El actor kamikaze

A veces el sentido de una vida puede estar delimitado por cuatro paredes. Eso sucede cuando lo que queda fuera de ellas es un infierno. En el caso de Asier Etxeandia, las cuatro paredes son las de la habitaci¨®n de un ni?o en el Bilbao de principios de los a?os ochenta, en el piso 1? A del n¨²mero 55 de la calle de la Autonom¨ªa. Una habitaci¨®n con muebles de ni?o, colcha ochentera de colores chillones, estanter¨ªas con El libro gordo de Petete, montones de pitufos y paredes de gotel¨¦ cubiertas con fotos de Madonna que Asier recortaba de las revistas. Y en una esquina, el radiocasete. Un cacharro grande, de doble pletina, que hac¨ªa las veces de teletransportador. La verdadera vida de Asier empezaba cuando le daba al play y ¨¦l hac¨ªa sus conciertos frente a la ventana.

A esas actuaciones, huelga decir, solo asist¨ªa p¨²blico imaginario. Pero con el tiempo aquel ni?o logr¨® convertir a ese p¨²blico imaginario en p¨²blico real. Esta es la historia de c¨®mo Asier Etxeandia consigui¨® abandonar su habitaci¨®n para convertirse en la persona que era dentro de esas cuatro paredes. De c¨®mo cambi¨® su habitaci¨®n por el mundo para luego volver a esa habitaci¨®n y contarlo, con la esperanza de que sirva de ejemplo a otros que, como le suced¨ªa a ¨¦l, se sienten diferentes y no tienen a nadie que les comprenda.

Asier, que esta semana cumple 38 a?os, es hijo ¨²nico. La madre ¡°ten¨ªa un mont¨®n de l¨ªos en la cabeza¡± y el padre ¡°no paraba en casa¡±. ¡°Con quien estaba todo el d¨ªa era con mi abuela, que vivi¨® con nosotros hasta que muri¨®, cuando yo ten¨ªa 12 a?os¡±, cuenta Asier. ¡°Ten¨ªamos una relaci¨®n brutal. Estaba sorda y ciega, por la diabetes, pero era quien me cuidaba y quien mejor me entend¨ªa¡±.

La suya era una familia, en palabras de Asier, humilde. ¡°Mi padre fue campe¨®n de Espa?a de k¨¢rate, jefe de bingo y agente inmobiliario. Tambi¨¦n vendi¨® enciclopedias. Y mi madre trabaj¨® en El Corte Ingl¨¦s hasta que lleg¨® el machote de mi padre y le oblig¨® a no volver a trabajar¡±.

Los mismos amigos imaginarios que asist¨ªan a sus conciertos en la habitaci¨®n le acompa?aban a Asier luego en la calle. Y eso no contribuy¨® a su popularidad en el mundo que hab¨ªa fuera de las cuatro paredes. ¡°Yo era un friki¡±, admite. ¡°Era larguirucho, rubio, parec¨ªa una ni?a. Ten¨ªa gafas de culo de vaso, cuatro y pico dioptr¨ªas. Me vest¨ªa mi madre, era un cuadro. Ella ten¨ªa un poco de obsesi¨®n conmigo, hasta niveles que no me ayudaron mucho en el colegio. Por ejemplo: me compraba un modelito para ir a la boda de mis t¨ªos, con pajarita y pantal¨®n corto amarillo, y luego me lo estaba poniendo durante meses para ir a los jesuitas. T¨² imag¨ªnate¡±.

El colegio, para Asier, fue una ¡°verdadera tortura¡±. ¡°Todos los ni?os se re¨ªan de m¨ª¡±, asegura. ¡°Yo estaba todo el d¨ªa solo. Supongo que deb¨ªa de tener una pluma bastante gorda de peque?o. No jugaba al f¨²tbol, y con esa pinta, todo el d¨ªa hablando con seres imaginarios, fig¨²rate. Todos los d¨ªas ten¨ªa cinco ni?os esper¨¢ndome fuera para darme de hostias. Me acompa?aban d¨¢ndome tobas hasta mi casa. El colegio fue una pesadilla. Lo pas¨¦ fatal¡±.

Solo una vez plant¨® cara a sus acosadores. Fue cuando un ni?o insult¨® a su abuela, que acababa de morir. ¡°Me dije: ¡®Lo mato¡¯. Quedamos fuera despu¨¦s de clase para pegarnos y yo me fui desinflando, siempre me ha aterrorizado pegarme. Si me menosprecian o me humillan, me hago peque?o, pero tambi¨¦n tengo muy mala leche. El caso es que ¨ªbamos a zurrarnos y yo estaba totalmente desinflado, sab¨ªa que me iban a partir la cara. Y justo vi a mi padre bajar por la calle, y me arm¨¦ de valor. Hice ???bbbrrraaa!!!, como en Juego de tronos, y empec¨¦ a pegarle al chaval. Fue la ¨²nica vez que me he peleado, y lo hice para que mi padre no viera c¨®mo me zurraban¡±.

