad oriental.
Las defensas de la ciudad se reforzaron con muros altos y de gran pendiente
M¨¢s dif¨ªcil fue captar la notabil¨ªsima ciudad alta; sus hileras de casas, cada una en su bancal; los hermosos edificios del Grupo de la Princesa y la espl¨¦ndida canter¨ªa del Grupo del Rey. Todo ello queda detr¨¢s y a la derecha de quien contemple el mencionado panorama. Y m¨¢s all¨¢ est¨¢n los bancales agr¨ªcolas, nuestro campamento y la monta?a de Machu Picchu.
Los incas eran, no cabe la menor duda, amantes de los bellos paisajes. Muchas de las ruinas de sus edificios m¨¢s importantes se localizan en lo m¨¢s alto de montes, crestas y lomas desde donde se divisan panoramas de especial belleza.
Por notable que sea la arquitectura de Machu Picchu y por mucho que impresione el inmenso trabajo de canter¨ªa de un pueblo que no conoc¨ªa las herramientas de hierro o de acero, ni lo uno ni lo otro deja en la mente del visitante mayor impronta que la belleza y la grandiosidad inefables del entorno.
El ayudante top¨®grafo Stephenson llev¨® a cabo un reconocimiento de la masa forestal de las inmediaciones y dibuj¨® un mapa a gran escala de Machu Picchu y su entorno. A partir del mapa tenemos la esperanza de poder construir alg¨²n d¨ªa una maqueta que transmita cierta idea del car¨¢cter y la belleza de tan prodigioso lugar a quienes no tengan la fortuna de visitarlo.
En cuanto al elemento forestal, el se?or Stephenson informa de que la presencia de ¨¢rboles comienza aproximadamente a medio camino entre el nacimiento y la desembocadura del Urubamba. Ocupan la mitad inferior del valle zonas arboladas con frecuentes interrupciones en forma de ¨¢reas despejadas. La vega abierta es h¨²meda, sin ¨¢rboles y de uso agr¨ªcola. Su suelo es un limo arenoso, rico en humus y con abundante humedad.
El valle es muy angosto, con muchos afluentes y ¨¢speras laderas de gran inclinaci¨®n constantemente quebradas por barrancos. Las faldas m¨¢s bajas gozan de un suelo bastante rico y abundante humedad. Se extienden hasta varios cientos de pies por encima del r¨ªo. A m¨¢s altura, el suelo suele ser seco y pobre. Aunque las precipitaciones son abundantes, las soleadas laderas norte?as presentan un suelo seco y pedregoso.
La masa forestal de la regi¨®n de Machu Picchu se compone de maderas duras subtropicales, con una gama que rondar¨¢ las 30 especies. Los ¨¢rboles solo crecen en condiciones en las vegas del valle y en las faldas. En las laderas umbr¨ªas, el bosque puede extenderse hasta 2.000 pies por encima del r¨ªo, y a¨²n m¨¢s arriba en los valles estrechos y protegidos; pero en las laderas altas, los ¨¢rboles son deformes, nudosos y raqu¨ªticos.
Los incas eran amantes de los bellos paisajes, de eso no cabe duda
En las crestas crece alg¨²n que otro ¨¢rbol, pero siempre muy desmedrados y sin formar cubierta forestal. La l¨ªnea maderera de la zona se sit¨²a a unos 10.000 pies sobre el nivel del mar. El r¨ªo de Machu Picchu est¨¢ a unos 6.500.
El elevado n¨²mero de especies se traduce en una importante variaci¨®n de la calidad de la madera. Muchas de esas especies producen una madera dura y resistente, de textura fina y con un buen pulido. Otras especies de crecimiento r¨¢pido dan maderas de calidad inferior: blandas, quebradizas, de pudrici¨®n r¨¢pida y escaso valor si no es como madera bruta.
Notas sobre la madera. Todas las especies est¨¢n infestadas de par¨¢sitos, sin distinci¨®n de edades. Los peor parados son los arbolillos j¨®venes de crecimiento r¨¢pido.
En las vegas, los ¨¢rboles son altos, limpios y enhiestos, llegando a alcanzar 100 pies de altura y 3 de di¨¢metro. El promedio se sit¨²a en unas 18 pulgadas de di¨¢metro y unos 80 pies de altura. En las faldas de la monta?a, la masa arb¨®rea es m¨¢s homog¨¦nea, con un tama?o medio algo m¨¢s bajo. Hay unas cuantas parcelas maderables, pero dispersas y limitadas a zonas concretas.
