Amor y Feria
Si vienen a pedir tu firma, te sientes querido y entendido. Te embarga una gratitud enorme por cada lector
Termin¨® la Feria del Libro de Madrid. Y encima ha ido bien, para salvaci¨®n in extremis de esos profesionales tan necesarios que son los libreros. Me encanta esta Feria, punto de encuentro ¨²nico entre los autores y los lectores. Aunque esto de las firmas de los escritores es un ejercicio sadomasoquista. Firmar te ense?a muchas cosas; yo he aprendido, por ejemplo, que un d¨ªa puedes tener una larga cola esperando tu firma y al otro puedes estar mano sobre mano, como me pas¨® hace un par de meses en una feria en Francia. Quiero decir que ni el ¨¦xito ni el fracaso son estaciones de destino sino de paso, intercambiables y ef¨ªmeras; y esa es una inmensa, profund¨ªsima ense?anza sobre la vida.
Si vienen a pedir tu firma, te sientes querido y entendido. Te embarga una gratitud enorme por cada lector. Pero cuando no viene nadie, la cosa es muy dif¨ªcil: t¨² est¨¢s ah¨ª, expuesto y fr¨¢gil, y la gente pasa sin mirarte o, a¨²n peor, ojea tu libro y luego lo abandona. El rechazo es p¨²blico y notorio, mientras que, a tu lado, otro autor tiene una cola de los mil demonios. Hay que reconocer que los escritores poseen coraje emocional: hace falta ser valiente para someterse a un desd¨¦n tan estrepitoso. Imaginen una feria de cirujanos, por ejemplo, y que los pacientes se acercaran a decirles: oiga usted, que apendicitis m¨¢s horribles hace. A ver cu¨¢ntos m¨¦dicos aguantar¨ªan eso hora tras hora. Pero lo m¨¢s conmovedor es el amor que los escritores tenemos por nuestros libros. Cu¨¢ntos autores poco vendidos he conocido que, tras una tarde sin firmar, exclaman con melanc¨®lica sorpresa: ¡°?Pero si todos los que leen mi novela dicen que no puede dejarla!¡±. Todos estamos convencidos de que, si leyeran nuestros libros, los amar¨ªan, de la misma manera que creemos que la oculta ternura de nuestro coraz¨®n nos hace dignos de ser amados. As¨ª se van labrando los infortunios.
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