En clase solo aprobaba dibujo y, a veces, gimnasia. Lo dem¨¢s, todo muy deficientes. Vivi¨® el cl¨¢sico peregrinar por colegios. ¡°Estuve en cuatro diferentes, no me quer¨ªan en ninguno¡±, recuerda. ¡°Hasta me metieron en una cosa que hab¨ªa entonces que se llamaba Rem, como unos estudios de inform¨¢tica. A m¨ª, que soy un desastre con las m¨¢quinas. Mis padres no ve¨ªan. Lo que ten¨ªan que haber hecho es meterme desde peque?o a estudiar piano, danza, yo qu¨¦ s¨¦, directamente a la canterita de artistas. Pues nada, lo contrario: a inform¨¢tica. Y todo suspensos, y todo un Cristo. Estuve yendo a psic¨®logos durante mucho tiempo, no entend¨ªan mi mundo imaginario. Yo ten¨ªa mis amigos, mis fantasmas. Yo los ve¨ªa y si me dec¨ªan que no estaban, montaba un pollo. Y te juro que eran reales, aunque yo s¨¦ ahora que era mi imaginaci¨®n. Pero eran m¨¢s reales que la realidad. La realidad era una mierda¡±.

Entonces, a los 18 a?os, Asier tom¨® la mejor decisi¨®n de su vida. ¡°Se acab¨®, me dije, no sigo estudiando. Me fui un mes antes de los ex¨¢menes y empec¨¦ a hacer talleres en la Escuela de Teatro de Getxo (Biz?kaia). Mi vida dio un giro. Conoc¨ª a unos amigos y amigas que me dieron un vuelco. Me pusieron un espejo delante. Y al a?o siguiente comprend¨ª que ten¨ªa que meterme a tope en las clases y pagarlas como fuera¡±. Carlos Baiges, director de la escuela, todav¨ªa recuerda la llegada de Asier. ¡°No era un chaval m¨¢s¡±, asegura. ¡°Se le ve¨ªa el talento a la legua, era indudable. Ten¨ªa imaginaci¨®n, capacidad expresiva, era superdivertido y le sal¨ªa todo bien. Es una persona con una sensibilidad especial¡±.

Asier se fue a vivir a una casa okupa en un antiguo cuartel militar de Getxo. ¡°Aquello fue la apertura a la vida¡±, explica. ¡°Empec¨¦ a vivir a mi manera, a hacer teatro de calle, a pasar la gorra, a vivir el mundo bohemio. Era feliz. Cantaba en una orquesta de verbenas y hac¨ªa alg¨²n trabajo de modelo. Con eso, m¨¢s alguna ayudita de mi t¨ªa Clara de vez en cuando, me pagaba la escuela. Pero pod¨ªa estar una semana casi sin comer cuando no hab¨ªa dinero. Mira que sufr¨ªa, pero lo recuerdo como la ¨¦poca m¨¢s feliz de mi vida¡±.

Como todo actor que se precie, en el curr¨ªculo de Asier ha habido lugar para trabajos alimenticios de todo tipo. Y en alguno de ellos demostr¨® un insospechado talento. ¡°Trabaj¨¦ en un sex shop en Vitoria¡±, explica, ¡°y bat¨ª el r¨¦cord de caja de todos los empleados de la franquicia. Vend¨ª en una tarde 400.000 pesetas en consoladores y cosas. Imag¨ªnate, con lo que me enrollo yo. ?Y eso que entonces era virgen! Ten¨ªa 18 a?os, yo fui muy retrasadito en esto del sexo¡±.