La madera de las vegas se cifra como promedio en 5.000 pies tablares por acre, con un m¨¢ximo de 10.000 en zonas limitadas. En las laderas, la media es de 3.000 pies tablares, con escasa variaci¨®n. Todas las cifras son aproximadas, calcu?ladas a ojo y a la baja.
El car¨¢cter escarpado del pa¨ªs hace que sea imposible talar m¨¢s madera que la de las vegas. Los caminos son pocos y p¨¦simos; la mano de obra, escasa y de poca confianza. Si el ferrocarril llega al valle tal como est¨¢ previsto, se podr¨¢n hacer talas rentables con aserraderos port¨¢tiles. Es una buena fuente de madera para las traviesas.
El siguiente paso ser¨ªa reunir una colecci¨®n de muestras para probar las calidades de las diversas maderas nobles. Estas pruebas determinar¨ªan objetivamente su valor con datos concretos. Algunas maderas presentan, sin asomo de duda, altas cualidades t¨¦cnicas adem¨¢s de hermosos tonos y vetas.
El mapa de Machu Picchu que levant¨® el se?or Stephenson en tres meses de trabajo est¨¢ a escala 1 pulgada = 20 pies, con un intervalo de contornos de 10 pies, y consta de 16 hojas grandes. Deber¨ªa sernos de gran ayuda para hacernos una idea correcta de esta ciudad maravillosa, que parece haber eludido la atenci¨®n de los conquistadores espa?oles y permanecido en un desconocimiento casi total hasta que quien escribe la visit¨® por vez primera en julio de 1911.
Un rasgo llamativo de Machu Picchu es su cantidad de escaleras
Otras ruinas incas de importancia. Todav¨ªa es pronto para hacer afirmaciones categ¨®ricas sobre la importancia de este descubrimiento (es m¨¢s, son opiniones que solo podr¨¢n emitir expertos arque¨®logos una vez preparada y publicada la memoria completa de la labor llevada a cabo en Machu Picchu), pero s¨ª puede afirmarse lo que sigue acerca de la superioridad, tanto en dimensiones como en inter¨¦s, de Machu Picchu respecto de otras ruinas incas descubiertas con anterioridad.
Las ruinas incas m¨¢s importantes descubiertas hasta la fecha se hallan en la ciudad de Cuzco, en la ciudad y fortaleza de Ollantaytambo, en Pisac y en las islas del lago Titicaca. Adem¨¢s de estas, en la costa hay una serie de poblaciones como Pachacamac, Nasca, Anc¨®n, Trujillo y la tierra del Gran Chim¨², cuyo principal inter¨¦s radica en los abundantes hallazgos de momias, cer¨¢micas, telas y adornos de metal: oro, plata, bronce, etc¨¦tera. Todos estos lugares, no obstante, fueron conocidos por los conquistadores espa?oles y expoliados por los buscadores de tesoros desde la antig¨¹edad m¨¢s remota.
Cuzco, el lugar m¨¢s importante de todos, fue adoptado por los espa?oles como la segunda poblaci¨®n en importancia por detr¨¢s de Lima. Rehicieron la ciudad de arriba abajo, utilizando gran cantidad de la piedra que conformaba las antiguas murallas incas para levantar sus propios palacios e iglesias. Aunque la ciudad conserva todav¨ªa un buen n¨²mero de restos incas y sigue siendo una joya para el turista y el estudioso de arqueolog¨ªa, tiene m¨¢s de ciudad colonial espa?ola que de ciudad inca.
Otro tanto puede decirse, hasta cierto punto, de Ollantaytambo. Las ruinas de Pisac y muchas otras de las inmediaciones, de las que no es necesario dar cuenta aqu¨ª, han sido saqueadas en repetidas ocasiones por los buscadores de tesoros. El palacio de Vitcos, identificado en 1911 como la postrera capital de los incas, ha sucumbido casi por entero a los cazadores de tesoros. De las 30 hermosas puertas de granito labrado, solo dos o tres resisten indemnes.
Machu Picchu, un tesoro arqueol¨®gico. Por otro lado, Machu Picchu no solamente supera en dimensiones y en n¨²mero de edificios a la totalidad de las ruinas descubiertas en Per¨² (exceptuando Cuzco), sino que presenta la ventaja de no haber sido conocida por los espa?oles, ocupada por sus descendientes ni despedazada por cazatesoros que buscasen dentro de sus muros los ornamentos de oro y plata que no hubiesen sido hallados por los soldados.
En otras palabras, Machu Picchu no solo es m¨¢s grande que cualquier otra ciudad inca descubierta anteriormente aparte de Cuzco, sino que presenta un notable estado de conservaci¨®n y una arquitectura que no se ha confundido con las iniciativas espa?olas de construcci¨®n de iglesias y palacios.
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