Tocaba con sus grupos de m¨²sica y hac¨ªa trabajos en teatro, hasta que un d¨ªa apareci¨® el caramelo de la televisi¨®n. Arrancaba el siglo XXI y las cadenas exprim¨ªan el fil¨®n de las series de ficci¨®n para adolescentes. Un trampol¨ªn a la fama y al dinero para una generaci¨®n de actores j¨®venes. En el caso de Asier, el personaje, no exento de tintes autobiogr¨¢ficos, se llam¨® Beni, un atormentado alumno con rastas en la escuela de baile de Un paso adelante. Una experiencia que Asier recuerda como nefasta. ¡°Yo no ten¨ªa ninguna intenci¨®n de venir a Madrid¡±, asegura. ¡°Todos los que terminaban la escuela y se ven¨ªan volv¨ªan escaldados. Pero me sali¨® el casting y vine. Me cogieron, y tuve la terrible experiencia de Un paso adelante. Nos hac¨ªan currar 13 o 14 horas diarias, hab¨ªa un descontrol brutal. Fue un desencanto absoluto. Cobraba 4.000 o 5.000 euros, que no los he vuelto a ganar, pero no ten¨ªa ni tiempo para gastarlos. Trabajando en la serie, llegu¨¦ a dormir en la calle. No pod¨ªa ni buscar una casa. Un d¨ªa me encontr¨¦ con que no ten¨ªa d¨®nde pasar la noche y dorm¨ª en un banco de ?pera. Y all¨ª me vino a recoger el coche que nos llevaba al rodaje. Comprend¨ª que no quer¨ªa participar en eso. Si esto es lo que hay, me voy. Me dec¨ªan que si no lo hac¨ªa yo, lo har¨ªa otro ni?ato. Yo les dije que llamaran a otro ni?ato y me volv¨ª a Bilbao¡±.

De regreso a casa, Asier se trajo consigo una depresi¨®n ¡°brutal¡±. Coincidi¨® el desencanto de Madrid con un episodio de desamor y la combinaci¨®n le dej¨® ¡°hecho polvo¡±. ¡°Estuve dos a?os empastillado, hasta se me cay¨® el pelo¡±, recuerda. Pero la vuelta a casa dur¨® poco. Al a?o y medio de regresar le llamaron para hacer una prueba en Madrid que, esta vez s¨ª, le abrir¨ªa las puertas a uno de los papeles de su vida: el maestro de ceremonias del musical Cabaret. Aquello fue ¡°un sue?o realizado¡±. Y hay un recuerdo que guarda con especial orgullo: la primera vez que acudi¨® a verle su madre. ¡°Cuando llegaron los aplausos, mi madre no aplaud¨ªa: gritaba y apretaba los pu?os, como si hubiera ganado una carrera. ???Uuuaaahhh!!! ?Qui¨¦n es esa se?ora loca de la primera fila?, me preguntaban. Y yo dec¨ªa: mi madre¡±.

Asier se tir¨® m¨¢s de dos a?os meti¨¦ndose cada noche, en sesi¨®n doble los viernes y s¨¢bados, en la piel de Emcee. Hasta que necesit¨® parar. ¡°Aparte de que yo me meta en bosques emocionales por elecci¨®n propia, aquello era muy fuerte¡±, asegura. ¡°Si est¨¢s ejecutando un personaje tanto tiempo, todos los d¨ªas, hay un momento en que te posee. Te perturba. Estaba pensando que ten¨ªa que poner una lavadora y lo que hac¨ªa es cantar el Money. Tuve un momento de desdoble tan fuerte que me asust¨¦. Dije: ya est¨¢, sue?o cumplido. Y lo dej¨¦¡±.

En ese momento empieza realmente a forjarse la reputaci¨®n de Asier en el teatro. Todo le sale y cada papel lo vive como un salto mortal. En ese despegue tuvo mucho que ver el director teatral esloveno Tomaz Pandur, con quien ha trabajado hasta la fecha en cuatro montajes. Pandur descubri¨® a Asier por una foto y le fue a ver a Cabaret. Estaba probando actores para montar, con el Centro Dram¨¢tico Nacional, Infierno, primera parte de la trilog¨ªa de la Divina Comedia de Dante. Se estudiaron cerca de dos mil candidatos. Pero a Asier ni siquiera le hizo una prueba. Solo le dio una indicaci¨®n: ¡°Tienes que sufrir como un cerdo¡±.

Asier estaba tan perdido que un d¨ªa, aconsejado por una amiga, se plant¨® en Patones, un pueblo de Madrid, para contemplar de cerca la matanza de un cerdo. ¡°Me puse a ver c¨®mo lo mataban, mir¨¢ndolo de cerca y directamente a los ojos, que son ojos como los de un humano¡±, recuerda. ¡°Quer¨ªa flipar con el dolor. Y, claro, me cre¨® traumas. Son elecciones absurdas que nunca tiene que hacer un actor, que no valen para nada¡±.

Asier estaba asentado en Madrid. Ten¨ªa amigos y hasta un novio de Fuenlabrada. Hac¨ªa teatro, televisi¨®n y cine, con Fernando Colomo (El pr¨®ximo oriente, 2006), Emilio Mart¨ªnez L¨¢zaro (Las 13 rosas, 2007) y Pedro Almod¨®var (Los abrazos rotos, 2009). Pero el destino a¨²n le deparar¨ªa otra estancia en Bilbao, esta vez, hace seis a?os, la m¨¢s dolorosa de todas. Su madre enferm¨® de c¨¢ncer y Asier se fue con ella. ¡°La cuid¨¦ hasta el ¨²ltimo momento, incluso la amortaj¨¦¡±, recuerda. ¡°La quer¨ªan llevar al hospital a morirse, pero yo no quise. Alquil¨¦ una casa en Bilbao y me instal¨¦ all¨ª con ella para que pensara que volv¨ªamos a vivir juntos, que todo estaba bien. Uno no se da del todo cuenta del apoyo que ha significado una madre hasta que se va. He tenido unos padres maravillosos, que lo han hecho lo mejor que han podido. Si hago m¨²sica, es porque he crecido rodeado de m¨²sica, y si soy actor, es porque mi madre era una obsesa del cine y el teatro. Conoc¨ªa los nombres de todos los actores. Ella misma cantaba y era la comedia de sus amigas. Los hijos no nos damos cuenta de lo imb¨¦ciles que hemos sido hasta que los padres se van¡±.

Es la medianoche de un viernes de junio y el p¨²blico abarrota la sesi¨®n golfa del teatro La Latina. Hay gente que repite y se trae a sus amigos. Incluso hay quienes se han aprendido en Youtube las coreograf¨ªas que acabar¨¢n bailando encima de las butacas. En el escenario, Asier Etxeandia se pinta los ojos y hace saber a los espectadores que se encuentran en su habitaci¨®n. Que esto es el Bilbao de principios de los ochenta. Que ellos son sus amigos invisibles y que est¨¢n a punto de asistir a uno de los conciertos del peque?o Asier. El cantante, el actor, el int¨¦rprete. Con una banda en directo, se suceden las canciones propias y ajenas. De Chavela Vargas a Bowie. De Madonna a Kurt Weill.

El int¨¦rprete se convirti¨® en un peque?o fen¨®meno. Una fiesta, pero tambi¨¦n una reivindicaci¨®n. ¡°Puede verse como una celebraci¨®n de m¨ª mismo¡±, reconoce Asier. ¡°Pero no es solo eso. Yo de peque?o estaba deseando que alguien viniera y me dijera: ¡®Tranquilo, chaval. Que est¨¢ bien todo. Que no est¨¢s solo. Que eso que haces es brutal¡¯. S¨¦ que mucha gente se siente as¨ª. Y conf¨ªo en que algunos est¨¦n entre el p¨²blico¡±.

Defiende tu sombrero, por rid¨ªculo que parezca. La frase se la dijo hace muchos a?os una amiga. Y se ha convertido en una m¨¢xima para Asier. ¡°Yo soy muy bipolar, hay momentos en que me busco y no encajo. Y mi amiga me solt¨® esta frase. Lo importante, me dijo, no es escoger el sombrero. Ni siquiera c¨®mo te lo pones. Lo importante es que el que tengas lo defiendas. Entonces se convierte en el sombrero m¨¢s bonito del mundo. Aunque lo que tengas sea una morcilla enroscada en la cabeza¡±.

El int¨¦rprete ha sido una de las experiencias profesionales m¨¢s bonitas para Asier. ¡°Ha sido un proceso de curaci¨®n. Psicol¨®gicamente me ha colocado en un lugar de paz. He puesto en pie a mi ni?o, a ese al que no quer¨ªa nadie¡±. El pr¨®ximo 20 de julio lo celebrar¨¢ con una funci¨®n muy especial en el Circo Price madrile?o, ante un p¨²blico de dos mil personas.

El camino ha sido largo. Asier termin¨® el a?o 2012 en la cima. Su papel en La aver¨ªa, dirigida por Blanca Portillo, una compa?era clave en la carrera de Asier, le vali¨® los dos m¨¢ximos reconocimientos que puede tener un trabajo actoral en el teatro. El Premio Max y el de la Uni¨®n de Actores al mejor actor protagonista. Solo deb¨ªa esperar pl¨¢cidamente al tel¨¦fono, pero el tel¨¦fono no sonaba. Entonces se lanz¨® a la autogesti¨®n. Mont¨® una productora con su pareja, Jos¨¦ Luis Huertas, y se pusieron manos a la obra. La llamaron Factor¨ªa Madre Constriktor. Contaron con Tao Gu??ti¨¦rrez en la direcci¨®n musical y con ?lvaro Tato, de Ron Lala, en la dramaturgia. Acabaron llenando cada noche de viernes el teatro La Latina duran??te m¨¢s de dos meses. Y, por efecto de la inexorable ley de Murphy, cuando ya ten¨ªan la obra montada, el tel¨¦fono volvi¨® a sonar.

No era cualquier cosa. Era Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n para ofrecerle ser su contraparte en el montaje de La Chunga, obra teatral de Mario Vargas Llosa que Joan Oll¨¦ dirigir¨ªa en el teatro Espa?ol. As¨ª, S¨¢nchez-Gij¨®n y Asier se convirtieron en La Chunga y Josefino, y su qu¨ªmica aplicada a la literatura del Nobel peruano ha creado algunas escenas memorables. Para la actriz, que no conoc¨ªa personalmente a Asier, pero hac¨ªa tiempo que quer¨ªa trabajar con ¨¦l, su t¨¢ndem est¨¢ siendo algo excepcional. ¡°Cuando estoy con ¨¦l en el escenario se me olvida el mundo entero¡±, explica. ¡°S¨¦ que navego en aguas seguras con ¨¦l. Tenemos una conexi¨®n absoluta y eso es algo que no pasa muchas veces. Como actor tiene todas las cualidades: tiene t¨¦cnica, un dominio total sobre su cuerpo y trabaja desde la verdad. No hay otro actor como ¨¦l en nuestro pa¨ªs. Y como persona es un compa?ero adorable. Nadie en esta profesi¨®n te dir¨¢ nada negativo de ¨¦l. Va por ah¨ª enamorando¡±.

Asier pas¨® de esperar en casa que sonara el tel¨¦fono a tener funci¨®n diaria en el Espa?ol, y los viernes, sesi¨®n doble con La Chunga y El int¨¦rprete. Ten¨ªa solo los lunes libres, y decidi¨® ocuparlos con un tercer proyecto. Un montaje casi de microteatro. Sagrado Coraz¨®n 45, un texto del joven dramaturgo Jos¨¦ Padilla, dirigido por su amigo Eduardo Mayo, en ese nuevo espacio alucinante que hay en Lavapi¨¦s que se llama La Casa de la Portera. ¡°Estas cosas hay que apoyarlas¡±, defiende Asier. ¡°Los actores tenemos la responsabilidad de que haya una buena oferta cultural, tal como est¨¢ este pa¨ªs de mierda. No me vas a subvencionar, me lo pondr¨¢s m¨¢s dif¨ªcil, pero no te preocupes, que yo voy a trabajar el triple. Por una raz¨®n: amo m¨¢s mi trabajo que t¨² el tuyo. Para llegar a fin de mes, los actores tenemos que hacer cuatro trabajos a la vez. En La Casa de la Portera nos dan 50 eurines a cada uno cuando terminamos. Y est¨¢ de puta madre, mucha gente los quisiera. Pero quien se dedica a esto es por amor. Yo ahora tengo la mitad del cach¨¦ que ten¨ªa antes de la crisis. Mi vida es correr de un lado a otro, con una afon¨ªa cr¨®nica que parezco Gloria Fuertes. Sin poder dormir del estr¨¦s. El otro d¨ªa hice La Chunga y El int¨¦rprete despu¨¦s de haberme desmayado en mi propio v¨®mito. As¨ª, en plan Janis Joplin. Me hab¨ªa comido una almeja en mal estado y ten¨ªa una indigesti¨®n brutal. Pero hay que seguir trabajando. Y te digo una cosa: esta es sin duda la ¨¦poca m¨¢s fruct¨ªfera de mi vida¡±.

Hace unas semanas, Asier paseaba por Bilbao y se acerc¨® al n¨²mero 55 de la calle de la Autonom¨ªa. El portal estaba abierto y entr¨®. Subi¨® al 1?A y se qued¨® en la puerta. No sabe qui¨¦n ocupa la casa ahora. Era de alquiler y sus padres se mudaron cuando ¨¦l, a los 18 a?os, se fue de casa. Estuvo un rato esperando, pero no llam¨®. Le dio corte. Por un momento imagin¨® que sal¨ªa de la puerta un ni?o con cara de pena y vestido con pajarita y pantal¨®n corto amarillo.

¨C?Qu¨¦ le dir¨ªa a ese ni?o si saliera por la puerta?

¨CLe aplaudir¨ªa. Le jalear¨ªa. Le dir¨ªa que querr¨ªa ser parte de su escenograf¨ªa. La ni?ez determina tu futuro y la imaginaci¨®n es clave para conseguir cualquier meta que te propongas. Le dir¨ªa que siguiera haciendo lo que hace. Que defienda su sombrero, por rid¨ªculo que parezca.

Fotogaler¨ªa: El actor ubicuo.